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  • ¿De qué modo trae paz el nacimiento de Jesús?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2006
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2006
w06 15/12 págs. 4-7

¿De qué modo trae paz el nacimiento de Jesús?

LA DECLARACIÓN de “paz entre los hombres de buena voluntad” no fue la única profecía asociada al nacimiento de Jesús. Aparte del anuncio que los ángeles dieron a los sorprendidos pastores, estos mensajeros divinos habían transmitido a María y a su esposo, José, otras declaraciones inspiradas acerca del niño que iba a nacer. Un examen más detenido de estos mensajes nos ayudará a ver el nacimiento de Jesús desde una perspectiva más amplia. También nos permitirá captar el verdadero alcance de la promesa angélica de que habrá paz entre los hombres.

Antes del nacimiento de Jesús, cuando todavía no estaba embarazada, María recibió la visita de un ángel, a quien la Biblia llama Gabriel. “Buenos días, altamente favorecida, Jehová está contigo”, fue su saludo. Como puede imaginarse, María se inquietó, y es posible que incluso se asustara un poco. Al fin y al cabo, ¿qué quería decir el ángel con ese saludo?

El propio Gabriel se lo explicó: “¡Mira!, concebirás en tu matriz y darás a luz un hijo, y has de ponerle por nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y Jehová Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin”. María le preguntó cómo sería eso posible, puesto que ella no estaba teniendo relaciones sexuales con ningún hombre y era virgen. El ángel le contestó que su hijo sería concebido por medio del espíritu santo de Dios. No cabe duda de que sería un niño fuera de lo común (Lucas 1:28-35).

El rey predicho

Al oír las palabras del ángel, María posiblemente se dio cuenta de que el niño que daría a luz era aquel de quien hablaban antiguas profecías. Cuando se le reveló que Jehová le daría a ese hijo “el trono de David su padre”, ella —al igual que cualquier otro judío familiarizado con las Escrituras— debió de recordar la promesa que Dios le había hecho al rey David de Israel.

Mediante el profeta Natán, Jehová le había dicho a aquel rey: “Tu casa y tu reino ciertamente serán estables hasta tiempo indefinido delante de ti; tu mismísimo trono llegará a ser un trono firmemente establecido hasta tiempo indefinido” (2 Samuel 7:4, 16). Y sobre el propio David había declarado: “Ciertamente estableceré su descendencia para siempre y su trono como los días del cielo. Su descendencia misma resultará ser aun hasta tiempo indefinido, y su trono como el sol enfrente de mí” (Salmo 89:20, 29, 35, 36). Por lo tanto, no era una simple coincidencia el hecho de que tanto María como José fueran descendientes de la casa de David.

Y esas no eran las únicas profecías de las Escrituras Hebreas que aludían al heredero del trono de David. Es probable que María también conociera estas palabras del profeta Isaías: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; y el regir principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. De la abundancia del regir principesco y de la paz no habrá fin, sobre el trono de David y sobre su reino a fin de establecerlo firmemente y sustentarlo por medio del derecho y por medio de la justicia, desde ahora en adelante y hasta tiempo indefinido. El mismísimo celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6, 7).

Así pues, Gabriel anunció a María algo más que el milagroso nacimiento de un hijo varón. También le anunció que su hijo sería ese heredero del trono de David: el heredero que gobernaría para siempre en un Reino establecido por Dios. Estas profecías del ángel Gabriel sobre el futuro papel de Jesucristo tienen muchísima importancia para todos nosotros.

José, por otra parte, decidió poner fin a su compromiso con la que iba a ser su esposa cuando supo que estaba embarazada. Él sabía que ese hijo no podía ser suyo, pues no había tenido relaciones sexuales con ella. Y podemos imaginarnos lo difícil que le resultaría creer la explicación de María. En el Evangelio de Mateo se explica lo que ocurrió entonces: “El ángel de Jehová se le apareció en un sueño, y dijo: ‘José, hijo de David, no tengas miedo de llevar a María tu esposa a casa, porque lo que ha sido engendrado en ella es por espíritu santo. Dará a luz un hijo, y tienes que ponerle por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados’” (Mateo 1:20, 21).

La Biblia no aclara hasta qué grado entendió José el modo como ese niño “salvar[ía] a su pueblo de sus pecados”. Con todo, el mensaje bastó para convencerlo de que María, pese a estar embarazada, no había cometido ningún pecado. Así pues, hizo tal como le había mandado el ángel y la llevó a su casa, un acto que entonces equivalía a una ceremonia de boda.

Gracias a otros datos que da la Biblia, nosotros sí podemos entender las palabras del ángel. Las Escrituras Hebreas indican que, en los inicios de la historia de la humanidad, un ángel rebelde desafió la soberanía de Jehová. Entre otras cosas, este rebelde afirmó que Dios gobernaba de una manera injusta y que ningún ser humano sería leal a Dios si se le ponía a prueba (Génesis 3:2-5; Job 1:6-12). En el caso de Adán, él no se mantuvo fiel sino que pecó, por lo que todos sus descendientes heredamos el pecado y, en consecuencia, morimos (Romanos 5:12; 6:23). Pero Jesús fue la excepción: al no ser engendrado por un padre humano, nació sin pecado. Solo con una vida humana perfecta se podía pagar el rescate por lo que Adán había perdido. Por eso, al entregar su vida voluntariamente, Jesús salvó a los hombres de sus pecados y les ofreció la oportunidad de vivir para siempre (1 Timoteo 2:3-6; Tito 3:6, 7; 1 Juan 2:25).

