Nota
b Los cristianos del siglo primero a los que Pablo escribió tenían la esperanza de una resurrección en el cielo, donde serían gobernantes con Cristo. (1 Tesalonicenses 4:14-17; compárese con Lucas 22:29, 30.) Pablo los animaba así a que se consolaran los unos a los otros con la esperanza de que, durante la presencia de Cristo, los fieles que hubieran muerto serían resucitados y estarían en unión con Cristo y entre sí. Sin embargo, para la gran mayoría de los que mueren, la Biblia ofrece la esperanza de una resurrección en una Tierra paradisíaca restaurada. (Juan 5:28, 29; Revelación 21:1-4.)