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  • Calcule el costo de mudarse a un país acaudalado
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
w91 1/4 págs. 26-29

Calcule el costo de mudarse a un país acaudalado

ESTA es una escena común en los consulados del mundo en vías de desarrollo: una sala de espera atestada de personas nerviosas que esperan que las entrevisten. Esa conversación breve, pero importante, será la base para decidir si pueden recibir un visado para viajar a un país industrializado de Occidente. Muchos creen que esto será su pasaporte a la prosperidad. “He trabajado duro por cuatro años, y ni siquiera he podido adquirir un radiorreceptor —fue la queja de un joven del África occidental—. Si estuviera en Inglaterra o en los Estados Unidos, ya tendría un automóvil y mi propia vivienda.”

No es difícil entender por qué creen eso muchas personas de naciones pobres en vías de desarrollo. En sus circunstancias es difícil hallar empleo, y el salario es bajo. La inflación consume los ahorros. La vivienda escasea, y la gente vive apiñada. Unos visten ropa que desecharon personas de países más acomodados. A muchos les parece que han caído en arenas movedizas económicas.

¡Y cuánto atrae el Occidente acaudalado! Un joven de Sierra Leona comentó: “Algunos que se han ido al extranjero regresan con relatos que nos animan a ir para ver personalmente los países industrializados. Dicen que hay que trabajar duro, pero que se gana bastante dinero para la subsistencia y hasta para adquirir artículos de lujo, como un automóvil. Y si uno regresa aquí con unos dos mil dólares, puede establecer un negocio y casarse”.

No es sorprendente que algunos siervos de Dios razonen de igual manera. Cierta hermana africana dijo: “Los jóvenes de la organización de Dios escuchamos conversaciones sobre lo bien que les va a otros que se han ido al extranjero. Así que a veces me pregunto: ‘¿Qué hay de mí? ¿Por qué estoy sufriendo aquí? ¿Debo irme, o debo quedarme?’”.

Si usted vive en un país pobre, puede que también se pregunte si el mudarse mejoraría la calidad de su vida. No obstante, el emigrar a un país extranjero es una empresa enorme, un paso costoso y serio. Pudiera implicar el aprender un nuevo idioma, adquirir nuevas destrezas laborales, ajustarse a una nueva cultura, aguantar el prejuicio de muchos hacia los extranjeros, y aprender todo un nuevo modo de vivir. Con todo, muchos cristianos lo han logrado y han resultado ser verdaderamente útiles a congregaciones de los lugares donde viven ahora, mientras son ejemplares en su servicio como publicadores, precursores, ancianos y siervos ministeriales.

Sin embargo, a todos no les ha ido tan bien. Las tensiones y presiones de la emigración han significado la ruina espiritual de algunos. Es evidente, pues, que una mudanza de ese tipo no debe hacerse sin considerar cuidadosamente lo que está implicado y orar al respecto. La Biblia aconseja en Proverbios 3:5, 6: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas”. Sí; es necesario que usted se asegure de que actúa de acuerdo con la voluntad de Jehová. (Santiago 4:13-15.) Y Jesús dio consejo práctico para ayudarle a lograr eso cuando aconsejó a sus oyentes que ‘calcularan el costo’. (Lucas 14:28.) Esto implica más que solo los aspectos financieros. Significa tomar en cuenta lo que le puede costar espiritualmente el emigrar.

Las realidades de la vida en el extranjero

Antes de mudarse a otro lugar, usted debe tener una idea bastante realista de qué esperar cuando llegue allá. Si es posible, haga una visita preliminar y vea por sí mismo cuáles son las condiciones de vida. De lo contrario, tendrá que fiarse de lo que otros le digan. La Biblia advierte: “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos”. (Proverbios 14:15.)

