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  • El cristianismo en acción en medio del caos

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  • El cristianismo en acción en medio del caos
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
w98 15/1 págs. 3-7

El cristianismo en acción en medio del caos

TODO comenzó repentinamente un día de abril de 1994. Los presidentes de Burundi y Ruanda murieron en un accidente aéreo. Unas cuantas horas después, una horrenda ola de violencia barrió toda Ruanda. En poco más de tres meses perecieron más de quinientos mil hombres, mujeres y niños ruandeses. Algunas personas se refieren a ese tiempo como “el genocidio”.

La mitad de los 7.500.000 habitantes de Ruanda se vieron obligados a huir, incluidos 2.400.000 que procuraron refugio en países vecinos. Fue el éxodo de refugiados mayor y más rápido de la historia contemporánea. Se establecieron campos de refugiados a toda prisa en Zaire (actualmente, la República Democrática del Congo), Tanzania y Burundi. Algunos de estos campos —los mayores del mundo— albergaron a 200.000 personas.

Entre los refugiados había muchos testigos de Jehová, quienes constituyen un pueblo amante de la paz que pone en práctica los principios bíblicos en la vida diaria. En todos los países donde viven, son estrictamente neutrales y aplican el principio expresado en las siguientes palabras de Isaías 2:4: “Tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra”. Se reconoce ampliamente que los testigos de Jehová son un grupo religioso que no participó en el genocidio de Ruanda.

Jesucristo dijo que sus seguidores “no son parte del mundo”. Sin embargo, puesto que están “en el mundo”, a veces se ven afectados por el caos de las naciones (Juan 17:11, 14). Unos cuatrocientos Testigos perdieron la vida en el genocidio de Ruanda, y alrededor de dos mil Testigos y personas interesadas en el mensaje del Reino se convirtieron en refugiados.

¿Significa el que no sean parte del mundo que los testigos de Jehová se queden con los brazos cruzados cuando azota la calamidad? No. La Palabra de Dios dice: “Si un hermano o una hermana están en estado de desnudez y carecen del alimento suficiente para el día, y sin embargo alguno de entre ustedes les dice: ‘Vayan en paz, manténganse calientes y bien alimentados’, pero ustedes no les dan las cosas necesarias para su cuerpo, ¿de qué provecho es? Así, también, la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma” (Santiago 2:15-17). El amor al prójimo motiva a los Testigos a ayudar también a las personas cuyas creencias religiosas difieren de las suyas (Mateo 22:37-40).

Aunque los testigos de Jehová de todo el mundo tenían muchos deseos de ayudar a sus compañeros de creencia afectados por la calamidad de Ruanda, se asignó la coordinación de la obra de socorro a los de Europa occidental. En el verano de 1994, un grupo de voluntarios Testigos procedentes de Europa actuaron con urgencia para ayudar a sus hermanos cristianos de África. Establecieron campamentos bien organizados y centros de atención médica provisionales para los refugiados ruandeses. Se enviaron por avión y otros medios de transporte grandes cantidades de ropa, mantas, alimento y publicaciones bíblicas. Más de siete mil personas afectadas —casi el triple de la cantidad de testigos de Jehová que había por entonces en Ruanda— se beneficiaron de la obra de socorro. Para diciembre de aquel año, miles de refugiados, entre ellos la mayoría de los testigos de Jehová, habían vuelto a Ruanda con la esperanza de rehacer su vida.

Guerra en el Congo

En 1996 estalló la guerra en la zona oriental de la República Democrática del Congo fronteriza con Ruanda y Burundi, y de nuevo se produjeron violaciones y matanzas. Entre tiroteos y aldeas incendiadas, la gente huyó tratando de conservar la vida. Los testigos de Jehová también se vieron atrapados en medio del caos, y unos cincuenta perdieron la vida. Algunos murieron a causa de balas perdidas, y a otros los asesinaron por pertenecer a una determinada etnia o porque los confundieron con enemigos. El fuego arrasó una aldea donde vivían 150 Testigos. En otras aldeas se quemaron decenas de casas y algunos Salones del Reino. Privados de sus hogares y posesiones, los Testigos huyeron a otras zonas, donde los socorrieron sus compañeros de creencia.

El hambre sigue a la guerra, pues se destruyen las cosechas, se saquean los depósitos de alimentos, se impide que lleguen a su destino los artículos de primera necesidad y el alimento que puede conseguirse se vende caro. En Kisangani, a principios de mayo de 1997, un kilogramo de papas costaba unos 3 dólares (E.U.A.), un precio prohibitivo para la mayoría de las personas. Casi nadie podía permitirse comer más de una vez al día. Como es de esperarse, la escasez de alimentos trae como secuela las enfermedades. La desnutrición debilita las defensas del cuerpo contra la malaria, las enfermedades diarreicas y las afecciones gástricas; los niños, en particular, sufren y mueren.

