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  • La Palabra de Dios... pruebas de autenticidad
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1989
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1989
w89 1/2 págs. 27-30

La Palabra de Dios... pruebas de autenticidad

¿Cierto, o falso?: Por siglos la Biblia ha sido pasada de una generación a otra sin alteración.

¿Cierto, o falso?: Las variaciones —miles de ellas— en los manuscritos bíblicos restan fuerza a la alegación de que la Biblia sea la Palabra de Dios.

Antes de contestar esas preguntas, considere información que se presentó hace poco en la Exhibición “La Palabra de Dios”, en la Biblioteca Chester Beatty de Dublín, Irlanda.

En las páginas de papiro, fragmentadas y en jirones, se ve el efecto del tiempo. Sin embargo, los papiros Chester Beatty son los manuscritos más preciosos de la biblioteca. Fueron desenterrados de un cementerio cóptico (egipcio) alrededor de 1930. Sir Frederic Kenyon dijo que “[como] hallazgo, solo el del Códice Sinaítico rivaliza con él”.

Estas páginas de papiro manuscritas, puestas en forma de códice, fueron copiadas en los siglos segundo, tercero y cuarto de nuestra era común. Wilfrid Lockwood, el bibliotecario, dijo que “es probable que algunas fueran copiadas dentro de un término de cien años desde la composición del original”. (Cursiva nuestra.) Un códice contiene los cuatro Evangelios y el libro de Hechos. Otro contiene casi todas las cartas del apóstol Pablo, entre ellas su carta a los Hebreos.

El copiar manuscritos como estos era una labor tediosa y agobiadora, y se prestaba para cometer errores. Era fácil equivocar una letra o pasar por alto una línea, por cuidadoso que fuera el copista. A veces el copista estaba más interesado en la sustancia y el significado del original que en copiar con exactitud las palabras. Al hacerse copias de las copias ya hechas, se perpetuaban los errores. Peritos textuales agruparon en familias los manuscritos que tenían variaciones similares. Estos papiros Chester Beatty, los más antiguos entre los manuscritos de alguna extensión de la Biblia griega, dieron a los escriturarios un inesperado nuevo punto de vista, puesto que no cuadraron con ninguna familia de manuscritos ya establecida.

Antes del tiempo de Jesús, y especialmente después de la destrucción de Jerusalén (607 a.E.C.) y de la subsiguiente dispersión de los judíos, se hicieron muchas copias manuscritas de las sagradas Escrituras Hebreas. Alrededor de 100 E.C., autoridades judías usaron aquellas copias para establecer un texto hebreo que aceptaran los judíos ortodoxos.

También fijaron reglas precisas con el objeto de asegurarse de que el texto se copiara con exactitud. Especificaron los materiales que se podían usar y hasta el tamaño y el espacio asignado a letras, palabras, líneas y columnas. “Ninguna palabra ni letra, ni siquiera una yod [la letra más pequeña del alfabeto hebreo], debe escribirse de memoria”, dijeron. Así, los copistas produjeron rollos como la Tora (enseñanza), que abarca los primeros cinco libros de la Biblia, y el libro de Ester. El catálogo de la exhibición indicaba que aquellos manuscritos del texto hebreo “muestran un grado impresionante de uniformidad”.

¿Eran serios los errores que se introducían en los manuscritos hebreos y en los manuscritos griegos cristianos? “Debe enfatizarse —dijo el señor Lockwood— que las divergencias que se encuentran en los manuscritos de la Biblia son superficiales en comparación con las de los manuscritos de la literatura pagana [...] En ningún caso afecta el error de los escribas punto alguno de la doctrina cristiana.” (Cursiva nuestra.)

Los libros de la Biblia que antecedieron a los días de Jesús, y los que se escribieron después, se tradujeron a otros idiomas. Una de las versiones más antiguas es el Pentateuco Samaritano. Los samaritanos fueron un pueblo que ocupó el territorio del reino de diez tribus de Israel después que el rey de Asiria se llevó al destierro a los israelitas (740 a.E.C.). Ellos adoptaron algunos rasgos de la adoración judía y aceptaron solamente los primeros cinco libros de la Biblia, el Pentateuco. El texto samaritano de estos libros, en una forma de escritura hebrea antigua, tiene 6.000 variaciones respecto al texto hebreo. El catálogo de la exhibición decía que “la mayoría son de poca importancia con relación al texto, aunque son de interés porque probablemente conservan rasgos de la pronunciación o gramática antigua”.

