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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
w87 1/7 págs. 5-6

Qué hacer cuando nos encolerizamos... u otros montan en cólera

NOS rodea una sociedad que tiende a dar rienda suelta a la cólera. Los embotellamientos del tráfico, valores en conflicto o inestables, los malos entendidos, las injusticias y otras frustraciones de la vida diaria causan mucha tensión. La tensión se acumula, y casi todo el mundo tiene su “punto de ebullición”, su límite de aguante. Por lo tanto, deberíamos aprender a mantenernos en calma. Podemos empezar cada día con una actitud positiva de desplegar paciencia, tolerancia y buen humor. La mayoría de nosotros tenemos una familia que nos ama. Los cristianos también cuentan —en la congregación— con sus leales compañeros cristianos, y, sobre todo, tienen a su Pastor amoroso, Jehová Dios. Por eso, están libres del temor a una de las causas comunes del encolerizarse: sentirse solos, abandonados. (Salmo 23:1-6; Hebreos 13:5, 6.)

Sin embargo, si nos encolerizamos o afrontamos la cólera de otra persona, debemos hacer frente a la cólera de la manera apropiada, para conservar nuestra felicidad y nuestro bienestar. ¿Cómo haremos eso? La Biblia nos dice: “El que es tardo para la cólera es mejor que un hombre poderoso; y el que controla su espíritu, que el que toma una ciudad”. (Proverbios 16:32.) En vez de precipitarnos a expresar la cólera, deberíamos pesar las posibles consecuencias de nuestras acciones. El contar hasta diez antes de actuar pudiera evitar que hiciéramos algo que después nos pesara. (Proverbios 14:17.)

Si sucede que nos domina la cólera y no sabemos por qué, humilde y sinceramente deberíamos buscar ayuda. No es debilidad confesar a otros —especialmente a los que nos aman— nuestros temores, o que necesitamos ayuda; es el proceder de la sabiduría y el valor. Entonces podemos llegar a las raíces del problema. La Biblia dice: “Resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial, pero en la multitud de consejeros hay logro”. (Proverbios 15:22.)

El esforzarnos por entender qué lleva a otros a comportarse como lo hacen nos ayudará a controlar nuestras propias reacciones emocionales. Además, puede que el que se haya encolerizado con nosotros se apacigüe rápidamente si le decimos: “Comprendo por qué se siente así”. La Biblia aconseja: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión”. (Proverbios 19:11.)

Si acaso herimos a alguien sin querer, le debemos una disculpa. Por ejemplo, usted tal vez tienda a encolerizarse cuando alguien le pisa un dedo del pie. Pero cuando la persona se disculpa, usted se apacigua. Todavía le duele el dedo, pero la otra persona ha mostrado respeto a su dignidad. También el que tengamos buenos modales y manifestemos cortesía común y un saludable buen humor pueden eliminar el resentimiento y mantenernos respetables dentro de nuestra relación con nuestro cónyuge, los hijos, los amigos y los miembros de la congregación cristiana. (Proverbios 16:24; Colosenses 4:6; 1 Pedro 3:8.)

Algo útil en el manejo de una situación que nos encoleriza es saber cómo hablar de nuestro enojo sin atacar al que nos ha ofendido. Hay gran diferencia entre la agresión verbal (“¡Idiota!” o: “¡Mereces una trompada!”) y el informar que uno está enojado (“Eso me ha molestado mucho” o: “Me siento herido”). La agresión verbal suele fracasar, porque crea en el que la recibe el deseo de pagar con la misma moneda, mientras que el informar cómo uno se siente no es un ataque directo, y tal vez mueva a la otra persona implicada a arreglar la situación. Como dice la Biblia: “La respuesta, cuando es apacible, aparta la furia, pero la palabra que causa dolor hace subir la cólera. Un hombre enfurecido suscita contienda, pero el que es tardo para la cólera apacigua la riña”. (Proverbios 15:1, 18.)

La cólera justa

Es natural que la mayoría de nosotros nos enojemos con otros de vez en cuando. La Biblia informa que hasta Jehová se encoleriza. (Sofonías 2:2, 3; 3:8.) Por eso no sorprende que el hombre, hecho a Su imagen, experimente un sentimiento similar. (Génesis 1:26.) Como vemos, el sentir enojo o cólera no es en sí mismo un pecado.

Sin embargo, Jehová nunca se encoleriza sin que haya una razón apropiada para ello: Se han violado principios de justicia. Y su respuesta es siempre correcta y perfectamente controlada. En el caso de nosotros, los humanos imperfectos, la situación es diferente. Con frecuencia nos enojamos porque alguien ha herido nuestro orgullo o por alguna otra debilidad humana. Por eso, tenemos que ejercer cuidado en cuanto a qué hacemos cuando nos encolerizamos. Como advirtió el apóstol Pablo: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado, ni dejen lugar para el Diablo”. (Efesios 4:26, 27.) Sí, Satanás puede aprovecharse de nuestra cólera desenfrenada. De hecho, entre “las obras de la carne” que impiden que uno herede el Reino de Dios están los “arrebatos de cólera”. (Gálatas 5:19-21.)

Por eso el discípulo Santiago aconseja: “Sepan esto, mis amados hermanos. Todo hombre tiene que ser [...] lento en cuanto a ira; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. (Santiago 1:19, 20.) Hasta cuando hay una razón justa para que nos encolericemos, la imperfección pudiera llevarnos a reaccionar sin control, incorrectamente. Por eso, siempre debe guiarnos este principio: “No se venguen, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’”. (Romanos 12:19.) Además, recuerde que, debido a nuestra imperfección humana, podemos equivocarnos. Por lo tanto, es peligroso apresurarse a juzgar a otros en el nombre de la indignación justa. (Santiago 2:13; 4:11, 12; 5:9.)

Según las Escrituras, vivimos en el tiempo del fin. En estos últimos días, ‘las naciones se han airado’ contra el Reino de Dios, y el Diablo tiene “gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (Revelación 11:17, 18; 12:10-12.) Por lo tanto, la única salvaguarda verdadera para nosotros es vivir en armonía con la Palabra de Dios. (Salmo 119:105.) Pronto Dios ejecutará juicio entre las naciones, y toda injusticia será quitada de la Tierra. (Isaías 35:10; 65:23; Miqueas 4:3, 4.) Mientras tanto, tenemos que asegurarnos de no imitar el modo de pensar y actuar de este mundo encolerizado. El que sepamos poner freno a la cólera ayudará a conservar el amor en el matrimonio, la unidad cristiana y la tranquilidad y felicidad personal. Y lo más importante es que nos ayudará a seguir disfrutando del favor de Dios, y de su bendición. (Salmo 119:165.)

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