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  • El ágora: corazón de la antigua Atenas
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
w98 15/7 págs. 25-28

El ágora: corazón de la antigua Atenas

LA COMUNIDAD intelectual de Atenas estaba alborotada. En el ágora, o plaza del mercado, de la ciudad griega se publicaban constantemente nuevas ideas. Pero esta vez era algo muy diferente. Un judío recién llegado a la ciudad parecía ser “publicador de deidades extranjeras”. Estaba haciendo afirmaciones sorprendentes a “los que por casualidad se hallaban allí”. “¿Qué es lo que este charlatán quisiera contar?”, preguntaban los altivos epicúreos y los serios estoicos. Si había un lugar donde se podían mantener debates públicos sobre prácticamente cualquier tema concebible, este era, sin duda, el ágora ateniense. Pero presentar dioses extranjeros... ¡ah no, eso era demasiado! (Hechos 17:17, 18.)

Con tal desconfianza reaccionaron los atenienses cuando Pablo predicó por primera vez en el ágora de su ciudad. El apóstol les habló de Jesucristo y de la resurrección. No obstante, para una cultura de mentalidad aparentemente tan abierta como la de Atenas, ¿qué tenía de particular introducir aquellos nuevos conceptos en el ágora?

Atenas obtiene su plaza pública

En realidad, lo singular era la misma ágora y el papel fundamental que desempeñaba en la vida religiosa y pública de los atenienses. El ágora de Atenas ocupa una zona de 10 hectáreas en suave declive al noroeste de la Acrópolis. Parece que a principios del siglo VI a.E.C., en los tiempos del estadista y legislador Solón, se decidió situar la plaza pública de la ciudad en estos terrenos. Con la instauración de la democracia en Atenas, fue concediéndose cada vez mayor importancia a la vida cívica, lo que llevó a la construcción de numerosos edificios durante los primeros años del siglo siguiente. Esto revitalizó el ágora y le otorgó un papel más significativo.

La palabra griega a·go·rá se deriva de un verbo que significa “reunir, juntar”, lo cual encaja con el uso que recibía el ágora, a saber, lugar principal de reunión de la ciudad. El ágora se convirtió en el corazón de la vida social y pública. Era el centro administrativo, judicial y comercial; el escenario de representaciones de dramas griegos y de exhibiciones atléticas, y uno de los lugares predilectos de reunión para ventilar cuestiones intelectuales.

¿Le gustaría visitar los restos de los templos, columnatas, estatuas, monumentos y edificios públicos del ágora ateniense? Para examinar el pasado de este lugar, dejemos atrás el ruido y el ajetreo de la ciudad moderna y sigamos los senderos de grava que discurren entre las silenciosas ruinas de mármol, las piedras talladas y los portales desmoronados cubiertos de vegetación silvestre.

Templos, santuarios y dioses patronos

Los visitantes quedan impresionados por la profusión de templos, altares y santuarios dedicados a distintas deidades. Todas esas construcciones hacían del ágora un importante centro de culto, superado solo por la Acrópolis. Durante la Edad de Oro de la Atenas clásica, la religión se había infiltrado en todo aspecto de la vida pública, lo cual supuso necesariamente la dedicación de templos en el ágora a las diversas divinidades nombradas “dioses patronos” de las instituciones políticas y los servicios administrativos.

Entre estas edificaciones se destacaba el Hefesteion, o templo de Hefesto, lugar en el que se rendía culto a este dios y a otra diosa relacionada con él, Atenea, los patronos de las artes y los oficios. Los descubrimientos arqueológicos de herrerías y alfarerías en los alrededores de este templo lo vinculan con Hefesto, el dios griego de los oficios que requieren el uso de fuego. Probablemente a mediados del siglo VII E.C., el templo, que se hallaba en buen estado, fue transformado en la Iglesia Ortodoxa Griega de San Jorge, si bien no se utiliza como tal en la actualidad.

Obviamente, el ágora necesitaba su propia deidad patrona. Esta era Zeus Agoraios, el supuesto inspirador de la oratoria, a quien se dedicó un altar esculpido en precioso mármol pentélico y con ornamentos (compárese con Hechos 14:11, 12). Un altar cercano consagrado a la Madre de los Dioses estaba flanqueado por un espectacular conjunto de monumentos a héroes.

Un poco más adelante encontramos un pequeño templo jónico que el geógrafo Pausanias identificó como el Templo de Apolo Patroos (Apolo Paterno). ¿Por qué se le llamaba así a este dios? Porque, según una antigua leyenda griega, era el padre de Ión, el fundador de la raza jonia, a la que pertenecían los atenienses.a Por tal razón, Apolo era uno de los dioses patronos de la organización administrativa estatal, sobre todo en lo pertinente a las diversas cofradías o hermandades que existían en la ciudad.

