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  • ‘Dios terminará el entrenamiento de ustedes’
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
w87 15/6 págs. 28-31

‘Dios terminará el entrenamiento de ustedes’

EL ATLETA que se prepara para un evento importante tiene que entrenarse vigorosamente. Desea estar en buen estado físico para presentar la mejor ejecución posible el día señalado. Los cristianos, también, tienen que entrenarse vigorosamente, pero con una meta diferente. El apóstol Pablo dijo: “Ve entrenándote con la devoción piadosa como mira”. (1 Timoteo 4:7.)

Por eso, el cristiano tiene que mantenerse en buena condición espiritual. Tal como el atleta edifica su cuerpo, el cristiano edifica su fortaleza y aguante espiritual. Hace esto de varias maneras: estudiando la Palabra de Dios —la Biblia—, orando, asociándose regularmente con sus compañeros de creencia y expresando públicamente su fe.

Por lo general el atleta tiene un entrenador, y los cristianos también tienen un entrenador. ¿Quién es? ¡Nada menos que Jehová Dios mismo! El apóstol Pedro indicó el interés que Jehová tiene en el programa de entrenamiento cristiano, cuando escribió: “El Dios de toda bondad inmerecida [...] terminará él mismo el entrenamiento de ustedes; él los hará firmes, él los hará fuertes”. (1 Pedro 5:10.) ¿Qué entrenamiento nos da Jehová? Nos suministra muchas clases de entrenamiento, y todas son vitales para que nos mantengamos en buena condición como cristianos.

Disciplina directa

Pedro mismo recibió entrenamiento de Jehová. De su experiencia podemos aprender mucho. A veces el entrenamiento le fue doloroso a Pedro. Imagínese lo que debe haber sentido cuando trató de disuadir a Jesús de cumplir con el propósito de Dios y Jesús le respondió: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”. (Mateo 16:23.) Imagínese, también, lo que tiene que haber sentido muchos años después, cuando, por temor al hombre, actuó imprudentemente. En aquella ocasión el apóstol Pablo dio la disciplina procedente de Jehová: “Cuando Cefas [Pedro] vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque se hallaba condenado”. (Gálatas 2:11-14.)

Sin embargo, en ambas ocasiones Jehová estaba entrenando a Pedro. Él aprendió que “ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo, después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia”. (Hebreos 12:11.) El aceptar aquellas fuertes censuras de Jehová como disciplina ayudó a Pedro a obtener el punto de vista correcto de las situaciones implicadas y lo entrenó en las importantes cualidades cristianas de mansedumbre y humildad. (Proverbios 3:34; 15:33.)

Manejo de situaciones

Jehová puede entrenarnos al permitir que surjan situaciones difíciles de manejar... a veces hasta dentro de la congregación cristiana. Nos desarrollamos como cristianos a medida que oramos por guía, aplicamos los principios bíblicos que hemos aprendido, y vemos cómo la aplicación de esos principios es siempre el mejor camino.

Pedro se vio implicado en conflictos de personalidad entre los apóstoles de Jesús. Cuando leemos los relatos de esto, es interesante ver cómo Jesús usó estos conflictos —que en realidad eran el resultado de la imperfección y la inexperiencia— como oportunidades para entrenar a sus seguidores en las cualidades de amor, humildad y disposición a perdonar, que son esenciales para el cristiano. (Mateo 18:15-17, 21, 22; Lucas 22:24-27.)

Pablo fue también testigo de conflictos de personalidad. (Hechos 15:36-40; Filipenses 4:2.) Explicó que esos problemas dan a los cristianos la oportunidad de recibir entrenamiento: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes. Pero, además de todas estas cosas, vístanse de amor, porque es un vínculo perfecto de unión”. (Colosenses 3:13, 14.)

En el primer siglo se presentó un peligro más siniestro entre los cristianos. Pedro dio una advertencia en cuanto a ello: “Habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismísimos introducirán calladamente sectas destructivas y repudiarán hasta al dueño que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción acelerada. Además, muchos seguirán los actos de conducta relajada de ellos y por causa de éstos se hablará injuriosamente del camino de la verdad”. (2 Pedro 2:1, 2.) Esta experiencia resultaría en la destrucción de los “falsos maestros” que no se arrepintieran. (2 Pedro 2:3.) Pero ¿qué les sucedería a las personas que permanecieran fieles?

Aquella experiencia las entrenaría en ‘despertar sus facultades de raciocinio claro’. (2 Pedro 3:1.) Para estar alerta en su esfuerzo por protegerse contra la intrusión de enseñanzas falsas, tendrían que repasar las razones que tenían para su fe. Al ver los malos resultados de las acciones de los “falsos maestros”, su confianza en la verdad cristiana se haría más fuerte aún. (2 Pedro 3:3-7.)

Por ejemplo, el apóstol Juan, ya de edad avanzada, tuvo que enfrentarse a la oposición que le presentaba en cierta congregación un tal Diótrefes, un hombre ambicioso que respetaba poco la autoridad de Juan y no solo rehusaba recibir a los mensajeros que Juan enviaba, sino que quizás hasta trató de expulsar de la congregación a los que los recibían. Esto tiene que haber sido muy doloroso para todos los cristianos sinceros que estaban en la misma congregación donde estaba Diótrefes. Pero ciertamente les daba la oportunidad de mostrar que no eran ‘imitadores de lo que era malo’ y, así, de recibir entrenamiento avanzado en lealtad a Jehová y a la autoridad apostólica. (3 Juan 9-12.)

