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  • ¿Por qué sufre la gente buena?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
w92 15/9 págs. 3-7

¿Por qué sufre la gente buena?

ERA el año 1914, y el mundo había entrado en guerra. Repentinamente, el tifus brotó en un campo de prisioneros de guerra en Serbia. Pero ese sería solo el principio. La temible enfermedad se transmitió a la población civil y provocó la muerte de 150.000 personas en tan solo seis meses. Durante aquel período bélico, seguido por la revolución en Rusia, 3.000.000 de personas murieron de tifus. Usted podría apropiadamente llegar a la conclusión de que muchas personas buenas y sus afligidos parientes estuvieron entre las víctimas.

Este es solo un ejemplo de las tragedias que ha experimentado la raza humana. Probablemente usted mismo ha sentido el dolor de ver a seres queridos llegar a ser víctimas de enfermedades, accidentes y calamidades de una clase u otra. Es muy probable que usted se aflija cuando ve a una persona recta padecer una enfermedad incurable. Tal vez se entristece mucho cuando se entera de que una persona buena —quizás un padre de familia trabajador— muere en un accidente. El dolor de los que sufren puede apenarnos mucho.

Muchos opinan que las personas buenas no deberían sufrir. Algunos hasta piensan que el sufrimiento prueba que la víctima es un malhechor. Así fue como razonaron tres hombres que vivieron hace unos 3.600 años. Fueron contemporáneos de un hombre bueno llamado Job. Remontémonos a aquel tiempo mientras buscamos respuesta a la pregunta: ¿Por qué sufre la gente buena?

Los sufrimientos de Job

Cuando Job recibió la visita de sus tres supuestos amigos, sufría de forma indescriptible debido al dolor y la enfermedad. Había sido privado de sus 10 hijos y había perdido todas sus posesiones materiales. Las personas que lo habían tenido en gran estima lo detestaban. Hasta su propia esposa dejó de apoyarlo y lo instó a maldecir a Dios y morir. (Job 1:1–2:13; 19:13-19.)

Los visitantes de Job observaron en silencio su sufrimiento durante siete días completos. Después uno de ellos lo acusó de conducta injusta, por la cual se creía que era castigado. “Recuerda, por favor —dijo el hombre llamado Elifaz—: ¿Quién que sea inocente ha perecido jamás? ¿Y dónde jamás han sido raídos los rectos? Conforme a lo que yo he visto, los que idean lo que es perjudicial y los que siembran la desgracia, ellos mismos la siegan. Mediante el aliento de Dios perecen, y mediante el espíritu de su cólera se acaban.” (Job 4:7-9.)

De modo que Elifaz afirmaba que Dios estaba castigando a Job por sus pecados. Hoy también hay quienes aseguran que las calamidades son actos de Dios que tienen el propósito de castigar a los malhechores. Pero Jehová no estaba castigando a Job porque fuera culpable de actos injustos. Sabemos esto porque posteriormente Dios dijo a Elifaz: “Mi cólera se ha enardecido contra ti y tus dos compañeros, porque ustedes no han hablado acerca de mí lo que es verídico, como mi siervo Job”. (Job 42:7.)

Dios no tiene la culpa

Hoy día, millones de personas —entre ellas muchas buenas— viven afligidas por la pobreza y al borde de la inanición. Algunas se amargan y culpan a Dios por sus sufrimientos. Pero el que haya hambre no es culpa de Dios. Más bien, él es el Proveedor del alimento para la humanidad. (Salmo 65:9.)

El egoísmo, la codicia y otros factores humanos pueden impedir que las personas hambrientas reciban alimento. La guerra es otra de las causas del hambre. Por ejemplo, The World Book Encyclopedia dice: “La guerra puede conducir al hambre si los granjeros dejan sus campos y se unen a las fuerzas armadas. En algunos casos, el ejército ha provocado deliberadamente un hambre a fin de obligar al enemigo a rendirse por falta de alimento. El ejército destruye el alimento almacenado y los cultivos e impone un bloqueo para que el enemigo no reciba alimento. Tales bloqueos impidieron que los cargamentos de alimentos llegaran a Biafra durante la guerra civil nigeriana (1967-1970). Eso ocasionó un hambre, y más de 1.000.000 de biafreños probablemente murieron de inanición”.

En particular durante la II Guerra Mundial hubo algunos que injustamente culparon a Dios por el sufrimiento y la muerte de mucha gente buena. No obstante, son los humanos quienes quebrantan las leyes de Dios al odiarse unos a otros y guerrear entre sí. Cuando alguien preguntó a Jesucristo cuál mandamiento era el “primero de todos”, él contestó: “El primero es: ‘Oye, oh Israel, Jehová nuestro Dios es un solo Jehová, y tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento mayor que estos”. (Marcos 12:28-31.)

