¿Son los desastres naturales una señal de los tiempos?
“SE LEVANTARÁ nación contra nación y reino contra reino, y habrá escaseces de alimento y terremotos en un lugar tras otro. Todas estas cosas son principio de dolores de angustia.” Con estas palabras Jesucristo explicó a sus discípulos hace diecinueve siglos que esos desastres, unidos a un aumento del desafuero y a la predicación mundial de las buenas nuevas del Reino, introducirían una señal compuesta que marcaría “la conclusión del sistema de cosas”. (Mateo 24:3-14.)
En vista de lo antedicho, debemos preguntarnos: ¿estamos viendo más terremotos catastróficos, huracanes, inundaciones, sequías y hambres que las generaciones pasadas? Y a pesar de los avances de la ciencia y la tecnología, ¿están sufriendo proporcionalmente más personas como resultado de esos desastres?
La respuesta para muchos es sí. Por ejemplo, la revista New Scientist advierte que “el mundo puede esperar más desastres en los noventa que en las pasadas décadas”. De igual manera, en la revista Crónica ONU de junio de 1991, el director de la Organización Meteorológica Mundial dijo: “La tendencia es bastante clara. Entre el decenio de 1960 y el decenio de 1980 se ha quintuplicado la frecuencia con que ocurren los grandes desastres naturales y se ha triplicado el total de las pérdidas económicas”. La revista Salud Mundial, de la Organización Mundial de la Salud, organismo de las Naciones Unidas, amplía la perspectiva del tema al decir: “La historia nos brinda abundantes ejemplos de desastres naturales y de sus efectos devastadores. Ahora bien, a medida que se acerca el siglo XXI, el inestable entramado de circunstancias demográficas, ecológicas y tecnológicas con que nos enfrentamos hace que muchas poblaciones sean más vulnerables que otras al impacto de las catástrofes, tanto las naturales como las provocadas por el hombre”.
Estas declaraciones no sorprenden a nadie que esté al corriente de los sucesos mundiales. Los medios de comunicación abundan en noticias sensacionales, ya sea una erupción volcánica en las Filipinas, un terremoto en California, una inundación en Bangladesh, el hambre en Somalia, un huracán en Hawai o un maremoto en Nicaragua. Difícilmente pasa un mes sin que se oiga la noticia de un desastre en una u otra parte del mundo.
Algunas personas no conceden importancia a estos sucesos. Piensan que el aparente aumento de los desastres en nuestro tiempo se debe sencillamente a que tenemos mejores medios de comunicación o mejores bases de datos. También piensan que hoy sufre más gente debido a los desastres simplemente porque hay más gente en el mundo. ¿Son satisfactorios estos argumentos?
Fíjese en lo que dice el artículo supracitado de New Scientist. “Se informaron 523 desastres en los años sesenta y 767 en los setenta. Para los ochenta la cantidad había ascendido a 1.387”. Explica que “el aparente aumento experimentado durante el pasado decenio puede deberse en parte a que China y la Unión Soviética han informado más abiertamente los desastres que han sufrido”. Luego añade: “Aun así, la cantidad está aumentando”. El apresurado incremento del número de desastres no se puede minimizar ni atribuir solo a mejores medios de comunicación y mejores bases de datos.
Además, la revista Crónica ONU de marzo de 1992 informa: “Durante los dos últimos decenios, unos 3 millones de personas perdieron la vida y otras 800.000[.000] se vieron afectadas por ‘los estragos, las penurias y los sufrimientos’ causados por los desastres naturales”. Esto significa que aproximadamente una de cada siete personas del mundo se ha visto afectada por algún tipo de desastre o tragedia, un dato verdaderamente asombroso y que deja poca duda de que vivimos en un tiempo de convulsión e inquietud.
Dado que la Biblia predice un tiempo de gran angustia, ¿hay que entender que Dios es el responsable de los desastres y el sufrimiento resultante? Muchos así lo creen. Ahora bien, ¿qué muestran los hechos? Y más importante aún, ¿qué muestra la Biblia?
[Reconocimiento de la foto de la portada]
Portada: W. Faidley/Weatherstock
[Reconocimientos en la página 3]
Foto central: Mark Peters/Sipa Press
OMS/Liga de la Cruz Roja