BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w90 1/9 págs. 10-14
  • El confiar en Jehová redunda en felicidad

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • El confiar en Jehová redunda en felicidad
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1990
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Hallo el propósito de la vida en la India
  • Regreso a Inglaterra
  • Ensancho mi ministerio en Canadá
  • Años en que la obra estuvo proscrita
  • Mi vida como superintendente viajante
  • Otros privilegios de servicio
  • Mi vida en la organización que Jehová dirige por su espíritu
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
  • “Buscando primero el Reino”
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
  • En conformidad con los caminos de Jehová
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1986
  • Desarrollo estructural de la organización
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1990
w90 1/9 págs. 10-14

El confiar en Jehová redunda en felicidad

SEGÚN LO RELATÓ JACK HALLIDAY NATHAN

En países de habla inglesa a veces se oye la expresión: “Nacer con una cuchara de plata en la boca”, que significa nacer en la opulencia. Pues bien, eso fue lo que casi literalmente me sucedió a mí cuando nací, allá en 1897.

ERA el año sexagésimo del reinado de Victoria de Inglaterra, su jubileo de diamante. A los niños que nacieron en Inglaterra en aquel año se les regaló una cuchara de plata. El Imperio Británico estaba en su esplendor, cosechando los beneficios de su revolución industrial y del comercio próspero con las colonias florecientes del extranjero.

Mi abuelo era judío, y mi padre llegó a ser hebraísta, un hombre bien versado en las Escrituras Hebreas. Pero mi abuela era hija de un obispo anglicano, y por la influencia de ella mi padre aceptó a Jesucristo como el Mesías. Los escritos de Charles Taze Russell ejercieron influencia en mis padres, de modo que nunca creímos en la Trinidad ni en la doctrina de un infierno de fuego.

Cuando yo era niño los caballos eran todavía el medio principal de transporte en Inglaterra, y había pocos automóviles. Por lo mucho que me gustaban los caballos ingresé en la caballería de la segunda reserva (milicia) en 1913. Cuando estalló la I Guerra Mundial fui trasladado al ejército regular y enviado al frente de batalla griego, donde contraje malaria. Después fui enviado al frente occidental francés, donde serví como ametralladorista, y en 1917 fui aprisionado por los alemanes.

Hallo el propósito de la vida en la India

Después del fin de la guerra en 1918 no había trabajo en Inglaterra, de modo que regresé al ejército y fui a la India como parte de la guarnición de tiempos de paz. En mayo de 1920, tras un nuevo ataque de malaria, me enviaron a los cerros para que recobrara la salud. Allí leí todos los libros que pude conseguir, incluso la Biblia. El leer las Escrituras profundizó mi interés en la vuelta del Señor.

En Kanpur, unos meses después, organicé un grupo para estudiar la Biblia, pues deseaba aprender más sobre la vuelta del Señor. Fue allí donde conocí a Fredrick James, ex soldado británico que ahora era un celoso Estudiante de la Biblia. Él me explicó que Jesús había estado presente desde 1914, aunque invisible al hombre. Aquella fue la noticia más emocionante que yo había oído. Lo que quise hacer primero fue salir del ejército. Me había repugnado el derramamiento de sangre y las muertes que había causado la guerra europea. Quería ser un misionero pacífico y predicar aquellas buenas nuevas de la presencia de Cristo.

Pero el ejército no aceptó mi renuncia. En vez de licenciarme, me trasladaron a la India occidental, ahora Paquistán. Mientras estuve allí, leí los Estudios de las Escrituras, por Charles Taze Russell, y quedé más convencido que nunca de que tenía que responder al llamado de predicar. Empecé a tener pesadillas que me deprimían. Desesperado, escribí al hermano James, quien me invitó a su hogar en Kanpur. Llegué el día de la Conmemoración de la muerte del Señor. Lo que sucedió aquel día dejó una tremenda impresión en mi vida... me resolví a permanecer soltero y a hacer del ministerio de tiempo completo mi meta en la vida.

Regreso a Inglaterra

A fines de 1921 fui trasladado de nuevo a Inglaterra, y en la primavera de 1922 me licenciaron del ejército. Aquel verano J. F. Rutherford, el segundo presidente de la Sociedad Watch Tower, visitó Inglaterra, y mis padres y yo escuchamos el discurso que pronunció en el Royal Albert Hall, en Londres. Después quise ofrecer mis servicios en Betel —las oficinas centrales de la Sociedad Watch Tower—, pero se me animó bondadosamente a participar primero en la obra de repartidor (predicación de tiempo completo). Así que renuncié a mi empleo y acepté una asignación de territorio en el sur de Inglaterra. Sin experiencia, con una corona (50 centavos, E.U.A.) en el bolsillo y confiando en Jehová, emprendí mi carrera como ministro de tiempo completo. Para marzo de 1924 fui invitado a servir en Betel.

