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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (lenguaje sencillo) 2013
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (lenguaje sencillo) 2013
ws13 15/2 págs. 26-28

Cuidado con las intenciones del corazón

Jeremías 17:9 advierte: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado”. Si el corazón desea algo con mucha intensidad, ¿verdad que es fácil encontrar excusas para complacerlo?

Jesús dijo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias” (Mateo 15:19). En este caso, el corazón representa a la persona que somos por dentro. Si no tenemos cuidado, nuestro corazón podría engañarnos y llevarnos a desobedecer a Dios. A veces nos damos cuenta de que nos ha engañado cuando ya hemos cometido el error. Por eso, debemos averiguar lo que tenemos en el corazón. ¿Cómo?

CÓMO AVERIGUAR LO QUE TENEMOS EN EL CORAZÓN

Para saber lo que tenemos en el corazón, debemos leer la Biblia todos los días,

Lea la Biblia a diario y medite en lo que dice. El apóstol Pablo escribió: “La palabra de Dios es viva, y ejerce poder, y es más aguda que toda espada de dos filos, y penetra hasta dividir entre alma y espíritu”. También permite averiguar los “pensamientos e intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Por eso, al estudiar la Biblia, deberíamos preguntarnos si lo que hacemos y pensamos está de acuerdo con lo que enseña la Biblia. Así sabremos lo que realmente tenemos en el corazón. Si queremos pensar como Jehová, debemos leer la Biblia y meditar en lo que dice todos los días.

La Biblia también nos ayuda a educar la conciencia. La conciencia es como una voz interior que nos dice lo que está bien y lo que está mal. Si la educamos con la Biblia, evitará que busquemos excusas para hacer lo que está mal (Romanos 9:1). Además, la Biblia contiene muchos ejemplos que nos pueden servir de advertencia (1 Corintios 10:11). Al meditar en esos ejemplos, podemos ahorrarnos muchas malas decisiones. ¿Qué más puede ayudarnos a examinar nuestro corazón?

orar a menudo

Pida a Dios que le ayude a saber lo que tiene en el corazón. La Biblia dice que Jehová examina el corazón de todas las personas (1 Crónicas 29:17). También dice que nos conoce mejor que nosotros mismos y lo sabe todo (1 Juan 3:20). Por eso es tan importante orar a Dios. Como él nos conoce mejor que nadie, puede ayudarnos a saber lo que tenemos en nuestro corazón. Solo tenemos que contarle francamente lo que nos preocupa, lo que sentimos y lo que deseamos. También podemos pedirle que nos dé “un corazón puro” (Salmo 51:10).

y asistir a las reuniones

Preste atención en las reuniones. Las reuniones nos ayudan a pensar en la persona que somos por dentro. Es posible que no aprendamos algo nuevo en cada reunión. Pero si siempre vamos a las reuniones, comprenderemos mejor los principios bíblicos. Allí recibimos consejos que nos ayudan a saber lo que tenemos en el corazón y lo que tenemos que cambiar. También nos ayudan los comentarios de nuestros hermanos (Proverbios 27:17). Pero si faltamos con frecuencia a las reuniones, podemos empezar a concentrarnos demasiado en nosotros mismos y tomar malas decisiones (Proverbios 18:1). Por eso deberíamos preguntarnos: “¿Voy a todas las reuniones y presto atención?” (Hebreos 10:24, 25).

¿CÓMO PUEDE TRAICIONARNOS EL CORAZÓN?

El corazón puede traicionarnos en muchos campos de la vida. Veamos cuatro: el dinero, el alcohol, los amigos y las diversiones.

El dinero. No hay nada de malo en querer tener comida, ropa y un lugar donde vivir. Todo eso es necesario. Pero Jesús recomendó que no fuera lo más importante en la vida. Él contó la historia de un hombre rico que tenía sus graneros llenos. Como no le quedaba sitio para guardar la siguiente cosecha, decidió derribar sus graneros y construir otros más grandes. Pensó: “Allí recogeré todo mi grano y todas mis cosas buenas; y diré a mi alma: ‘Alma, tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años; pásalo tranquila, come, bebe, goza’”. Pero olvidó un detalle muy importante: podía morirse esa misma noche, y tanto trabajo no le serviría de nada (Lucas 12:16-20).