Se evalúa la necesidad

Una vez más, los testigos de Jehová de Europa respondieron con prontitud a la necesidad. Para abril de 1997 un grupo de socorro compuesto de Testigos, entre ellos dos médicos, había llegado en avión con medicinas y dinero. En Goma, los Testigos del lugar ya habían formado varios comités de socorro con el fin de evaluar la situación y así dar ayuda inmediata. Los que componían el grupo de socorro exploraron la ciudad y las zonas aledañas, y enviaron mensajeros para obtener informes de lugares más distantes. Recibieron datos de Kisangani, a más de 1.000 kilómetros al oeste de Goma. Los hermanos de la localidad ayudaron a coordinar la obra de socorro en Goma, donde viven unos setecientos Testigos.

Uno de los ancianos cristianos de Goma dijo: “Nos conmovió profundamente ver a nuestros hermanos que habían venido de tan lejos para ayudarnos. Antes de su llegada, nos ayudamos nosotros mismos unos a otros. Muchos hermanos se habían visto obligados a huir de las zonas rurales a Goma. Algunos habían perdido sus casas y habían tenido que abandonar sus campos. Los acogimos en nuestros hogares y compartimos con ellos la ropa y el poco alimento del que disponíamos. La asistencia que podíamos darles aquí era muy limitada. Algunos de nosotros sufríamos de desnutrición.

”Sin embargo, los hermanos de Europa trajeron dinero, con el que pudimos comprar alimento, el cual era escaso y muy caro. La comida nos llegó en un momento crítico, pues muchos no tenían nada que comer en sus hogares. Repartimos el alimento tanto entre los Testigos como entre otras personas. Si no nos hubieran llegado las provisiones de socorro cuando lo hicieron, muchas personas más habrían muerto, especialmente niños. Jehová salvó a su pueblo. Personas que no eran Testigos quedaron muy impresionadas, y muchas hicieron comentarios respecto a nuestra unidad y amor. Algunas reconocieron que nuestra religión es la verdadera.”

Aunque compramos alimento en la localidad y se repartieron medicinas, la tarea no había terminado. Se necesitaba ropa, mantas, mayores suministros de alimento y medicinas, y ayuda para reconstruir los hogares destruidos.

Donativos generosos

Los hermanos de Europa nuevamente estaban deseosos de ayudar. La oficina de los testigos de Jehová de Louviers (Francia) informó de la necesidad a las congregaciones del valle del Rhône, a las de Normandía y a algunas de París. Aquí entró en juego otro principio bíblico, a saber: “El que siembra parcamente, parcamente también segará; y el que siembra liberalmente, liberalmente también segará. Que cada uno haga tal como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:6, 7).

Miles de personas aprovecharon gozosamente la oportunidad de dar. Cajas y bolsas de ropa, zapatos y otros artículos llegaron a raudales a los Salones del Reino, y luego se transportaron a la sucursal de los testigos de Jehová de Francia. Allí había 400 voluntarios listos para participar en la siguiente etapa de la obra “Ayudemos a Zaire”. A medida que se recibían grandes cantidades de artículos donados, los voluntarios clasificaban la ropa, la doblaban y la empacaban en cajas, que luego colocaban sobre paletas en montones de treinta. Los niños habían pensado en sus hermanitos de África y habían enviado juguetes, tales como atractivos coches, trompos, muñecas y osos de peluche. Estos artículos se empacaron junto con los de primera necesidad. En total, se llenaron y enviaron al Congo nueve contenedores de 12 metros.

¿Cuántas provisiones de socorro se han enviado a África central con la colaboración de miles de Testigos de Bélgica, Francia y Suiza? Para junio de 1997 se habían mandado 500 kilogramos de medicinas, 10 toneladas de galletas de alto contenido proteínico y 20 toneladas de otros alimentos, 90 toneladas de ropa, 18.500 pares de zapatos y 1.000 mantas, además de publicaciones bíblicas. Los refugiados agradecieron mucho todo lo que recibieron, pues los reconfortó y les ayudó a aguantar las penalidades. El costo de las provisiones ascendió a un total de casi 1.000.000 de dólares (E.U.A.). Tales contribuciones evidenciaron la hermandad y el amor existentes entre los siervos de Jehová.

Se reparten las provisiones en el Congo

Cuando se empezaron a recibir las provisiones en el Congo, dos hermanos y una hermana llegaron de Francia para trabajar con los comités de socorro del lugar. Respecto a la gratitud de los hermanos del Congo, Joseline dijo: “Recibimos muchas cartas de agradecimiento. Una hermana pobre me regaló un adorno de malaquita. Algunos hermanos nos regalaron fotografías de sí mismos. A la hora de partir, las hermanas me besaron, me abrazaron y lloraron. Yo también lloré. Muchos hermanos hicieron comentarios como el siguiente: ‘Jehová es bueno. Se acuerda de nosotros’. Así reconocieron que el mérito por las dádivas que habían recibido pertenecía a Dios. Mientras repartíamos los alimentos, los hermanos alababan a Jehová con cánticos del Reino. Fue muy conmovedor”.

