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  • Familias grandes que sirven unidas a Dios
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1999
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1999
w99 15/2 págs. 9-12

Familias grandes que sirven unidas a Dios

“Los hijos son una herencia de parte de Jehová —escribió el salmista—; el fruto del vientre es un galardón. Como flechas en la mano de un hombre poderoso, así son los hijos de la juventud. Feliz es el hombre físicamente capacitado que ha llenado su aljaba de ellos.” (SALMO 127:3-5.)

SÍ, LOS hijos pueden ser una bendición de parte de Jehová. Y tal como es satisfactorio para el arquero saber dirigir las flechas de su aljaba, los padres también son felices cuando dirigen a sus hijos en el camino que conduce a la vida eterna (Mateo 7:14).

En tiempos antiguos era común que las familias del pueblo de Dios ‘llenaran su aljaba’ de muchos hijos. Piense, por ejemplo, en los años en que Israel estuvo en cautiverio en Egipto: “Los hijos de Israel se hicieron fructíferos y empezaron a pulular; y siguieron multiplicándose y haciéndose más poderosos a muy extraordinaria proporción, de modo que el país llegó a estar lleno de ellos” (Éxodo 1:7). Una comparación entre la cantidad de israelitas que entraron en Egipto y los que salieron de allí, indica que la familia típica tenía ¡diez hijos!

Siglos después, Jesús se crió en el seno de una familia que a muchos hoy día pudiera parecerles grande. Aunque Jesús era el primogénito, José y María tuvieron otros cuatro hijos y algunas hijas (Mateo 13:54-56). El que tuvieran tantos hijos explica por qué fue posible que partieran de Jerusalén sin darse cuenta de que Jesús no estaba en el grupo (Lucas 2:42-46).

Familias grandes hoy día

Muchos cristianos de la actualidad optan por limitar el tamaño de su familia por razones espirituales, económicas, sociales, etc. Sin embargo, las familias grandes siguen siendo la norma en muchas sociedades. Según el Estado Mundial de la Infancia 1997, la región del África subsahariana tiene el índice de natalidad más elevado del mundo. Allí la mujer media da a luz seis hijos.

No es fácil para los padres cristianos de familias grandes criar a sus hijos de modo que amen a Jehová, pero muchos lo están logrando. El éxito depende de que la familia esté unida en la adoración pura. Las palabras del apóstol Pablo a la congregación de Corinto también son aplicables a las familias cristianas de hoy. Escribió: “Ahora los exhorto, hermanos, [...] a que todos hablen de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar” (1 Corintios 1:10). ¿Cómo puede lograrse dicha unidad?

Los padres deben ser espirituales

Un factor clave es que los padres deben estar completamente dedicados a Dios. Examinemos lo que Moisés dijo a los israelitas: “Escucha, oh Israel: Jehová nuestro Dios es un solo Jehová. Y tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza vital. Y estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:4-7).

Observemos que Moisés señaló que los mandamientos de Dios tenían que estar ‘sobre el corazón’ de los padres. Solo así se sentirían inclinados a impartir instrucción espiritual regularmente a sus hijos. En efecto, los padres que están fuertes en sentido espiritual, desean enseñar a sus hijos los asuntos espirituales.

Para ser espiritual y amar a Jehová con todo el corazón, es esencial que leamos la Palabra de Dios regularmente, meditemos en ella y pongamos en práctica lo que dice. El salmista escribió que el que se deleita en la ley de Jehová y la lee “día y noche” “llegará a ser como un árbol plantado al lado de corrientes de agua, que da su propio fruto en su estación y cuyo follaje no se marchita, y todo lo que haga tendrá éxito” (Salmo 1:2, 3).

