¿Podemos librarnos de la infelicidad?
¡QUÉ conflictos internos sufre la gente! Puede suceder súbitamente, tan solo debido a lo que alguien haya dicho o hecho o debido a una experiencia desagradable. En tales ocasiones apenas se puede pensar en otra cosa. Y debido a que no vemos salida para nuestro problema, éste puede afectar nuestra relación con Dios. Quizás hasta pensemos abandonar la lucha por la fe (Judas 3). Nuestro gozo va disminuyendo y nos hallamos sumidos en el abatimiento (Proverbios 18:14). Sinceramente deseamos permanecer en la “senda de la vida”, pero parece que se nos está haciendo demasiado difícil seguir dicho derrotero. (Salmo 16:11.)
¿Qué podemos hacer cuando nuestras circunstancias son tan angustiosas? ¿Nos toca simplemente seguir luchando, sintiéndonos infelices, o podemos librarnos de la infelicidad?
Mirándonos a nosotros mismos
Las personas responden a los problemas de muchas maneras diferentes. Por eso, cuando nos encaramos a dificultades, es bueno mirarnos a nosotros mismos honradamente. Puede que haya algo en nosotros que se tenga que ajustar. (Salmo 139:23, 24.)
Algunas personas pueden experimentar mucho sufrimiento en silencio, y otras parecen recuperarse de sus problemas con mayor prontitud que las demás. Esto puede deberse a la crianza, la personalidad o el estado de salud de cada persona. Por ejemplo, puede que la persona a quien le haya faltado el amor y la buena crianza en la juventud tenga mayores dificultades en la vida de adulto.
Las personas que se han visto privadas del amor en sus primeros años de vida frecuentemente son demasiado prontas a creer que otros no las quieren y que por eso las maltratan. En cambio, las personas a quienes se les ha engreído y se les ha dado demasiada atención frecuentemente esperan que todo en la vida gire en torno a ellas, y por eso tal vez sus amistades no duren mucho tiempo. En el caso de las personas que tienen problemas de salud, cualquier injusticia o humillación constituye una gran prueba. A menudo a tales personas les parece que no pueden aguantar nada más. Por eso, si tendemos a ser muy sensibles o susceptibles, es bueno que pensemos en estos factores, especialmente cuando nos parece que hemos sido víctimas de una serie de dificultades insuperables.
Cuando algo nos tiene preocupados, ¿es nuestra tendencia aislarnos también de las personas que nos rodean? Ésta es una reacción natural, pero no se debería permitir que persista por mucho tiempo. Pues hay el peligro de que, al absorbernos en nuestros propios problemas, empecemos a incomodarnos con todos los que estén en nuestro derredor. Puede que insensatamente nos aislemos y que nuestra casa, por decirlo así, llegue a estar llena de espejos en los que continuamente miremos para ver lo dificultoso que es el período por el cual estamos pasando. (Proverbios 18:1.)
Cuanto más deprimidos nos pongamos, tanto más probable es que echemos la culpa a los que nos rodean. Si también cometemos el error de atribuirles malos motivos, puede resultar mucha tensión. ¡Cuánto mejor es no ser indebidamente desconfiado o susceptible! (Compare con 1 Timoteo 6:4.)
¿Seremos demasiado sensibles en cuanto a las faltas de las personas con quienes nos asociamos? La vida sería mucho más agradable si mostráramos paciencia y comprensión. Recuerde que Jesucristo dijo: “Si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes”. En vez de cavilar con amargura sobre cómo las personas nos han tratado, deberíamos orar a Jehová, pidiéndole que ayude a los que nos han desairado. Después de todo, ¿no están haciéndose más daño a sí mismos que a nosotros? Sí, “porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”. (Mateo 6:14; Gálatas 6:7.)
Cuando se nos oprime terriblemente, tal vez oremos a Jehová de manera parecida a como lo haría un niño, pidiéndole que nos haga felices otra vez. Claro que podemos hacer esto. Pero ¿podemos esperar que él remueva inmediatamente todo pensamiento desagradable y todo recuerdo angustioso? Han sucedido ciertas cosas, pero ¿qué es lo que puede hacernos más infelices? ¿Es el recordar lo que ha sucedido, o el responder a dicho recuerdo de manera incorrecta? ¿No es cierto que lo que más nos priva del gozo y del equilibrio espiritual es el sentirnos ofendidos, el enojarnos y el tener lástima de nosotros mismos?
Por lo tanto sería sensato controlar dichos sentimientos agobiadores tan pronto como empiecen a surgir en nosotros. Si no lo hacemos, puede ser que dejemos que nuestras emociones se trastornen a tal grado que casi lleguemos a estar en un estado de desesperación. Si entonces invocamos a Jehová, él nos ayudará. Pero no podemos esperar milagros, pues puede ser que tengamos que recapacitar sobre algún derrotero incorrecto que hayamos tomado. Por eso, si es necesario, rectifique las cosas inmediatamente. El tener una mala conciencia y un espíritu descontento es mucho más angustioso que el admitir sus faltas. “Escudriñemos nuestros caminos” honradamente y, con nuevas fuerzas, resolvamos que con el poder proveniente de Dios mejoraremos. (Lamentaciones 3:40-42.)
