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  • Hallé armonía racial en la turbulenta Sudáfrica
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1989
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1989
w89 1/7 págs. 10-14

Hallé armonía racial en la turbulenta Sudáfrica

Según lo relató Merlyn Mehl

SOY sudafricano, o, como algunos dirían en este país, un mestizo sudafricano. También soy profesor en la Universidad del Cabo Occidental, la principal de las universidades de estudiantado predominantemente negro del país. Tengo un doctorado como instructor de física. Además, durante los pasados 20 años he sido testigo de Jehová. Pero ¿cuál de estas dos situaciones me ha ayudado a experimentar armonía racial en este país de disensión y conflicto?

Mi crianza en Sudáfrica

Ciudad del Cabo, en el extremo sur de África, ha sido descrita como ‘el cabo más hermoso de toda la Tierra’. Mirar a las estrellas en una noche clara en Ciudad del Cabo es una experiencia conmovedora. En cierta ocasión, mientras hacía eso, recuerdo que dije a un amigo: “¿Qué significa todo esto? Tiene que significar algo; sin embargo, aquí todo parece carecer de sentido. ¿Cómo pueden unas personas discriminar tanto contra otras? ¿Por qué hay tanta injusticia?”.

Nacer en Sudáfrica es percatarse de la discriminación desde temprana edad. Dondequiera se ven los problemas raciales. Desde la infancia se separa y clasifica a la gente por raza. Las leyes sudafricanas clasifican a nuestra familia como “mestiza”. Desde los primeros años se nos enseñó que los blancos eran los opresores, y que nosotros estábamos entre los oprimidos. Y puesto que mientras crecíamos casi no había contacto entre las razas, ni en la escuela ni en sentido social, se comprende el que miráramos con sospecha a las personas de otra raza. Nos parecía que los blancos disfrutaban de lo mejor... de hogares, comodidades y escuelas. La palabra “apartheid”, es decir, separación legal de las razas, llegó a ser el término más odiado de nuestro vocabulario.

Antes de que yo terminara mis estudios de escuela primaria nuestra familia tuvo que dejar el hogar donde mi hermana y yo habíamos nacido, en un vecindario de gente de diferentes razas. ¿Por qué? Debido al Acta de Reubicación por Grupo, que permitía que cierta zona fuera designada para un solo grupo racial. Nos mudamos a otra zona, donde vivimos por varios años hasta que esta también fue designada “zona de blancos”. De nuevo tuvimos que mudarnos.

Debido a las obvias injusticias, mis padres y nuestros maestros nos instaban a adquirir una buena educación escolar. “Tienes que mostrarle al blanco que eres mejor que él”, era el mensaje. Eso afectó mi actitud con relación a la escuela. Aunque era muy tímido, me gustaba aprender. Siempre estaba leyendo algo, sin importar lo que fuera. Por eso llegué a estar entre los estudiantes más adelantados del país. Fue natural, pues, que ingresara en la universidad. Puesto que me gustaban la ciencia y la matemática, pensé en procurar un doctorado en ciencias, con especialización en física y matemática.

Puesto que en 1960 (el mismo año en que empecé mis estudios universitarios) entró en vigor el Acta de Universidades Separadas, me vi obligado a asistir a una universidad para mi grupo racial. Los estudiantes de estas universidades separadas recibieron mucha publicidad. Me distinguí cada año del curso y finalmente alcancé el grado de licenciado en ciencias y me especialicé en física nuclear, lo cual atrajo mucha publicidad, especialmente cuando fui nombrado miembro de la facultad de la Universidad del Cabo Occidental... el primer estudiante mestizo que recibía tal nombramiento.

Sin embargo, en aquella etapa de mi vida me sentía muy frustrado. No veía la respuesta a la pregunta fundamental de la vida: ¿Qué propósito tiene la existencia? El comentario que le hice a mi amigo, y que ya he mencionado, tuvo lugar en ese tiempo.

Veo contestadas mis preguntas

Hasta aquel momento la religión no me había interesado mucho. De niño había asistido a la Iglesia Anglicana y había sido confirmado cuando tenía 16 años. Pero nunca recibí contestación a mis preguntas. Por eso, a medida que crecí me fui alejando de la iglesia y al fin dejé de asistir.

Entonces, cierto día visité el hogar de un colega de la universidad. Su esposa, Julia, usó la Biblia para mostrarme que había solución para los problemas políticos y raciales, no solo de Sudáfrica, sino también de todo el mundo. Recibí esto con sorpresa y escepticismo. Pero acepté el folleto Base para creer en un nuevo mundo, volví a casa y empecé a leerlo por curiosidad.

