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  • ¿Por qué perdonar?

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  • ¿Por qué perdonar?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
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  • Se requiere equilibrio
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
w94 15/9 págs. 4-7

¿Por qué perdonar?

EL DOCTO y escritor judío Joseph Jacobs definió una vez el perdón como “la más elevada y difícil de todas las lecciones morales”. En realidad, a muchas personas les resulta muy difícil decir: “Te perdono”.

El perdón es en cierto modo como el dinero. Se puede utilizar con generosidad y misericordia en favor de otras personas, o se puede retener con tacañería para uno mismo. El primero es el modo piadoso. Debemos prodigar el perdón con generosidad. ¿Por qué? Porque Dios lo quiere, y porque un espíritu vengativo, que no perdona, no hace más que empeorar las cosas.

Se suelen oír a menudo las siguientes palabras: “Yo no me enfado; me desquito”. Tristemente, mucha gente se guía hoy por este principio. Por ejemplo, una mujer dejó de hablar a su cuñada por más de siete años. ¿La razón? “Fue muy injusta conmigo y nunca he podido perdonarla.” Pero dejar de hablar a una persona para obligarla a disculparse o como medio punitivo, raramente satisface el deseo de venganza. Por el contrario, puede sencillamente prolongar el conflicto y agudizar el rencor. Si no se rompe este doloroso ciclo, las fuertes garras de la venganza pueden arruinar las relaciones e incluso la propia salud.

El daño de no perdonar

Cuando una persona no perdona, el conflicto resultante genera tensión. Esta, a su vez, puede producir enfermedades graves. El doctor William S. Sadler escribió: “Nadie puede ver con tanta claridad como el médico el altísimo porcentaje de enfermedades y sufrimiento humano que viene como consecuencia directa de la preocupación, el temor, el conflicto, [...] el pensamiento negativo y la mala vida”. Pero, en realidad, ¿cuánto perjudican los trastornos emocionales? Una publicación médica contesta: “Las estadísticas [...] indicaron que dos terceras partes de los pacientes que acudían al médico tenían síntomas causados o agravados por la tensión mental”.

En efecto, la amargura, el resentimiento y el rencor no son en ningún modo inofensivos. Estas emociones cáusticas son como el óxido que corroe lentamente la carrocería de un automóvil. El vehículo puede parecer bonito por fuera, pero por debajo de la pintura tienen lugar reacciones destructivas.

Aún más importante: el no perdonar cuando hay base bíblica para tener misericordia, también puede perjudicarnos espiritualmente. A los ojos de Jehová Dios podemos ser como el esclavo de la ilustración de Jesús. El amo perdonó a su esclavo una deuda enorme. No obstante, cuando su coesclavo le rogó que le perdonara una deuda insignificante en comparación con la suya, le trató con dureza y no se la perdonó. Jesús dijo con claridad que Jehová no perdonará nuestros pecados si nosotros, como aquel esclavo, tampoco estamos dispuestos a perdonar a los demás. (Mateo 18:21-35.) Por lo tanto, si no somos perdonadores, es posible que perdamos nuestra conciencia limpia ante Dios e incluso nuestra esperanza para el futuro. (Compárese con 2 Timoteo 1:3.) ¿Qué podemos hacer?

Aprenda a perdonar

El verdadero perdón emana del corazón. Implica perdonar el error del ofensor y olvidar cualquier deseo de venganza. De este modo, la justicia final y la posible retribución se dejan en manos de Jehová. (Romanos 12:19.)

Debe tenerse en cuenta, no obstante, que como “el corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado”, no siempre se inclina a perdonar, aun cuando deba hacerlo. (Jeremías 17:9.) Jesús mismo dijo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias”. (Mateo 15:19.)

Afortunadamente, podemos educar nuestro corazón para que haga lo que es correcto. Sin embargo, la educación que necesitamos debe proceder de una fuente más elevada. No podemos hacerlo a nuestra manera. (Jeremías 10:23.) Un salmista inspirado por Dios reconoció este hecho y le pidió su dirección. Suplicó a Jehová en oración: “Enséñame tus disposiciones reglamentarias. Hazme entender el camino de tus propias órdenes”. (Salmo 119:26, 27.)

Según otro salmo, el rey David del antiguo Israel llegó a “entender el camino” de Jehová. Lo experimentó en su propia vida y aprendió de él. De modo que pudo decir: “Jehová es misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa. Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen”. (Salmo 103:8, 13.)

Tenemos que aprender como David, y estudiar con oración el ejemplo perfecto de cómo perdonan Dios y su Hijo. De este modo aprenderemos a perdonar desde el corazón.

Ahora bien, quizá se pregunte: ¿Y qué debe hacerse en el caso de pecados graves? ¿Deben perdonarse todos los pecados?

Se requiere equilibrio

Cuando se comete un agravio serio contra alguien, el dolor puede ser inmenso, particularmente si uno es víctima inocente de un pecado grave. Cabe la pregunta: ‘¿Cómo puedo perdonar a alguien que me ha traicionado y perjudicado cruelmente?’. En el caso de un pecado craso que pudiera merecer expulsión, es posible que la víctima tenga que seguir el consejo de Mateo 18:15-17.