Dominando nuestros pensamientos
En realidad, el que seamos verdaderamente felices, o no, depende grandemente de nosotros. Por eso tenemos que dominar nuestros pensamientos. Si no lo hacemos, dentro de poco recuerdos desagradables, ilusiones o sueños tontos, o hasta instigaciones perversas, se apoderarán de nosotros. Si nos hallamos en un estado de ánimo infeliz, sería bueno que nos preguntáramos: ¿En qué estuve pensando justamente antes de que, de modo súbito, me embargara el desánimo? Claro, podemos apagar un programa de televisión malo, pero los pensamientos malos, una vez que se presentan, no se pueden despedir tan fácilmente. No obstante, ¡qué bendición es el poder pedir ayuda a Dios mediante la oración! Por medio de su espíritu santo, o fuerza activa, Jehová gustosamente nos ayudará a dominar nuestros pensamientos. En cierta ocasión, el salmista David dijo: “Cuando mis pensamientos inquietantes llegaron a ser muchos dentro de mí, tus propias consolaciones empezaron a acariciar mi alma”. (Salmo 94:19.)
Si imploramos la ayuda de Jehová, por cualquier razón que sea, tenemos que escucharle a él cuando nos habla. Su sabiduría y amor infinitos se reflejan en las Escrituras, y la Biblia claramente presenta consejos respecto a toda situación que podamos experimentar. Por lo tanto, podemos recobrar la felicidad o salvaguardarla si ponemos en práctica el consejo de Jehová en nuestra vida. Jesús dijo: “¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la guardan!”. (Lucas 11:28.)
Podemos dirigir nuestra mente hacia pensamientos provechosos por medio de tener presente cierto texto bíblico por unas cuantas horas o hasta durante un día entero. Cada vez que encontremos palabras excepcionalmente reconfortantes o fortalecedoras en nuestro estudio de la Biblia, podemos fijar éstas en la mente. Entonces vez tras vez, cuando se presente la necesidad, podemos repasar estas porciones de la Palabra de Jehová. De esta manera, “el Dios de todo consuelo” nos ayudará, y “la paz de Dios” ‘guardará nuestro corazón y nuestras facultades mentales’. Entonces, a pesar de nuestros problemas, podremos perseverar con gozo en su servicio. Sí, no solo debemos enterarnos de lo que Dios piensa respecto a ciertos asuntos, sino que también debemos hacer lo que él nos dice. (2 Corintios 1:3, 4; Filipenses 4:6, 7.)
Disfrutando de lo que Dios nos da
Ciertamente deberíamos escuchar a Dios, pues él muestra amor para con nosotros y nos da “toda dádiva buena” (Santiago 1:17). Cuando estamos bajo tensión y nos sentimos abatidos, tal vez olvidemos que aún hay muchas cosas de que podemos disfrutar. Además, nuestro Padre celestial desea que aprovechemos libremente todas las cosas buenas que él proporciona. También, quiere que seamos felices, tal como el congregador indicó al decir: “La mejor cosa que yo mismo he visto, la cual es bella, es que uno coma y beba y vea el bien por todo su duro trabajo [...] Pues no se acordará frecuentemente de los días de su vida, porque el Dios verdadero lo tiene preocupado con el regocijo de su corazón” (Eclesiastés 5:18-20; 9:7-10). Todos experimentamos ciertas tristezas, pero si mantenemos los ojos abiertos, todavía veremos ‘brillar el sol’, aun a través de algunos ‘nubarrones’.
Entre los mejores dones que hemos recibido de Dios figuran nuestros amigos cristianos. ¡Cuánto anhelamos estar con ellos cuando estamos pasando por tiempos difíciles! Es entonces cuando necesitamos a alguien que esté dispuesto a escucharnos con comprensión. En muchos casos, sabemos lo que deberíamos hacer, pero nuestro corazón herido simplemente no nos permite hacerlo. Bueno, ¿por qué deberíamos sentir vergüenza de pedir a algún consiervo querido de la congregación cristiana que nos dé un poco de su atención como muestra de su amor? Los ancianos experimentados de las congregaciones de los testigos de Jehová gustosamente nos ayudarán de maneras prácticas, especialmente por medio de proporcionarnos ayuda basada en la Palabra de Dios. (Santiago 5:13-16.)
Dondequiera que vivamos en la Tierra, también tenemos muchos ‘amiguitos’ a nuestro alrededor. Solo necesitamos ganarnos la confianza de los animales y pájaros, y es seguro que una variedad de ellos nos buscarán si les suministramos un poco de alimento. ¡Qué agradable es cuando se vuelven lo suficientemente mansos como para comer alimento de nuestra mano!
