Nota
a En los tiempos bíblicos, lo mismo que hoy, algunas personas sabían leer y otras no, pero es posible que el saber leer haya estado mucho más generalizado de lo que se han imaginado muchas personas. (Compare con Isaías 29:11, 12.) De hecho, The Encyclopedia of the Jewish Religion dice: “Parece que el saber leer estaba muy difundido en el Israel de la antigüedad.”
Los mandamientos de Dios habrían de escribirse sobre los postes de las puertas y atarse sobre las manos... actos que hubiesen tenido poco valor para personas que no supieran leer. (Deuteronomio 6:8, 9; 27:8) El rey habría de escribir su propia copia de la ley y leer en ella diariamente. (Deuteronomio 17:15, 18, 19) Un joven de Sucot escribió los nombres de los hombres principales de su pueblo.—Jueces 8:14.
El saber leer y escribir no estaba limitado a la clase instruida. En su comentario sobre el libro de los Jueces, James D. Martin escribió que “entre la prueba más antigua que tenemos de la escritura alfabética está la que grabaron esclavos en las paredes de las cuevas de las minas de Sinaí.” Amós era un humilde ganadero de ovejas. Miqueas fue un profeta rural de la aldea de Moreset. (Amós 1:1; Miqueas 1:1) Sin embargo, ambos escribieron libros de la Biblia.
El libro apócrifo de Primero de los Macabeos, que probablemente fue escrito alrededor de la parte final del siglo segundo a. de la E.C., indica que la gente tenía en sus hogares copias de la Ley. (1 Macabeos 1:55-57) El historiador judío Josefo declaró en el primer siglo su punto de vista de que la Ley manda que a los hijos “se les enseñe a leer, quiere que vivan en contacto con las leyes y conozcan las hazañas de sus mayores.”—Contra Apión, II, Capítulo 25, pág. 170 de Ed. Aguilar.