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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
w93 1/1 pág. 31

Preguntas de los lectores

¿Qué responsabilidad tienen los cristianos de atenuar la contaminación ambiental de la tierra, del mar y del aire?

Como testigos de Jehová nos preocupan mucho los problemas ecológicos que afectan en la actualidad a nuestro hogar terrestre. Reconocemos, especialmente, que la Tierra fue creada para ser el hogar puro y saludable de una familia humana perfecta. (Génesis 1:31; 2:15-17; Isaías 45:18.) Dios también nos asegura que causará “la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Por lo tanto, es apropiado que nos esforcemos de manera razonable y equilibrada por no contribuir innecesariamente a la continua contaminación de nuestra Tierra. Fíjese, no obstante, en el término “razonable”. También es apropiado, desde un punto de vista bíblico, evitar que los temas ecológicos se conviertan en preocupaciones prioritarias.

Aun las actividades humanas normales producen desechos. Por ejemplo, el cultivo, la elaboración y la ingestión de productos alimenticios con frecuencia ocasionan desperdicios, aunque la mayor parte son biodegradables. (Salmo 1:4; Lucas 3:17.) El pescado asado que preparó Jesús después de su resurrección para sus discípulos probablemente produjo humo y cenizas y resultó en un desecho de espinas. (Juan 21:9-13.) Pero los sistemas o ciclos de la Tierra están diseñados para deshacerse de tales desperdicios.

Los siervos de Dios no deben ser negligentes a este respecto. Jehová requirió que su pueblo de tiempos antiguos tomara ciertas medidas para deshacerse de los desperdicios, medidas que tenían una importancia ecológica y sanitaria. (Deuteronomio 23:9-14.) Y ya que sabemos cómo considera Dios a los que están arruinando la Tierra, no queremos de ningún modo pasar por alto cosas que podemos hacer para mantener limpio el medio ambiente. Podemos demostrar nuestro interés eliminando de manera apropiada la basura y los desechos, en especial las sustancias tóxicas. También cooperamos concienzudamente con los programas de reciclaje, y con más razón si los prescribe el César. (Romanos 13:1, 5.) Y algunas personas desean hacer más de lo requerido, como, por ejemplo, usar productos biodegradables en vez de aquellos que siguen ensuciando la tierra y el fondo de los mares.

No obstante, el cristiano tiene que decidir personalmente hasta dónde llegar a este respecto, a menos que sea un requisito legal. Los medios de comunicación han puesto de manifiesto que al ser humano le resulta muy fácil caer en la trampa de los extremismos. El consejo de Jesús es muy pertinente: “Dejen de juzgar, para que no sean juzgados [...]. Entonces, ¿por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano, pero no tomas en cuenta la viga que hay en tu propio ojo?”. (Mateo 7:1, 3.) El tener presente este consejo puede ayudarnos a no perder de vista otros factores importantes.

El profeta Jeremías escribió: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) La humanidad ha pasado por alto este principio y por ello ha tenido que enfrentarse a “tiempos críticos, difíciles de manejar”, como dice 2 Timoteo 3:1-5. Y lo que Dios señala en Revelación 11:18 prueba que los esfuerzos humanos por solucionar los principales problemas ecológicos de la Tierra, como la contaminación, no tendrán éxito. Puede que se logre algo en algún que otro lugar, pero la única solución duradera requiere la intervención de Dios.

Por esta razón, concentramos nuestros esfuerzos y recursos en la solución divina en vez de intentar arreglar síntomas superficiales. De este modo seguimos el ejemplo de Jesús, que dedicó la mayor parte de su ministerio a ‘dar testimonio de la verdad’. (Juan 18:37.) En vez de alimentar al mundo o eliminar los males sociales extendidos, como lo es hoy la contaminación, Jesús enseñó cuál sería la solución completa de los problemas que afligen a la humanidad. (Juan 6:10-15; 18:36.)

Nuestro amor al prójimo nos impide contaminar innecesariamente la tierra, la atmósfera y las aguas, pero también seguimos dando testimonio de la verdad. Esto implica enseñar a la gente a aplicar la verdad de la Biblia y evitar así arruinar sus cuerpos con humo, alcohol excesivo o drogas perjudiciales. Los millones de personas que se han hecho discípulos han aprendido hábitos de limpieza y a mostrar consideración al semejante. De modo que la predicación ha contribuido de manera literal a paliar de algún modo el problema general de la contaminación hoy día. Pero lo que es más importante, los discípulos cristianos se esfuerzan por cambiar su personalidad y sus hábitos ahora a fin de poder vivir en la limpia Tierra paradisíaca que Dios pronto proveerá para sus adoradores verdaderos.

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