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  • Todos los hombres son iguales... ¿cómo?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 15/8 págs. 5-7

Todos los hombres son iguales... ¿cómo?

¿ES POSIBLE que los hombres y las mujeres de todas las naciones se consideren unos a otros iguales... y obren conforme a ello? No lo es si en alguna medida nos tenemos que dejar guiar por el presente orden mundial. Sin embargo, nos debe animar el hecho de que sí es posible. ¿Por qué? Porque millones de cristianos han probado que lo es.

Es bien sabido que se ha vinculado el verdadero cristianismo con la igualdad. Por ejemplo, el apóstol Pablo escribió: “Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo” (Gálatas 3:28, Versión Popular). Pero ¿se trataba simplemente de habla idealista? ¿Cómo resultó ser una práctica entre los cristianos primitivos, quienes vivían en un mundo lleno de desigualdades?

Se ha escrito mucho sobre el tremendo impacto que los cristianos primitivos produjeron en el mundo de su tiempo al desarrollar la hermandad que Jesucristo enseñó. En su libro The Early Christians After the Death of the Apostles (Los cristianos primitivos después de la muerte de los apóstoles), Eberhard Arnold dice:

“El hecho de que los cristianos tenían en igual a todos sus semejantes, a los cuales consideraban como hermanos, puesto que compartían el mismo juicio y el mismo llamamiento que ellos, resultaba en igualdad y camaradería en todo sentido. El que se tuvieran la misma estima resultó en que todos tuvieran el mismo título, la misma obligación de trabajar y las mismas oportunidades en la vida. [...] La estima mutua que los cristianos de aquel tiempo se tenían unos a otros resultó en una solidaridad social, basada en el amor, sobre un fundamento de completa igualdad de nacimiento”.

¡Qué espléndido testimonio de unidad proveniente de Dios!

Iguales en un cuerpo unido

Las personas que componían la congregación cristiana primitiva tenían diversas aptitudes y habilidades naturales. Puede que algunas hayan sobresalido en la música, mientras que otras hayan tenido una mejor memoria o músculos más fuertes. Además de tal variedad, el espíritu santo impartía diferentes dones y habilidades, pero estos se complementaban unos a otros. Pablo pudo, por lo tanto, escribir: “Porque así como el cuerpo es uno pero tiene muchos miembros, y todos los miembros de ese cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es el Cristo. Pues de hecho por un solo espíritu todos nosotros fuimos bautizados para formar un solo cuerpo, seamos judíos o griegos, seamos esclavos o libres” (1 Corintios 12:11-13). Todos eran predicadores, aunque había una rica variedad entre los “dones en la forma de hombres”, como se describió proféticamente a los que pastorearían a la congregación. (Efesios 4:8; Salmo 68:18.)

Los superintendentes eran maduros en sentido espiritual, y en griego se les llamaba epískopoi. Al escribir sobre el verbo afín episkopeo (supervisar), W. E. Vine declara: “La palabra no da a entender el adquirir dicha responsabilidad, sino el cumplir con ella. No es asunto de asumir una posición, sino de desempeñar las funciones”. Los que trabajaban junto con estos superintendentes se llamaban diákonoi, palabra griega que se traduce “ministros”, “siervos ministeriales” o “diáconos”. W. E. Vine dice que esta palabra “denota primordialmente un siervo, sea que haga trabajo servil o que sea un asistente que preste servicio gratuito, prescindiendo de la naturaleza de este”. En el caso de cada uno de estos cargos, lo principal eran los privilegios de servicio. No se daba énfasis a la posición, pues, como adoradores de Dios, todos eran iguales y todos eran Sus siervos.

Aunque Jesús escogió a 12 hombres para que fueran sus apóstoles, las mujeres también disfrutaban de asociación con él. Eran muy activas, y se dice específicamente que María Magdalena, Juana y Susana atendían a Jesús. Hubo mujeres que también recibieron los dones del espíritu santo en el Pentecostés de 33 E.C. Por lo tanto, pudieron hablar públicamente en lenguas extranjeras y dar testimonio sobre las verdades de su fe cristiana. No obstante, las hermanas cristianas no tomaban la delantera en cuanto a enseñar en las congregaciones, sino que participaban junto con los hermanos en predicar públicamente la Palabra de Dios. (Lucas 8:1-3; Hechos 1:14; 2:17, 18; 18:26.)

También, a nivel más personal, los cristianos establecieron el precedente de ayudarse unos a otros. Por ejemplo, cuando los que visitaban a Jerusalén se pusieron en contacto con la obra milagrosa de los apóstoles en el tiempo del Pentecostés de 33 E.C., se quedaron más tiempo de lo que habían planeado y se les agotó el alimento y el dinero. Sin embargo, el registro bíblico declara: “No había ningún necesitado entre ellos; porque todos los que eran poseedores de campos o de casas los vendían y traían los valores de las cosas vendidas” para que se distribuyera gratuitamente bajo la dirección de los apóstoles. ¡Qué excelente espíritu, pues revelaba que el amor y la igualdad eran una realidad práctica entre aquellos primeros cristianos! Se podía decir que “todas las cosas las tenían en común”. (Hechos 4:32, 34, 35.)

