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  • Perspicacia procedente de los dos libros de los Reyes
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 1/5 págs. 27-31

Perspicacia procedente de los dos libros de los Reyes

EN CIERTA ocasión, cuando Jesús estaba dirigiendo la palabra al público en Nazaret, lugar donde se crió, dijo algo que provocó una reacción sorprendentemente violenta. Parece que los habitantes de Nazaret se preguntaban por qué no había ejecutado él allí tantos milagros como en otros pueblos. Al explicarles la razón, Jesús usó dos ejemplos bíblicos. He aquí lo que dijo:

“En verdad les digo que ningún profeta es aceptado en su propio territorio. Por ejemplo, les digo en verdad: Había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, de modo que vino una gran hambre sobre toda la tierra, sin embargo Elías no fue enviado a ninguna de aquellas mujeres, sino únicamente a Sarepta en la tierra de Sidón, a una viuda. También, había muchos leprosos en Israel en tiempo de Eliseo el profeta, sin embargo ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el hombre de Siria” (Lucas 4:24-27). Al oír estas palabras, los que lo escuchaban se llenaron de cólera y trataron de matar a Jesús. ¿Por qué reaccionaron tan violentamente?

Para hallar la respuesta, tenemos que examinar las Escrituras Hebreas y leer las historias de Elías y Eliseo. Tanto los cristianos del primer siglo como los judíos a quienes ellos hablaban conocían a fondo estos libros. En numerosas ocasiones los escritores bíblicos de la era cristiana hicieron referencia a ciertos acontecimientos y personajes de estos libros antiguos para ilustrar cierto punto, como lo hizo Jesús en la ocasión susodicha. Los oyentes reconocían al instante estas referencias, y las entendían. Si queremos entender a cabalidad las enseñanzas de Jesús, nosotros también tenemos que reconocer esas referencias.

A decir verdad, es imposible entender completamente las Escrituras Griegas Cristianas a menos que conozcamos las Escrituras Hebreas. Las historias de los profetas a quienes Jesús hizo referencia, Elías y Eliseo, se encuentran registradas en los dos libros de los Reyes. Consideremos estos dos libros para ilustrar este punto y ver que el conocerlos nos ayuda a tener un entendimiento más profundo y vívido de las Escrituras Griegas Cristianas.

Una comparación desfavorable

En primer lugar, ¿por qué se molestaron tanto los habitantes de Nazaret cuando Jesús hizo referencia a los dos milagros que habían ejecutado Elías y Eliseo más de 900 años antes? Bueno, era evidente que Jesús estaba comparando a los nazarenos con los israelitas del reino norteño de Israel durante los días de Elías y Eliseo, y, de acuerdo con los dos libros de los Reyes, la condición espiritual de Israel no era buena en aquel tiempo. Los israelitas se habían dedicado de lleno a la adoración de Baal y estaban persiguiendo a los profetas de Jehová. Elías en realidad estaba huyendo de sus propios coterráneos cuando una viuda de Sarepta, de un país extranjero, le dio alojamiento y lo alimentó. Fue entonces cuando él ejecutó el milagro al cual Jesús hizo referencia (1 Reyes 17:17-24). Israel todavía estaba infestado de la adoración a Baal cuando Eliseo curó de lepra a Naamán, jefe del ejército sirio. (2 Reyes 5:8-14.)

Los habitantes de Nazaret no agradecían que se les comparara con los judíos paganizados de aquellos días. ¿Tenía razón Jesús para hacer dicha comparación? Evidentemente la tenía. Tal como la vida de Elías había estado en peligro en Israel, así la vida de Jesús estaba en peligro ahora. El registro nos dice: “Todos los que oyeron estas cosas en la sinagoga se llenaron de cólera; y se levantaron y lo sacaron apresuradamente de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre de la montaña sobre la cual había sido edificada su ciudad, para despeñarlo”. Pero Jehová protegió a Jesús, como había protegido antes a Elías. (Lucas 4:28-30.)

La gloria del rey Salomón

Ése es un ejemplo del modo como los dos libros de los Reyes encarnan, por decirlo así, las palabras de Jesús y de los cristianos primitivos. Considere otro ejemplo. En su Sermón del Monte, Jesús animó a sus oyentes a confiar en Jehová en lo que tenía que ver con las necesidades materiales. Entre otras cosas, dijo: “También, en cuanto al asunto de ropa, ¿por qué se inquietan? Aprendan una lección de los lirios del campo, cómo crecen; no se afanan, tampoco hilan; pero les digo que ni aun Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos” (Mateo 6:28, 29). ¿Por qué se refirió Jesús a Salomón en esta ocasión?

