Cómo puede ayudarle la fe verdadera
“¿ESTÁN las iglesias llegando a ser irrelevantes?” Esta fue la pregunta que hizo el escritor independiente Paul Fromm después de asistir a la Sexta Asamblea del Concilio Mundial de Iglesias, que se llevó a cabo en Vancouver, Canadá, en 1983. ¿Por qué hizo esa pregunta? Por el hecho de que este concilio se ha envuelto casi exclusivamente en asuntos políticos. El señor Fromm dijo también: “Las iglesias protestantes más influyentes [...] han reemplazado el Evangelio de Jesucristo con el evangelio de tendencias políticas izquierdistas”.
La intervención de las religiones en la política parece ser un intento desesperado por reavivar el interés decadente en las religiones que han sido reconocidas por mucho tiempo. Informes de todo el mundo indican que la fe en las religiones organizadas verdaderamente ha decaído en los pasados años.
Sin embargo, esto no sorprende a los estudiantes de la Biblia. Jesús profetizó que “por el aumento del desafuero se enfriará el amor de la mayor parte”. (Mateo 24:12.) Como resultado de este ‘enfriamiento’, relativamente pocas personas permiten que la religión tenga alguna influencia en su vida, aunque de vez en cuando visitan la iglesia para asistir a una boda o a un funeral. (Compárese con Lucas 18:8.)
Pero aunque la fe en la mayoría de las religiones organizadas lleva a desilusión, Jesús hizo notar lo siguiente: “Todo árbol bueno produce fruto excelente, pero todo árbol podrido produce fruto inservible; un árbol bueno no puede dar fruto inservible, tampoco puede un árbol podrido producir fruto excelente. Todo árbol que no produce fruto excelente llega a ser cortado y echado al fuego. Realmente, pues, por sus frutos reconocerán a aquellos hombres”. (Mateo 7:17-20.) Note que tal como hay una forma de adoración que produce ‘fruto malo’, así también hay una religión cuya forma de vida produce “fruto excelente”. Esta última produce beneficios verdaderos para la persona de fe. ¿Qué es esa fe, y cuáles son algunos de sus beneficios?
Base para la fe
Para millones de personas, la fe de uno es algo en lo cual uno nace. Pero para los cristianos verdaderos, la fe es algo que se adquiere y se cultiva. Para ellos la fe no es, como la define cierto diccionario, “el creer firmemente en algo de lo cual no hay evidencia”. Al contrario, el evangelista y cristiano primitivo llamado Pablo escribió: “Fe es la expectativa segura de cosas esperadas, la demostración evidente de realidades aunque no se contemplan”. (Hebreos 11:1.) Esto significa que nuestra fe está basada en la realidad.
Por ejemplo, el que se acerca a Dios “tiene que creer que él existe”. (Hebreos 11:6.) Muchos ridiculizan la idea de que existe un Dios. ‘¿Por qué creer en un Dios que uno no puede ver?’, dicen ellos. Sin embargo, esas mismas personas no tienen dificultad en creer en las ondas de televisión, que también son invisibles. ¡Ellos, por supuesto, pueden encender su televisor y ver los resultados de esas ondas invisibles! Lo mismo sucede con los cristianos verdaderos, nuestra fe en Dios no es mera credulidad o fe ciega. Pablo explicó lo siguiente acerca de Dios: “Sus cualidades invisibles se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que son inexcusables”. (Romanos 1:20.) A pesar de que Dios es invisible, alrededor de nosotros hay abundante evidencia visible de un Diseñador Maestro, un intelecto sobrehumano, un Creador con poder sin igual.
No obstante, nuestra fe debe ir más allá de solo creer en Dios, para que realmente nos beneficie. (Santiago 2:19.) También debemos tener fe en la Santa Biblia como la Palabra de Dios. (Juan 17:17.) Dicha fe no debería estar basada en simple emoción o en la enseñanza religiosa que hayamos recibido en el pasado, sino en un conocimiento de los muchos rasgos distintivos de las Escrituras que señalan a un autor divino. La Biblia misma anima a sus lectores a ‘asegurarse de todas las cosas’. (1 Tesalonicenses 5:21.)
