Preguntas de los lectores
Primera de Juan 4:18 nos dice: “No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor”. Pero Pedro escribió: “Tengan amor a toda la asociación de hermanos, estén en temor de Dios”. (1 Pedro 2:17.) ¿Cómo podemos armonizar estos dos versículos?
Tanto Pedro como Juan eran apóstoles a quienes Jesucristo mismo enseñó personalmente. Por lo tanto, podemos estar seguros de que no hay contradicción en sus palabras. En lo que respecta a los dos versículos supracitados, la clave está en que los dos apóstoles hablaban de diferentes clases de temor.
Veamos primero el consejo de Pedro. El contexto indica que Pedro estaba dando consejo inspirado a sus compañeros cristianos sobre la actitud que deberían tener con respecto a las personas que ocupan puestos de autoridad. En otras palabras: hablaba de cómo debe considerarse la sujeción en ciertos ámbitos. Por ello, aconsejó a los cristianos que se sujetaran a los hombres que ostentaban cargos de autoridad en los gobiernos humanos, como los reyes y los gobernadores. (1 Pedro 2:13, 14.) Más adelante, Pedro escribe: “Honren a hombres de toda clase, tengan amor a toda la asociación de hermanos, estén en temor de Dios, den honra al rey”. (1 Pedro 2:17.)
En vista del contexto, está claro que cuando Pedro escribió que los cristianos debían estar “en temor de Dios”, quiso decir que debían tener un respeto profundo y reverencial a Dios, un temor de desagradar a la autoridad suprema. (Compárese con Hebreos 11:7.)
¿Qué puede decirse de las palabras del apóstol Juan? Unos versículos antes, en el mismo 1 Juan capítulo 4, el apóstol habla de la necesidad de poner a prueba “las expresiones inspiradas”, como las que proceden de los falsos profetas. Esas expresiones de ningún modo se originan de Jehová Dios; proceden del mundo inicuo o reflejan su espíritu.
Ahora bien, los cristianos ungidos “se originan de Dios”. (1 Juan 4:1-6.) Por ello, Juan los exhortó del siguiente modo: “Amados, continuemos amándonos unos a otros, porque el amor es de Dios”. Dios tomó la iniciativa en la manifestación del amor, pues “envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados”. (1 Juan 4:7-10.) ¿Cuál debería ser nuestra respuesta?
Sin duda, deberíamos permanecer en unión con nuestro Dios de amor. No debería darnos miedo ni deberíamos temblar ante la perspectiva de acercarnos a él en oración. Un poco antes, Juan aconsejó: “Si nuestro corazón no nos condena, tenemos franqueza de expresión para con Dios; y cualquier cosa que le pedimos la recibimos de él, porque estamos observando sus mandamientos”. (1 Juan 3:21, 22.) En efecto, una buena conciencia nos da la libertad de acercarnos a Dios sin que el temor nos paralice o nos cohíba. Amamos a Jehová y nos sentimos libres de dirigirnos o acercarnos a él en oración. A este respecto, “no hay temor en el amor”.
Combinemos ahora las dos ideas. El cristiano debe tener siempre un temor reverencial a Jehová, que emana de un profundo respeto a su posición, poder y justicia. Pero también amamos a Dios como nuestro Padre y nos sentimos cerca de él y con libertad de hablarle. No nos cohíbe ningún pavor y confiamos en que podemos acercarnos a él, como un niño se siente libre de acercarse a su padre que lo ama. (Santiago 4:8.)