Justo al norte vemos las ruinas de piedra caliza de un templo más pequeño construido a mediados del siglo IV a.E.C., en el que se adoraba a Zeus Fratrio y Atenea Fratria, las principales deidades de las fratrías, o cofradías religiosas ancestrales. La pertenencia a estas hermandades era casi obligada para obtener la ciudadanía ateniense. Al otro lado de la calle encontramos los restos del altar de los Doce Dioses.

En la cercana Stoá de Zeus Eleutherios (Zeus Libertador), también se veneraba a la principal deidad griega, esta vez como dios de la libertad. Esta stoá, o pórtico, era un paseo y lugar de reunión popular. Se dice que el famoso filósofo Sócrates se encontraba con sus amigos en este edificio, en el que podían sentarse a hablar o pasear. Muchas ofrendas realizadas para decorar la Stoá de Zeus Eleutherios, como los escudos de los guerreros que morían luchando por la defensa de Atenas, guardan una estrecha relación con la liberación de la ciudad de manos de sus enemigos y la conservación de su libertad.

La vía Panatenaica

Una avenida ancha llamada vía Panatenaica cruzaba diagonalmente el ágora. Su nombre y su carácter especial procedían de las fiestas nacionales de Atenas, las Panateneas. Durante estas festividades se llevaba el velo de la diosa Atenea por dicha calle, desde la Casa de la Procesión (junto a la puerta principal de la ciudad) hasta la Acrópolis. Un friso del Partenón nos ayuda a visualizar la pompa y el esplendor de la procesión: la caballería, las cuadrigas de carreras, las vacas y ovejas expiatorias, los hombres jóvenes y las niñas que transportaban los materiales necesarios para el sacrificio. Los ciudadanos de Atenas y sus invitados contemplaban la procesión desde una posición cómoda, pues los arquitectos los habían tenido en cuenta a la hora de diseñar el ágora. Por ejemplo, los pórticos contaban con terrazas y escalones en la parte frontal en perfecta orientación hacia la vía Panatenaica. La generosa cantidad de escalones esculpidos daba cabida a muchos espectadores.

“Llena de ídolos”

Con tal concentración de templos, estatuas y monumentos, no sorprende que al apóstol Pablo “se le [irritara] el espíritu en su interior al contemplar que la ciudad estaba llena de ídolos” (Hechos 17:16). Lo que observó al entrar en el ágora debió impactarlo. Había tantas estatuas fálicas del dios Hermes que se precisó un pórtico entero, conocido como la Stoá de Hermes, para albergarlas. En las vestiduras de algunas imágenes pintadas de este dios aparecen esvásticas, que simbolizan la fertilidad y la vida. También podía verse una estatua de Venus Genitrix, la diosa del amor erótico, y otra de Dioniso con varias cruces fálicas. Con objeto de resaltar el carácter “sagrado” del ágora se había colocado en el lugar un hito con una pila llena de agua “bendita” para la purificación de todo el que entrara.

En un ambiente tan religioso, se deduce fácilmente que Pablo se hallaba en una posición muy peligrosa. Se sospechaba que era “publicador de deidades extranjeras”, y la ley de aquel tiempo estipulaba que ‘nadie podía tener otros dioses, o dioses nuevos; tampoco podía adorar en privado a dioses extraños, a menos que se autorizara públicamente su culto’. No es de extrañar, pues, que lo llevaran al Areópago para interrogarlo (Hechos 17:18, 19).

El centro administrativo

Una construcción de planta circular llamada Tholos era la sede del gobierno ateniense. Muchos de los principales senadores de la ciudad dormían por la noche en este edificio, a fin de que pudiera recurrirse a altos cargos de la administración a cualquier hora. En el Tholos se guardaba, además, un juego de los pesos y medidas estándares. En las cercanías se hallaban las instalaciones de varias instituciones del gobierno. La Cámara del Consejo (Bouleuterion) se asentaba sobre una terraza excavada en una ladera al noroeste del Tholos. En dicha cámara se reunía el Consejo de los Quinientos para tratar asuntos legislativos y preparar leyes para la Asamblea.

Otro edificio cívico importante era la Stoá Real, donde oficiaba el arconte rey de Atenas, uno de los tres principales magistrados de la ciudad. Este desempeñaba muchas funciones administrativas tanto de tipo religioso como jurídico. Fue aquí, con toda probabilidad, donde tuvo que personarse Sócrates cuando lo acusaron de impiedad. Un edificio situado frente a la stoá tenía grabadas en sus paredes las leyes ancestrales de Atenas. Sobre una piedra colocada delante del edificio juraban anualmente su cargo los arcontes, o principales magistrados.

