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  • ¿Necesita la humanidad realmente un Mesías?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
w92 1/10 págs. 2-4

¿Necesita la humanidad realmente un Mesías?

“EL MUNDO NECESITA UN MESÍAS, DICE FUNCIONARIO”

Este titular apareció en el diario The Financial Post, de Toronto, Canadá, en 1980. El funcionario citado es Aurelio Peccei, presidente y fundador de un prestigioso grupo de intelectuales llamado el Club de Roma. Según el Post, Peccei creía que “un caudillo carismático —científico, político o religioso— sería lo único que podría salvar al mundo de los trastornos sociales y económicos que amenazan con destruir la civilización”. ¿Qué opina usted? ¿Está este mundo realmente en tan terrible aprieto que necesite un Mesías? Considere tan solo uno de los problemas a que se enfrenta el mundo: el hambre.

UN PAR de ojos grandes de color castaño le miran con fijeza desde la fotografía de un periódico o de una revista. Son los ojos de una niña, una pequeña que ni siquiera llega a los cinco años de edad. Pero estos ojos no le dan a usted motivo para sonreír. No hay en ellos el brillo propio de la niñez, ni la alegría que producen las ilusiones, ni la confianza candorosa de los niños. Por el contrario, están llenos de dolor que aturde, de dolor latente, de hambre incurable. La criatura está muriendo de inanición. El dolor y el hambre es lo único que ha conocido en su vida.

Puede que a usted, como a muchas otras personas, no le guste contemplar esas fotografías, así que rápidamente pasa la página. No es que no le importe, sino que se siente frustrado porque teme que sea demasiado tarde para hacer algo por esta niña. Los miembros gastados y el vientre hinchado son señales de que su cuerpo ha empezado a consumirse. Antes de que usted viera su fotografía, la niña probablemente ya había muerto. Peor aún, usted sabe que este no es un caso aislado.

¿Cuál es exactamente la magnitud del problema? Bueno, ¿puede imaginarse a 14.000.000 de niños? La mayoría no podemos; la cifra es sencillamente demasiado alta para visualizarla. Entonces piense en un estadio con capacidad para 40.000 espectadores. Ahora suponga que está completamente lleno de niños: fila tras fila, grada tras grada, un mar de rostros. Aun esto es difícil de imaginar, y, sin embargo, se necesitarían 350 estadios como ese llenos de niños para llegar a 14.000.000. Según el UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), esa es la espantosa cantidad de niños menores de cinco años que mueren anualmente en los países en vías de desarrollo debido a la desnutrición y a enfermedades de fácil prevención. ¡Esto equivale más o menos a un estadio lleno de niños que mueren cada día! Ahora sume a estos el número de adultos que pasan hambre, y tendrá un total de aproximadamente 1.000 millones de personas que sufren de desnutrición crónica en todo el mundo.

¿Por qué tanta hambre?

Este planeta produce actualmente más alimento del que consumimos los humanos y puede producir más. Sin embargo, cada minuto mueren 26 niños a causa de la desnutrición y las enfermedades. En ese mismo minuto el mundo gasta unos 2.000.000 de dólares (E.U.A.) en preparativos bélicos. ¿Puede imaginarse lo que se lograría con todo ese dinero —o por lo menos con parte de él— en favor de esos 26 niños?

Es evidente que el hambre en el mundo no se debe a la falta de alimento ni de dinero. El problema es más complicado. Como lo expresó el profesor argentino Jorge E. Hardoy: “El mundo en general sufre de una incapacidad crónica para compartir las comodidades, el poder, el tiempo, los recursos y el conocimiento con las personas que más necesitan estas cosas”. No, el problema no estriba en la disponibilidad de recursos humanos, sino en el hombre mismo. La avaricia y el egoísmo parecen ser las fuerzas dominantes de la sociedad humana. La quinta parte más rica de los habitantes de la Tierra goza de aproximadamente 60 veces más bienes y servicios que la quinta parte más pobre.

Es cierto que algunas personas están tratando sinceramente de alimentar a los hambrientos, pero sus esfuerzos resultan infructuosos debido a factores que no pueden controlar. El hambre con frecuencia aflige a los países desgarrados por la guerra civil o la rebelión, y no es raro que las fuerzas contrarias impidan que los suministros de socorro lleguen a los necesitados. Ambos lados temen que, al permitir que llegue alimento a la población civil hambrienta en territorio enemigo, estén alimentando a sus enemigos. Los mismos gobiernos se valen del hambre como un arma política.

¿No hay solución?

Lamentablemente, el hambre que azota a millones de personas no es de ninguna manera el único problema que aflige al hombre moderno. La destrucción y el envenenamiento desenfrenados del medio ambiente, la incesante plaga de la guerra que reclama millones de vidas, la ola de crimen que engendra temor y desconfianza por todas partes y la desmoralización aumentante que parece ser la raíz de muchos de estos males... todas estas crisis mundiales van, por decirlo así, tomadas de la mano, y confirman la misma verdad indisputable: que el hombre no puede gobernarse a sí mismo con éxito.

Sin duda esa es la razón por la que mucha gente ha perdido toda esperanza de hallar solución a los problemas del mundo. Otros creen lo mismo que Aurelio Peccei, el erudito italiano mencionado al principio. Según ellos, si acaso existe una solución, esta debe venir de una fuente extraordinaria o, tal vez, sobrehumana. Así que la idea de un mesías tiene un poderoso atractivo. Pero ¿es realista cifrar la esperanza en un mesías? ¿O es el abrigar tal esperanza meramente una ilusión?

[Reconocimiento de la foto de la portada]

Fotos de la portada: Arriba: foto U.S. Naval Observatory

Abajo: foto de la Nasa

[Reconocimiento en la página 3]

Foto WHO de P. Almasy

[Reconocimiento en la página 4]

Foto WHO de P. Almasy

Foto U.S. Navy

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