BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w83 15/10 págs. 30-31
  • Preguntas de los lectores

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Preguntas de los lectores
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1983
  • Información relacionada
  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1982
  • Respeto a la santidad de la sangre
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1951
  • Respete el regalo de la vida
    ¿Qué nos enseña la Biblia?
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1983
w83 15/10 págs. 30-31

Preguntas de los lectores

◼ ¿Pudiera ser que la prohibición bíblica tocante a la sangre aplicara solamente a la sangre de una víctima matada por el hombre, y no a la carne de algún animal que hubiera muerto por sí mismo y no hubiera sido desangrado, ni a la sangre de algún animal o algún ser humano que estuviera vivo?

Hay quienes han razonado de esa manera, y han señalado a algunos versículos bíblicos que aparentemente apoyan ese punto de vista. Así, han sostenido que no sería incorrecto aceptar una transfusión de sangre de un donante vivo. Tal razonamiento pudiera parecer válido, pero si se examinan cuidadosamente los versículos que se utilizan y otros textos bíblicos que se relacionan con este asunto, hay indicación de que Dios espera que su pueblo evite la ingestión de sangre y el sostenerse la vida con sangre, sea que ésta provenga de una criatura viviente o de una que esté muerta.

A los israelitas se les dijo: “No deben comer ningún cuerpo ya muerto. Al residente forastero que está dentro de tus puertas lo podrás dar, y él tendrá que comerlo; o se puede vender a un extranjero, porque tú eres un pueblo santo a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 14:21). Aunque no se hubiera desangrado al animal, éste se podía vender a un residente forastero. En aparente conflicto con esto, Levítico 17:10 dice: “En cuanto a cualquier hombre de la casa de Israel o algún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ellos que coma cualquier clase de sangre, ciertamente fijaré mi rostro contra el alma que esté comiendo la sangre, y verdaderamente la cortaré de entre su pueblo”. ¿Por qué esta diferencia entre estos versículos?

Algunos, al presentar su punto de vista, han sostenido que Deuteronomio 14:21 permitía al forastero comer carne que no hubiera sido desangrada si ésta provenía de un animal que no hubiera sido matado por el hombre, pues entonces el hombre no tenía que dar la sangre del animal (sangre que representa la vida) de vuelta a Dios. Levítico 17:15 pudiera dar la impresión de apoyar ese punto de vista; allí dice que el nativo o forastero que comiera un “cuerpo ya muerto o algo despedazado por fiera” sólo tenía que ‘lavarse y ser inmundo hasta el atardecer’. De modo que pudiera parecer que no resultaba en culpa seria el comer sangre si la víctima no había sido matada por el hombre. Por eso algunos afirman que no sería incorrecto sacar sangre de una criatura viviente, y usarla como alimento o para transfusiones.

Sin embargo, ¿es la diferencia fundamental entre Deuteronomio 14:21 y Levítico 17:10, 15 un asunto de cómo hubiera muerto el animal? La contestación bíblica tiene que ser: No.

Los israelitas sabían que ellos no podían de ninguna manera comer carne no desangrada procedente de un animal que hubiera muerto por sí mismo o que hubiera sido matado por alguna bestia salvaje. Mientras todavía estaban en el monte Sinaí, se les había dicho que se deshicieran de tales cuerpos muertos (Éxodo 22:31). Deuteronomio 14:21 está en armonía con esto, pues da a los israelitas en la Tierra Prometida el mandato de deshacerse de tales cuerpos muertos no desangrados, pero les permite venderlos a forasteros.

Ahora, examinemos cuidadosamente lo que dice Levítico 17:10. Dice que ningún “hombre de la casa de Israel o algún residente forastero” debería comer sangre. ¿Se debía esto a que algún hombre hubiera matado al animal y por eso la sangre tuviera que devolverse a Dios? El afirmar eso sería decir algo que no está en el versículo. Además, si solo sobrevenía culpa cuando la sangre provenía de alguna criatura que hubiera sido matada por el hombre, entonces Deuteronomio 14:21 y Éxodo 22:31 no habrían prohibido a los israelitas el comer carne no desangrada de animales que no habían sido matados por hombres. Sin embargo, los israelitas sabían claramente que no podían comer tal carne. Ezequiel dijo: “Mi alma no es alma contaminada; ni cuerpo ya muerto ni animal despedazado he comido desde mi juventud”. (Ezequiel 4:14; compare con Eze 44:31.)

