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  • Razones sólidas para ser optimistas hoy en día
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
w98 1/2 págs. 4-6

Razones sólidas para ser optimistas hoy en día

EL HISTORIADOR y sociólogo H. G. Wells, nacido en 1866, influyó mucho en el pensamiento del siglo XX. En sus escritos expuso la convicción de que se conseguiría el paraíso mediante el progreso científico. Así pues, Collier’s Encyclopedia rememora el “optimismo ilimitado” de Wells en su incansable esfuerzo por adelantar su causa. Por otra parte, también informa que con el estallido de la II Guerra Mundial su optimismo se hizo añicos.

Al caer en la cuenta de que “la ciencia podía utilizarse para el mal además de para el bien, perdió la fe y cayó en el pesimismo”, dice Chambers’s Biographical Dictionary. ¿Por qué?

La fe y el optimismo de Wells tenían como fundamento exclusivo los logros humanos. Cuando comprendió que la humanidad era incapaz de alcanzar la utopía, no tenía adónde más acudir. La desesperación se convirtió fácilmente en pesimismo.

Hoy en día muchas personas experimentan lo mismo, y por la misma razón. Rebosan de optimismo en la juventud, pero con el paso de los años se sumen en un sombrío pesimismo. Algunos jóvenes hasta abandonan lo que se considera una vida normal y adoptan un modo de vivir caracterizado por el consumo de drogas, la promiscuidad y otras costumbres destructivas. ¿Cuál es la solución de estos problemas? Examine los siguientes ejemplos tomados de tiempos bíblicos, y observe las sólidas razones —pasadas, presentes y futuras— que hay para ser optimistas.

Se recompensa el optimismo de Abrahán

En el año 1943 a.E.C., Abrahán se mudó de Harán, cruzó el río Éufrates y entró en la tierra de Canaán. Se le ha llamado “el padre de todos los que tienen fe”, y ¡qué buen ejemplo dio! (Romanos 4:11.)

A Abrahán lo acompañó Lot (el hijo huérfano de su hermano) y la familia de este. Posteriormente, cuando una escasez de alimentos azotó la tierra, las dos familias se mudaron a Egipto, y con el tiempo, regresaron juntas. Para entonces, tanto Abrahán como Lot eran acaudalados y contaban con rebaños y hatos. Cuando se produjo una riña entre los manaderos de ambos, Abrahán tomó la iniciativa y dijo: “Por favor, que no continúe riña alguna entre yo y tú y entre mis manaderos y tus manaderos, porque somos hermanos. ¿No está a tu disposición todo el país? Por favor, sepárate de mí. Si tú vas a la izquierda, entonces yo ciertamente iré a la derecha; pero si tú vas a la derecha, entonces yo ciertamente iré a la izquierda” (Génesis 13:8, 9).

Por ser Abrahán el mayor de los dos, podría haber procurado su propio beneficio, y Lot pudiera haberlo aceptado por deferencia a su tío. Sin embargo, “Lot alzó los ojos y vio todo el Distrito del Jordán, que todo él era una región bien regada, antes de que Jehová arruinara a Sodoma y Gomorra, como el jardín de Jehová, como la tierra de Egipto hasta Zóar. Entonces Lot escogió para sí todo el Distrito del Jordán”. Con tal selección, Lot tenía buenas razones para ser optimista. Pero ¿qué puede decirse de Abrahán? (Génesis 13:10, 11.)

¿Obró Abrahán con insensatez y arriesgó el bienestar de su familia? No. Su actitud positiva y su espíritu generoso le reportaron muchos beneficios. Jehová le dijo: “Alza los ojos, por favor, y mira desde el lugar donde estás, hacia el norte y hacia el sur y hacia el este y hacia el oeste, porque toda la tierra que estás mirando, a ti y a tu descendencia la voy a dar hasta tiempo indefinido” (Génesis 13:14, 15).

El optimismo de Abrahán tenía fundamento sólido. Se basaba en la promesa de Dios de que haría de él una nación grande para que “se [bendijeran] por medio de [él] todas las familias del suelo” (Génesis 12:2-4, 7). Nosotros también contamos con buenas razones para tener confianza, pues sabemos que “Dios hace que todas sus obras cooperen juntas para el bien de los que aman a Dios” (Romanos 8:28).

Dos espías optimistas

Habían pasado más de cuatrocientos años, y la nación de Israel estaba a punto de entrar en Canaán, “una tierra que [manaba] leche y miel” (Éxodo 3:8; Deuteronomio 6:3). Moisés comisionó a doce principales a ‘explorar la tierra y volver a traer palabra respecto al camino por el cual debían subir y las ciudades a las que llegarían’ (Deuteronomio 1:22; Números 13:2). Los doce espías ofrecieron una descripción uniforme de la prosperidad de la tierra, pero diez dieron un informe pesimista que infundió temor en el corazón de la gente (Números 13:31-33).

Por otra parte, Josué y Caleb presentaron a la gente un mensaje optimista e hicieron todo lo posible por disipar los temores de esta. Su actitud y su informe reflejaron plena confianza en la capacidad de Jehová de cumplir su promesa de llevarlos a la Tierra Prometida; pero fue en vano. En lugar de hacerles caso, “toda la asamblea habló de lapidarlos” (Números 13:30; 14:6-10).

Moisés instó a la gente a confiar en Jehová, pero esta rehusó escuchar. La persistente actitud pesimista de la nación la llevó a vagar cuarenta años por el desierto. De los doce espías, solo Josué y Caleb recibieron las recompensas del optimismo. ¿Cuál fue el problema fundamental? La falta de fe, pues la gente confió en su propia sabiduría (Números 14:26-30; Hebreos 3:7-12).

