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  • Se anuncia el Reino de Dios en las islas Fiji
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2000
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2000
w00 15/9 págs. 8-9

Somos de la clase que tiene fe

Se anuncia el Reino de Dios en las islas Fiji

JESUCRISTO habló en cierta ocasión de dos caminos. Uno es espacioso y conduce a la muerte. El otro es estrecho, pero lleva a la vida (Mateo 7:13, 14). Para ayudar a la gente a escoger el camino apropiado, Jehová Dios se propuso que las buenas nuevas del Reino se predicaran en todo el mundo (Mateo 24:14). Por eso, el mensaje de tal gobierno se escucha en todas partes, y algunas personas han escogido la vida al llegar a ser “de la clase que tiene fe que resulta en conservar viva el alma” (Hebreos 10:39). Le invitamos a leer acerca de algunos habitantes de Fiji y de otras islas vecinas del Pacífico Sur que escogieron la vida.

Confiaron en Jehová

Mere aún iba a la escuela cuando oyó el mensaje del Reino por primera vez en 1964. Tenía poco contacto con los testigos de Jehová porque vivía en una isla remota. Sin embargo, con el tiempo adquirió conocimiento exacto de la Biblia. Para entonces estaba casada con el jefe de un clan de su pueblo. Debido a que Mere decidió vivir en conformidad con los principios bíblicos, su esposo y sus parientes la trataban cruelmente, y los vecinos la despreciaban. A pesar de eso, se bautizó en 1991.

Poco después, el esposo de Mere, Josua, adoptó una postura menos intransigente e incluso empezó a sentarse para escuchar las conversaciones bíblicas de Mere con sus hijos. Josua dejó de asistir a la Iglesia Metodista. Sin embargo, en su calidad de jefe, aún presidía las reuniones semanales del pueblo. Pero los habitantes lo consideraban desleal, pues la Iglesia Metodista desempeña un papel fundamental en la vida de los fijianos. De modo que el pastor de la localidad instó a Josua a volver a su anterior religión.

Josua dijo con valor que él y su familia habían tomado una decisión y estaban resueltos a adorar a Jehová Dios “con espíritu y con verdad” (Juan 4:24). En una reunión posterior, el jefe principal decretó que Josua y su familia partieran del pueblo y que se les considerara marginados. Les dieron siete días para abandonar la isla, su casa y sus cosechas, en efecto, todo su medio de vida.

Algunos hermanos espirituales de otra isla acudieron en socorro de Josua y su familia, a quienes ayudaron a conseguir un lugar donde vivir y terreno que cultivar. Josua y su hijo mayor ya están bautizados, y otro de sus hijos es publicador no bautizado de las buenas nuevas. Hace poco, Mere se hizo precursora regular (proclamadora del Reino de tiempo completo). La decisión de servir a Jehová resultó en que perdieran su posición y sus bienes materiales, pero al igual que el apóstol Pablo, consideran que eso no es nada en comparación con lo que han ganado (Filipenses 3:8).

Una decisión que se tomó en conformidad con la conciencia

Optar por seguir los dictados de una conciencia educada por la Biblia exige fe y valor. Este fue sin duda el caso de Suraang, una joven recién bautizada de Tarawa, una de las islas de Kiribati. Ella pidió permiso para que la excusaran de cierto aspecto relacionado con su trabajo de enfermera de un hospital. Su petición no fue recibida favorablemente y, como consecuencia, se la envió a atender un pequeño centro médico de una isla remota, donde no tenía contacto con sus hermanos en la fe.

En esa isla es costumbre que todos los recién llegados hagan una ofrenda al “espíritu” de la localidad. La gente cree que si alguien no ofrece nada, morirá. Como Suraang no permitió que se efectuara este acto idolátrico a favor de ella y de su grupo, los isleños pensaban que el espíritu ofendido la estrangularía. Al ver que no le ocurrió nada a ella ni a su grupo, se le presentaron muchas oportunidades de dar un buen testimonio.

Pero esa no fue la única prueba que afrontó Suraang. Algunos muchachos de la isla consideran un reto seducir a las jóvenes visitantes. Sin embargo, Suraang rechazó las proposiciones y se mantuvo íntegra. De hecho, pudo ser precursora regular aunque era enfermera de guardia las veinticuatro horas del día.

Antes de una fiesta que se organizó para ella cuando estaba a punto de partir de la isla, los ancianos del pueblo dijeron que era la primera auténtica misionera que los había visitado. Gracias a su postura firme a favor de los principios bíblicos, otros isleños han respondido favorablemente al mensaje del Reino.

Dificultades físicas

En vista de que algunos pueblos están aislados, los siervos de Jehová se esfuerzan mucho para participar en el ministerio y asistir a las reuniones cristianas. Veamos el ejemplo de cuatro Testigos bautizados —un varón y tres mujeres— que pasan horas viajando para ir a las reuniones. Durante su recorrido tienen que cruzar tres ríos. Cuando están crecidos, el hermano es el primero que los cruza nadando, y lleva consigo una enorme olla llena de bolsos, libros y la ropa que se pondrán para la reunión. Luego regresa nadando a fin de ayudar a las tres hermanas.

Otro grupo pequeño que asiste a las reuniones en la isla remota de Nonouti (Kiribati) afronta dificultades diferentes. En la casa donde se reúnen solo hay cabida para siete u ocho personas. Los demás asistentes se sientan afuera y se asoman por las paredes de alambre. El lugar de reunión está a la vista de otros isleños, que van y vienen de sus impresionantes iglesias. Claro, los siervos de Jehová saben que lo verdaderamente deseable desde el punto de vista de Dios son las personas, no los edificios (Ageo 2:7). La única hermana bautizada de la isla es de edad avanzada y no puede caminar mucho. No obstante, una joven publicadora no bautizada la lleva en una carretilla al ministerio. ¡Cuánto aprecio tienen por la verdad!

Los más de dos mil cien publicadores de Fiji y Kiribati están resueltos a seguir anunciando las buenas nuevas del Reino de Dios. Y confían en que muchas personas más llegarán a ser “de la clase que tiene fe que resulta en conservar viva el alma”.

[Mapa de la página 8]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

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