¡A las dos de la mañana todavía estaba leyendo! En el folleto había argumentos bien razonados con relación a la veracidad de la Biblia, por qué se puede confiar en sus profecías, por qué la humanidad se halla en tumulto, por qué es tan importante la fecha de 1914, y por qué podemos esperar un nuevo sistema justo aquí en la Tierra. ¡De seguro esta era la verdad!

El día siguiente visité de nuevo a mi colega y le pregunté a su esposa: “¿Tiene más literatura como esta?”. Me fui cargado de libros que presentaban las doctrinas bíblicas fundamentales, explicaciones de las profecías de Daniel y Revelación, lo que eran los seis días de la creación, y mucho, mucho más. Algo muy importante era que mostraban que en ningún lugar de la Biblia se justifica la discriminación racial, puesto que “Dios no es parcial”. (Hechos 10:34.) Enseguida devoré toda aquella literatura. Aquí estaban las respuestas a las preguntas que siempre me habían inquietado. Después de estudiar regularmente la Biblia por aproximadamente un año, me bauticé como testigo de Jehová. Eso fue el 21 de noviembre de 1967.

Como organización, los testigos de Jehová no tienen divisiones raciales ni políticas. Dan su lealtad a un solo gobierno, el Reino de Dios. Para ellos la posición social no tiene importancia. Pero en Sudáfrica siempre hay problemas raciales. Debido al Acta de Reubicación por Grupo, las congregaciones reflejan la composición racial de las zonas donde están. Por eso, en la congregación de Claremont, a la que yo asistía, la mayoría de las personas eran mestizas. Las pocas personas blancas que asistían eran misioneros u hombres en puestos de superintendencia.

Todavía recuerdo, después de todos estos años, dos incidentes que muestran lo difícil que es librarse de las actitudes raciales. En las asambleas, los blancos presentes solían pasar al frente de las filas de la cafetería, obtener su alimento e irse a comer aparte, mientras los demás esperábamos. Aquello me irritaba. Al presentarle su esposa a uno, el Testigo blanco acostumbraba decir: “Mi amor, te presento a Merlyn. Él está estudiando la Biblia”. “Merlyn, esta es mi esposa, la hermana Tal.” Me mencionaban por nombre, pero yo tenía que usar “hermana” o “hermano”. ¡Aquello me molestaba!

Pero entonces me puse a pensar. El problema es que uno siempre cree que la otra persona es la racista. Y sin embargo, una sociedad como la de Sudáfrica, dividida en sentido racial, tiene que afectar a todo el que vive en ella. Es verdad que algunos Testigos blancos tenían que mejorar al tratar con personas de color diferente. Pero la verdad era que yo tenía que hacer lo mismo. Con relación a esto la Biblia da este buen consejo: “No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo es propio de gente necia”. (Eclesiastés 7:9, Versión Popular.) Sí, yo tenía que hacer un esfuerzo por no dejarme irritar tan fácilmente, y no ver en términos raciales los desaires que percibiera.

También debo mencionar que desde entonces ha habido algún cambio en la situación general en el país. Hubo un tiempo en que solo se permitía que un número limitado de blancos asistiera a reuniones religiosas de otras razas, y tenían que comer por separado. Ya no sucede así.

Sin embargo, ¡lo más importante era que había una organización de personas sin prejuicios, que se daban la bienvenida unas a otras en sus hogares y que se llamaban hermano y hermana y no lo decían hipócritamente! Esas convicciones eran firmes y se basaban en principios bíblicos. Por eso, cuando surgen incidentes raciales —y en Sudáfrica casi no se pueden evitar— el reflexionar en estos hechos siempre me atempera. Con los años he aprendido a aplicar mejor los principios bíblicos, y esto me ha dado mayor tranquilidad con relación a los asuntos raciales. ¡Pero uno tiene que esforzarse diligentemente para lograr esto!

El ministerio de tiempo completo

Poco después de bautizarme me pareció que debía participar más en el ministerio. Era soltero y tenía pocas responsabilidades, de modo que el 1 de octubre de 1968 empecé a servir como precursor regular. Esto causó mucho revuelo, pues significaba dejar la universidad y abandonar lo que muchos consideraban una carrera brillante. Un artículo periodístico sobre mi decisión llevó este encabezamiento: “Científico prominente se va a predicar con la Biblia”. Pronto conducía diez o más estudios bíblicos con diferentes personas o familias. En una asamblea se bautizaron dos de aquellas personas; en la siguiente, cuatro; después siete, y así por el estilo.

El 17 de septiembre de 1969 me casé con Julia, la Testigo que me había presentado la verdad. Algún tiempo antes de nuestro matrimonio ella había obtenido un divorcio por razones legales y bíblicas. Eso significó que heredé una familia instantáneamente, pues ella ya tenía dos hijos: John y Leon. Decidimos continuar en el servicio de precursor mientras fuera posible, y esto resultó ser una buena base para la crianza de los niños y me ayudó a ser buen padrastro.