Mientras estuvo en la Tierra, Jesús demostró a pequeña escala lo que supondría eliminar los efectos del pecado: curó todo tipo de enfermedades e incluso devolvió la vida a algunas personas que habían muerto (Mateo 4:23; Juan 11:1-44). Todos esos milagros fueron adelantos de lo que hará a mayor escala en el futuro. El propio Jesús dijo: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán [mi] voz y saldrán” (Juan 5:28, 29).

Esta promesa de una resurrección futura indica por qué el nacimiento de Jesús y, en particular, su muerte tienen tanta importancia para nosotros. Como dice Juan 3:17, Dios envió a su Hijo a la Tierra “para que el mundo se salve por medio de él”. Saber esto nos produce mucho gozo y nos recuerda el anuncio dado a los pastores que estaban cuidando los rebaños la noche en que Jesús nació.

“Buenas nuevas de un gran gozo”

En efecto, los ángeles le dieron “buenas nuevas de un gran gozo” a la humanidad cuando anunciaron que nacería “un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:10, 11). Este niño sería el Mesías, el gran profeta y gobernante que el pueblo de Dios llevaba tanto tiempo esperando (Deuteronomio 18:18; Miqueas 5:2). Su vida y su muerte en la Tierra serían cruciales para vindicar la soberanía de Jehová, es decir, para probar que Dios tiene derecho a gobernar el universo. Y de este modo, los ángeles podrían decir: “Gloria en las alturas a Dios” (Lucas 2:14).

Jesús, a quien la Biblia llama “el último Adán”, demostró que el ser humano puede ser fiel a Jehová aun cuando se le someta a las pruebas más duras (1 Corintios 15:45). Con su ejemplo, dejó claro que Satanás era un vil mentiroso. Y esto fue causa de gran gozo en los cielos para los ángeles fieles.

Pero retomemos una pregunta que quedó pendiente: ¿es realista esperar que se cumplan las palabras pronunciadas por los ángeles la noche en que Jesús nació? La respuesta es un rotundo sí. La paz es fundamental para que se cumpla el propósito que Dios tiene para la Tierra, el cual incluye convertirla en un paraíso. Y cuando esto suceda, todos sus habitantes actuarán movidos por el amor y la lealtad. Por tanto, el cumplimiento del propósito de Dios exige eliminar toda oposición a su gobierno. Es obvio que estas no son buenas noticias para quienes se ponen de parte de Satanás y cuestionan las normas de Jehová, pues acabarán siendo destruidos (Salmo 37:11; Proverbios 2:21, 22).

Asimismo, merece la pena destacar que los ángeles no anunciaron a los pastores paz y buena voluntad para todos los hombres. Más bien, anunciaron “paz entre los hombres de buena voluntad”, o en otras palabras, paz entre las personas a quienes Dios aprueba y que gozan de su favor. Puesto que muestran verdadera fe en Jehová, estos hombres y mujeres se convierten en fieles discípulos e imitadores de Jesús. Además, son personas generosas y comprensivas, pero lo más importante es que manifiestan esas cualidades todos los días del año, y no solo unos cuantos.

El espíritu cristiano: ¿podrá durar todo el año?

El poder de las buenas noticias que Jesús proclamó ha marcado la existencia de incontables personas, quienes han aplicado los principios cristianos en todo aspecto de su vida. Gente que en el pasado solo se preocupaba de sí misma ha empezado a preguntarse qué hubiera hecho Jesús en su lugar. Algunas personas a las que solo les interesaban los bienes materiales y los placeres se han dado cuenta de la importancia de los valores espirituales y de hablar de ellos al prójimo. Ahora procuran ser generosos y comprensivos todos los días del año. Sin duda alguna, eso es lo que se espera de los cristianos verdaderos.

Piense por un momento lo que pasaría si todas las personas sinceras reflexionaran sobre lo que implica ese mensaje angélico de paz y se dejaran influir por el espíritu cristiano. ¿No es cierto que el mundo sería un lugar muy diferente?

Para quienes gozan de la buena voluntad y el favor de Dios, las profecías hechas cuando nació Jesús son una garantía de que van a disfrutar de verdadera paz por toda la eternidad. ¿Es ese su deseo? Pues bien, tenemos razones de sobra para confiar en que se cumplirá sin falta esa maravillosa promesa de paz. Las palabras pronunciadas por los ángeles la noche en que nació Jesús no son como las palabras vacías que se dicen en Navidad. Son una profecía que se hará realidad, y la paz durará eternamente.

[Ilustraciones de la página 7]

El espíritu cristiano puede y debe manifestarse todos los días del año

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