Sus oyentes judíos tenían que haber sabido la razón porque ellos estaban familiarizados con la gloria de Salomón. Ésta se describe hasta cierto grado en el libro Primero de los Reyes (así como en el Segundo de las Crónicas). Por ejemplo, es probable que ellos hayan recordado que el alimento de la casa de Salomón para cada día “resultó ser con regularidad treinta medidas de coro de flor de harina y sesenta medidas de coro de harina, diez reses vacunas gordas y veinte reses vacunas de pasto y cien ovejas, además de algunos ciervos y gacelas y corzos y cuclillos engordados” (1 Reyes 4:22, 23). ¡Ésa era una enorme cantidad de alimento!

Además de eso, el peso del oro que recibió Salomón en un año ascendió a “seiscientos sesenta y seis talentos de oro”, mucho más de 250.000.000 de dólares (E.U.A.), según el valor actual del oro. Y todos los ornamentos de la casa de Salomón eran de oro. “No había nada de plata; ésta se consideraba en los días de Salomón como nada absolutamente” (1 Reyes 10:14, 21). Cuando Jesucristo despertó en sus oyentes el recuerdo de todas estas cosas, ellos captaron rápidamente lo que él quería decir.

Jesús se refirió a Salomón en otro contexto. Ciertos escribas y fariseos le habían exigido que ejecutara una señal, y Jesús contestó: “La reina del Sur será levantada en el juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino desde los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, pero, ¡miren! algo más que Salomón está aquí” (Mateo 12:42). ¿Por qué fue esta referencia una censura severa para los líderes religiosos que lo escuchaban?

Si estamos familiarizados con el primer libro de los Reyes, sabemos que “la reina del Sur” era la reina de Sabá. Ella era, sin lugar a dudas, una gran dama, reina de un territorio acaudalado. Cuando visitó a Salomón, trajo con ella “un séquito muy impresionante”, aceite costoso y “muchísimo oro y piedras preciosas” (1 Reyes 10:1, 2). Las comunicaciones pacíficas entre los gobernantes nacionales se establecen usualmente por medio de embajadores. Por consiguiente, el que la reina de Sabá, monarca reinante, viajara personalmente hasta Jerusalén para ver al rey Salomón era algo poco común. ¿Por qué lo hizo?

El rey Salomón era muy acaudalado, pero también lo era la reina de Sabá. Ella no pudo haber emprendido aquel viaje solo para ver a un monarca rico. No obstante, Salomón no solo era rico, sino que también “era más grande en cuanto a riquezas y sabiduría que todos los demás reyes de la tierra” (1 Reyes 10:23). Bajo su sabia gobernación, “Judá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan hasta Beer-seba, todos los días de Salomón”. (1 Reyes 4:25.)

Fue la sabiduría de Salomón lo que atrajo a la reina de Sabá. Ella “estaba oyendo el informe acerca de Salomón en conexión con el nombre de Jehová. Por lo tanto vino a probarlo con preguntas de las que causan perplejidad”. Cuando llegó a Jerusalén, “procedió a venir a Salomón y a hablarle todo lo que se hallaba junto a su corazón. Salomón, a su vez, fue declarándole todos los asuntos de ella. Resultó que no hubo asunto alguno escondido al rey que él no se lo declarara”. (1 Reyes 10:1-3.)

Jesús, también, poseía sabiduría extraordinaria “en conexión con el nombre de Jehová”. De hecho, era “más que Salomón” (Lucas 11:31). La reina de Sabá, que no era judía, hizo un viaje largo e incómodo solo para ver por sí misma a Salomón y beneficiarse de la sabiduría de él. Por consiguiente, los escribas y fariseos ciertamente deberían haber escuchado con aprecio a aquel que era ‘mayor que Salomón’ cuando estuvo allí mismo enfrente de ellos. Pero no lo hicieron. “La reina del Sur” apreció la sabiduría procedente de Dios mucho más que ellos.

