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  • “Ciertamente este era Hijo de Dios”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
w91 15/2 págs. 8-9

La vida y el ministerio de Jesús

“Ciertamente este era Hijo de Dios”

JESÚS no ha estado colgando del madero por mucho tiempo cuando, al mediodía, ocurre una oscuridad misteriosa que dura tres horas. No puede ser un eclipse solar, porque estos solo ocurren cuando hay luna nueva, y durante la Pascua hay luna llena. Además, los eclipses solares solo duran unos minutos. ¡Así que la oscuridad es de origen divino! Puede que esto haga vacilar a los que se burlan de Jesús, y hasta que dejen de mofarse.

Si este pavoroso fenómeno ocurre antes de que uno de los malhechores corrija a su compañero y pida a Jesús que lo recuerde, puede que haya sido un factor en su arrepentimiento. Quizás durante esa oscuridad cuatro mujeres, a saber, la madre de Jesús y la hermana de ella, Salomé, María Magdalena y María la madre del apóstol Santiago el Menos, se acercan al madero de tormento. Juan, el apóstol amado de Jesús, está con ellas.

¡Qué dolor ‘atraviesa’ el corazón de la madre de Jesús cuando ella ve al hijo que crió y alimentó colgando allí en agonía! En cuanto a Jesús, él no piensa en su propio dolor, sino en el bienestar de ella. Con gran esfuerzo inclina la cabeza hacia Juan y dice a su madre: “Mujer, ¡ahí está tu hijo!”. Entonces, inclinando la cabeza hacia María, dice a Juan: “¡Ahí está tu madre!”.

Así Jesús encomienda a su muy amado apóstol el cuidado de su madre, quien evidentemente es viuda ya. Hace esto porque los demás hijos de María todavía no han manifestado fe en él. De esta manera da un excelente ejemplo de hacer provisión, no solo para las necesidades físicas de su madre, sino también para sus necesidades espirituales.

Como a las tres de la tarde, Jesús dice: “Tengo sed”. Entonces, al percibir que, por decirlo así, su Padre ha retirado de él Su protección para que su integridad sea probada hasta el límite, clama con voz fuerte: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Al oír esto, algunos de los que están de pie cerca exclaman: “¡Miren! Llama a Elías”. Inmediatamente uno de ellos corre y, usando una esponja empapada de vino agrio en la punta de una caña de hisopo, le da de beber. Pero otros dicen: “¡Déjenlo! Veamos si Elías viene a bajarlo”.

Cuando Jesús recibe el vino agrio, clama: “¡Se ha realizado!”. Sí, él ha hecho todo lo que su Padre lo envió a hacer en la Tierra. Finalmente dice: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Así Jesús encomienda a Dios la fuerza que le ha sostenido la vida y confía en que Dios se la restaurará. Entonces inclina la cabeza y muere.

Cuando Jesús exhala su último suspiro, ocurre un terremoto violento que hiende las masas rocosas. El terremoto es tan vigoroso que abre las tumbas conmemorativas fuera de Jerusalén y echa de estas los cadáveres. Transeúntes que ven los cadáveres que han sido expuestos entran en la ciudad e informan lo que han visto.

Además, al morir Jesús la enorme cortina que marca la separación entre el Santo y el Santísimo en el templo de Dios se rasga en dos, de arriba abajo. ¡Según informes, esta cortina hermosamente ornamentada mide unos 18 metros (60 pies) de altura y es muy pesada! El asombroso milagro no solo manifiesta la ira de Dios contra los asesinos de Su Hijo, sino que también señala que la entrada en el Santísimo, el cielo mismo, es posible ahora mediante la muerte de Jesús.

Pues bien, la gente se aterra al sentir el terremoto y ver las cosas que suceden. El oficial del ejército encargado de la ejecución da gloria a Dios. “Ciertamente este era Hijo de Dios”, proclama. Es probable que él estuviera presente cuando en el juicio de Jesús ante Pilato se consideró la alegación de que Jesús era el Hijo de Dios. Y ahora está convencido de que Jesús es el Hijo de Dios, sí, de que en verdad es el hombre más grande de todos los tiempos.

Estos acontecimientos milagrosos también sacuden profundamente a otros, que regresan a sus hogares golpeándose el pecho, como muestra de su intenso dolor y vergüenza. Muchas discípulas de Jesús que observan el espectáculo desde alguna distancia quedan profundamente conmovidas por estos sucesos trascendentales. El apóstol Juan también está presente. (Mateo 27:45-56; Marcos 15:33-41; Lucas 23:44-49; 2:34, 35; Juan 19:25-30.)

◆ ¿Por qué no se deben a un eclipse solar las tres horas de oscuridad?

◆ Poco antes de morir, ¿qué excelente ejemplo da Jesús para los que tienen padres envejecidos?

◆ ¿Cuáles son las últimas cuatro declaraciones de Jesús antes de morir?

◆ ¿Qué logra el terremoto, y qué significa el que la cortina del templo se rasgue en dos?

◆ ¿Cómo afectan los milagros al oficial del ejército encargado de la ejecución?

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