La vacilación de Jonás

Jonás vivió en el siglo IX a.E.C. La Biblia indica que fue un fiel profeta de Jehová en el reino de diez tribus de Israel durante el reinado de Jeroboán II. Sin embargo, rehusó aceptar el cometido de ir a Nínive para advertir a la gente. El historiador Josefo dice que Jonás “no partió para allá por miedo, sino que escapó” y viajó a Jope, donde se embarcó con rumbo a Tarsis, probablemente la actual España (Jonás 1:1-3). En Jonás 4:2 se explica por qué Jonás adoptó una actitud tan pesimista respecto a esta asignación.

Con el tiempo, Jonás concordó en llevar a cabo su misión, pero se encolerizó cuando la gente de Nínive se arrepintió. De modo que Jehová le enseñó una buena lección sobre la compasión haciendo que se secara y muriera la calabaza vinatera en cuya sombra se había refugiado (Jonás 4:1-8). Hubiera sido más apropiado que Jonás sintiera lástima por los 120.000 hombres de Nínive que no sabían “la diferencia entre su mano derecha y su izquierda” que por la muerte de la planta (Jonás 4:11).

¿Qué aprendemos de la experiencia de Jonás? Que no hay lugar para el pesimismo en el servicio sagrado. Si percibimos la dirección de Jehová y la seguimos con plena confianza, tendremos éxito (Proverbios 3:5, 6).

Optimistas ante las adversidades

“No te muestres acalorado a causa de los malhechores —dijo el rey David—. No envidies a los que hacen injusticia.” (Salmo 37:1.) Este ciertamente es un consejo sabio, pues las injusticias y la corrupción abundan a nuestro alrededor (Eclesiastés 8:11).

Sin embargo, aunque no envidiemos a los injustos, fácilmente podemos sentirnos frustrados al ver a personas inocentes sufrir a manos de los inicuos, o al experimentar en carne propia algún trato injusto. Tales experiencias hasta pueden llevarnos al desaliento y el pesimismo. Cuando nos sentimos así, ¿qué debemos hacer? En primer lugar, debemos recordar que los inicuos se equivocan al suponer despreocupadamente que nunca recibirán su merecido. El versículo 2 del Salmo 37 nos asegura: “Como hierba, rápidamente se marchitarán [los malhechores], y como hierba verde nueva se desvanecerán”.

Además, podemos seguir haciendo lo que es bueno, mantener una actitud optimista y esperar en Jehová. “Apártate de lo que es malo y haz lo que es bueno, y por lo tanto reside hasta tiempo indefinido —continuó el salmista—. Porque Jehová es amador de la justicia, y no dejará a los que le son leales.” (Salmo 37:27, 28.)

Triunfa el verdadero optimismo

¿Qué puede decirse, pues, de nuestro futuro? El libro bíblico de Revelación (Apocalipsis) nos habla de “cosas que tienen que suceder dentro de poco”. Entre ellas, se nos revela que un jinete que va montado sobre un caballo de color de fuego, representativo de la guerra, “[quitaría] de la tierra la paz” (Revelación 1:1; 6:4).

Durante la I Guerra Mundial muchas personas de Gran Bretaña creyeron, con optimismo, que aquella iba a ser la última guerra de grandes proporciones. En 1916, el estadista británico David Lloyd George fue más realista. Dijo: “Esta guerra, como la siguiente, es una guerra para acabar con todas las guerras” (cursivas nuestras). Estaba en lo cierto. La II Guerra Mundial solo sirvió para acelerar la producción de métodos más diabólicos de destrucción en masa. Desde que terminó esa guerra han pasado más de cincuenta años y todavía no se vislumbra el fin de las guerras.

El mismo libro de Revelación habla de más jinetes, que representan el hambre, las plagas y la muerte (Revelación 6:5-8). Estas son otras facetas de la señal de los tiempos (Mateo 24:3-8).

¿Deberían causarnos pesimismo? En absoluto, pues la visión también hace referencia a “un caballo blanco; y el que iba sentado sobre él tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo y para completar su victoria” (Revelación 6:2). En este pasaje se representa a Jesucristo en su función de Rey celestial eliminando toda la iniquidad y cabalgando para instaurar la paz y la armonía mundiales.a

Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra como futuro Rey, enseñó a sus discípulos a pedir en oración ese Reino. Quizás a usted también se le ha enseñado el “padrenuestro”. En él pedimos que venga el Reino de Dios y que se efectúe su voluntad aquí en la Tierra como se hace en el cielo (Mateo 6:9-13).

En lugar de intentar remendar el presente sistema de cosas, Jehová, mediante su Rey mesiánico, Jesucristo, lo eliminará por completo y lo reemplazará, pues promete: “Voy a crear nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón”. Bajo el Reino celestial, la Tierra se convertirá en un hogar pacífico y feliz donde la vida y el trabajo serán fuente de gozo constante para la humanidad. “Alborócense y estén gozosos para siempre en lo que voy a crear —dice Jehová—. La obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal.” (Isaías 65:17-22.) Si usted fundamenta su esperanza en esa promesa segura, tendrá razones sólidas para ser optimista, tanto ahora como para siempre.

[Nota]

a Se presenta un análisis detallado de esta visión en el capítulo 16 del libro Apocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Ilustración de la página 4]

H. G. Wells

[Reconocimiento]

Corbis-Bettmann

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