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  • Cuándo la leen y cómo se benefician
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
w95 1/5 págs. 20-21

Cuándo la leen y cómo se benefician

Por la mañana temprano:

Un matrimonio que trabaja fuera de casa ha decidido levantarse diez minutos antes y aprovechar el tiempo para leer la Biblia juntos antes de marcharse al trabajo. Esta lectura sirve de base para las conversaciones sanas que tienen cuando salen de casa.

Un anciano de Nigeria sigue el programa de la Escuela del Ministerio Teocrático al leer la Biblia en casa con su familia. Todos los días, normalmente por las mañanas, leen un pasaje después de examinar el texto diario. Los niños se turnan para leer parte de la sección asignada. Luego se les pide que hagan preguntas sobre los versículos que han leído.

Un ama de casa de Japón lee la Biblia entera anualmente desde 1985. Todos los días comienza la lectura a las cinco de la mañana y le dedica de veinte a treinta minutos. Respecto a los beneficios, ella dice: “Ha fortalecido mi fe. Me ayuda a olvidar mi enfermedad y a concentrarme en la esperanza del Paraíso”.

Una hermana que lleva treinta años de precursora y cuyo esposo no es Testigo se levanta a diario a las cinco de la mañana para leer la Biblia. Lee unas cuatro páginas de las Escrituras Hebreas, un capítulo de las Escrituras Griegas Cristianas y un versículo de Proverbios. Lleva leyendo la Biblia entera anualmente desde 1959. Dice: “Gracias a la lectura, siento el amor de Jehová. [...] Recibo ánimo, consuelo y corrección”. Agrega: “Leer la Biblia es como si Jehová me diera nuevas fuerzas todos los días”.

Una hermana que aprendió la verdad en un país donde la obra de los testigos de Jehová está proscrita también tiene un esposo opuesto a sus creencias. Ella lee la Biblia de lunes a viernes entre las seis y las siete de la mañana. Esta costumbre le ha infundido fuerza interior. Reflexionando sobre cómo ha influido en ella la lectura bíblica, comenta: “Aprendemos a amar a Jehová y a Jesús, y a vivir felices pese a los problemas y las dificultades, pues sabemos que las promesas de Jehová no fallan”.

Una hermana decidió seguir el consejo que recibió en la Escuela del Servicio de Precursor de leer la Biblia diariamente. Al principio lo hacía entre las cinco y las seis de la mañana. Pero cuando un cambio de empleo se lo impidió, pasó a hacerlo entre las nueve y las diez de la noche. Ella explica lo que hacía cuando surgían otras situaciones difíciles: “Iba ajustando el horario según las circunstancias”.

Durante el día:

Dos hermanas carnales de la familia de Betel de Brasil acostumbran leer la Biblia juntas durante unos veinte minutos todos los días después del almuerzo. La han leído entera unas veinticinco veces; aun así, escriben: “Siempre encontramos algo nuevo, de modo que la lectura de la Biblia nunca se hace monótona”.

Una hermana soltera de Japón se dio cuenta de que, aun cuando se había criado como Testigo, no conocía bien las Escrituras. Al hacerse precursora, se resolvió a leer la Biblia con regularidad. Ahora se mantiene al día con la lectura bíblica de la Escuela del Ministerio Teocrático cuando hace un viaje semanal para recibir tratamiento médico. Luego, en casa, realiza más investigación. Hacia el final de la semana, lee la Biblia en orden cronológico.

Un joven de 13 años ya ha leído la Biblia entera tres veces, y actualmente lee un capítulo al día cuando llega de la escuela. Dice que le ha ayudado a “amar más a Jehová”.

Un Testigo muy ocupado —además de su responsabilidad laboral, es anciano, esposo y padre— escucha las cintas de la Biblia cuando viaja al trabajo en el metro. Al regresar a casa, lee la misma información que escuchó.

Además de leer las Escrituras, una precursora francesa escucha las cintas de la Biblia mientras cocina, mientras conduce, cuando afronta tiempos difíciles o sencillamente por placer.

Un precursor japonés de 21 años de edad recuerda que su madre insistía en que se alimentara espiritualmente todos los días, y desde la edad de 3 años ha estado leyendo la Biblia a diario, aunque no a la misma hora. Cuando lee la sección que ha escogido, se asegura de releer los versículos principales, y luego toma unos minutos para repasar mentalmente la información.

Otra precursora ha leído toda la Biblia unas diez veces en los últimos doce años. Su esposo es incrédulo, por lo que programa la lectura para la tarde.

Por la noche:

Durante los últimos ocho años, un anciano y precursor japonés ha tenido la costumbre de leer la Biblia por la noche antes de acostarse. Dice: “Los textos que más me gustan son los que indican cómo piensa Jehová, cómo se siente en cuanto a determinados asuntos y cómo maneja cada situación. Meditar en estos textos me ha ayudado a pensar igual que Jehová y a ayudar a mis hermanos cristianos y a mi familia”.

Un anciano de Francia lee la Biblia durante una hora todas las noches desde 1979. A menudo tiene abiertas cinco o seis versiones para compararlas. Dice que esta lectura cuidadosa le ha ayudado a comprender “de qué manera es aplicable el conocimiento bíblico a las diversas situaciones cotidianas”. También le ha ayudado a ser más eficiente al dar consejo bíblico.

Durante los últimos veintiocho años, un hermano nigeriano ha tenido la costumbre de leer por la noche el texto bíblico del folleto Examinando las Escrituras diariamente para comentarlo a la mañana siguiente. Además, lee todo el capítulo del que se ha tomado el texto. En vez de perder esta costumbre al casarse, ahora lee y examina la información con su esposa.

Una adolescente cuyos padres no son Testigos acostumbra leer la Biblia de cinco a diez minutos todas las noches antes de acostarse. Estos minutos son preciosos para ella. Antes y después de la lectura, hace una oración. Tiene la meta de conocer el mensaje que Jehová mandó redactar a los escritores de la Biblia.

Un hermano casado que sirve en Betel dice que ha leído toda la Biblia anualmente durante los últimos ocho años. Lee de veinte a treinta minutos todas las noches antes de acostarse. Incluso cuando está muy cansado, no puede dormirse sin hacer la lectura. Tiene que levantarse y satisfacer esa necesidad espiritual.

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