Entonces, ¿por qué dice Deuteronomio 14:21 que al “residente forastero” se le podía vender carne sin desangrar, mientras que Levítico 17:10 prohíbe al “residente forastero” comer sangre? Tanto el pueblo de Dios como comentaristas de la Biblia han reconocido que la distinción tiene que haber residido en la posición o condición religiosa de los forasteros implicados en el asunto. El libro Aid to Bible Understanding (página 51) señala que a veces el término “residente forastero” se refería a una persona que habitaba entre los israelitas y no era prosélito en sentido pleno. Parece que en Deuteronomio 14:21 se trata de esta clase de persona, un hombre que no estaba esforzándose por guardar todas las leyes de Dios y que pudiera haber tenido sus propios usos para un cuerpo muerto que los israelitas y los prosélitos consideraban inmundo. Eruditos judíos también han ofrecido esta explicacióna.

De manera que ningún adorador de Dios podía comer sangre, fuera que proviniera de (o estuviera en la carne de) algún animal que hubiera muerto por sí mismo o a manos del hombre. Entonces, ¿por qué dice Levítico 17:15 que simplemente resultaba en inmundicia el comer la carne sin desangrar del animal que hubiera muerto por sí mismo o que hubiera sido matado por alguna bestia?

Podemos hallar una clave en Levítico 5:2, que dice: “Cuando un alma toca alguna cosa inmunda, sea el cuerpo muerto de una bestia salvaje inmunda [...], aunque haya sido escondido de dicho individuo, sin embargo es inmundo y se ha hecho culpable”. Sí, Dios sabía que un israelita podía errar sin darse cuenta de ello. Por eso, Levítico 17:15 puede considerarse como una provisión para cuando se cometía dicho error. Por ejemplo, si un israelita comía carne que se le hubiera servido y después se enteraba de que tal carne no había sido desangrada, era culpable de pecado. Pero, puesto que lo había hecho sin percatarse de ello, podía dar pasos para quedar limpio. Sin embargo, es notable este hecho: Si rehusaba dar aquellos pasos, ‘entonces tendría que responder por su error’. (Levítico 17:16b.)

Por eso el comer carne no desangrada no era asunto de poco peso; hasta podía resultar en la muerte. Ningún adorador verdadero (israelita o prosélito forastero en el pleno sentido de la palabra) podía voluntariamente comer carne que no hubiera sido desangrada, fuera que ésta proviniera de un animal que hubiera muerto por sí mismo o que hubiera sido matado por otro animal o por un humano (Números 15:30). El concilio apostólico confirmó esto. Al escribir a los cristianos que componían el “Israel [espiritual] de Dios”, el concilio prohibió que se comiera lo que hubiera sido estrangulado, fuera que la carne no desangrada proviniera de un animal que hubiera muerto por estrangulación accidental o fuera de uno que hubiera sido estrangulado por un hombre. (Gálatas 6:16; Hechos 21:25.)

Aquel concilio también dio a los siervos de Dios la instrucción de que se ‘abstuvieran de sangre’. Si aquellos cristianos ungidos no podían consumir sangre que estuviera en la carne de una criatura estrangulada, ciertamente no podían ingerir sangre de una criatura viviente. No es difícil comprender que ni los israelitas de la antigüedad ni los cristianos obedientes imitarían a los miembros de las tribus africanas que disparan flechas a la vena yugular del ganado vivo para conseguir sangre que mezclan con leche y luego beben. De manera similar, los siervos de Dios no podrían aceptar la práctica médica de sacar cierta cantidad de sangre humana y suministrarla como transfusiones para extender la vida. Tales prácticas violan la condenación divina respecto a cualquiera “que coma cualquier clase de sangre” y el mandamiento de que los cristianos ‘se abstengan de sangre’. (Hechos 15:28, 29; Levítico 17:10.)