No obstante, el año siguiente se me pidió que dejara el servicio de Betel, y aquello fue un fuerte golpe para mí, pues pensé que me estaban disciplinando por algo de lo cual no era responsable. En aquel corto período Betel se había hecho muy importante en mi vida. Pero al orar a Jehová sobre aquella situación y confiar en que su voluntad se efectuaría, pude trabajar felizmente en la asignación que recibí como precursor. En mayo de 1926, de nuevo se me invitó a servir en Betel, donde estuve por los siguientes 11 años.

El hermano Rutherford visitó Inglaterra de nuevo en 1936 y me invitó a mudarme a Canadá para trabajar en la obra del Reino allí. Pero debido a un malentendido incurrí en su desaprobación al revelar cierta información confidencial. Todavía recuerdo con exactitud sus palabras: “Jack, no puedo confiar en ti. ¡Rompe tus boletos!”. ¡Qué experiencia aplastante! Pero fue disciplina que me hacía mucha falta; por los siguientes ocho meses serví como precursor junto con otro hermano. Aquel privilegio de servicio me animó muchísimo y aprendí de la disciplina.

Ensancho mi ministerio en Canadá

Durante la siguiente visita del hermano Rutherford a Inglaterra, aproximadamente un año después, de nuevo me habló sobre ir a Canadá. Yo anhelaba la oportunidad de servir allá, y acepté la asignación con presteza. Después de servir unos meses en el Betel de Canadá, fui asignado a la obra de representante viajante de la Sociedad en la parte sudoeste de Ontario. La mayoría de las congregaciones de aquel lugar eran pequeñas y necesitaban mucho estímulo. ¡Qué gran deleite fue para mí servir durante aquellos primeros años a pesar de dificultades físicas debidas a lo severo del clima y a la transportación insegura!

Nunca olvidaré el afecto y aprecio espiritual que me mostró una pequeña congregación de indios nativos cerca de Brantford. Era invierno y había muchísima nieve, por lo cual se me hizo difícil viajar en mi automóvil Ford modelo T. Nadie me esperaba, y cuando llegué me di cuenta de que los hermanos habían ido al bosque a recoger leña. Así que fui a buscarlos aunque la nieve me llegaba a la cintura. Cuando por fin los hallé, se sorprendieron, pero se alegraron de verme. Inmediatamente regresaron a sus hogares e hicieron arreglos para celebrar una reunión aquella misma noche.

En Beamsville, un pueblo cercano, algunos hermanos fieles y yo nos vimos en dificultades por muchos meses debido a ancianos electivos y apóstatas. ¡Qué privilegio fue ver cómo obró el espíritu de Jehová para corregir la situación! Al confiar en Jehová y mostrar lealtad a su organización las congregaciones recibieron muchas bendiciones en aquellos primeros años. Muchos niños que asistían a aquellas congregaciones crecieron y emprendieron el servicio de precursor, de Betel y misional, y algunos son superintendentes viajantes. Nunca he olvidado el gozo de haberme hospedado en las casas de las familias cristianas leales que criaron a aquellos excelentes jóvenes. Aquellas familias llegaron a ser mi familia, y sus hijos fueron para mí como hijos.

Años en que la obra estuvo proscrita

Durante la histeria de la guerra en 1940, la obra de los testigos de Jehová fue proscrita. ¡Qué experiencia! Anuncios radiales patrocinados por el gobierno ordenaban que entregáramos a la policía nuestra literatura, registros de congregación y las llaves de nuestros Salones del Reino. Debido a la urgencia de la situación, visité a las congregaciones y las insté a esconder su literatura y sus registros. Los hermanos recibieron el consejo de reunirse en hogares particulares, y en un hogar diferente cada semana. Con el tiempo las congregaciones volvieron a participar en el ministerio de casa en casa, y para ello usaban solo la Biblia. Aquello fue una bendición, pues todos aprendimos a manejar mejor la Biblia.

Aquel mismo año recibimos de los Estados Unidos un surtido grande del folleto End of Nazism (El fin del nazismo). Se requirió mucha ingeniosidad para introducir en Canadá esta literatura proscrita. Algunos hermanos ofrecían llevar consigo a soldados que viajaban a pie, y estos, al sentarse sobre las cajas, sin saberlo ocultaban los folletos proscritos. Luego, una mañana del mes de noviembre, entre las tres y las seis de la mañana, los Testigos sorprendieron al país entero cuando dejaron ejemplares de este folleto a la puerta de la mayoría de los hogares de Canadá.