¿Qué hay de los niños del vecindario? Ellos gustosamente nos visitarán si somos bondadosos o generosos o les permitimos ayudar con alguna tarea. No, no tenemos que sentirnos solitarios o infelices si tan solo reflexionamos sobre las bendiciones que hemos recibido y disfrutamos de todo lo que Jehová nos da.
El salir al aire libre es tranquilizador y nos ayuda a tener pensamientos edificantes. Si el cerebro no recibe bastante oxígeno es poco probable que contribuya a un espíritu tranquilo. Son muchas las personas que, después de una caminata, han recobrado su equilibrio en sentido espiritual. Y al estar caminando por jardines o en el bosque, deberíamos tratar de comprender qué es lo que estamos viendo. Demasiado a menudo caminamos o nos sentamos al aire libre fijando la mirada hacia adelante y nos asaltan toda suerte de pensamientos melancólicos. Pero cada árbol, cada planta, cada animal y el cielo mismo pueden decirnos algo acerca del Creador, si tan solo permitimos que influyan en nosotros la belleza del diseño, el esplendor de los colores y todo lo que descubrimos. Al mirar los cielos estrellados de ciertas noches magníficas, palabras como las del salmista pueden brotar de dentro de nosotros: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando” (Salmo 19:1). En tales momentos, todas las preocupaciones humanas se desvanecen, y sentimos algo de la grandeza de Dios. Entonces no se nos hará difícil relegar a un plano secundario nuestras ansiedades y dirigir palabras de agradecimiento y alabanza a nuestro Gran Creador.
El sueño es otro don de Dios. Después de un día lleno de actividades podemos descansar, con plena confianza en que Dios nos protegerá. Esto nos ayuda a emprender el próximo día con nuevas fuerzas. Pero si no dormimos bien, ¿qué podemos hacer? Podemos orar a nuestro Padre celestial, y también acordarnos de nuestros compañeros de creencia al hacer tales peticiones. Podemos reflexionar sobre Su Palabra y sus grandiosas promesas (Salmo 77:6; Efesios 6:17-20). ¡Cuánto mejor es hacer esto que el pensar tan solo en todos nuestros problemas! Necesitamos llenar nuestra mente de muchas cosas buenas de índole espiritual. Entonces tal vez sencillamente nos digamos a nosotros mismos: ‘Pues, buenas noches’.
No estamos a solas
Claro, nosotros no somos las únicas personas con problemas. Si preguntáramos a otras personas acerca de sus dificultades, seguramente pensaríamos: Bueno, es mejor quedarse callado. De hecho, quizás prefiramos nuestros propios problemas a los que atormentan a otras personas.
Como cristianos dedicados, no podemos estar libres de todo sufrimiento que hay hoy día, pues Jesús dijo que sus seguidores experimentarían persecución (Juan 15:20). Al pasar por las cosas que nuestro archienemigo, Satanás el Diablo, tal vez haga que nos sobrevengan, no estamos a solas, pues “las mismas cosas en cuanto a sufrimientos van realizándose en toda la asociación de [nuestros] hermanos en el mundo”. Pero lo que es de mayor importancia es que, tanto nosotros como nuestros compañeros cristianos que sufren con nosotros, tenemos ayuda divina. Por lo tanto, confiemos en “el Dios de toda bondad inmerecida”, quien está con nosotros. Y esperemos con confianza aquel día, el cual está muy cerca, en que nuestras tribulaciones ya no existirán. (1 Pedro 5:6-11; 2 Tesalonicenses 1:6-10.)
Dentro de poco llegará a su fin el período difícil que todo cristiano fiel está experimentando actualmente, pues nos estamos acercando rápidamente a una nueva era feliz. Estamos al umbral de “un nuevo cielo y una nueva tierra” (Revelación 21:1-4). ¡Qué excelente razón para felicidad!
Jesucristo enseñó a sus seguidores a que en oración pidieran a Dios: “Venga tu reino” (Mateo 6:10). Por lo tanto, esperemos realmente en ese Reino y aguardemos el futuro con gozo. Jesús pudo aguantar el gran vituperio y la agonía del madero de tormento debido a que, en todo su sufrimiento, él mantuvo presente “el gozo que fue puesto delante de él” (Hebreos 12:1-3). Pronto vería de nuevo a su Padre celestial cara a cara y estaría rodeado de todos sus felices asociados celestiales.
En el transcurso de los siglos, los seguidores de Cristo han aguantado muchas pruebas. Hasta se han enfrentado a bestias salvajes en la arena de Roma y a los horrores de los campos de concentración. Han podido aguantar todo eso debido a que han procurado agradar a Jehová y han mantenido los ojos fijos en el galardón de la vida eterna. Jehová Dios no los olvidará. Tampoco se olvidará de nosotros si le adoramos fielmente y permanecemos en la “senda de la vida”. Por eso, con la maravillosa esperanza que tenemos delante de nosotros, podemos gritar gozosamente: “[Tú, nuestro Dios, Jehová] estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente”. (Salmo 145:16.)