En cualquier caso, mucho depende del ofensor. ¿Ha habido alguna señal de arrepentimiento sincero desde que se cometió el mal? ¿Ha cambiado el pecador, intentando incluso remediar realmente la situación? A los ojos de Jehová, ese arrepentimiento es fundamental para el perdón, incluso en caso de pecados verdaderamente graves. Por ejemplo, Jehová perdonó a Manasés, uno de los reyes más inicuos de la historia de Israel. ¿Sobre qué base? Dios lo hizo porque Manasés finalmente se humilló y se arrepintió de sus viles caminos. (2 Crónicas 33:12, 13.)

En la Biblia, el arrepentimiento genuino implica un cambio sincero de actitud, un sentimiento de pesar por los males cometidos. Cuando es propio y posible, el arrepentimiento debe ir acompañado de un esfuerzo por resarcir a la víctima del pecado. (Lucas 19:7-10; 2 Corintios 7:11.) Cuando no se produce este arrepentimiento, Jehová no perdona.a Es más, Dios no espera que los cristianos perdonen a quienes en un tiempo estuvieron en la luz espiritual, pero que ahora practican el pecado voluntariamente y sin arrepentirse. (Hebreos 10:26-31.) En los casos extremos, el perdón incluso puede ser impropio. (Salmo 139:21, 22; Ezequiel 18:30-32.)

Sea que se pueda perdonar o no, la víctima de un pecado serio tiene que sopesar otro factor: ¿Me conviene someterme al fuerte trastorno emocional de sentirme intensamente dolido y enfadado hasta que la cuestión se resuelva por completo? Considere un ejemplo. El rey David se sintió muy dolido cuando su general, Joab, asesinó a Abner y Amasá, “dos hombres más justos y mejores que [Joab]”. (1 Reyes 2:32.) David expresó su enfado y resentimiento oralmente y, sin duda, también a Jehová en oración. Pero con el tiempo, sus profundos sentimientos probablemente remitieron. No le dominó la ira hasta el final de sus días. David incluso siguió trabajando con Joab, pero no perdonó sin más a este asesino impenitente, y procuró que al final se hiciera justicia. (2 Samuel 3:28-39; 1 Reyes 2:5, 6.)

Es posible que quienes han sido víctimas de pecados serios necesiten algún tiempo, y también esfuerzo, para superar su ira inicial. El proceso de curación puede ser mucho más fácil cuando el ofensor reconoce el mal cometido y se arrepiente. Sin embargo, la víctima inocente del pecado debe poder hallar consuelo y solaz en el conocimiento de la justicia y la sabiduría de Jehová, así como en la congregación cristiana, independientemente del proceder del ofensor.

Sepa, asimismo, que perdonar a un pecador no significa excusar su pecado. Para el cristiano, perdonar significa dejar con confianza el asunto en las manos de Jehová. Él es el Juez justo de todo el universo, y hará justicia al debido tiempo. Esta justicia implicará juzgar a los “fornicadores y a los adúlteros” por su comportamiento traidor. (Hebreos 13:4.)

Los beneficios de perdonar

El salmista David cantó: “Porque tú, oh Jehová, eres bueno y estás listo para perdonar; y la bondad amorosa para con todos los que te invocan es abundante”. (Salmo 86:5.) ¿Está usted, como Jehová, “listo para perdonar”? Los beneficios son muchos.

En primer lugar, perdonar promueve buenas relaciones. La Biblia insta a los cristianos: “Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense liberalmente unos a otros, así como Dios también por Cristo liberalmente los perdonó a ustedes”. (Efesios 4:32.)

En segundo lugar, perdonar fomenta la paz, no solo la paz con otros seres humanos, sino también la paz interior. (Romanos 14:19; Colosenses 3:13-15.)

En tercer lugar, perdonar nos ayuda a recordar que nosotros también necesitamos perdón. Sí, “todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”. (Romanos 3:23.)

Finalmente, perdonar abre el camino para que Dios perdone nuestros pecados. Jesús dijo: “Si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes”. (Mateo 6:14.)

Imagínese en cuántas cosas tendría que pensar Jesús la tarde que murió. Estaba preocupado por sus discípulos, la predicación y, especialmente, su integridad a Jehová. No obstante, a pesar de su intenso sufrimiento en el madero de tormento, ¿de qué habló? Entre sus últimas palabras estuvieron: “Padre, perdónalos”. (Lucas 23:34.) Podemos imitar el ejemplo perfecto de Jesús perdonándonos unos a otros desde el corazón.

[Nota a pie de página]

a Sin embargo, Jehová toma en cuenta otros factores para el perdón. Por ejemplo, si quien comete el mal ignora las normas divinas, tal ignorancia puede ser un atenuante. Cuando Jesús pidió a su Padre que perdonara a sus ejecutores, seguramente se refería a los soldados romanos que le dieron muerte. Estos ‘no sabían lo que hacían’, pues ignoraban quién era en realidad Jesús. Sin embargo, los guías religiosos que estaban detrás de aquella ejecución tuvieron mucha más culpa, y muchos de ellos no merecieron perdón. (Juan 11:45-53; compárese con Hechos 17:30.)

[Fotografías en la página 7]

Perdonar promueve buenas relaciones y causa felicidad

[Ilustración en la página 5]

¿Aprendió la lección de la ilustración de Jesús sobre el esclavo que no perdonó?

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