Tal como un árbol da fruto si se le riega constantemente, las familias que se alimentan en sentido espiritual también dan fruto piadoso para la alabanza de Jehová. Un ejemplo típico es la familia de Uwadiegwu, de África occidental. Aunque él y su esposa tienen ocho hijos, ambos son precursores regulares, es decir, ministros de tiempo completo de los testigos de Jehová. Él dice: “Nuestra familia ha mantenido un estudio bíblico regular por más de veinte años. Hemos enseñado la Palabra de Dios a nuestros hijos desde que eran pequeños, no solo durante el estudio, sino en el ministerio y en otras ocasiones. Todos nuestros hijos son proclamadores de las buenas nuevas del Reino, y todos están bautizados, excepto la más pequeña, que tiene seis años de edad”.

Trabajo en equipo

“Con sabiduría se edifica la casa”, dice la Biblia (Proverbios 24:3). Esa sabiduría produce un espíritu de colaboración en la familia. El “capitán” es el padre; él es el cabeza nombrado por Dios (1 Corintios 11:3). El apóstol Pablo recalcó la seriedad de la responsabilidad del cabeza cuando escribió bajo inspiración: “Si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe” (1 Timoteo 5:8).

En conformidad con este consejo de la Palabra de Dios, el esposo cristiano debe cuidar la espiritualidad de su esposa. Si esta se encuentra sobrecargada de quehaceres domésticos, su espiritualidad sufrirá. En un país africano, un cristiano recién bautizado se quejó a los ancianos de la congregación de que su esposa no parecía estar interesada en los asuntos espirituales. Los ancianos le indicaron que ella necesitaba ayuda práctica. De modo que el esposo empezó a colaborar con ella en los quehaceres domésticos. También apartó tiempo para ayudarla a mejorar su lectura y a adquirir más conocimiento bíblico. La esposa respondió bien, y ahora toda la familia sirve unida a Dios.

Los cabezas de familia también deben interesarse en la espiritualidad de sus hijos. Pablo escribió: “Ustedes, padres, no estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová” (Efesios 6:4). Cuando los padres obedecen la admonición de no irritar a los hijos, así como el consejo de enseñarles, estos sienten que forman parte del equipo familiar. Como resultado, es probable que los hijos se ayuden y animen mutuamente a alcanzar metas espirituales.

El trabajo en equipo implica dar a los hijos responsabilidades espirituales cuando están listos para asumirlas. Un anciano cristiano que es padre de once hijos se levanta por la mañana temprano y estudia con varios de ellos antes de irse a trabajar. Los mayores, tras bautizarse, se turnan para ayudar a sus hermanos menores, lo que incluye enseñarles la Biblia. El padre supervisa estas actividades y los encomia por sus esfuerzos. Seis de los hijos están bautizados, y los demás continúan trabajando por alcanzar esa meta.

La buena comunicación y las metas comunes

La comunicación amorosa y las metas espirituales comunes son fundamentales para que haya unidad en la familia. Gordon, anciano cristiano de Nigeria, tiene siete hijos, cuyas edades oscilan entre los 11 y los 27 años. Seis son precursores, igual que sus padres. El menor se bautizó recientemente y participa con regularidad en la obra de hacer discípulos con el resto de la familia. Los dos mayores son siervos ministeriales de la congregación.

Gordon estudió la Biblia personalmente con cada uno de sus hijos. Además, la familia tiene un exhaustivo programa de educación bíblica. Todas las mañanas analizan juntos el texto del día y luego se preparan para las reuniones de la congregación.

Una de las metas que cada miembro de la familia se ha fijado es leer todos los artículos de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Hace poco añadieron la lectura de la Biblia a su rutina diaria. Al hablar de lo que leen, se animan mutuamente a no abandonar este hábito.

El estudio bíblico semanal de la familia está tan bien establecido que no es necesario recordárselo a nadie, porque todos lo esperan con anhelo. A través de los años, el contenido, el programa y la duración del estudio ha cambiado según las edades y necesidades de los hijos. La familia se relaciona estrechamente con otros siervos fieles de Dios, lo cual ha tenido un buen efecto en los hijos.

Hacen cosas juntos en familia y apartan tiempo para la recreación. Una vez a la semana disfrutan de una “noche en familia”, en la que hacen juegos de preguntas y respuestas, cuentan chistes sanos, tocan el piano, relatan historias y descansan. De vez en cuando van a la playa y a otros lugares de interés.