Durante aquellos años en que la obra estuvo proscrita seguí en el ministerio de precursor en Columbia Británica, la provincia occidental de Canadá. Antes de la proscripción los hermanos viajaban en barco para visitar a los aldeanos en las ensenadas aisladas desde Vancouver hasta Alaska. Cuando la proscripción entró en vigor, había muchísima literatura a bordo, de modo que los Testigos la dejaron con gente amigable en el camino al puerto donde el barco iba a ser detenido. Después, viajé en un barco de pesca para localizar aquella literatura, y luego, durante la época de la pesca de salmón, hice arreglos para que los hermanos la recogieran. Con el tiempo escondimos la literatura en las bodegas de los barcos de pesca y la llevamos a Vancouver para darle mayor distribución.

A fines de 1943 se nos informó que la obra de los testigos de Jehová ya no estaba proscrita. Pero eso no incluía a la Sociedad Watch Tower. De modo que seguimos trabajando como antes, usando solo la Biblia en nuestro ministerio de casa en casa. Pero ahora podíamos identificarnos abiertamente como testigos de Jehová. Al principio de la proscripción había unos 6.700 Testigos; cuando la proscripción fue removida, ¡había 11.000 fervorosos Testigos!

Mi vida como superintendente viajante

Como representante viajante de la Sociedad recorrí incontables kilómetros durante los años que siguieron, trabajando con las congregaciones y animándolas. Durante el invierno acompañaba a los hermanos en un “caboose”. Este era un trineo cubierto tirado por caballos y equipado con una estufa de leña y una chimenea. Con frecuencia partíamos antes del amanecer, y los pasajeros —a veces hasta seis— viajábamos 35 kilómetros (20 millas) o más a través de muchísima nieve para visitar las granjas que había en el camino. El conductor tenía que mantenerse alerta, porque los ventisqueros podían volcar el “caboose” y derribar a los pasajeros junto con las brasas ardientes de la estufa de leña.

En 1947 fui nombrado superintendente del primer distrito de Canadá, que abarcaba todo el país. Casi cada semana servía en una asamblea de circuito. Las asambleas se celebraban en pistas de hielo, campos de fútbol, hipódromos, salones de sindicatos de obreros y edificios públicos. Los preparativos para estas reuniones exigían mucha atención. Frank Franske fue el segundo superintendente de distrito nombrado en Canadá, y después se nombró a otros cinco superintendentes viajantes.

Con el transcurso de los años he viajado en avionetas, en barcos de pesca, en enormes vehículos para viajar sobre la nieve, en vehículos con un propulsor detrás y esquís enfrente, y por medios más tradicionales... tren, autobús y automóvil. A veces cuando viajábamos por avión casi rozábamos los picos de las majestuosas Montañas Rocosas, para luego sumirnos en valles ocultos y profundos con el fin de visitar a hermanos que vivían en aquellos lugares aislados.

He viajado por Canadá muchas veces. Me he alojado en cabañas rústicas tan frías que podíamos ver nuestro aliento por la mañana, y en granjas desprovistas de toda comodidad moderna. A pesar de todo, yo me sentía muy satisfecho, pues estaba efectuando la obra de Jehová y animando a Su pueblo.

Otros privilegios de servicio

Durante los últimos 33 años he tenido el privilegio de ser miembro de la familia del Betel de Canadá y de discursar en grandes asambleas en Inglaterra, Europa, África, Australia, Nueva Zelanda y el Lejano Oriente. En Australia conocí a la hija del hermano James, quien me había animado mucho en la India. El hermano James nunca llegó a ser misionero, pero dejó una excelente herencia espiritual a su familia.

Hoy estoy rodeado de centenares de hombres y mujeres jóvenes en el Betel de Canadá. Es animador ver cómo emplean su vigor juvenil en el servicio de Jehová. Casi he perdido la vista, pero estos jóvenes me leen las publicaciones. Me fallan las piernas, pero ellos me llevan consigo al ministerio en el campo. Algunos preguntan cómo me las arreglo con los problemas de salud que vienen con la edad avanzada. Pues, en primer lugar, estudio la Palabra de Dios cada día. Esto me ayuda a mantener la mente y el corazón en asuntos espirituales.

Ciertamente ha sido un gran privilegio andar y hablar con mi Padre celestial Jehová durante los 69 años de mi vida en que he estado dedicado a él, 67 de los cuales los he pasado en el servicio de tiempo completo. Para mí Jehová siempre ha sido un Dios amoroso, compasivo y que perdona las debilidades humanas y suple poder y fortaleza a los que confían en él. Mi esperanza es mantenerme íntegro y leal a Jehová y a su organización hasta el fin, confiando en la promesa de que al tiempo debido me uniré a mi amado Señor Jesucristo, y a muchos de mis hermanos y hermanas fieles, en la gloria celestial. (Salmo 84:12.)

[Fotografía de Jack Halliday Nathan en la página 10]

[Fotografía en la página 12]

Los vehículos equipados con esquís alcanzaban la velocidad de 80 kilómetros (50 millas) por hora

[Fotografía en la página 13]

Durante el invierno, en las praderas de Canadá, nos transportábamos en un trineo tirado por caballos cuando salíamos a predicar

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir