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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2000
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2000
w00 15/10 págs. 4-7

Cómo podemos acercarnos a Dios

“Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”, dice Santiago 4:8. Para Jehová Dios es muy importante que los seres humanos tengan una estrecha relación con él, y con este fin entregó a su Hijo unigénito.

EN RESPUESTA a ese amor, el apóstol Juan escribió: “Nosotros, amamos [a Dios], porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Pero para acercarnos personalmente a Dios, debemos dar ciertos pasos. Son similares a los cuatro factores que nos permiten acercarnos a nuestro prójimo, indicados en el artículo anterior. Examinemos ahora esos factores.

Observemos las maravillosas cualidades de Dios

Dios posee muchas cualidades maravillosas. Algunas de las más sobresalientes son el amor, la sabiduría, la justicia y el poder. Su sabiduría y su poder se evidencian tanto en el distante universo como en el mundo que nos rodea: desde las imponentes galaxias hasta los diminutos átomos. El salmista escribió: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando” (Salmo 19:1; Romanos 1:20).

La creación también refleja el amor de Dios. Por ejemplo, la manera como estamos hechos demuestra que Dios quiere que disfrutemos de la vida. Nos dotó con la facultad de ver los colores, gustar y oler, deleitarnos con la música, reír, disfrutar de la belleza, y tantas otras aptitudes y características que no son absolutamente esenciales para la vida. Dios es en verdad generoso, bondadoso y amoroso, cualidades que sin duda hacen de él “el Dios feliz” (1 Timoteo 1:11; Hechos 20:35).

Jehová se gloría en el hecho de que el ejercicio de su soberanía y el apoyo que dan a esta sus criaturas inteligentes se basen principalmente en el amor (1 Juan 4:8). Es verdad que Jehová es el Soberano Universal, pero trata a los seres humanos, en especial a sus siervos leales, como un padre amoroso trata a sus hijos (Mateo 5:45). No los priva de nada que pueda beneficiarlos (Romanos 8:38, 39). Como se ha mencionado, incluso entregó la vida de su Hijo unigénito en favor de la humanidad. Efectivamente, el amor de Dios es la razón por la que existimos y tenemos la perspectiva de vivir para siempre (Juan 3:16).

Jesús imitó a su Padre a la perfección, y así nos permitió comprender a fondo Su personalidad (Juan 14:9-11). Fue altruista, considerado y comprensivo en grado sumo. Una vez le llevaron a Jesús un hombre que era sordo y tenía un impedimento del habla. Es muy probable que este se sintiera incómodo entre las muchedumbres. Llama la atención, por lo tanto, el hecho de que Jesús lo llevara a un lugar apartado y lo curara allí (Marcos 7:32-35). ¿Nos gusta la gente que toma en cuenta nuestros sentimientos y respeta nuestra dignidad? Si es así, a medida que vayamos conociendo mejor a Jehová y a Jesús, más nos acercaremos a ellos.

Pensemos en las cualidades de Dios

Es posible que alguien tenga cualidades magníficas, pero para acercarnos a esa persona es preciso pensar en ella. Lo mismo es aplicable a Jehová. Meditar sobre sus cualidades es el segundo paso esencial para acercarnos a él. El rey David, un hombre que en verdad amaba a Jehová y era ‘agradable a Su corazón’, dijo: “He recordado días de mucho tiempo atrás; he meditado en toda tu actividad; de buena gana me mantuve intensamente interesado en la obra de tus propias manos” (Hechos 13:22; Salmo 143:5).

Cuando observamos las maravillas de la creación o leemos la Palabra de Dios, la Biblia, ¿meditamos, al igual que David, sobre lo que vemos y leemos? Imaginémonos a un hijo que acaba de recibir una carta de su padre a quien quiere mucho. ¿Qué hace con la misiva? No la lee por encima y la deja olvidada en un cajón. Por el contrario, la estudia, fijándose en todos los detalles y matices. De igual modo, la Palabra de Dios debe ser valiosísima para nosotros, tal como lo fue para el salmista, quien cantó: “¡Cómo amo tu ley, sí! Todo el día ella es mi interés intenso” (Salmo 119:97).

Mantengamos buena comunicación

La buena comunicación es el alma de toda relación. Implica hablar y escuchar con la mente, y también con el corazón. Hablamos al Creador por medio de la oración, que es una forma de rendirle culto. Jehová se deleita en las oraciones de los que lo aman, le sirven y reconocen a Jesucristo como Su principal representante (Salmo 65:2; Juan 14:6, 14).

En el pasado, Dios habló a los seres humanos de muchas maneras diferentes, como en visiones, sueños y mediante ángeles. Sin embargo, en la actualidad lo hace por medio de su Palabra escrita, la Santa Biblia (2 Timoteo 3:16). La Palabra escrita tiene muchas ventajas. Puede consultarse en cualquier momento. De la misma manera que una carta, puede saborearse una y otra vez. Y no está sujeta a las distorsiones características de la transmisión oral. De modo que veamos la Biblia como una gran colección de cartas de nuestro amado Padre celestial, y permitamos que Dios nos hable diariamente por medio de ellas (Mateo 4:4).

Por ejemplo, la Biblia expone el punto de vista de Jehová sobre el bien y el mal; explica su propósito para la humanidad y para la Tierra, y revela cómo trató con muchas personas y naciones diferentes, desde sus leales adoradores hasta sus más acérrimos enemigos. Al haber hecho que se pusiera por escrito su interacción con los seres humanos, Jehová nos ha facilitado una descripción excepcionalmente detallada de su personalidad. Nos ha revelado su amor, gozo, pesar, decepción, ira, misericordia, interés —en suma, la amplitud de sus pensamientos y sentimientos, así como sus razones subyacentes—, todo de manera que el ser humano pueda entenderlo fácilmente (Salmo 78:3-7).

Después de leer una parte de la Palabra de Dios, ¿cómo podemos beneficiarnos de esa lectura? Y, en particular, ¿cómo podemos acercarnos más a Dios? En primer lugar, pensemos en lo que hemos leído y aprendido sobre él como persona, y permitamos que esas ideas lleguen a nuestro corazón. Luego demos a conocer a Jehová en oración nuestros pensamientos y sentimientos más recónditos acerca de la información que hemos analizado y cómo intentaremos beneficiarnos de ella. Eso es comunicación. Por supuesto, también podemos incluir en la oración otros asuntos que tengamos presentes.

Hagamos cosas junto con Dios

La Biblia habla de ciertos hombres fieles de la antigüedad que anduvieron con el Dios verdadero o delante de él (Génesis 6:9; 1 Reyes 8:25). ¿Qué significa eso? Esencialmente que vivieron todos los días como si Dios estuviera allí mismo con ellos. Es cierto que eran pecadores, pero amaban las leyes y los principios de Dios, y vivían en armonía con Su propósito. Jehová se acerca a esa clase de personas y las cuida, como dice Salmo 32:8: “Te haré tener perspicacia, y te instruiré en el camino en que debes ir. Ciertamente daré consejo con mi ojo sobre ti”.

Jehová también puede ser nuestro amigo íntimo, un amigo que anda con nosotros, nos cuida y nos aconseja como un padre. El profeta Isaías dijo que Jehová es “Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar” (Isaías 48:17). Cuando experimentamos esos beneficios, sentimos, como David, la presencia de Jehová ‘a nuestra diestra’ (Salmo 16:8).

Las cualidades de Dios se concretan en su nombre

Muchas religiones y cada vez más traducciones de la Biblia evitan el nombre personal de Dios y no lo dan a conocer (Salmo 83:18). Sin embargo, en el texto original hebreo, ese nombre —Jehová— aparece unas siete mil veces. (Aunque la mayoría de los traductores de la Biblia eliminan el nombre divino, contradictoriamente conservan los nombres de muchos dioses falsos mencionados en el texto original, como Baal, Bel, Merodac, e incluso Satanás.)

