La Era de la obscenidad
EN LA fábrica de Cleveland, Ohio, E.U.A., donde estaba empleada Inez, ella era indisputablemente la reina de la ‘pandilla de los que dicen palabrotas’. Cierto día, Alicia accidentalmente chocó con Inez. En la discusión que resultó de esto, Alicia casualmente dijo una palabrota a Inez. Los observadores quedaron asombrados ante aquella insolencia.
Inez se desquitó con una torrente de insultos obscenos. Las palabrotas ofensivas se hicieron más y más audibles, pues las paredes las repetían al hacer eco, de modo que otros empleados vinieron corriendo para animar a su favorita. Al principio parecía tratarse de un empate a medida que una obscenidad tras otra rasgaba el aire.
Por fin, debido a su mayor experiencia en mezclar y combinar las obscenidades, Inez empezó a ganar la delantera. Con un vocabulario aparentemente interminable de palabras obscenas, ella derrotó a Alicia. Reducida al silencio y con el rostro enrojecido, ésta se alejó lentamente. Se oyeron gritos de júbilo a medida que los empleados regresaron poco a poco a sus máquinas. Inez, con toda naturalidad, reanudó tranquilamente su trabajo.
Tales incidentes no son poco comunes hoy día. El tipo de lenguaje que en un tiempo se asociaba con personas abandonadas a quienes se había desahuciado ha llegado a ser común. Es “aceptable” ahora que las mujeres y hasta los niños digan palabrotas. Los jovencitos se han acostumbrado a usar lenguaje que en un tiempo resultaba en que se les lavara la boca con jabón. Además, en el pasado las palabrotas se representaban en forma impresa por medio de asteriscos o rayas, mientras que ahora en muchos casos son deletreadas por completo para el lector.
El nuevo parecer respecto a las obscenidades se refleja también en las películas cinematográficas. Éstas ahora suelen estar llenas de conversaciones vulgares y palabras obscenas. Los cinematógrafos frecuentemente introducen tal lenguaje en el guión a fin de que se clasifique la película para “adultos”. Por ejemplo, originalmente se clasificó la película Annie como apropiada para personas de toda edad, pero el productor temía que tal clasificación no atraería al público. Por eso introdujo una palabrota en el guión de la película.
La obscenidad va en aumento
El habla profana ha sido común durante toda la historia. Se trata de cualquier tipo de lenguaje que profana o deshonra algo o a alguien. Tal lenguaje despliega falta de reverencia por las cosas sagradas, incluso por Dios y todo lo que esté relacionado con Sus cualidades y caminos. A menudo consiste en pedir a una deidad que “maldiga” a otra persona. O tal vez se use el lenguaje profano para violar o insultar a personas o cosas que Dios considera sagradas. Pero la Biblia dice: “Yo, el Señor tu Dios, castigaré a cualquiera que haga mal uso de mi nombre”. (Éxodo 20:7, Today’s English Version.)
Pero en los últimos años, ha habido un cambio notable en cuanto al lenguaje profano. Éste se ha vuelto explícito en lo que tiene que ver con lo sexual, —se ha vuelto obsceno— de modo que introduce en la mente detalles íntimos con relación a los órganos sexuales y el uso de ellos. Se ha vuelto común manifestar falta de respeto, hasta desprecio, para con la santidad del matrimonio y el engendramiento de los hijos. “En casi todo nivel, los hurras que se oyen durante eventos atléticos se han convertido —explica la revista U.S. News & World Report— en insultos desenfrenados y explícitos que se dirigen en contra de los rivales y aluden a lo sexual.”
Dichas obscenidades constituyen pornografía verbal. El aire hoy está contaminado con tal lenguaje. Según informa la revista Time, el dirigente de un equipo de béisbol, Tommy Lasorda, “dijo 144 obscenidades al hablar brevemente ante los miembros de su equipo para animarlos”. Muchos líderes políticos del mundo usan obscenidades también. De hecho, Richard Nixon popularizó la expresión “se ha suprimido el expletivo” desde que se publicó el contenido de las cintas de la Casa Blanca. El ex presidente estadounidense Jimmy Carter, aunque se le conocía por sus convicciones religiosas, usó una palabra con implicaciones sexuales que el periódico The New York Times rehusó imprimir. El diario sencillamente se refirió a ella como “un vulgarismo norteamericano”.