En el siglo III a.E.C., escriturarios judíos de Alejandría, Egipto, produjeron la versión griega Septuaginta de las Escrituras Hebreas, que usaron después los judíos de habla griega por todo el mundo. Con el tiempo los judíos dejaron de usarla, pero llegó a ser la Biblia de la congregación cristiana primitiva. Cuando los escritores cristianos de partes de la Biblia citaban de las sagradas Escrituras Hebreas, usaban la Septuaginta. Entre los papiros Chester Beatty de las Escrituras Hebreas hay 13 páginas del libro de Daniel como aparece en la Septuaginta.

Se produjeron versiones posteriores de la Biblia en idiomas como el latín, el cóptico, el siríaco y el armenio. Un ejemplo en la exhibición era un códice en vitela de una versión cóptica de una parte de la Biblia, del siglo VI o del VII E.C. ¿Cómo ayudan estas versiones a los escriturarios y a los críticos textuales? Por lo general son traducciones muy literales de los manuscritos griegos que usaron los traductores. “Si el texto griego que usó el traductor era bueno —explicó el señor Lockwood—, es patente que la versión suministra ayuda valiosa para volver a las palabras originales del griego.”

Una muy preciosa y singular exhibición en la biblioteca es el comentario de un escritor sirio del siglo IV, Efrén, sobre el Diatessaron de Taciano. Alrededor de 170 E.C. Taciano compiló un relato combinado de la vida y el ministerio de Jesús, y para ello usó porciones de los cuatro Evangelios (Diatessaron significa “por [los] cuatro”). Porque no había ejemplares accesibles, algunos críticos del siglo pasado pusieron en tela de juicio el que siquiera hubiera existido tal combinación de los Evangelios. Aquellos críticos alegaban que los cuatro Evangelios mismos no habían sido escritos sino hasta a mediados del siglo II.

No obstante, durante los últimos cien años se han descubierto traducciones del Diatessaron en armenio y árabe, y los representantes de la alta crítica han tenido que retroceder. Después, en 1956, sir Chester Beatty obtuvo este singular comentario del siglo V o del VI que contiene grandes porciones de la obra original de Taciano. “Esto puso fin definitivo a la noción de que los cuatro Evangelios no circulaban en aquella era”, dijo el señor Lockwood.

La Exhibición “La Palabra de Dios” recordó la abundancia de información que está accesible a los escriturarios y a los críticos textuales. Dejemos que uno de estos escriturarios, sir Frederic Kenyon, explique la importancia de todos estos manuscritos bíblicos que se han descubierto y a la misma vez conteste las preguntas que hicimos al principio de este artículo:

“A algunos quizás les perturbe deshacerse del concepto de una Biblia que se ha pasado de una generación a otra a través de las edades sin alteración [...] A final de cuentas nos fortalece saber que el resultado general de todos estos hallazgos y todo este estudio es que se hace más firme la prueba de la autenticidad de las Escrituras, y nuestra convicción de que en nuestras manos tenemos, esencialmente íntegra, la mismísima Palabra de Dios” (The Story of the Bible, página 113). (Salmo 119:105; 1 Pedro 1:25.)

[Fotografía en la página 27]

Papiro del siglo III: 2 Corintios 4:13–5:4

[Reconocimiento]

Reproducción permitida por Chester Beatty Library

[Fotografía en la página 28]

Rollos de Ester en piel y vitela, siglo XVIII

[Reconocimiento]

Reproducción permitida por Chester Beatty Library

[Fotografía en la página 29]

Códice en vitela del siglo VI o del VII: Juan 1:1-9, versión cóptica

[Reconocimiento]

Reproducción permitida por Chester Beatty Library

[Fotografía en la página 30]

Códice en vitela del siglo V o del VI: Comentario por Efrén que contiene partes del Diatessaron de Taciano, en siríaco

[Reconocimiento]

Reproducción permitida por Chester Beatty Library

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