La Stoá de Atalo

El monumento mejor conservado del ágora es la Stoá de Atalo. De joven, Atalo, rey de Pérgamo (siglo II a.E.C.), había estudiado en las escuelas de Atenas, como otros vástagos de las familias reales del mundo mediterráneo. Al ascender al trono, hizo este magnífico regalo —la Stoá de Atalo— a la ciudad de su alma máter.

La Stoá de Atalo era fundamentalmente un paseo cubierto y elegante, lugar de encuentros y conversaciones informales. Sus suelos y terraza ofrecían posiciones excelentes desde las cuales contemplar las procesiones, y su popularidad como paseo debió asegurar también su éxito como centro comercial. El Estado probablemente alquilaba a mercaderes las tiendas del interior del edificio, de modo que este le sirviera de fuente de ingresos.

La Stoá de Atalo, hoy restaurada, es un ejemplo magnífico de diseño geométrico. Sus proporciones generales, las agradables diferencias de escala entre las hileras de columnas de la planta inferior y la superior, el interesante juego de luces y sombras y la riqueza y belleza de sus materiales la convierten en un edificio único. La monotonía se rompe de varios modos, principalmente con el uso de tres diferentes órdenes de columnas: dórico, jónico y egipcio.

Un lugar para actividades culturales

Una construcción en la que se celebraban numerosos acontecimientos culturales de Atenas era el Odeón, o sala de conciertos, que fue un obsequio de Marco Vipsanio Agripa, el yerno del emperador romano Augusto. La parte frontal estaba pavimentada con mármol de muchos colores. El auditorio, o cávea, que podía contener unos mil espectadores, tenía un diámetro de 25 metros y originalmente estaba cubierto por un techo que carecía de soportes interiores. Sin duda constituyó uno de los más audaces experimentos en construcción de techos que se conocen en el mundo antiguo. Sin embargo, gran parte de los espectáculos que se presentaban en el Odeón debían de ser cuestionables para los cristianos verdaderos, quienes tenían altas normas morales (Efesios 5:3-5).

Los individuos dotados de un espíritu curioso probablemente visitaban la biblioteca de Panteno, cuyas paredes estaban recubiertas de armarios que contenían rollos manuscritos de papiro y pergamino. La sala principal de la biblioteca daba al oeste; desde ella y a través de una hilera de columnas se veía un patio encolumnado, un lugar apacible para pasear, leer o meditar. Se ha encontrado una inscripción con las siguientes dos reglas de la biblioteca: “Prohibido llevarse libros” y “[La biblioteca] está abierta desde la primera hasta la sexta hora”.

El ágora en la actualidad

Las excavaciones realizadas por la American School of Classical Studies en los últimos años han sacado a la luz casi todos los restos del ágora. Por su emplazamiento tranquilo a los pies de la elevada Acrópolis, se ha convertido en uno de los lugares predilectos del turista que desea echar un vistazo a la historia de la antigua Atenas.

El mercado callejero de Monastiraki —a un paseo de la Acrópolis y el ágora— nos introduce en otro mundo fascinante. Ofrece al visitante una sorprendente pero placentera nota de folclore griego, un ambiente de bazar del Oriente Medio y precios muy buenos. El visitante también verá, por supuesto, a los testigos de Jehová efectuando felices la misma labor que el apóstol Pablo realizó hace más de mil novecientos años: predicando públicamente las buenas nuevas del Reino a ‘los que por casualidad se hallan allí’.

[Nota]

a El nombre jonio proviene del de Javán, hijo de Jafet y nieto de Noé (Génesis 10:1, 2, 4, 5).

[Recuadro de la página 28]

El comercio en Atenas

El ágora no era solo el corazón intelectual y cívico de Atenas, sino también el mercado principal de la ciudad. Atenas se convirtió en un centro comercial famoso por la estabilidad de su moneda y por la escrupulosidad de sus arcontes, que estaban autorizados para velar por que todas las transacciones comerciales se efectuaran con honradez y justicia.

Atenas exportaba vino, aceite de oliva, miel, mármol y algunos productos manufacturados, como cerámica y metales procesados. A cambio, importaba trigo principalmente. Puesto que el Ática (la región en la que se hallaba Atenas) no producía suficientes alimentos para su población, los reglamentos comerciales eran estrictos. El mercado de El Pireo (el puerto de Atenas) siempre tenía que disponer de suficiente alimento fresco para la ciudad y el ejército. Y no se les permitía a los comerciantes almacenar víveres para venderlos a precios más elevados en tiempos de necesidad.

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