¿Cómo puede usted hacer eso con relación a las Santas Escrituras? Usted quizás considere primero el hecho de que la Biblia es una serie de escritos registrados por unos 40 siervos de Dios diferentes. A pesar de que escribieron a través de un período de 1.600 años, los escritores siguieron un tema común... el Reino de Dios. Nunca se contradijeron unos a otros. ¿No indica esto que tiene un autor divino? Además, la Biblia muestra una exactitud notable al describir asuntos como el orden de aparición de las criaturas vivientes en la Tierra, un hecho que ha sido confirmado por la ciencia moderna. (Génesis, capítulo 1.) ¡Más sorprendente aún es el hecho de que la Biblia registra acontecimientos futuros! Algunos de los escritores confesaron que no entendían lo que estaban escribiendo; pero lo que escribieron fue cierto, ¡pues escribieron bajo inspiración divina! (Daniel 12:8; 2 Pedro 1:20, 21.)
Sin embargo, en el caso de muchas personas, ¡la razón más importante para tener fe en la Biblia es que su consejo surte efecto! A medida que usted estudie la Biblia y la ponga en práctica, esta ejercerá una poderosa fuerza motivadora beneficiosa en su vida. Esto puede ayudarle a efectuar cambios que dejen asombrados a sus amigos y conocidos. ¡No es de extrañar que el apóstol Pablo dijera que “la Palabra de Dios es viva y ejerce poder”! (Hebreos 4:12.) Por lo tanto, la fe verdadera tiene una base sólida como una roca. No obstante, ¿cómo puede uno cultivar esa fe?
Crezca en fe
Un agricultor siembra su semilla cuando la estación y el clima son apropiados. Pronto las plantas comienzan a brotar. Con el cuidado apropiado, crecen y llegan a ser fuertes y maduras, florecen y producen fruto. Lo mismo sucede con la fe. Cuando el corazón de una persona está en condiciones apropiadas y se siembra la semilla de la fe, esta fe debe recibir cuidado y atención para que pueda crecer. ¿Cuáles son algunas de las maneras como se puede lograr esto?
La Biblia explica que la fe es uno de los nueve frutos del espíritu santo. (Gálatas 5:22, 23.) ¿Cómo recibe uno el espíritu de Dios? Jesús dijo a oyentes de su día: “Si ustedes, aunque son inicuos, saben dar buenos dones a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará el Padre en el cielo espíritu santo a los que le piden!”. (Lucas 11:13.) Por eso, ¡pida a Dios en oración que le dé de su espíritu! La fe se desarrollará como resultado natural de tener el espíritu de Dios.
También es importante desarrollar una relación íntima con Jehová Dios. Eso significa que usted debe hacer un estudio concienzudo de Su Palabra y esforzarse por seguirla. El salmista desarrolló un anhelo semejante por la Palabra de Dios, y declaró: “¡Cómo amo tu ley, sí! Todo el día es ella mi interés intenso”. (Salmo 119:97.) Cuando uno está realmente interesado en seguir la Palabra de Dios, empieza a adoptar los atributos del Creador. El espíritu de Dios comienza a producir fruto en la vida de uno. Ya uno no se siente atraído a hacer el mal, sino que el espíritu de Dios y el deseo de mantener una feliz relación con Él apartará a uno de las viles “obras de la carne”. (Gálatas 5:16, 19-21; Salmo 15:1, 2.)
A medida que aumenta su aprecio por Dios y por la verdad, usted se siente a mayor grado movido a compartir su fe con otros. Debido a que “la fe no es posesión de todos”, el compartir la verdad de Dios tal vez lo exponga a ataques o a que se le ridiculice. (2 Tesalonicenses 3:2; 2 Pedro 3:3, 4.) Aun así, usted se sentirá tan confiado respecto a la base de su fe que podrá declarar, como lo hizo Pablo: “No me avergüenzo de las buenas nuevas; son, en realidad, el poder de Dios para salvación a todo el que tiene fe, al judío primero y también al griego”. (Romanos 1:16.) ¡Qué alegría se siente cuando alguien responde a este mensaje y el ciclo de crecimiento comienza de nuevo! Dios hace posible tal crecimiento. (1 Corintios 3:5-9.)
Los beneficios de la fe
No obstante, ¿cómo puede la fe ayudar a una persona? En Juan 3:16, Jesucristo señaló a un beneficio duradero: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. Esta es, en sí misma, una maravillosa recompensa por tener fe. La fe en la promesa de Dios de recompensar a sus siervos con vida eterna da a uno una nueva perspectiva en la vida. Las pruebas y los problemas de la vida ya no parecen ser tan importantes o abrumadores. Uno se libra de la filosofía que dice: “Comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir”, la cual domina a este mundo loco por el placer. (1 Corintios 15:32.) Hasta la muerte ya no parece ser tan aterradora cuando uno tiene fe firme en la resurrección. (Hebreos 2:15; Lucas 12:4, 5.)