Alusiones a los profetas

Durante el período de la historia que se abarca en los libros Primero y Segundo de los Reyes, los gobernantes del reino de las 12 tribus —y posteriormente de los reinos divididos de Israel y Judá— eran reyes. En aquel tiempo los profetas de Jehová estaban muy activos entre Su pueblo. Entre ellos sobresalían Elías y Eliseo, a quienes ya nos hemos referido. La ocasión en que Jesús se refirió a ellos en Nazaret no fue la única vez que se les mencionó en las Escrituras Griegas Cristianas.

El apóstol Pablo, en su carta a los hebreos cristianos, escribió acerca de la fe de los siervos de Jehová de tiempos antiguos y, como ejemplo, dijo: “Mujeres recibieron a sus muertos por resurrección” (Hebreos 11:35). Sin duda tenía presente a Elías y Eliseo, cada uno de los cuales fue utilizado para ejecutar resurrecciones (1 Reyes 17:17-24; 2 Reyes 4:32-37). Cuando tres de los apóstoles de Jesús llegaron a ‘ser testigos oculares de la magnificencia de Jesús’ durante la visión de la transfiguración, vieron a Jesús hablando con Moisés y Elías (2 Pedro 1:16-18; Mateo 17:1-9). ¿Por qué se escogió a Elías para representar la línea de los profetas precristianos que dieron testimonio de Jesús? Si usted lee el relato de Primero de los Reyes y ve la gran fe que él mostró y la manera poderosa como Jehová lo utilizó, entenderá la respuesta.

Sin embargo, Elías era en realidad una persona común como nosotros. Santiago se refirió a otro suceso de Primero de los Reyes cuando escribió: “El ruego del hombre justo, cuando está en acción, tiene mucho vigor. Elías era varón de sentimientos semejantes a los nuestros, y no obstante en oración oró que no lloviera; y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y volvió a orar, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto”. (Santiago 5:16-18; 1 Reyes 17:1; 18:41-46.)

Otros ecos de los Reyes

Muchas otras referencias de las Escrituras Griegas Cristianas contienen ecos de los dos libros de los Reyes. Esteban recordó al Sanedrín judío que Salomón edificó una casa a Jehová en Jerusalén (Hechos 7:47). Muchos de los detalles de aquella obra de construcción se hallan en el primer libro de los Reyes (1 Reyes 6:1-38). Cuando Jesús habló a la mujer de Samaria, la mujer le dijo en tono de sorpresa: “‘¿Cómo es que tú, a pesar de ser judío, me pides de beber a mí, que soy mujer samaritana?’ (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.)” (Juan 4:9). ¿Por qué no se trataban los judíos con los samaritanos? El relato del libro Segundo de los Reyes, que describe el origen de este pueblo, arroja luz sobre el asunto. (2 Reyes 17:24-34.)

Una carta a la congregación de Tiatira, la cual carta se halla registrada en el libro de Revelación, contiene el siguiente consejo firme: “No obstante, sí tengo esto contra ti: que toleras a aquella mujer Jezabel, que a sí misma se llama profetisa, y enseña y extravía a mis esclavos a cometer fornicación y a comer cosas sacrificadas a los ídolos” (Revelación 2:20). ¿Quién era Jezabel? La hija de un sacerdote de Baal de Tiro. Como nos dice el primer libro de los Reyes, ella se casó con el rey Acab de Israel y se convirtió en reina de Israel. Puesto que dominaba a su esposo, introdujo en Israel, que ya era apóstata, la adoración de Baal, trajo al país una multitud de sacerdotes de Baal y persiguió a los profetas de Jehová. Finalmente, tuvo una muerte violenta. (1 Reyes 16:30-33; 18:13; 2 Reyes 9:30-34.)

La mujer que mostró el espíritu de Jezabel en la congregación de Tiatira estaba evidentemente tratando de enseñar a la congregación a practicar la inmoralidad y a violar las leyes de Dios. Dicho espíritu tenía que ser exterminado de la congregación, tal como hubo que exterminar de la nación israelita a la familia de Jezabel.

Sí, necesitamos las Escrituras Hebreas para entender las Escrituras Griegas Cristianas. Muchos detalles no tendrían significado sin los antecedentes que suministran las Escrituras Hebreas. Jesús y los cristianos primitivos, así como los judíos a quienes hablaron, estaban bien familiarizados con ellas. ¿Por qué no aparta tiempo para familiarizarse igualmente con ellas? Así se aprovechará al máximo de “toda Escritura”, la cual es “inspirada de Dios y provechosa para enseñar”. (2 Timoteo 3:16.)

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