Cómo llegará a haber un mundo sin pecado
EN UN pacífico vecindario de Tokio, unos gritos de socorro rompieron la tranquilidad de las primeras horas de una mañana de invierno. Durante cinco o diez minutos una docena de personas oyó los chillidos de desesperación de una repartidora de periódicos a quien se persiguió y apuñaló repetidas veces. A nadie le importó lo suficiente como para ver qué estaba ocurriendo. La mujer murió desangrada. “Si una de esas personas hubiera informado el incidente a la policía tan pronto como la oyeron gritar —dijo un investigador—, podría habérsele salvado la vida.”
Aunque lo único que hicieron los que oyeron a la mujer fue desentenderse, ¿podían afirmar con razón que estaban libres de culpa? Un hombre que oyó los gritos dijo: “El viernes la conciencia me atormentó todo el día después de enterarme de que la habían matado”. Este hecho hace que nos preguntemos: ¿Qué es en realidad el pecado?
¿Qué es el pecado?
Hablando de la conciencia del pecado, Hideo Odagiri, crítico literario y profesor emérito de la Universidad Hosei de Tokio (Japón), dijo lo siguiente, según el periódico Asahi Shimbun: “No puedo borrar los gráficos recuerdos que tengo de una conciencia de los pecados, tales como el desagradable egotismo del niño, la vergonzosa envidia, la traición. Obtuve conciencia de ello cuando estaba en la escuela primaria y todavía me atormenta”. ¿Se ha sentido usted así alguna vez? ¿Tiene una voz en su interior que le condena si hace algo que sabe que está mal? Tal vez no se ha cometido un delito, pero queda una sensación incómoda que pesa en su interior. Esa es su conciencia, y la Biblia alude a ella en el siguiente pasaje: “Siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados”. (Romanos 2:14, 15.) En efecto, la mayor parte de la gente siente una molestia natural ante actos como el adulterio, el robo y la mentira. Su conciencia da testimonio del pecado.
Sin embargo, cuando se pasa por alto la voz de la conciencia muchas veces, deja de ser una guía confiable. Puede insensibilizarse y contaminarse. (Tito 1:15.) Se pierde la sensibilidad de percibir lo que es malo. De hecho, hoy la conciencia de la mayor parte de la gente está muerta en lo que respecta al pecado.
¿Es la conciencia el único baremo para el pecado, o hay algo que pueda servir de norma absoluta para determinar lo que es pecado y lo que no? Hace más de 3.000 años, Dios dio a su pueblo un código de leyes, y mediante esta Ley el pecado llegó a “mostrarse como tal”. (Romanos 7:13, Levoratti-Trusso.) Incluso ciertos tipos de conducta que anteriormente se habían considerado aceptables, se identificaron por lo que eran: pecado. Se puso de manifiesto que los israelitas, el pueblo escogido de Dios, eran pecadores y por lo tanto estaban bajo condenación.
¿Cuáles son estos pecados de los que nos advierte nuestra conciencia y que se especificaron e incluyeron en la Ley mosaica? En la Biblia, la palabra pecado se emplea con el sentido de errar el objetivo o el blanco en lo relacionado con el Creador. Es pecado todo lo que no armoniza con su personalidad, normas, caminos y voluntad. Dios no puede permitir la existencia indefinida de ninguna criatura que no alcance el objetivo que él ha marcado. Por esa razón un especialista en leyes que vivió en el primer siglo dio la siguiente advertencia a los cristianos hebreos: “Cuidado, hermanos, por temor de que alguna vez se desarrolle en alguno de ustedes un corazón inicuo y falto de fe al alejarse del Dios vivo”. (Hebreos 3:12.) Sí, la falta de fe en el Creador constituye un pecado grave. Así que, según se explica en la Biblia, el ámbito del pecado es mucho más amplio de lo que normalmente se considera pecado. La Biblia llega hasta el punto de decir: “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”. (Romanos 3:23.)
El origen del pecado
¿Significa lo antedicho que el hombre fue creado pecador? No; Jehová Dios, el Creador de la vida humana, hizo al primer hombre una criatura perfecta. (Génesis 1:26, 27; Deuteronomio 32:4.) Sin embargo, la primera pareja humana erró el blanco cuando desafió la única restricción que Dios había impuesto al comer del árbol prohibido “del conocimiento de lo bueno y lo malo”. (Génesis 2:17.) Aunque se les creó perfectos, erraron el objetivo de obediencia completa a su Padre; se hicieron pecadores y en consecuencia se les condenó a morir.
¿Qué tiene que ver esta historia antigua con el pecado de hoy en día? La Biblia lo explica: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. (Romanos 5:12.) Todos sin excepción somos pecadores por herencia; por lo tanto estamos bajo la condenación a muerte. (Eclesiastés 7:20.)
Intentos humanos de eliminar el pecado
Adán pasó a su descendencia el pecado, pero también les transmitió la facultad de la conciencia que Dios ha dado. El pecado puede ocasionar sentimientos de intranquilidad. Como se mencionó antes, el hombre ha ideado diferentes medios de aliviar esos sentimientos. Pero ¿surten verdadero efecto?
Tanto en Oriente como en Occidente la gente ha intentado hacerle frente al efecto del pecado cambiando sus normas o hasta negando la existencia del pecado. (1 Timoteo 4:1, 2.) La situación de pecado de la humanidad puede compararse a la de un paciente con fiebre. El pecado se puede comparar al virus que provoca los síntomas, y la conciencia perturbada, a la molesta fiebre. Romper el termómetro no cambia el hecho de que el paciente tiene fiebre. No se borra el pecado deshaciéndose de las normas morales, tal como han hecho muchas personas de la cristiandad, ni haciendo caso omiso al testimonio de la conciencia.