Hay quienes creen que la omisión del nombre de Dios no tiene mucha importancia. Pero pensemos en lo siguiente: “¿Es fácil establecer una relación estrecha e informada con una persona anónima?”. Los títulos como Dios y Señor (que también se usan con referencia a los dioses falsos) ponen de relieve el poder, la autoridad o la posición de Jehová, pero solo su nombre personal lo identifica inequívocamente (Éxodo 3:15; 1 Corintios 8:5, 6). El nombre personal del Dios verdadero recoge sus cualidades y características. El teólogo Walter Lowrie dijo con acierto: “El hombre que no conoce a Dios por nombre no lo conoce realmente como persona”.

Piense en el ejemplo de Maria, una católica sincera que vive en Australia. Esta mujer permitió que los testigos de Jehová le mostraran el nombre de Dios en la Biblia la primera vez que se pusieron en contacto con ella. ¿Cuál fue su reacción? “Cuando vi por primera vez el nombre de Dios en la Biblia, lloré. Me conmovió mucho saber que podía conocer y utilizar el nombre personal de Dios.” Maria siguió estudiando la Biblia, y por primera vez en su vida llegó a conocer a Jehová como persona y le fue posible cultivar una relación perdurable con él.

Efectivamente, podemos ‘acercarnos a Dios’ aunque no lo veamos con los ojos literales. Podemos “ver” la exquisita hermosura de su personalidad con nuestra mente y nuestro corazón, y de ese modo intensificar nuestro amor por él. Tal amor “es un vínculo perfecto de unión” (Colosenses 3:14).

[Ilustración y recuadro de la página 6]

Jehová corresponde a nuestro amor

LAS relaciones son bidireccionales. Cuando nosotros nos acercamos a Dios, él se acerca más a nosotros. Analicemos lo que sentía por Simeón y Ana, dos personas ancianas que reciben mención especial en la Biblia. El evangelista Lucas nos dice que Simeón era un varón “justo y reverente” que esperaba al Mesías. Jehová observó estas buenas cualidades de Simeón y le demostró que lo amaba revelándole que “no vería la muerte antes que hubiera visto al Cristo”. Jehová cumplió su promesa y lo dirigió al niño Jesús, a quien sus padres habían llevado al templo de Jerusalén. Emocionado y profundamente agradecido, Simeón tomó al niño en brazos y oró: “Ahora, Señor Soberano, estás dejando que tu esclavo vaya libre en paz, según tu declaración; porque mis ojos han visto tu medio de salvar” (Lucas 2:25-35).

“En aquella misma hora”, Jehová demostró también su amor a Ana, de 84 años de edad, permitiéndole asimismo ver a Jesús. La Biblia nos dice que esta viuda era una mujer muy buena que siempre estaba en el templo “rindiendo servicio sagrado” a Jehová. Al igual que Simeón, agradeció profundamente a Jehová su extraordinaria bondad y luego habló acerca del niño “a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén” (Lucas 2:36-38).

Efectivamente, Jehová observó la profundidad del amor y del temor reverencial que Simeón y Ana le tenían, además del interés que demostraban por la realización de Su propósito. ¿No nos acercan a Jehová estos relatos bíblicos?

Al igual que su Padre, Jesús también percibía la verdadera persona interior. Un día, mientras enseñaba en el templo, observó a una “viuda necesitada” donar solo “dos monedas pequeñas de ínfimo valor”. A otros observadores pudo parecerles una dádiva insignificante, pero no a Jesús, quien alabó a esta mujer porque dio todo cuanto tenía (Lucas 21:1-4). Así, podemos estar seguros del amor de Jehová y de Jesús si les damos lo mejor, sin importar la cantidad.

Si bien Dios se regocija en los que lo aman, le duele cuando los seres humanos se apartan de él y practican la maldad. Génesis 6:6 nos dice que Jehová “se sintió herido en el corazón” por la maldad de la humanidad antes del Diluvio del día de Noé. Posteriormente, los israelitas desobedientes ‘pusieron a Dios a prueba y causaron dolor aun al Santo de Israel’ repetidas veces, según el Salmo 78:41. En efecto, Dios no es una “Primera Causa” distante y sin sentimientos. Es una verdadera persona, cuyos sentimientos no están trastornados ni embotados por la imperfección, como les sucede a los nuestros.

[Ilustraciones de la página 7]

Reflexionar sobre la creación de Jehová es una manera de acercarnos a él

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