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  • La hospitalidad... una marca del cristianismo verdadero

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  • La hospitalidad... una marca del cristianismo verdadero
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Ministerio del Reino 1975
km 11/75 pág. 7

La hospitalidad... una marca del cristianismo verdadero

1 Todos nosotros queremos ser hospitalarios, lo cual en realidad significa ser cordial y generoso al recibir y hospedar a huéspedes extranjeros. Especialmente los que están tratando de satisfacer los requisitos para ser nombrados como ancianos deben desplegar esta cualidad maravillosa, que es tan provechosa para edificar afecto y armonía en la congregación. (1 Tim. 3:1, 2; Tito 1:7, 8) Sin embargo, cada uno de nosotros debe dar la bienvenida a los extraños en las reuniones cristianas, mostrando el mismo grado de interés en los humildes que en los que están en buena situación económica.—Rom. 12:13; Sant. 2:1-4, 9.

2 ¿Cuáles son algunas maneras en las que podemos mostrar hospitalidad? Puesto que la hospitalidad encierra la idea de ser “aficionado a los extranjeros,” (Kingdom Interlinear) ésta ciertamente debe ponerse en evidencia en el Salón del Reino. No solo los adultos, sino también los jóvenes pueden presentarse a los recién llegados y darles la bienvenida. ¿Hace usted todo lo posible por saludar a la gente? ¿Aprende usted sus nombres? Esto es especialmente necesario si estamos conduciendo una reunión. Incidentalmente, sea que usted tenga responsabilidades oficiales en la congregación o no, ¿cuándo fue la última vez que usted invitó a alguien a compartir la hospitalidad de su hogar? Muchos nuevos han sido rechazados por sus anteriores amigos y sus familias a causa de la verdad. Ciertamente es necesario llenar ese vacío. Necesitan que se les reciba afectuosamente en nuestros hogares y corazones, de ese modo haciendo nuevos amigos y estableciendo nuevas relaciones de familia.—Luc. 18:29, 30; Sant. 2:14-16.

3 El desplegar hospitalidad a todos en la congregación es un trabajo grande, pero si individualmente pasamos unos cuantos minutos hablando aunque sea con una persona a la semana, pronto comenzaremos a familiarizarnos con nuestros hermanos y todos nosotros nos beneficiaremos de este intercambio de hospitalidad. Si usted se siente abochornado debido a que ha olvidado el nombre de una persona, no vacile en volver a preguntarlo. Tarde o temprano todos nosotros conoceremos el nombre de los demás, y así debe ser, como en una familia. Una persona recientemente interesada fue llevada por primera vez a una reunión en una congregación cercana a Betel. Una de las cosas que más la impresionó fue que el conductor sabía el nombre de todos hasta de los niñitos. ¡Qué espíritu afectuoso, como de familia, ayuda esto a generar!

4 Por supuesto, la hospitalidad debe provenir de ambas partes. No solo deben los que ya están en la congregación mostrar hospitalidad a los nuevos, sino tal vez ustedes los que son nuevos en la verdad puedan tomar la iniciativa para invitar a alguien a su hogar de vez en cuando. No se requieren preparaciones elaboradas, pero el conversar acerca de asuntos espirituales será edificante. (Luc. 10:38-42; compare con Hechos 16:15.) ¡Cuán vital es la hospitalidad cuando recordamos que solo si cultivamos y mantenemos el espíritu de amor que incita expresiones genuinas de hospitalidad podemos obtener la aprobación de Dios! Esto se debe a que el amor es el mismo fundamento de la adoración verdadera. Cristo dijo: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos.”—Juan 13:35.

5 Es evidente que la hospitalidad afectuosa, generosa, sincera, basada en un profundo amor por Jehová y nuestro prójimo es una marca del cristianismo verdadero. Aun si tenemos poco, no se nos priva de mostrar el espíritu de la hospitalidad... interés genuino en el bienestar de otros.

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