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  • ¿Supone un obstáculo para la predicación?
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Nuestro Ministerio del Reino 2001
km 9/01 pág. 4

¿Supone un obstáculo para la predicación?

1 La mayoría de las personas llevan una vida muy ajetreada. Los testigos de Jehová somos de las más ocupadas, pues estudiamos la Palabra de Dios, asistimos a las reuniones de congregación y participamos en el servicio del campo. Además, acudimos a nuestros empleos, hacemos las tareas de la casa o las escolares y cumplimos con muchos otros deberes, todos los cuales consumen tiempo. Esto es especialmente difícil para los cabezas de familia.

2 En vista de las condiciones económicas desfavorables que hay en diversos lugares, es posible que los padres de familia tengan que trabajar muchas horas para ganarse la vida. En ocasiones, el empleo es agotador, por lo que les queda poco tiempo y energías para predicar. Algunos tal vez opinen que su limitada participación en el ministerio está justificada porque tienen la obligación de mantener a sus familias (1 Tim. 5:8). Es innegable que existen muchas presiones para cubrir las necesidades básicas; pero el empleo no tiene por qué convertirse en un obstáculo para la predicación de las buenas nuevas (Mar. 13:10). Haremos bien, por tanto, en examinar nuestra situación real.

3 A causa de los cambios constantes en la escena de este mundo, el cabeza del hogar quizá se vea inclinado a dedicar muchísimo tiempo al empleo, con la idea de ahorrar para hacer frente a crisis imprevistas (1 Cor. 7:31). Aunque quizá parezca que trabajar más nos dé mayores oportunidades de conseguir bienes o de divertirnos, ¿le aportará mayor felicidad y contentamiento a la familia si sacrificamos el tiempo que dedicamos a los asuntos espirituales y a la asistencia continua a las reuniones? Hemos de estar determinados a eludir todo lo que ponga en peligro nuestra espiritualidad. El proceder sabio es obedecer el consejo de Jesús de ‘acumular tesoros en el cielo’ y ser “rico para con Dios” (Mat. 6:19-21; Luc. 12:15-21).

4 Busquemos primero los intereses del Reino. Jesús enseñó a sus discípulos a anteponer los asuntos espirituales a todo lo demás. Esta fue su exhortación: “Nunca se inquieten y digan: ‘¿Qué hemos de comer?’, o ‘¿qué hemos de beber?’, o ‘¿qué hemos de ponernos?’”. ¿Por qué habló así? Él explicó: “Pues su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas”. Si estamos totalmente convencidos de ello, no habrá obstáculo que nos prive de hacer lo que añadió Jesús a continuación: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas cosas [materiales necesarias] les serán añadidas”. Dios se encargará de ello (Mat. 6:31-33). La verdad es que no es momento de que nos distraigan las excesivas inquietudes por ganarnos la vida o por conseguir una posición cómoda en este sistema de cosas, que pronto desaparecerá (1 Ped. 5:7; 1 Juan 2:15-17).

5 El propósito primordial del trabajo es cubrir las necesidades materiales. Pero ¿cuáles son? El apóstol Pablo escribió: “Teniendo [...] sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas”. ¿Intentamos conseguir algo más? Si así es, tal vez suframos las consecuencias de las que Pablo nos advirtió: “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina” (1 Tim. 6:8, 9; Mat. 6:24; Luc. 14:33). ¿Cómo saber si el exceso de deseos nos impide obrar como debemos?

6 Si a causa de las actividades seglares hacemos lo mínimo en el servicio del campo y no vemos la necesidad de sacrificarnos por las buenas nuevas, tenemos que reordenar las prioridades (Heb. 13:15, 16). Un estilo de vida más modesto contribuirá a eliminar este obstáculo a nuestra predicación. Los intereses del Reino deben ocupar en todo momento el primer lugar en las actividades a las que dedicamos nuestro tiempo y energías.

7 La labor que no es en vano. Las palabras de Pablo nos animan a tener siempre “mucho que hacer en la obra del Señor, sabiendo que [nuestra] labor no es en vano en lo relacionado con el Señor” (1 Cor. 15:58). “La obra del Señor” más importante es la de predicar el Reino y hacer discípulos (Mat. 24:14; 28:19, 20). A fin de participar al máximo en ella, tenemos que apartar tiempo todas las semanas para el servicio del campo y procurar no utilizarlo en otros menesteres (Efe. 5:15-17). Si así lo hacemos, ni el trabajo ni nada parecido obstaculizará nuestro ministerio.

8 Cuando nos desvivimos por impartir las verdades bíblicas, experimentamos la inmensa felicidad que viene del dar (Hech. 20:35). Si seguimos efectuando la obra de predicar el Reino, miraremos al futuro con confianza, “porque Dios no es injusto para olvidar [nuestra] obra y el amor que mostra[mos] para con su nombre” (Heb. 6:10).

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