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  • Tercera pregunta: ¿Por qué permite Dios que yo sufra?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2012
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2012
w12 1/11 págs. 8-9

Tercera pregunta: ¿Por qué permite Dios que yo sufra?

EL PADRE de Ian abusaba del alcohol. Aunque a Ian nunca le faltó nada, sufrió mucho por no contar con el apoyo emocional de un padre. “Sentía poco cariño por él —confiesa⁠—. No me gustaba que bebiera tanto ni que tratara mal a mi madre.” Con el tiempo, Ian llegó a pensar que Dios no existía, pues razonaba: “Si existe, ¿por qué permite que suframos?”.

¿Qué motiva esta pregunta?

Nuestro sentido de la justicia hace que, aunque nosotros vivamos sin mayores problemas, nos indignemos ante el sufrimiento de gente inocente. Pero la cuestión cobra más relevancia si es uno mismo el que, como Ian, experimenta dificultades, o si un ser querido enferma o muere.

¿Cómo la responden algunos?

Hay quienes piensan que Dios permite el sufrimiento para que aprendamos a ser humildes y compasivos. Otros creen que estamos pagando por los pecados cometidos en una vida anterior.

¿Qué implican esas respuestas?

Que Dios es cruel y no le importa que suframos, y que por eso es difícil amarlo.

¿Qué enseña la Biblia?

Que Jehová no es el causante del sufrimiento. “Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me somete a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie.” (Santiago 1:13.) Además, por cómo describe la Biblia a Dios, él no puede ser el responsable del sufrimiento. ¿Por qué no?

Porque una de sus principales virtudes es el amor (1 Juan 4:8). La Biblia compara el amor de Dios al que una madre siente por su hijo recién nacido. “¿Puede una esposa olvidarse de su niño de pecho, de modo que no tenga piedad al hijo de su vientre?”, pregunta Dios. Y entonces declara: “Hasta estas mujeres pueden olvidar; no obstante, yo mismo no me olvidaré de ti” (Isaías 49:15). ¿Verdad que ninguna buena madre lastimaría a su hijo a propósito? Al contrario, seguro que trataría de aliviarle cualquier sufrimiento. De igual modo, Dios nunca haría sufrir a nadie inocente (Génesis 18:25).

“Entonces, ¿cómo es que tanta gente sufre? —dirá usted⁠—. Si Dios se preocupa por nosotros y es todopoderoso, ¿por qué no elimina de una vez las causas del sufrimiento?”

Dios tiene buenas razones para no hacerlo de momento. Lo cierto es que muchos sufren por culpa de otros. El mundo está lleno de tiranos y abusones que hacen daño y no quieren cambiar. Así que para acabar con esta importante causa de sufrimiento, Dios tendrá que eliminar a este tipo de personas.

“¿Y por qué no lo ha hecho ya?”, puede que se pregunte usted. El apóstol Pedro explicó la razón: “Jehová no es lento respecto a su promesa, como algunas personas consideran la lentitud, pero es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). En realidad, su paciencia demuestra que es un Dios amoroso y misericordioso.

Aun así, pronto intervendrá para “pagar con tribulación a los que les causan tribulación” a otros. Los malvados que tratan injustamente a los demás “sufrirán el castigo judicial de destrucción eterna” (2 Tesalonicenses 1:6-9).

Ian, mencionado al comienzo, encontró respuestas convincentes a sus preguntas sobre el sufrimiento. En el próximo artículo explica cómo cambió esto su visión de la vida.

Hallará más información sobre por qué permite Dios el sufrimiento y qué hará al respecto en el capítulo 11 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia? Puede descargarlo de www.jw.org/es

¿Qué enseñó Jesús sobre el sufrimiento?

Jesús nunca culpó a Dios por el sufrimiento que lo rodeaba. Al contrario.

Demostró que Dios no castiga a la gente haciéndola sufrir. Los milagros que hizo Jesús —como curar enfermos, cojos y ciegos⁠— prueban dos cosas (Mateo 15:30). Primero, que Jesús utilizaba el poder de Dios para aliviar el sufrimiento, no para causarlo. Y segundo, que él nunca curaba de forma fría y mecánica, sino que actuaba motivado por la compasión (Mateo 20:29-34). Las palabras y las acciones de Jesús reflejaron a la perfección lo que siente su Padre. Por eso sabemos que a Dios también le duele ver el sufrimiento de las personas y que desea aliviarlo (Juan 14:7, 9).

Identificó al verdadero causante de gran parte del sufrimiento: Satanás, el Diablo. “Ese —dijo Jesús⁠— era homicida cuando principió.” (Juan 8:44.) También indicó que Satanás es “el gobernante de este mundo” y que “está extraviando a toda la tierra habitada” (Juan 12:31; Revelación 12:9).

Prometió que el sufrimiento llegaría a su fin. En la oración del padrenuestro, Jesús enseñó a sus discípulos a pedirle a Dios: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:9, 10). Bajo el Reino de Dios ya no habrá sufrimiento en la Tierra, tal como no lo hay en el cielo.

En una de sus revelaciones al apóstol Juan, Jesús describió cómo sería la vida de las personas que estuvieran bajo el Reino. En ese entonces, Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado” (Revelación 1:1; 21:3, 4).

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