Fue muy excitante el predicar de tiempo completo durante los primeros años de la década de los setenta, como lo muestran estas experiencias. Mientras predicábamos de casa en casa, hablamos con una señora llamada Annabel. Ella aceptó inmediatamente el libro La verdad que lleva a vida eterna y una Biblia. (Después supimos que había usado todo el dinero que le quedaba para pagar por la literatura... ¡y el lechero tuvo que regresar la semana siguiente para cobrar su dinero!) Desde el principio se preparaba bien para el estudio bíblico semanal, a pesar de que tenía un bebé muy inquieto. También empezó a contar a su familia lo que aprendía. Su esposo, Billy, comenzó a acompañarla a las reuniones. Los padres de Annabel habían dado a sus cinco hijos nombres que estaban en orden alfabético. Su hermana Beattie empezó a estudiar. Charlie y su esposa no quisieron que se les pasara por alto. Daphne también mostró interés, y Edna y su esposo también se unieron al estudio. Toda esa familia lleva ya muchos años de servicio fiel. Los varones son ancianos o siervos ministeriales, y muchas de las mujeres han sido precursoras.

Luego está Stanley. Hablamos con él en cierta ocasión en que íbamos de casa en casa, en la última visita que hicimos un frío lunes por la tarde. Pero ¡qué buena acogida recibimos! Su esposa nos invitó a entrar, e inmediatamente nos dimos cuenta de que tratábamos con un hombre reverente. De hecho, en aquel mismo momento él había pedido en oración ayuda para entender la Biblia. Lo primero que consideramos fue la doctrina de la Trinidad. Una hora después parecía que había quedado convencido. La semana siguiente nos recibió con estas palabras: “Ustedes tienen razón. He leído por completo el ‘Nuevo Testamento’, y no hay ninguna Trinidad. Fui a ver al ministro para preguntarle por qué me había estado engañando, pero él se negó a verme, de modo que le devolví los sobres de recoger el dinero de otros miembros de la iglesia”. ¡Y todo esto sin que hubiera obtenido siquiera una de nuestras publicaciones! Él quería asistir a las reuniones, de modo que prometimos pasar por él para llevarlo con nosotros. Pero ese domingo llegamos cinco minutos más tarde de lo que habíamos prometido. Lo hallamos en el camino... ¡se dirigía a la reunión en bicicleta! “Pensé que se habían olvidado de mí”, dijo. Estudiamos tres veces por semana, y tres meses después de hablar con él por primera vez, se bautizó. Stanley ha servido por muchos años con el mismo celo que tenía al principio.

Julia y yo hemos calculado que en el transcurso de los años hemos tenido el privilegio de ayudar a unas 50 personas a llegar a ser testigos de Jehová.

Regreso al trabajo seglar

Después de cuatro años como precursores, casi nos habíamos quedado sin dinero. El costo de la vida había aumentado, y los muchachos seguían creciendo. Por eso, con dolor y a regañadientes, decidimos dejar el ministerio de tiempo completo. Eso fue en septiembre de 1972. ¿Qué sucedió después? Poco más de un año después hubo una vacante en la universidad, de modo que el 1 de enero de 1974 regresé a dar clases de física. Aquello significó un reajuste considerable, y luchar contra desanimarme. Pero, gracias al apoyo sólido de Julia, me las arreglé para hacer los ajustes. Algo que me ayudó mucho fue seguir tan activo como se me hacía posible en el ministerio y en la congregación, y continuar realmente “buscando primero el reino”. (Mateo 6:33.)

Puesto que de todos los que enseñan en la universidad se espera que efectúen investigación, surgió la cuestión de regresar a la física nuclear. Se me hacía muy difícil imaginarme envuelto en ese tipo de investigación y a la vez pasar el tiempo fuera de la universidad enseñando a la gente la verdad de la Biblia. Me parecía inútil dedicar tiempo a la investigación sin tener verdadero propósito. Y, por supuesto, la investigación en el campo de la física nuclear podría tener usos militares, lo cual podría crear problemas para mí respecto a la neutralidad cristiana. (Isaías 2:2-4.)

En Sudáfrica, en una universidad como la del Cabo Occidental hay muchos estudiantes en desventaja. Vienen a la universidad sin buena preparación debido a factores socioeconómicos como el de haber ido a escuelas que no los han preparado bien. En muchos casos tienen el potencial, pero no han podido adelantar. Como parte de mi trabajo universitario, he pasado los últimos 13 años investigando las dificultades que afrontan estos estudiantes respecto a aprender, y organizando otros métodos de enseñanza. Esta investigación me ha traído un doctorado como instructor de física y ha resultado en que me promovieran a profesor. Actualmente se conducen programas de investigación cooperativa con universidades de los Estados Unidos e Israel. Es interesante comparar los hallazgos de esta investigación con los métodos de enseñanza de los testigos de Jehová.