Algunos tal vez recuerden que en un tiempo se consideraba mal habladas a personas que usaban palabras como “caramba”, “diablos”, “córcholis” y “caracoles”. Pero en vez de estas palabras, se han vuelto comunes las obscenidades tanto en la lengua hablada como en la palabra escrita, de modo que el lenguaje obsceno nos ataca de todo lado. Hace años, cierto escritor que trató el asunto del lenguaje profano enumeró 14 usos de la palabra “diablo” o “diablos” en el lenguaje profano. Pero ahora, en el caso de muchas personas, casi cada oración termina en palabras vulgares que describen actos sexuales, y se aplican éstas a casi cualquier cosa imaginable. Además, estas palabras no se pronuncian solo bajo el impulso de la ira o el dolor, sino que las personas están usándolas simplemente porque quieren usarlas.
Tanto en tarjetas postales como en los garabatos o dibujos esgrafiados que se ven en lugares públicos es evidente que el lenguaje vulgar se está esparciendo. Por casi todas partes se pueden ver camisetas, cartelones, botones y etiquetas en los parachoques de los automóviles que llevan obscenidades escritas. Tal lenguaje se ha hecho “popular” entre muchas personas. “El uso en público del lenguaje profano ha llegado a aceptarse de manera tan general —comenta la revista U.S. News & World Report— que sería difícil, o tal vez imposible, detener esta tendencia e introducir otra contraria a ella.” ¡Con razón se ha calificado a nuestro tiempo de “Era de la obscenidad”!
¿A qué se debe esto?
El hecho de que la obscenidad va en aumento está directamente relacionado con el deterioro de ciertas instituciones tradicionales y normas de comportamiento. “Es una característica de los tiempos”, dijo cierto portavoz religioso. La desintegración de la estructura familiar, la falta de respeto para con las autoridades y la nueva moralidad que lo tolera todo son factores que han contribuido a las obscenidades desenfrenadas y explícitas de índole sexual. Dicho lenguaje refleja el modo de vivir inmoral que se ha hecho común hoy día.
Thomas Cottle, discursante en siquiatría de la Universidad de Harvard, comentó: “La vida les parece artificial y poco satisfaciente a las personas, y por eso están enojadas. [...] Tras dicho enojo ronda la agresividad”. Se afirma que el lenguaje profano es un medio de desahogarse del enojo y de la frustración que se han ido acumulando. “Si otro automovilista se mete delante de mí en la carretera y yo le digo unas cuantas palabrotas —dice Chaytor Mason, sicólogo clínico— me convenzo a mí mismo de que soy superior a él y así recobro mi amor propio.”
Lo que vamos observando en cuanto a la manera de insultar a otros verbalmente es significativo. La Biblia indica que éste es un indicio de que se acerca el fin de un sistema de cosas inicuo. “Mas sabe esto —advierte la Biblia— que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos [...] blasfemos [...] calumniadores, sin gobierno de sí mismos.” (2 Timoteo 3:1-5.)
[Recuadro en la página 4]
Juegos de video clasificados “X”
En el número del 30 de agosto de 1982 de la revista Advertising Age se informó que actualmente se están produciendo juegos de video clasificados “X”, y explicó lo siguiente: “’Calientes’ y ‘excitantes’ son las únicas palabras que pueden describir los juegos que llevan los siguientes nuevos títulos: ‘Fiesta de solteros’, ‘Bátalos y cómaselos’ y ‘La venganza de Custer’. Por ejemplo, en el último juego, el general Custer corre desnudo por un desierto lleno de obstáculos para alcanzar a una doncella india y violarla. [...]
El principal de una agencia de propagandas comerciales, el señor Kopels, dijo que aunque el juego está orientado hacia lo sexual, el hecho de que las partes del cuerpo están relativamente mal representadas en la pantalla de televisión disminuirá el impacto del aspecto sexual.
Con el tiempo, los cartuchos clasificados “X” se hallarán en los estantes de las tiendas que venden equipo de juegos de video según predice el señor Kopels.
El señor Kopels indicó que al principio los vendedores de videocasetes no querían mantener un abastecimiento de casetes clasificados “X”, y dijo que ellos tuvieron que ceder ‘porque los clientes empezaron a ir a las tiendas al otro lado de la calle, que sí tenían un surtido de éstas. Opino que lo mismo sucederá en el caso de los juegos en cartuchos’”.