Todo lo que saben algunos sobre la vida en los países occidentales lo han aprendido de películas y programas de televisión. Por eso creen que todos los que viven en esos países son ricos, conducen un automóvil nuevo y tienen un hogar lujoso. Sin embargo, la realidad es muy diferente. En muchos países acaudalados abundan alarmantemente la pobreza, las personas sin hogar y el desempleo. Y muchos de los residentes más pobres son gente que acaba de entrar en el país, los inmigrantes. Un funcionario consular de la embajada estadounidense en cierto país pobre explica: “La gente sencillamente no se da cuenta de lo difícil que es establecerse en los Estados Unidos. Algunos escriben cartas a su familia y le cuentan lo bien que les va —que han comprado dos automóviles y una casa—, pero la verdad es que realmente llevan una lucha”.

La situación es similar en otros lugares. El señor Sahr Sorie es un educador del África occidental que ha vivido y estudiado en Londres. Comentó: “No es fácil mudarse del África para establecerse en Inglaterra. Muchísimos inmigrantes llevan una vida de gran pobreza. Las penurias les arrugan el rostro. Con dificultad pueden algunos ahorrar 20 peniques para una llamada telefónica. A menudo comparten una sola habitación con muchos otros, y solo tienen un pequeño radiador para calentarse. Pueden conseguir solamente empleos serviles, y ni siquiera así tienen suficiente para pagar sus facturas. Muchas veces sucede que los que parten del África para librarse de la pobreza se hallan en peor condición en los barrios bajos de Europa”.

Las presiones financieras de establecerse en un nuevo país pueden ahogar fácilmente la espiritualidad de uno. (Mateo 13:22.) Es cierto que la Biblia recomienda el trabajo duro. (Proverbios 10:4; 13:4.) Pero muchos que se van al extranjero se ven obligados a aceptar dos o tres empleos para alcanzar sus metas financieras... o simplemente para vivir de sus ingresos. Casi no les queda tiempo para adorar a Dios. Desatienden las reuniones cristianas, el estudio de la Biblia y el compartir la verdad bíblica con otros. Las palabras de Jesucristo resultan trágicamente ciertas: “No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las Riquezas”. (Mateo 6:24.)

Presiones morales

Usted debe considerar también el ambiente moral del país adonde piensa mudarse. La Biblia nos dice que Lot eligió vivir en el Distrito del Jordán. Desde un punto de vista material su decisión parecía sabia, pues aquella “era una región bien regada [...], como el jardín de Jehová”. (Génesis 13:10.) Sin embargo, los nuevos vecinos de Lot eran “pecadores en extremo contra Jehová”... ¡pervertidos sexuales! (Génesis 13:13.) Como consecuencia, “aquel hombre justo, por lo que veía y oía mientras moraba entre ellos de día en día, atormentaba su alma justa a causa de los hechos desaforados de ellos”. (2 Pedro 2:8.)

De igual manera, el mudarse hoy a algún país occidental pudiera exponerlos a usted y su familia a presiones y tentaciones morales más intensas que las de su tierra natal. Además, puede que a las personas mayores no se las honre como en su país de origen. Quizás no sea lo acostumbrado el respetar a los padres. Pudiera ser que los vecinos se interesaran poco unos en otros. ¿Qué efecto pudieran tener presiones como esas en usted y en su familia? Esto es algo que se debe considerar con oración.

Padres ausentes

Algunos padres han optado por dejar atrás a su familia y viajar solos al extranjero. Han planeado hacer que la familia se una a ellos cuando ya estén establecidos, o quizás regresar a casa con una buena cantidad de dinero. ¿Manifiestan sensatez tales planes?

Las Escrituras ponen sobre los padres la obligación de satisfacer las necesidades materiales de su familia, y en algunos casos excepcionales puede que uno de los padres casi no tenga alternativa y se vaya a trabajar al extranjero para mantener a su familia. (1 Timoteo 5:8.) Con todo, los padres tienen también la obligación de atender las necesidades espirituales de su familia. La Palabra de Dios dice: “Ustedes, padres, no estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Efesios 6:4.)