Una teoría desarrollada por el profesor Reuven Feuerstein y sus colaboradores en Israel se llama Experiencia de Aprendizaje por Mediador. La esencia de esta teoría es que los niños desarrollan la habilidad de pensar no solo por los estímulos externos que reciben mediante los sentidos, sino también por un mediador humano que les interpreta los estímulos. Si esto no se hace, los niños no desarrollan a plenitud en su habilidad de pensar.

Los testigos de Jehová dan mucho énfasis al papel que desempeñan los padres como principales instructores de los hijos. Los padres Testigos dedican muchas horas a examinar con sus hijos ayudas ilustradas para el estudio de la Biblia, les hacen preguntas sobre lo que ven y les ayudan a captar el significado de las historias bíblicas. No solo dan énfasis a la importancia de un estudio bíblico semanal, sino también a la instrucción constante, especialmente con relación a los principios bíblicos. (Deuteronomio 6:6-8.) La investigación antes mencionada parece indicar que, cuando los padres hacen esto, en realidad desarrollan la inteligencia de sus hijos.

El “constructivismo” es otra teoría que sostiene que la enseñanza no es simplemente transferir información de la mente del instructor a la mente del estudiante. Más bien, cada persona forma sus propias construcciones de lo que ve, oye o experimenta. Por eso, dos personas pueden escuchar la misma información y llegar a diferentes conclusiones. Para que las personas aprendan bien, tienen que tratar directamente con la información.

A eso estimulan las reuniones de los testigos de Jehová. Se espera que todos repasen de antemano la información de nuestra literatura que se considerará en las reuniones. En estas el auditorio, preparado, da comentarios sobre la información. Así no solo se estimula a la gente a expresar lo que ha aprendido, sino también a beneficiarse de la preparación de otros.

La llegada de la educación basada en computadoras ha sido aclamada como el medio de personalizar la instrucción. Sin embargo, ¡la obra de estudios bíblicos que los Testigos han efectuado por muchos años en los hogares de la gente ha sobresalido en ese aspecto! Un instructor ayuda a una, dos o tres personas (rara vez a más) a considerar información impresa sobre un asunto bíblico que el estudiante ha repasado al prepararse para el estudio. Se anima al estudiante a explicar lo que entiende, párrafo por párrafo, y luego se considera a fondo el asunto; se trata realmente de un estudio bíblico personal. Puesto que ponen en práctica esos sanos principios educativos, no nos sorprende el que los testigos de Jehová tengan tanto éxito. Por supuesto, no tienen que aprender esos principios en una universidad. Los adquieren de una fuente superior... la Biblia. (Mateo 28:19, 20; Juan 6:45.)

La armonía racial reemplaza la tensión racial

Han pasado más de 20 años desde que llegué a ser testigo de Jehová. John y Leon, mis hijastros, ya han crecido, y ambos se han bautizado y sirven fielmente. En 1976 nació nuestro hijo Graeme. Es un privilegio criarlo también en el camino de la verdad. Nuestra familia ha sido bendecida, pues Julia es de nuevo precursora regular, mientras que yo sirvo de precursor auxiliar por lo menos tres veces al año. A nuestro alrededor, en Sudáfrica, han aumentado dramáticamente las tensiones raciales. Se ve en los lemas escritos en las paredes de los edificios y en el ambiente general. Sin embargo, en medio de los conflictos raciales tiene lugar un milagro moderno. Puesto que el Estado ha aflojado hasta cierto grado las leyes sobre la asociación entre personas de diferentes razas, ahora los testigos de Jehová tienen mayor libertad para reunirse unos con otros, especialmente en las grandes asambleas. He tenido el privilegio de participar en organizar algunas de estas asambleas de personas de todos los grupos raciales. Allí vemos en función un espíritu de imparcialidad. ¡Se educa a la gente mediante las normas elevadas de la Biblia, y gracias a estas las personas ya no se fijan en el color de la piel! Estas personas ven lo que otros son por dentro, no solo el color de la piel.

Hoy los testigos de Jehová forman la única verdadera hermandad mundial. Pronto Jehová, en su nuevo sistema de cosas, ‘limpiará toda lágrima de los ojos de la gente, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor’. Junto con miles de mis hermanos y hermanas de todo el mundo, espero con anhelo ese agradable y justo nuevo mundo sin racismo. (Revelación 21:3-5.)

[Fotografía de Merlyn Mehl en la página 10]

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