Uno puede ponerse hielo para aliviar la fiebre. Es igual que intentar aliviar los remordimientos cumpliendo con los ritos de purificación sintoístas. El hielo puede bajar temporalmente la fiebre del enfermo, pero no elimina la causa de esta. Los sacerdotes y profetas del tiempo de Jeremías intentaron una forma de curación similar para los israelitas de aquel entonces. Sanaron “por encima” las heridas espirituales y morales del pueblo, diciendo: “Todo va bien, todo va bien”. (Jeremías 6:14; 8:11, Casa de la Biblia.) El simplemente cumplir con el ritual religioso y repetir la cantinela de “todo va bien” no sanó la degradación moral del pueblo de Dios, y en nuestro día los ritos de purificación tampoco cambian la ética de la gente.
Se puede hacer que baje la fiebre tomando antipiréticos, pero el virus todavía está en el cuerpo. Lo mismo ocurre con el método confuciano de tratar el mal mediante la educación. En apariencia, puede ayudar a la gente a apartarse del mal, pero lo único que consigue la práctica del li es reprimir la conducta pecaminosa; no libra a la persona de su pecado innato, la causa subyacente de la mala conducta. (Génesis 8:21.)
¿Y la enseñanza budista de entrar en el nirvana para librarse del pecado? Se supone que el nirvana, que según se dice significa “extinción”, es indescriptible; termina toda pasión y deseo. Algunos afirman que es la cesación de la existencia individual. ¿No es eso igual que decirle a un enfermo con fiebre que se muera para hallar alivio? Es más, se cree que llegar al nirvana es muy difícil, hasta imposible. ¿Le parece que esta enseñanza puede ayudar a alguien que tiene perturbada la conciencia?
Liberación del pecado
Está claro que las filosofías humanas sobre la vida y la tendencia a pecar solo pueden, en el mejor de los casos, tranquilizar la conciencia del individuo. No eliminan el pecado. (1 Timoteo 6:20.) ¿Hay alguna forma de hacerlo? En la Biblia, libro antiguo que se escribió en Oriente, hallamos la clave a la liberación del pecado. “Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata, se les hará blancos justamente como la nieve [...] Si ustedes muestran buena disposición y de veras escuchan, comerán lo bueno de la tierra.” (Isaías 1:18, 19.) Aquí Jehová hablaba a los israelitas, quienes, a pesar de que eran su pueblo escogido, habían errado el blanco de integridad a él. Sin embargo, el mismo principio aplica a toda la humanidad. La clave para que se nos limpie o lave del pecado, por así decirlo, es estar dispuestos a escuchar las palabras del Creador.
¿Qué nos dice la Palabra de Dios en cuanto a la limpieza de los pecados de la humanidad? La Biblia dice que, tal como mediante el pecado de un hombre toda la humanidad se hizo pecadora, por medio de la obediencia perfecta a Dios de otro hombre se librará a las personas obedientes de su desgracia. (Romanos 5:18, 19.) ¿Cómo? “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8.) Jesucristo, nacido como hombre perfecto y sin pecado, fue el equivalente de Adán antes de haber pecado y así pudo llevar los pecados de la humanidad. (Isaías 53:12; Juan 1:14; 1 Pedro 2:24.) Al ser ejecutado en un madero de tormento como si fuera un criminal, Jesús libró a la humanidad de la esclavitud al pecado y la muerte. Pablo lo explicó así a los cristianos de Roma: “Porque, de hecho, Cristo, mientras todavía éramos débiles, murió por impíos al tiempo señalado. [...] Para que, así como el pecado reinó con la muerte, así mismo también la bondad inmerecida reinara mediante la justicia con vida eterna en mira mediante Jesucristo nuestro Señor”. (Romanos 5:6, 21.)
Se llama “rescate” a la muerte de Cristo por toda la humanidad, acto que equilibró la balanza que Adán había desnivelado. (Mateo 20:28.) Puede compararse a un medicamento que ataca al virus que provoca la fiebre. Aplicando a la humanidad el valor del rescate de Jesús, puede curarse su enfermedad originada por el pecado e incluso la misma muerte. Esta curación se describe figuradamente en el último libro de la Biblia: “De este lado del río, y de aquel lado, había árboles de vida que producían doce cosechas de fruto, y que daban sus frutos cada mes. Y las hojas de los árboles eran para la curación de las naciones”. (Revelación 22:2.) ¡Imagínese! Un río de agua de vida figurado que fluye entre árboles de vida llenos de hojas, todo para la curación de la humanidad. Estos símbolos inspirados por Dios representan la provisión de Dios para devolver la perfección a la humanidad sobre la base del sacrificio de rescate de Jesús.
Las visiones proféticas del libro de Revelación serán pronto realidad. (Revelación 22:6, 7.) Luego, cuando se haya aplicado completamente el valor del sacrificio de rescate de Jesús a la humanidad, todas las personas de corazón recto alcanzarán la perfección y ‘serán libertadas de la esclavitud a la corrupción y tendrán la gloriosa libertad de los hijos de Dios’. (Romanos 8:21.) El cumplimiento de las profecías bíblicas indica que esta gloriosa liberación está cerca. (Revelación 6:1-8.) Dentro de poco Dios quitará la maldad de este mundo, y la humanidad disfrutará de vida eterna en una Tierra paradisíaca. (Juan 3:16.) ¡Ese será de verdad un mundo sin pecado!
[Fotografía en la página 7]
El sacrificio de rescate de Jesús logrará que familias como esta disfruten de felicidad eterna