Cuando los humanos violan las leyes de Dios y participan en asesinato en masa, ¿puede alguien culpar con razón a Dios si tal acción resulta en sufrimiento? Si un padre dice a sus hijos que no peleen entre sí, pero ellos desatienden su buen consejo, ¿es él responsable si se hacen daño? El padre no es culpable, como tampoco lo es Dios por el sufrimiento humano que sobreviene cuando la gente pasa por alto las leyes divinas.

Aunque el desoír las leyes de Jehová puede causar sufrimiento, la Biblia no indica que los desastres en general sean obras de Dios para castigar a los inicuos. Cuando la primera pareja humana pecó, perdió la bendición y la protección especiales de Dios. Con la excepción de algunos casos en que hubo intervención divina para que se cumplieran los propósitos de Jehová, los sucesos diarios de la humanidad han sido gobernados por este principio bíblico: “Los veloces no tienen la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. (Eclesiastés 9:11.)

Tanto los buenos como los malos sufren

En realidad, todos, buenos y malos, sufren debido al pecado heredado y la imperfección. (Romanos 5:12.) Por ejemplo, tanto la gente justa como la inicua tiene enfermedades dolorosas. El fiel cristiano Timoteo sufría de “frecuentes casos de enfermedad”. (1 Timoteo 5:23.) Es probable que el apóstol Pablo se haya referido a algún padecimiento físico cuando habló de su propia “espina en la carne”. (2 Corintios 12:7-9.) En la actualidad Dios no elimina las debilidades ni la propensión a las enfermedades hereditarias, ni siquiera en el caso de sus siervos leales.

Puede que las personas piadosas también sufran debido a que en ocasiones obran con poco juicio o no aplican el consejo bíblico. Para ilustrarlo: La persona que desobedece a Dios y se casa con un incrédulo puede tener problemas maritales que podría haber evitado. (Deuteronomio 7:3, 4; 1 Corintios 7:39.) Si un cristiano no se alimenta apropiadamente y no descansa lo suficiente puede arruinar su salud y sufrir a causa de ello.

El sucumbir a la debilidad y participar en conducta incorrecta puede conducir a sufrimiento emocional. El adulterio del rey David con Bat-seba le acarreó gran sufrimiento. (Salmo 51.) Estuvo intensamente angustiado mientras procuró ocultar el mal que había cometido. “Cuando me quedé callado —dijo él—, se me gastaron los huesos por mi gemir todo el día. [...] La humedad de mi vida se ha cambiado como en el calor seco del verano.” (Salmo 32:3, 4.) La angustia que sentía por su culpabilidad redujo su vigor tal como un árbol puede perder su humedad vital durante una sequía o durante el calor seco del verano. Al parecer David sufrió tanto mental como físicamente. Sin embargo, el Salmo 32 muestra que se puede conseguir alivio de tal sufrimiento si la persona arrepentida confiesa el pecado y recibe el perdón de Dios. (Proverbios 28:13.)

La gente mala con frecuencia sufre por seguir un derrotero licencioso, y no como resultado del castigo divino. Herodes el Grande fue consumido por la enfermedad debido a sus prácticas inicuas. El historiador judío Josefo dijo que Herodes estuvo “atormentado con muchos dolores” durante sus últimos días. ‘Experimentaba una intolerable picazón en la piel; además tenía una tumefacción en el bajo vientre, una gangrena en los órganos sexuales que engendraba gusanos. Luchando contra tantos sufrimientos, fué a tomar los baños calientes de Calirroe. Pero no tardaron en acometerle de nuevo los dolores. Pidió un cuchillo y alzó la mano derecha para herirse, pero su primo le aferró el brazo y detuvo el golpe’ (La guerra de los Judíos, capítulo XXXIII, páginas 116, 117).

El adherirse a las leyes de Dios provee cierta protección de algunos problemas como las enfermedades de transmisión sexual. No obstante, ¿por qué parece ser que personas buenas que buscan el favor de Dios sufren más que otras personas?

Por qué sufre la gente buena

Una razón principal por la que sufre la gente buena es que son justos. Esto se ilustra por lo que le sucedió a José, hijo del patriarca Jacob. Aunque la esposa de Potifar continuamente le instaba a tener relaciones sexuales con ella, él se preguntaba: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”. (Génesis 39:9.) Aquello llevó a que José fuera encarcelado injustamente, y así sufrió por ser justo.