A pesar de las presiones que se ejercen para desvirtuar los requisitos divinos, los cristianos verdaderos saben que la vida es un don de Jehová Dios y que se tiene que usar como él dirige. Obedecen a Dios, sea que parezca físicamente práctico ahora o no. Por ejemplo, Hechos 15:28, 29 ordena a los cristianos que se abstengan de la idolatría. Así pues, el adorador verdadero a quien se amenazara con la muerte si rehusara participar en idolatría no razonaría que, puesto que “un ídolo nada es”, él no debería arriesgar la vida actual debido a lo que simplemente es un símbolo (1 Corintios 8:4). Los tres fieles hebreos dieron el ejemplo apropiado de obediencia, como lo hicieron también los cristianos primitivos que prefirieron morir en la arena a poner incienso en un altar. (Daniel 3:1-18.)

De manera similar, si surgiera algún problema tocante a la sangre, como cuando un accidente o una operación causa una pérdida extremada de sangre, el cristiano no puede transigir respecto a su integridad. Él obedece a su Dador de Vida con la plena confianza de que si, a pesar de que se utilice el mejor tratamiento médico sustitutivo pierde la vida actual, su vida eterna no está en peligro. Jesús dijo a sus discípulos: “No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena”. (Mateo 10:28.)

Por supuesto, pruebas médicas recientes muestran que generalmente las transfusiones de sangre no son esenciales para salvar a alguien, pues médicos experimentados testifican que tratamientos sustitutivos disponibles pueden funcionar con igual eficacia en la mayoría de los casos. Hasta se pudiera razonar que la cantidad de personas a quienes se hubiera podido mantener vivas tan solo mediante transfusiones de sangre es probablemente menor que la de las personas que han muerto debido al daño producido por transfusiones. Sea cual sea el caso, los cristianos están resueltos a obedecer a Dios y respetar Su punto de vista tocante a la sangre.

Por consiguiente, hoy día los adoradores verdaderos no comen carne que no haya sido desangrada, sea que provenga de un animal que algún hombre haya matado o de una criatura que haya muerto de otro modo. Tampoco conservan su vida mediante ingerir sangre de criaturas vivientes, sea de animales o de humanos. Reconocen que Jehová es el Dador de Vida de ellos y están resueltos a obedecerle en todo respecto.

[Notas a pie de página]

a Por ejemplo, The Pentateuch and Haftorahs, por el Dr. J. Hertz, dice: “De acuerdo con Lev. XVII, 15, el tocar o comer la carne de un nevelah contamina tanto al israelita como al ‘extraño [o residente forastero]’. En Lev[ítico] el ‘extraño’ se refería al no israelita que se había hecho prosélito en el pleno sentido de la palabra, un ger tzedek. Aquí [en Deuteronomio 14:21] el ‘extraño que está dentro de tus puertas’ se refiere al tiempo en que Israel se hallaría establecido en su Tierra y tendría en medio de sí no solo prosélitos, sino también hombres que, aunque habrían abandonado la idolatría, no habrían emprendido completamente la vida y las prácticas religiosas de los israelitas. Los rabinos llamaban a esta clase de residentes forasteros ger toshav: y [Deuteronomio 14:21] se refiere a esa clase, personas que no eran israelitas de nacimiento ni por conversión, ni ‘extranjeros’”. En contraste, esta obra explica que el ‘extraño’ (forastero) de Levítico 17:15 era “un prosélito en sentido pleno, [...] de otro modo, no le estaba prohibido comerla”.

b Hallamos un paralelo instructivo en otra parte de la ley relacionada con la sangre: El hombre que tuviera relaciones sexuales con su esposa sin saber que ella había comenzado a menstruar se hacía inmundo, pero podía dar pasos en busca del perdón. En cambio, el israelita que deliberadamente pasara por alto la sangre de la menstruación de su esposa era cortado de la existencia. (Levítico 15:19-24; 20:18.)

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir