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  • Tranquilidad de ánimo en una sociedad competitiva
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
w94 1/3 págs. 4-7

Tranquilidad de ánimo en una sociedad competitiva

“SI ALGUIEN quiere ser el primero —aconsejó Jesús a sus apóstoles—, tiene que ser el último de todos y ministro de todos.” Los apóstoles discutían sobre quién era el mayor de ellos. Sabían que Jesús aborrecía esa clase de espíritu. Nunca enfrentó a sus discípulos unos a otros para promover su progreso espiritual. (Marcos 9:33-37.)

Antes de venir a la Tierra, Jesucristo tomó parte en la creación de los dos primeros seres humanos y sabía cómo estaban hechos. (Colosenses 1:15, 16.) La primera pareja fue creada con la capacidad de progresar sin competir despiadadamente con otros. El ser humano no tenía ninguna necesidad de luchar con su semejante para determinar quién era el cabeza, ni competía con los animales en una lucha por la supervivencia. (Génesis 1:26; 2:20-24; 1 Corintios 11:3.)

El origen del espíritu competitivo

Siendo ese el caso, ¿cómo llegó a ser una fuerza dominante en la sociedad humana el despiadado espíritu competitivo? El primer asesinato en la historia del hombre nos da una indicación. Caín, el hijo mayor de la primera pareja humana, abrigó un espíritu competitivo que desencadenó una tragedia. Mató a su hermano Abel debido a que el sacrificio de este agradó a Dios y el suyo no. Y la Biblia dice que Caín “se originó del inicuo y degolló a su hermano”. (1 Juan 3:12; Génesis 4:4-8.)

En efecto, el inicuo, Satanás el Diablo, es el originador e impulsor del espíritu competitivo. Aunque era un hijo angélico de Dios con grandes privilegios, quiso más. (Compárese con Ezequiel 28:14, 15.) Cuando sedujo a Eva, reveló su propio deseo. Dijo que si comía del fruto prohibido, ‘sería como Dios’. (Génesis 3:4, 5.) Realmente era Satanás quien deseaba ser como Dios y competir con Jehová. El espíritu de competencia con Dios lo incitó a la rebelión. (Santiago 1:14, 15.)

Este espíritu es contagioso. Bajo la influencia de Satanás, la paz que Dios dio a la primera familia se perdió. (Génesis 3:6, 16.) Desde su rebelión contra Dios, Satanás ha gobernado a la humanidad, promoviendo un espíritu de competencia, incluso haciendo creer a los hombres y las mujeres que la competitividad despiadada es la clave del éxito. Sin embargo, la Biblia explica: “Porque donde hay celos y espíritu de contradicción, allí hay desorden y toda cosa vil”. (Santiago 3:14-16.) De este modo, Satanás ha privado al hombre de felicidad y tranquilidad de ánimo.

Éxito sin competencia

Contrario a la opinión de Satanás, la Biblia da ejemplos de éxito sin competencia. El principal es el de Jesucristo. Aunque existía en la forma de Dios, nunca pensó en ser igual a él, sino que tomó la forma de un esclavo y vino a la Tierra. Más aún, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte en un madero de tormento. Esta actitud obediente, desprovista de todo espíritu de rivalidad, le ganó el favor divino. “Por esta misma razón, también, Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre.” (Filipenses 2:5-9.) ¿Qué mayor éxito podría conseguir criatura alguna? Complació a su Padre al grado que ninguna otra criatura podía hacerlo, y lo logró sin ningún espíritu de rivalidad o competencia. (Proverbios 27:11.)

Los muchos ángeles fieles del cielo tienen esta misma disposición. A pesar de que Jesús, que era el cabeza de los ángeles, se hizo un poco inferior a ellos cuando vino a la Tierra, estos atendieron gustosamente sus necesidades. Está claro que ni pensaron en aprovecharse de la situación e intentar suplantarlo como Arcángel. (Mateo 4:11; 1 Tesalonicenses 4:16; Hebreos 2:7.)

Su aversión a las actitudes competitivas se hace aún más evidente cuando consideramos su respuesta al propósito de Dios de exaltar a algunos seres humanos imperfectos a la vida espiritual inmortal, en cuyo estado ‘juzgarán a ángeles’. (1 Corintios 6:3.) Los ángeles tienen mucha experiencia en el servicio a Jehová y una capacidad de hacer el bien mucho mayor que los humanos imperfectos. No obstante, ministran con gusto a los ungidos que están en la Tierra, sin envidiar lo que estos recibirán. (Hebreos 1:14.) Su buena disposición, no competitiva, les permite seguir sirviendo ante el trono del Señor Soberano Jehová.

Piense también en los fieles siervos de Dios a los que se resucitará en la Tierra. Abrahán fue un ejemplo sobresaliente de fe, y se le llamó “el padre de todos los que tienen fe”. (Romanos 4:9, 11.) Job dio un verdadero ejemplo de aguante. (Santiago 5:11.) Moisés, “con mucho el más manso de todos los hombres que había sobre la superficie del suelo”, condujo a la libertad a la nación de Israel. (Números 12:3.) ¿Qué hombre imperfecto ha dado un mejor ejemplo de fe, aguante y mansedumbre que estos? Sin embargo, ellos esperan heredar la región terrestre del Reino de Dios. (Mateo 25:34; Hebreos 11:13-16.) Al igual que Juan el Bautista, estarán por debajo del “que sea de los menores en el reino de los cielos”. (Mateo 11:11.) ¿Pensarán siquiera en quejarse, alegando que su fe, aguante o mansedumbre fue igual, o en algunos casos superior, a los de aquellos a quienes se ha dado vida en los cielos? Por supuesto que no. Serán felices súbditos terrestres del Reino de Dios.

Hoy también es agradable estar junto a gente que no tiene un espíritu competitivo. Yasuo, mencionado en el primer artículo, contrajo una gran deuda por especular con oro y perdió todo lo que poseía. Sus “amigos” lo abandonaron. Como su esposa había empezado a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová, la acompañó a las reuniones debido al remordimiento que sentía por el daño que había causado a su familia. Con el tiempo se libró del espíritu de competitividad y se hizo testigo de Jehová. Ahora se siente feliz rodeado de amigos cristianos, que están dispuestos a ayudarlo en tiempo de angustia.

Cómo mantener la tranquilidad de ánimo

No siempre es fácil mantener la tranquilidad de ánimo en una sociedad inmisericorde y competitiva. Hacemos bien en recordar que la Biblia condena las “enemistades, contiendas, celos, arrebatos de cólera, altercaciones, divisiones, sectas, envidias” por ser “obras de la carne”, que dificultan a la gente heredar el Reino de Dios. Todas estas obras están estrechamente relacionadas con el espíritu competitivo. No sorprende que el apóstol Pablo exhortara a los gálatas: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros”. (Gálatas 5:19-21, 26.)

La misma carta de Pablo muestra la clave para hacer frente a la competencia egotista. Dice: “El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio. Contra tales cosas no hay ley”. (Gálatas 5:22, 23.) El fruto del espíritu nos ayuda a eliminar la rivalidad de nuestro ánimo. Considere, por ejemplo, la cualidad del amor. “El amor no es celoso —explica Pablo—, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado.” (1 Corintios 13:4-7.) Cultivando el amor podemos desarraigar los celos, una de las fuerzas impulsoras del espíritu de competencia. Los demás frutos del espíritu también nos ayudan a eliminar del corazón y la mente cualquier vestigio del despiadado espíritu de competencia. Por ejemplo, si tenemos autodominio, podremos ahogar enseguida cualquier impulso de competir con otros a fin de ganar a toda costa. (Proverbios 17:27.)

Ahora bien, para cultivar estas cualidades, tenemos que permitir que el espíritu de Dios influya en nosotros. Podemos favorecer esta saludable influencia del espíritu santo perseverando en la oración y pidiendo la ayuda del espíritu de Dios. (Lucas 11:13.) Como respuesta a nuestra oración, ¿qué nos garantiza Dios? La Biblia contesta: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. (Filipenses 4:6, 7.)

Esto se evidenció en el caso de los apóstoles de Jesús. Aun después de iniciar Jesús la Cena del Señor la última noche que estuvo con sus apóstoles, estos todavía discutían sobre quién de ellos parecía ser el mayor. (Lucas 22:24-27.) Jesús había intentado corregir su modo de pensar en varias ocasiones, pero tenían profundamente arraigada esta actitud competitiva. (Marcos 9:34-37; 10:35-45; Juan 13:12-17.) Sin embargo, una vez que recibieron el espíritu santo, unos cincuenta días después de aquella discusión, su actitud cambió. No discutieron sobre quién hablaría en representación de todos a la muchedumbre curiosa que se había reunido aquel día de Pentecostés. (Hechos 2:14-21.)

No había lugar para el dominio humano en la congregación cristiana. Cuando tuvieron que solucionar un problema sobre la circuncisión, Santiago, que ni siquiera era discípulo cuando Jesús murió, presidió aquella importante reunión. No hay ningún indicio de disputa sobre quién llevaría la delantera en aquella reunión del cuerpo gobernante de la congregación cristiana. ¡Cuánto habían cambiado las cosas en comparación con el tiempo en que los apóstoles tenían arraigado el espíritu competitivo! Con la ayuda del espíritu santo, recordaron las enseñanzas de Jesús y empezaron a comprender el significado de sus lecciones. (Juan 14:26.)

Lo mismo puede ocurrir en nuestro caso. Ayudados por el espíritu santo, podemos superar cualquier impulso a competir con otros a fin de progresar a su costa. Es más, podemos conseguir la tranquilidad de ánimo que supera todo pensamiento. La Biblia nos asegura que Satanás el Diablo, la fuente de la competencia despiadada, pronto será abismado y su influencia cesará. (Revelación 20:1-3.) Ya no existirá la rivalidad entre vecinos. ¿Será por ello una sociedad carente de progreso? De ninguna manera. Los seres humanos alcanzarán la perfección, no compitiendo entre ellos, sino a través de la aplicación del sacrificio de rescate de Jesús en su favor. (1 Juan 2:1, 2.)

Keinosuke, mencionado antes, que en un tiempo experimentó la gloria del éxito mundano vendiendo un número récord de automóviles, se desgastó tanto mental como físicamente, y al fin dejó su trabajo. “Ahora mi vida está llena de gozo verdadero”, dice. Comprendió por qué Jesús tuvo verdadero éxito en la vida. En la actualidad halla satisfacción en todo lo que puede hacer en la congregación mundial de Dios. Así está preparándose para el nuevo mundo, en el que no existirá la competitividad. Usted también puede tener una vista anticipada de esta sociedad del nuevo mundo visitando un Salón del Reino de su localidad y conociendo a los testigos de Jehová.

[Ilustración en la página 7]

La sociedad humana disfrutará de paz y cooperación en el nuevo mundo de Dios

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