Pero ¿por qué permite Dios que sufran sus siervos fieles? La respuesta se encuentra en la cuestión que hizo surgir el ángel rebelde Satanás el Diablo. Esta cuestión tiene que ver con la integridad a Dios. ¿Cómo lo sabemos? Por lo que sucedió en el caso del hombre justo llamado Job, que mencionamos anteriormente.

En una asamblea de los hijos angélicos de Dios en el cielo, Jehová preguntó a Satanás: “¿Has fijado tu corazón en mi siervo Job, que no hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”. La respuesta del Diablo muestra que había una controversia en cuanto a si los humanos mantendrían integridad a Jehová bajo prueba o no. Satanás afirmaba que Job servía a Dios debido a las bendiciones materiales de que disfrutaba y no por amor. Él pasó a decir: “Para variar, sírvete alargar la mano, y toca todo lo que [Job] tiene, y ve si no te maldice en tu misma cara”. Jehová contestó: “¡Mira! Todo lo que tiene está en tu mano. ¡Solo que contra él mismo no alargues la mano!”. (Job 1:6-12.)

A pesar de todo lo que hizo Satanás, Job mantuvo un derrotero justo y probó que servía a Jehová por amor. Job, en efecto, dijo a sus acusadores: “¡Ni se piense de parte mía que yo los declare justos a ustedes! ¡Hasta que expire no quitaré de mí mi integridad!”. (Job 27:5.) Sí, los mantenedores de integridad como él siempre han estado dispuestos a sufrir por causa de la justicia. (1 Pedro 4:14-16.) La Biblia habla de muchas personas que han mostrado amor incesante a Dios y que han llevado vidas justas para honrarlo y para probar la falsedad de la alegación de Satanás de que podía apartar de Jehová a todos los humanos. Toda persona que sufre por mantener integridad a Dios puede sentirse feliz de que está probando que el Diablo es un mentiroso y de que está regocijando el corazón de Jehová. (Proverbios 27:11.)

Dios no se muestra indiferente ante el sufrimiento de sus siervos fieles. El salmista David dijo: “Jehová está sosteniendo a todos los que van cayendo, y está levantando a todos los que están encorvados”. (Salmo 145:14.) Los que están dedicados a Jehová quizás no tengan la fortaleza personal necesaria para sobrellevar los sufrimientos de la vida y la persecución que experimentan como pueblo suyo. Pero Dios los fortalece y sostiene y les da la sabiduría que necesitan para aguantar todas las pruebas. (Salmo 121:1-3; Santiago 1:5, 6.) Si algunos siervos leales de Jehová llegan a morir en manos de sus perseguidores, tienen la esperanza dada por Dios de recibir una resurrección. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.) Hasta ese grado puede Dios anular los efectos de cualquier sufrimiento que experimenten los que lo aman. Él acabó con los sufrimientos de Job y bendijo abundantemente a ese hombre recto. Y podemos confiar en que no abandonará a su pueblo en nuestro tiempo. (Job 42:12-16; Salmo 94:14.)

¡Pronto no habrá más sufrimiento!

Como hemos visto, todos sufrimos debido a la imperfección heredada y a que vivimos en este sistema de cosas inicuo. Las personas buenas pueden esperar sufrir también por mantener integridad a Jehová. (2 Timoteo 3:12.) Pero pueden regocijarse porque Dios pronto acabará con las lágrimas, la muerte, el lamento, el clamor y el dolor. El apóstol Juan escribió a este respecto:

“Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado, y el mar ya no existe. Vi también la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios y preparada como una novia adornada para su esposo. Con eso, oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado’. Y Aquel que estaba sentado en el trono dijo: ‘¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas’. También, dice: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas’”. (Revelación 21:1-5.)

De modo parecido, el apóstol Pedro dijo: “Hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa [la de Jehová Dios], y en estos la justicia habrá de morar”. (2 Pedro 3:13.) ¡Qué maravillosas perspectivas se acercan! Usted puede tener el gozoso privilegio de vivir en una Tierra paradisíaca. (Lucas 23:43.) Por lo tanto, no permita que los sufrimientos de la actualidad lo amarguen. En vez de eso, mire hacia el futuro con optimismo. Cifre su confianza y esperanza en el muy cercano nuevo mundo de Dios. Siga un derrotero que Jehová Dios apruebe y podrá vivir para siempre en un mundo libre de todo sufrimiento.

[Ilustración en la página 4]

Aunque Job sufrió, siguió un derrotero aprobado por Dios

[Ilustración en la página 7]

Usted puede vivir en un mundo libre de todo sufrimiento

[Reconocimiento en la página 3]

Collier’s Photographic History of the European War

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