Al tratar con los que no son cristianos

Jesús dijo que sus seguidores no eran parte del mundo. (Juan 17:16.) Ante todo, el cristiano debe ser leal a Jehová y su Reino. Trata de cumplir con las normas morales de Dios, y por eso sus intereses y preocupaciones difieren de los del mundo. Sin embargo, el cristiano tiene que vivir en el mundo, y esto, inevitablemente, produce tensiones.

Durante su largo ministerio Pedro tiene que haber visto muchas situaciones en que los cristianos tuvieron que tomar decisiones difíciles para equilibrar lo que el mundo demandaba de ellos con los dictados de su conciencia. En su primera carta Pedro dio consejo excelente y práctico en cuanto a cómo los cristianos podían hacer esto de modo que ‘tuvieran una buena conciencia’. (1 Pedro 2:13-20; 3:1-6, 16.)

Por supuesto, como cristianos anhelamos el tiempo en que ya no tengamos que tomar en consideración las demandas de este sistema de cosas. Mientras tanto, se nos entrena en desplegar aguante y se nos permite demostrar nuestra lealtad frente a la tentación y a las influencias impías. Mientras adquirimos experiencia en la aplicación de los principios bíblicos a circunstancias diferentes y valerosamente obramos como sabemos que Jehová desea que obremos, también se nos entrena en la sabiduría práctica y en el valor. ¡Piense en cuánto más entrenamiento habremos recibido por haber vivido en este sistema y haber manejado con éxito tantos problemas difíciles!

Bajo persecución

Cuando Pedro dijo que Dios nos entrenaba, estaba refiriéndose particularmente a la persecución. Mostró que los cristianos deben esperar persecución: “Mantengan su juicio, sean vigilantes. Su adversario, el Diablo, anda en derredor como león rugiente, procurando devorar a alguien”. (1 Pedro 5:8; véase también 2 Timoteo 3:12.)

Porque sufrió persecución personalmente, Pedro estaba capacitado para hablar acerca de esto. En los primeros días de la congregación cristiana, él y los demás apóstoles habían sido azotados, y se les había ordenado que dejaran de predicar. ¿Cómo respondieron? “Se fueron de delante del Sanedrín, regocijándose porque se les había considerado dignos de sufrir deshonra a favor del nombre de él.” (Hechos 5:41.)

Por eso, Pedro hablaba por experiencia, así como bajo inspiración, cuando dijo: “Al contrario, sigan regocijándose por cuanto son partícipes de los sufrimientos del Cristo, para que también durante la revelación de su gloria se regocijen y se llenen de gran gozo. Si a ustedes los están vituperando por el nombre de Cristo, son felices, porque el espíritu de gloria, sí, el espíritu de Dios, descansa sobre ustedes”. (1 Pedro 4:13, 14.)

Sí, la persecución directa puede ser una forma de entrenamiento. Cuando se le persigue, el cristiano aprende a confiar a mayor grado en el espíritu de Dios. Su fe desarrolla una “cualidad probada”. (1 Pedro 1:7.) Se le entrena en el valor que se basa en el poder de Jehová. (2 Timoteo 1:7.) El cristiano desarrolla aguante paciente, y, como Jesús, ‘aprende la obediencia por las cosas que sufre’. (Hebreos 5:8; 1 Pedro 2:23, 24.)

Jehová termina nuestro entrenamiento

Por supuesto, los problemas difíciles que aguanta el cristiano, entre ellos la persecución, no vienen de Dios. Santiago aconseja: “Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me está sometiendo a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie”. (Santiago 1:13.) Los problemas pueden proceder de muchas causas, como cuando la gente comete errores o voluntariamente hace lo que es incorrecto. Sin embargo, puesto que cosas de esa índole sí suceden, Jehová las usa para entrenar a sus siervos en el despliegue de importantes cualidades cristianas.

Job, Jeremías, Pedro, Pablo y todos los siervos de Dios de los tiempos bíblicos recibieron esta clase de entrenamiento. Nosotros, también, al enfrentarnos a diferentes situaciones difíciles, debemos considerarlas como una fuente de entrenamiento que Jehová permite. Al enfrentarnos a estas situaciones apoyándonos en la fuerza de Jehová, se nos entrenará en obediencia, sabiduría, humildad, valor, amor, tolerancia y muchas otras cualidades. (Compárese con Santiago 1:2-4.)

También nos anima saber que esta etapa de nuestro entrenamiento terminará algún día. Por eso Pedro consoló a sus compañeros cristianos con estas palabras: “Después que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, el Dios de toda bondad inmerecida, que los llamó a su gloria eterna en unión con Cristo, terminará él mismo el entrenamiento de ustedes; él los hará firmes, él los hará fuertes”. (1 Pedro 5:10.) Estas palabras aplican con igual vigor a la “gran muchedumbre” que espera obtener vida eterna en el Paraíso en la Tierra.

Ese pensamiento en sí mismo debería ayudarnos a aceptar pacientemente estas experiencias que nos entrenan, a estar resueltos a no transigir. Así, experimentaremos la veracidad de estas animadoras palabras de Pablo: “Así es que no desistamos de hacer lo que es excelente, porque al debido tiempo segaremos si no nos rendimos de cansancio”. (Gálatas 6:9.)

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