Un médico llamado Loic formaba parte del grupo de socorro. Los hermanos abarrotaron el Salón del Reino y esperaron pacientemente que les llegara el turno de recibir atención médica. Una hermana del Congo, deseosa de ayudar, preparó y donó unas cuarenta rosquillas para repartirlas entre los presentes. Puesto que había aproximadamente ochenta personas en el salón, a cada una le tocó media rosquilla.

Se ayuda a personas que no son Testigos

Tal ayuda humanitaria no se entregó únicamente a los testigos de Jehová. Como había sucedido en 1994, otras personas también se beneficiaron de ella, lo cual armoniza con las siguientes palabras recogidas en Gálatas 6:10: “Realmente, pues, mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe”.

En las inmediaciones de Goma, los Testigos entregaron medicinas y ropa a varias escuelas primarias y a un orfanato que albergaba a 85 niños. En un viaje anterior que había hecho para evaluar la situación, el grupo de socorro había visitado el orfanato y había prometido llevar 50 cajas de galletas de alto contenido proteínico, cajas de ropa y 100 mantas, además de medicinas y juguetes. En esa ocasión los niños se pusieron en fila en el patio y cantaron para los visitantes. Luego hicieron la siguiente solicitud especial: ¿sería posible que les consiguieran un balón de fútbol?

Al cabo de unas cuantas semanas, el grupo de socorro cumplió con lo prometido y llevó las provisiones. Al director del orfanato le impresionó la generosidad de los Testigos y lo que leyó en las publicaciones bíblicas que le habían dejado, y dijo que estaba encaminado a hacerse testigo de Jehová. ¿Recibieron los niños el balón de fútbol? “No —respondió Claude, el coordinador del grupo de socorro de Francia—. Les dimos dos balones.”

Los campos de refugiados

La ayuda no se limitó al Congo. Miles de refugiados habían huido de la zona de guerra a un país cercano, en el que se habían instalado a toda prisa tres campos de refugiados. Los Testigos viajaron también a ese lugar para determinar lo que podía hacerse. Al momento de la preparación de este informe, los campos albergaban a 211.000 refugiados, provenientes en su mayoría del Congo. Unos ochocientos eran Testigos, hijos de Testigos o personas interesadas en las buenas nuevas del Reino. Un problema acuciante en los campos era la escasez de alimento. En uno, solo había suficiente alimento para tres días, que en parte eran frijoles almacenados durante tres años.

No obstante, los Testigos tenían buen ánimo. Pese a que disponían de pocas publicaciones bíblicas, conducían con regularidad reuniones al aire libre para edificarse unos a otros espiritualmente. También predicaban con diligencia las buenas nuevas del Reino de Dios a otras personas en los campos (Mateo 24:14; Hebreos 10:24, 25).

Uno de los Testigos del grupo de investigación era médico. Aunque las autoridades solo les permitieron quedarse unos cuantos días en cada campo, atendieron consultas médicas. Además, dejaron medicinas y dinero a los ancianos cristianos, lo que permitió que los hermanos sobrevivieran. A la vez, abrigaban la esperanza de que los Testigos alojados en los campos pudieran regresar pronto a su país.

¿Qué puede decirse del futuro? Jesucristo predijo que nuestro tiempo se caracterizaría por el caos a gran escala, la guerra y las escaseces de alimento (Mateo 24:7). Los testigos de Jehová son conscientes de que solo el Reino de Dios pondrá fin al sufrimiento que actualmente existe en la Tierra. Bajo su dominio, nuestro hogar terrestre se convertirá en un paraíso de paz, abundancia y felicidad eterna para la humanidad obediente (Salmo 72:1, 3, 16). Mientras llega ese tiempo, los Testigos proclamarán las buenas nuevas del Reino celestial y seguirán ayudando a sus compañeros de creencia y a otras personas en momentos de necesidad.

[Comentario de la página 4]

Desde 1994, tan solo los testigos de Jehová de Europa han enviado más de 190 toneladas de alimento, ropa, medicinas y otras provisiones de socorro a la región de los grandes lagos de África

[Recuadro de la página 6]

DEMUESTRAN SU AMOR CRISTIANO MEDIANTE ACCIONES

Ruth Danner fue una de las personas que participaron con entusiasmo en Francia en la obra “Ayudemos a Zaire”. De niña estuvo internada en diversos campos de concentración nazis por causa de su fe cristiana. Ella comentó: “¡Cuánto gozo nos dio ayudar a nuestros hermanos africanos! Pero me sentí especialmente feliz por una razón en particular. En 1945, cuando regresamos de Alemania, no poseíamos nada en absoluto; hasta la ropa que llevábamos puesta era prestada. Sin embargo, al poco tiempo recibimos ayuda material de nuestros hermanos espirituales de América. Así que, esta obra de socorro me dio la oportunidad de corresponder a la bondad que se nos mostró hace tanto tiempo. ¡Qué gran privilegio es formar parte de una familia tan numerosa de hermanos que demuestran su amor cristiano mediante acciones!” (Juan 13:34, 35).

[Ilustración de la página 7]

Pronto habrá un paraíso terrestre con abundantes provisiones para todos sus habitantes

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