Cómo depender de Jehová

Nada de lo antedicho minimiza lo difícil que es criar a familias grandes. “Es un gran desafío ser buen padre de ocho hijos —comentó un cristiano—. Se requiere abundante alimento espiritual y material para sustentarlos; tengo que trabajar duro a fin de ganar suficiente dinero para mantenerlos. Los mayores son adolescentes, y los ocho asisten a la escuela. Sé que la educación espiritual es fundamental; no obstante, algunos de mis hijos son tercos y desobedientes. Me entristecen, pero sé que a veces yo también hago cosas que entristecen el corazón de Jehová, y él me perdona. De modo que tengo que seguir corrigiéndolos pacientemente hasta que recobren el juicio.

”Trato de seguir el ejemplo de Jehová, pues él es paciente con nosotros porque desea que todos alcancemos el arrepentimiento. Estudio con mi familia, y algunos de mis hijos están esforzándose por alcanzar la meta de bautizarse. No dependo de mi propia fuerza para conseguir resultados; mi poder logra muy poco. Procuro acercarme cada vez más a Jehová en oración y obedecer el proverbio que dice: ‘Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas’. Jehová me ayudará a educar a mis hijos.” (Proverbios 3:5, 6.)

¡No se dé por vencido!

En ocasiones, educar a los hijos pudiera parecer una tarea que no se agradece, pero ¡no se dé por vencido! ¡Siga educándolos! Aunque sus hijos no respondan favorablemente ni lo agradezcan ahora, quizás lo hagan más adelante. Toma tiempo el que un hijo crezca y se convierta en un cristiano que produzca el fruto del espíritu (Gálatas 5:22, 23).

Monica, que vive en Kenia, se crió en el seno de una familia de diez hijos. Ella dice: “Mis padres nos enseñaron las verdades bíblicas desde la infancia. Papá estudiaba las publicaciones cristianas con nosotros todas las semanas. Debido a su trabajo, el estudio no siempre se conducía el mismo día de la semana. A veces, cuando llegaba del trabajo nos veía jugando afuera y nos decía que en cinco minutos debíamos entrar en la casa para celebrar el estudio bíblico. Cuando terminábamos, nos animaba a hacer preguntas o conversar sobre cualquier problema.

”Se aseguraba de que nos relacionáramos con niños piadosos. Visitaba con frecuencia la escuela para preguntar a los profesores sobre nuestro comportamiento. En una de esas visitas se enteró de que mis tres hermanos mayores se habían peleado con otros jóvenes, y de que a veces eran groseros. Papá los castigó por haberse comportado mal, pero también les explicó con las Escrituras por qué debían portarse de manera piadosa.

”Nuestros padres nos enseñaron lo provechoso que es asistir a las reuniones al prepararlas con nosotros. Gracias a que ensayábamos las presentaciones de las buenas nuevas en casa, nos capacitaron para ser ministros. Desde tierna edad los acompañábamos al servicio del campo.

”Actualmente, dos de mis hermanos mayores sirven de precursores especiales, una de mis hermanas es precursora regular, y otra, que está casada y tiene familia, es una celosa Testigo. Mis dos hermanas menores, de 18 y 16 años respectivamente, son publicadoras bautizadas, y los dos niños están recibiendo preparación con ese fin. He servido en la sucursal de los testigos de Jehová de Kenia durante tres años. Amo y aprecio a mis padres porque son personas espirituales que nos dan un buen ejemplo.”

Prescindiendo de cuántos hijos tenga, no se dé por vencido en cuanto a ayudarles a seguir en el camino que conduce a la vida eterna. Cuando Jehová bendiga su labor, usted dirá lo mismo que dijo el apóstol Juan respecto a sus hijos espirituales: “No tengo mayor causa de sentir agradecimiento que estas cosas: que oiga yo que mis hijos siguen andando en la verdad” (3 Juan 4).

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