A nosotros puede pasarnos algo parecido. Puede que, con los años, nos preguntemos de qué viviremos cuando seamos viejos. Quizá busquemos excusas para trabajar más, aunque eso nos lleve a perdernos reuniones, predicar menos y descuidar algunas responsabilidades cristianas. O puede que todavía seamos jóvenes y sepamos que el servicio de tiempo completo es lo mejor que podemos hacer. Pero antes de empezar, tal vez queramos trabajar para ahorrar algo de dinero. Si pensáramos así, estaríamos olvidando algo muy importante: el momento de dar lo mejor de nosotros a Dios es ahora. ¿Por qué? Porque no sabemos si mañana seguiremos vivos.

El alcohol. Proverbios 23:20 aconseja: “No llegues a estar entre los que beben vino en exceso”. Si tenemos muchas ganas de beber, puede que busquemos excusas para hacerlo a menudo. Tal vez digamos: “No bebo para emborracharme. Bebo para relajarme”. Si no queremos que el corazón nos traicione, deberíamos ser francos con nosotros mismos.

Los amigos. Vivimos rodeados de personas que no sirven a Jehová. Pueden ser compañeros de escuela o de trabajo, o incluso gente a la que predicamos. Sería un error pasar más tiempo del necesario con ellos o hacernos muy amigos suyos. Podemos poner la excusa de que son buenas personas. Pero la Biblia advierte: “Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles” (1 Corintios 15:33). Tal como un poco de suciedad daña el agua limpia, la amistad de alguien que no ama a Dios puede dañar nuestra amistad con Jehová. Sin darnos cuenta, podemos imitar su forma de pensar, hablar, actuar y vestir.

Las diversiones. En el mundo actual, la tecnología nos ofrece muchas formas de entretenernos. Pero no todas son buenas para los cristianos. Pablo recomendó que ni siquiera se hablara de cosas sucias (Efesios 5:3). ¿Y si nos atrae mucho ver o escuchar algo sucio? Quizás digamos que necesitamos un poco de diversión y que cada uno elige cómo divertirse. Pero en lugar de poner excusas, debemos obedecer el consejo de Pablo y no ver ni escuchar nada sucio.

PODEMOS CAMBIAR

Es posible que ya nos hayamos dejado engañar por el corazón y que hayamos puesto excusas para justificar nuestras acciones. Pero nunca es tarde para cambiar (Efesios 4:22-24). Veamos dos ejemplos.

Miguel tuvo que cambiar su forma de pensar sobre las cosas materiales.a (Mire la nota.) Él dice: “Mi esposa, mi hijo y yo somos de un país donde se da mucha importancia a tener lo mejor y lo último en tecnología y comodidades”. Miguel intentó aprovechar todo lo que ofrece el mundo pensando que no se volvería materialista. Pero pronto se dio cuenta de que estaba equivocado. Por eso oró a Jehová. Le pidió que lo ayudara a cambiar de forma de pensar y le dijo que él y su familia querían servirle de lleno. Decidieron llevar una vida más sencilla y mudarse a un lugar donde se necesitaban más predicadores. Poco después, todos se hicieron precursores. ¿Cuál fue el resultado? Miguel y su familia han comprobado que no necesitan muchas cosas para ser felices.

El problema de Leo era que pasaba mucho tiempo con gente que no debía. Él solía salir a tomar algo con quienes hacía negocios, aunque sabía que iban a beber mucho. Muchas veces estuvo a punto de emborracharse. Luego le molestaba la conciencia. Se dio cuenta de que tenía que cambiar. Él dice: “Los consejos de la Biblia y las sugerencias de los ancianos me ayudaron a ver la raíz del problema: buscaba la compañía de personas que no aman a Jehová”. Ahora ha dejado de salir con ellos y trata de hacer sus negocios por teléfono. Su caso demuestra que es importante examinar con cuidado lo que tenemos en el corazón.

Nosotros también tenemos que ser sinceros y averiguar lo que tenemos en el corazón. ¿Cómo? Podemos orar a Jehová, que conoce todos “los secretos del corazón” (Salmo 44:21). También podemos leer su Palabra. La Biblia es como un espejo que nos muestra la clase de persona que somos por dentro (Santiago 1:22-25). Otra gran ayuda son los consejos que recibimos en nuestras reuniones y publicaciones. Todo esto nos ayuda a proteger el corazón y seguir haciendo lo que Dios quiere.

a Se han cambiado los nombres.

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