La fe también ayuda a uno a enfrentarse a las presiones económicas. “¿Qué hemos de comer?” y “¿Qué hemos de beber?” son algunas de las cosas que preocupan a muchas personas hoy día. Sin embargo, Jesús exhortó a sus seguidores a tener fe en la habilidad de Dios para proveer. Si usted tiene dicha fe, puede ‘dejar de inquietarse’ respecto a estos asuntos. (Mateo 6:25-34.) Esa clase de fe le evita los dolores que vienen de seguro a consecuencia de seguir tras las riquezas. (1 Timoteo 6:10.)
Pero ¿qué hay si una persona tiene un problema serio y necesita dirección? La gente gasta millones de dólares en libros que les ayudan a resolver por sí mismos sus problemas y en asesoramiento profesional. Aunque el consejo que se obtiene de esta manera pudiera resultar útil a veces, la fe del cristiano lo dirige a una fuente de ayuda mucho mejor. Santiago declara: “Por lo tanto, si alguno de ustedes tiene deficiencia en cuanto a sabiduría, que siga pidiéndole a Dios, porque él da generosamente a todos y sin reconvenir; y le será dada. Pero que siga pidiendo en fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a una ola del mar impelida por el viento y aventada de una parte a otra”. (Santiago 1:5, 6.) La fe del cristiano es la garantía de que se proveerá dicha ayuda. No vacila en acercarse a Dios de esta manera, pues ‘tiene esta franqueza de expresión y un acceso con confianza mediante su fe en [Cristo]’. (Efesios 3:12.)
Es cierto que a veces las instrucciones que Dios nos da pueden parecer difíciles —quizás hasta imposibles— de llevar a cabo. Por ejemplo, Abrahán recibió de Dios la promesa de que él y su esposa tendrían un hijo. Dado que sus poderes reproductivos estaban ‘muertos’, el tratar de tener un hijo parecía inútil. No obstante, Pablo declara: “Aunque [Abrahán] no se debilitó en la fe, consideró su propio cuerpo, ahora ya amortiguado, pues tenía como cien años, también el amortiguamiento de la matriz de Sara. Mas a causa de la promesa de Dios no titubeó con falta de fe, sino que se hizo poderoso por su fe, dando gloria a Dios y estando plenamente convencido de que lo que había prometido también lo podía hacer”. (Romanos 4:19-21.) ¿Cuál fue la recompensa por tener tal fe? ¡La bendición de tener un hijo que continuaría la línea de descendencia que llevaría al Mesías!
Aunque Dios no está efectuando esta clase de milagros en la actualidad, los cristianos de hoy día descubren que, si ‘no titubean con falta de fe’, también pueden disfrutar de éxito cuando ponen en práctica las instrucciones de Dios. Jesús dijo: “Todas las cosas son posibles para uno si tiene fe”. (Marcos 9:23.)
Salvaguarde su fe
Por consiguiente, la fe es la clave del aguante en estos tiempos de prueba. Pero tenemos que salvaguardarla con celo. Si permitimos que nuestra fe se debilite, podemos encontrarnos sin dirección en la vida. Podemos llegar a ser presa de las inquietudes y problemas que afligen a la humanidad en general. Por eso, como discípulos de Jesús, sigamos de continuo pidiendo más fe. (Lucas 17:5.) Estudiemos con regularidad la Palabra de Dios y asociémonos con personas de semejante fe. (Romanos 10:17.) Y ocupémonos celosamente en la obra que Jesús asignó a sus seguidores a hacer, predicar las “buenas nuevas del reino”. (Mateo 24:14.)
El hecho de que esta obra se está llevando a cabo en 203 países debería, en sí, edificar nuestra fe, ¡pues este hecho indica que el “fin” que se ha profetizado está cerca! Entre estos celosos predicadores —los testigos de Jehová— encontramos a personas que manifiestan los frutos del espíritu de Dios. Ellas sobresalen en fe, y también en amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, apacibilidad y gobierno de uno mismo. (Gálatas 5:22, 23.) Son testimonios vivientes de lo valioso que es tener fe, pues esta ha enriquecido su propia vida, sus relaciones de familia y, sobre todo, su relación con Jehová Dios.
De modo que en respuesta a la pregunta de Jesús: “Cuando llegue el Hijo del hombre, ¿verdaderamente hallará la fe sobre la tierra?”, podemos responder con confianza: ¡Sí la hallará! (Lucas 18:8.) ¡Demostremos que estamos entre los muchos que diariamente demuestran el valor de una fe viva!
[Ilustración en la página 23]
Las ondas de radio y televisión son invisibles. Sin embargo, sus efectos testifican su existencia
[Ilustración en la página 24]
La oración es un medio poderoso de edificar nuestra fe