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  • ¿Es inmortal el alma?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1996
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1996
w96 1/8 págs. 3-4

¿Es inmortal el alma?

AMIGOS y parientes desfilan silenciosos ante el ataúd abierto para contemplar el cadáver del joven de 17 años. Sus compañeros de colegio casi no lo reconocen. La quimioterapia le causó la caída del pelo y el cáncer le ocasionó una gran pérdida de peso. ¿Es ese realmente su amigo? Hace apenas unas semanas rebosaba de ideas, de preguntas, de energía, de vida. Su madre repite una y otra vez llorando: “Tommy es más feliz ahora. Dios quería que estuviera con él en el cielo”.

Esta acongojada madre halla un poco de esperanza y consuelo en la idea de que su hijo de algún modo sigue viviendo. En la iglesia le han enseñado que el alma es inmortal, que es la sede de la personalidad, de los pensamientos, de la memoria: el “yo”. Según ella, el alma de su hijo no ha muerto en absoluto; siendo un espíritu vivo, abandonó el cuerpo al momento de la muerte y fue al cielo para estar con Dios y los ángeles.

Ante la tragedia, el corazón humano se aferra desesperadamente a cualquier rayo de esperanza; por ello se comprende fácilmente el gran atractivo que ejerce esta doctrina. Considere, por ejemplo, la manera como se expresa el teólogo J. Paterson-Smyth en The Gospel of the Hereafter (El evangelio del más allá): “La muerte es muy poca cosa comparada con lo que viene después: ese maravillosísimo mundo en el que nos introduce”.

Por todo el mundo, personas de muy diversas culturas y religiones creen que el hombre posee en su interior un alma inmortal, un espíritu consciente que subsiste después de la muerte del cuerpo. Esta es una creencia casi universal de millares de religiones y sectas de la cristiandad. Constituye asimismo un dogma oficial del judaísmo. Los hindúes sostienen que el atman, es decir, el alma, fue creada al principio del tiempo, que queda aprisionada en el cuerpo al nacer y que en la muerte pasa a otro cuerpo en un ciclo continuo de reencarnaciones. En concepto de los musulmanes, el alma viene a la existencia con el cuerpo y sobrevive a la muerte del mismo. Otras fes, como los cultos animistas africanos, el sintoísmo y hasta cierto punto el budismo, enseñan variaciones sobre el mismo tema.

Preguntas inquietantes

La noción de un alma inmortal posee un atractivo innegable y casi universal, si bien da origen a varias preguntas inquietantes. La gente, por ejemplo, se pregunta adónde va el alma de un ser querido que no ha llevado una vida muy ejemplar. ¿Se reencarnará en algún tipo de vida inferior? ¿Se le enviará al purgatorio para que el fuego lo purifique de sus pecados hasta que sea digno de ir al cielo? Peor aún, ¿sufrirá eterno castigo en las llamas del infierno? ¿O es un espíritu al que hay que aplacar, como enseñan multitud de religiones animistas?

Tales conceptos se convierten en una perspectiva agobiante para los vivos. ¿Debemos aplacar el espíritu de nuestros amados que han muerto, no sea que se venguen de nosotros? ¿Nos toca ayudarlos a salir de un horrible purgatorio? ¿O solo nos queda temblar horrorizados e impotentes, pensando en sus padecimientos en el infierno? ¿Deberíamos tratar a ciertos animales vivos como si estos albergaran el alma de seres humanos que han muerto?

Las preguntas que se plantean en cuanto al mismo Dios no son ni mucho menos alentadoras. Por ejemplo, muchos padres, como la madre antes mencionada, al principio se consuelan con la idea de que Dios se “llevó” el alma inmortal de su hijo al cielo para estar con él. No obstante, en el caso de un buen número, es solo cuestión de tiempo que empiecen a preguntarse qué clase de Dios infligiría una enfermedad pavorosa a un niño inocente y arrebataría a los desconsolados padres la vida de su querido hijo, simplemente para llevárselo al cielo antes del tiempo debido. ¿Dónde están la justicia, el amor y la misericordia de un Dios así? Algunos hasta dudan de la sabiduría de tal Dios. Para empezar, ¿por qué pondría un Dios sabio a todas estas almas en la Tierra si de todos modos iban a terminar en el cielo? ¿No significaría ello que la creación de la Tierra fue en realidad un esfuerzo enorme e inútil? (Compárese con Deuteronomio 32:4; Salmo 103:8; Isaías 45:18; 1 Juan 4:8.)

Evidentemente, la doctrina de la inmortalidad del alma humana, de cualquier forma que se enseñe, da lugar a preguntas desconcertantes e incluso a incoherencias. ¿Por qué? Gran parte del problema radica en su origen. Será muy iluminador explorar brevemente sus raíces. Quizás le sorprenda saber lo que la propia Biblia dice sobre el alma. Este libro ofrece una esperanza de vida después de la muerte mucho mejor que la que suelen enseñar las religiones del mundo.

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