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  • Los límites de la libertad
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 1/11 págs. 3-4

Los límites de la libertad

“Nadie está más completamente esclavizado que los que equivocadamente creen estar libres.” (Goethe.)

¡LA LIBERTAD! ¡Qué resonancia tiene esta palabra! Pero ¿qué significado tiene para usted? ¿Significa la libertad que usted tenga el derecho inalienable de hacer lo que quiera, cuando quiera y donde quiera, sin hacer caso de otras personas? ¡Claro que no! Cuerpos legislativos limitan las acciones de uno para proteger los derechos e intereses de otros. ¿No es esto absolutamente necesario cuando personas viven juntas en una comunidad?

Por ejemplo, quizás usted tenga la libertad de viajar, pero se le permita conducir su vehículo solo dentro de los límites de la ley. Dichos límites, o leyes, se establecieron como una protección no solo para otros, sino para usted también. Por eso, la libertad verdadera no significa que uno esté exento de toda restricción, disciplina y sacrificio; tampoco significa que no existan leyes que sean correctas y beneficiosas. Es interesante que Black’s Law Dictionary define la libertad como sigue:

“El estado de ser libre [...] sin otro control, impedimento ni prohibición que los que sean impuestos por leyes justas y necesarias y los deberes de la vida social”.

Para disfrutar de la libertad, tenemos que vivir dentro de dos límites... los de las leyes naturales y las leyes morales.

Las leyes físicas limitan al hombre

Es imposible para cualquier humano tener libertad total aunque viva aislado en una islita en medio de un enorme océano. Las exigencias naturales del cuerpo y su dependencia del ambiente imponen límites en su libertad. El Creador, Jehová Dios, ha establecido dichos límites naturales y ha establecido otros por medio de sus leyes y principios. (Hechos 17:26-28.)

Dios puso en vigor leyes físicas que mantienen la maravillosa armonía del universo. Dichas leyes operan para nuestro bien. Por ejemplo, ¿se siente usted tiranizado por la ley natural divina de la gravedad? ¡Claro que no! Esta es la fuerza necesaria que mantiene el universo unido e impide que usted se vaya volando de la Tierra.

Sin embargo, ¿qué hay si usted deliberadamente hiciera caso omiso de la ley de la gravedad y se lanzara de un acantilado desde una altura de 30 metros (100 pies)? Usted se mataría o quedaría gravemente herido. Esto no resultaría en libertad, sino en mayores limitaciones. No podemos pasar por alto las leyes físicas sin pagar la pena. En cambio, cuando obramos dentro de los límites de dichas leyes, disfrutamos de los beneficios.

Leyes que limitan el comportamiento

Hace unos 300 años, el filósofo inglés John Locke resumió lo que usted quizás haya descubierto acerca de la libertad y la ley humana. Escribió lo siguiente: “Donde no hay ley no hay libertad. Pues la libertad ha de ser el estar libre de las restricciones y la violencia de otros, lo cual no puede existir si no hay ley; y no es, como se nos dice, ‘una libertad para que todo hombre haga lo que quiera’. Pues ¿quién pudiera estar libre al estar dominado por los caprichos de todos los demás?”.

¡Qué apropiadas son estas palabras si se aplican a las leyes humanas que limitan la conducta dañina! Si el hombre ve que es necesario establecer leyes para gobernar el comportamiento social, ¿no habría visto dicha necesidad el Creador del hombre también? ¿Hemos de creer que Dios haría que existieran leyes físicas pero dejaría a la humanidad sin leyes que guiaran su conducta? De ninguna manera. (Mateo 6:8.)

Las leyes del Creador para la humanidad están escritas y preservadas de modo que podamos saber cómo manejar nuestros asuntos de la mejor manera. (2 Timoteo 3:16, 17.) Respecto a la calidad de estas, la versión de la Biblia de Reina-Valera (1977) dice: “La ley de Jehová es perfecta, que reconforta el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos”. (Salmo 19:7, 8.)

La persona que procura vivir libre de todo límite moral apropiado se parece a una nave que ha perdido tanto la brújula como el timón. Ambas van a la deriva y tienen que hallar un derrotero o curso libre de peligro, o enfrentarse a consecuencias desastrosas. Esto, por lo tanto, hace surgir una pregunta importante. ¿Podemos gobernar nuestra vida sin peligro independientemente de Dios?

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