¿Puede un padre hacer eso eficientemente si se aparta de su familia por varios meses o años a la vez? No es muy probable eso. De modo que usted tiene que considerar si cualesquiera ventajas materiales que obtenga compensan el posible efecto de su ausencia en sus hijos. Además, muchas veces los inmigrantes descubren que de ninguna manera es tan fácil como creían el crearse una “fortuna”. Si el inmigrante no puede pagar por los pasajes de la familia, la separación pudiera alargarse por años. Esto, a su vez, puede presentar serios peligros morales. (Compárese con 1 Corintios 7:1-5.) Lamentablemente, algunos que se han visto en circunstancias penosas de esa índole han sucumbido a la inmoralidad sexual.

Confíe en que Dios provee

A medida que empeoran las condiciones económicas mundiales, es bueno recordar que los siervos de Dios no deben temer que quedarán desamparados. Jesús dijo: “Nunca se inquieten y digan: ‘¿Qué hemos de comer?’, o ‘¿qué hemos de beber?’, o ‘¿qué hemos de ponernos?’. Porque todas estas son las cosas en pos de las cuales las naciones van con empeño. Pues su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas”. (Mateo 6:31-33.)

Los testigos de Jehová hoy día sirven a favor de los intereses del Reino de Dios al proclamar con celo las buenas nuevas. (Mateo 24:14; 28:19, 20.) En muchas naciones pobres hay gran necesidad de predicadores del Reino. Hay necesidad particular de ancianos y siervos ministeriales maduros. En vez de irse a un país económicamente próspero donde no hace falta tanta ayuda, muchos han optado por permanecer en sus países natales. ¿Cómo les ha ido a algunos?

Alethia, una cristiana del África occidental que ha estado en el servicio ministerial de tiempo completo por 30 años en su país natal, dijo: “Tuve la oportunidad de vivir en el extranjero. La razón por la cual no lo hice fue que me encanta la compañía de mi propia gente y mis familiares. Disfruto de ayudarles a aprender la verdad para que podamos servir a Jehová juntos. No me he perdido nada en absoluto al quedarme aquí, y no lamento nada”.

Winifred también vive en un país africano. En sentido físico, la clase de vida que ofrece su país a sus habitantes se considera una de las más bajas del mundo. Pero después de 42 años en su servicio de tiempo completo como precursora, ella dice: “No siempre es fácil para la persona arreglárselas económicamente. Satanás hace difíciles las cosas, pero Jehová siempre ha provisto, y se ha encargado de mis necesidades”.

En la antigüedad Abrahán estuvo “plenamente convencido de que lo que [Dios] había prometido también lo podía hacer”. (Romanos 4:21.) ¿Está usted igualmente convencido de que Jehová puede cumplir su promesa y cuidar de usted si pone los intereses del Reino en primer lugar en su vida? ¿Concuerda con el salmista que escribió: “La ley de tu boca [la de Dios] es buena para mí, en mayor grado que miles de piezas de oro y plata”? (Salmo 119:72.) ¿O pudiera ser que tenga que aplicar más de lleno el consejo del apóstol Pablo? En 1 Timoteo 6:8 él escribió: “Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas”. ¿Pudiera ser que el derrotero sabio no fuera buscar nuevos alrededores, sino aprovechar al máximo los que tiene ahora?

Las condiciones económicas de muchos países pueden crear graves dificultades para los cristianos. Por eso, si una familia decidiera emigrar después de considerar todos los factores, otros no deberían criticarla. (Gálatas 6:5.) Los que se queden pueden seguir pidiendo a Jehová que les ayude a aguantar las penurias que este sistema les ocasiona, mientras se regocijan por las bendiciones espirituales que Dios les otorga. Recuerde, pronto las injusticias y las desigualdades de este mundo serán corregidas bajo el Reino de Dios. Entonces la situación será como la describió el salmista: ‘Jehová está abriendo su mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente’. (Salmo 145:16.)

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