Igualdad práctica hoy

En medio de las divisiones y las estructuras sociales del mundo actual, no es fácil tratar de imitar a aquellos cristianos primitivos. Pero el hacerlo ha sido siempre una meta de los testigos de Jehová. Es patente que han tenido considerable éxito al respecto. La Encyclopedia Canadiana comenta:

“La obra de los testigos de Jehová es la restauración y el restablecimiento del cristianismo primitivo que practicaban Jesús y sus discípulos durante los dos primeros siglos de nuestra era. [...] Todos son hermanos”.

Como fue el caso hace 1.900 años, esta hermandad cristiana hoy día da ayuda práctica en tiempos de dificultad. Cuando, en noviembre de 1980, un fuerte terremoto estremeció varias partes de Italia, el primer camión lleno de suministros que prepararon los Testigos llegó a la zona afectada aquella misma noche. Un informe oficial dice así:

“A los hermanos les sorprendió ver lo rápido que llegó la ayuda necesaria. Inmediatamente instalamos nuestra propia cocina, desde la cual todos los días se distribuía a los hermanos la comida que preparaban las hermanas. Los otros habitantes del pueblo aún no habían recibido ayuda y estaban arreglándoselas lo mejor que podían. Claro, los hermanos no eran egoístas, sino que compartieron el alimento con muchas personas que no eran Testigos”.

Después que el rey de Suazilandia, Sobhuza II, murió en agosto de 1982, los testigos de Jehová fueron víctimas de persecución por no participar en las tradicionales costumbres religiosas relacionadas con el duelo. En Gran Bretaña, dos Testigos, uno de la raza blanca y el otro de la raza negra, presentaron una petición conjunta a la Alta Comisión local de Suazilandia solicitando que se aliviara la situación. Después de escuchar por un rato, el oficial suazi se dirigió al Testigo de la raza negra, ejecutivo bien educado, y le preguntó: “Pero ¿por qué está usted aquí?”. La respuesta fue: “Porque me preocupa el bienestar de mis hermanos cristianos en su país”. Al oficial se le hizo difícil entender cómo un hombre tan acaudalado podía igualarse con los africanos que vivían en un país que él ni siquiera había visitado.

¿Por qué no asistir a una reunión en el Salón del Reino de su localidad o a una asamblea más grande y lo comprueba usted mismo? Hallará una sociedad en la que se le dará la bienvenida, sea usted joven o de edad avanzada, rico o pobre, sea que haya sido educado en una universidad o que no haya ido a la escuela en absoluto. Se llaman hermanos y hermanas entre sí, y nadie es evaluado por su raza, sus antecedentes ni su posición seglar. A cada uno se le aprecia por su personalidad y cualidades cristianas.

El modelo de enseñanza de los ancianos y siervos ministeriales nombrados se basa en la estructura de la primera congregación cristiana. Y las reuniones reflejan igualdad, o armonía, por toda la Tierra. Un clérigo de la Iglesia de Inglaterra comentó:

“Cada reunión, sea formal o informal, es una reunión para instrucción intensiva. Se espera que los miembros se preparen para la reunión del domingo por medio de leer completamente el artículo de La Atalaya, buscar las referencias bíblicas y preparar las respuestas a las preguntas, las cuales saben por adelantado. En las reuniones mismas hay buena participación de la congregación. Los apoya el saber que la misma enseñanza se está promulgando por toda la Tierra al mismo tiempo”.

Si usted lleva consigo este número de La Atalaya a la congregación de su localidad en las fechas que se alistan en la página 2, podrá seguir una consideración como esa.

Estas consideraciones a menudo tienen que ver con la esperanza de los que están en la congregación: vida en una Tierra paradisíaca, donde las guerras cesarán y la gente usará sus talentos en actividades constructivas y disfrutarán verdaderamente de “la obra de sus propias manos”. Todos los humanos obedientes vivirán bajo la gobernación del Reino de Dios. No habrá hambre, pues a todos se les proveerá alimento en abundancia procedente de una Tierra productiva. Las enfermedades que plagan a la humanidad también serán cosas del pasado, pues todos los habitantes de la Tierra disfrutarán a igual grado de la vitalidad que resulta de la salud perfecta. (Isaías 2:4; 33:24; 65:22, 23; Zacarías 8:11, 12.)

Sí, esta esperanza cristiana es verdadera, como lo es el saber que la estructura actual de la congregación cristiana se establecerá en el Paraíso terrestre. Se ampliará el fundamento sólido que ya se ha puesto para eliminar completamente toda barrera nacional o entre las clases. ¿Cómo podemos estar seguros de esto? Porque la Biblia predice que cristianos “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” continuarán en ese entonces la adoración verdadera de Jehová Dios. Tendrán una posición de iguales ante Él. Usted y su familia pueden estar entre ellos. (Revelación 7:9, 10.)

[Ilustración en la página 7]

Observará que hay unidad en las reuniones de los testigos de Jehová

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