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  • El divorcio sí produce víctimas
    ¡Despertad! 1991 | 22 de abril
    • El divorcio sí produce víctimas

      SI USTED tuviese que creer todo lo que los “expertos” han escrito acerca del divorcio durante las últimas décadas, pudiera concluir que en los divorcios modernos no hay ni culpables ni perjudicados.

      A muchos padres en trámites de divorcio se les ha tranquilizado con algunos tópicos muy vendidos como: el divorcio es mejor para los niños que un matrimonio desgraciado; esperen hasta que los niños tengan ‘la edad apropiada’, así evitarán que sufran; los niños se recuperan del trauma en solo un par de años.

      Hay quienes han sostenido estas ideas optimistas. Por ejemplo, las autoras Susan Gettleman y Janet Markowitz desestiman “el mito del niño perjudicado” y afirman que el divorcio no tiene por qué traumatizar a los hijos siempre que los padres ‘lo traten con madurez’. Hasta sostienen que el divorcio de los padres puede ayudar a los hijos a que algún día hagan frente a su propio divorcio. Dicen: “Lo que en realidad debería reformarse es la institución del matrimonio y el mito de la vida casera”. (The Courage to Divorce [El valor de divorciarse].)

      Sin embargo, ¿suenan veraces esas tajantes afirmaciones? En un mundo donde la cantidad de divorcios aumenta por momentos, ¿cuáles serían las repercusiones sobre los hijos? ¿Es cierto que nadie sale perjudicado?

      Una terrible cantidad de víctimas

      En 1971 las investigadoras estadounidenses Judith Wallerstein y Joan Berlin Kelly iniciaron un histórico estudio sobre los efectos a largo plazo que el divorcio producía en las familias. Escogieron a 60 familias en las que los padres estaban a punto de divorciarse. En conjunto, estas familias tenían 131 hijos con edades comprendidas entre los dos y los dieciocho años. Para sorpresa de las investigadoras, descubrieron que el divorcio casi nunca supuso un alivio para los hijos, ni siquiera en los casos en los que sus padres habían sido desgraciados en su matrimonio. Al contrario, el divorcio los dejó muy confusos.

      ¿Se trataba solo de un trauma pasajero? Lamentablemente no. Después de cinco años, el 37% de los niños padecía diversos grados de depresión que iba desde moderada hasta grave. La mayoría todavía abrigaba esperanzas de que sus padres se reconciliasen... ¡aunque ya hubiesen contraído segundas nupcias! Después de diez o hasta quince años, casi la mitad de los hijos con los que se había llevado a cabo el estudio habían “llegado a la vida adulta siendo jóvenes preocupados, con un rendimiento inferior al normal, menospreciándose a sí mismos y a veces coléricos”.

      Tales resultados chocaban con el punto de vista general. Como dijo la señora Wallerstein, “nuestros hallazgos contradecían por completo nuestras expectativas. A muchas personas no les agradó esta información y recibimos cartas de terapeutas, padres y abogados enojados que decían que estábamos totalmente equivocadas”.

      Pero los niños no mentían, y otros estudios han confirmado la opinión de Wallerstein y Kelly. La publicación Journal of Social Issues (Revista de cuestiones sociales) indicó que la mayoría de los expertos, como los conductistas,a “creen que la separación de los padres y la disolución del matrimonio influyen de forma muy negativa tanto en niños como en adolescentes”. La revista añadía que tales creencias “han sido confirmadas en buena medida” y para ello citaba resultados como estos: entre los hijos de padres divorciados hay niveles más elevados de delincuencia y comportamiento antisocial que entre los hijos de familias intactas; la cantidad de hijos de padres divorciados que son ingresados en hospitales psiquiátricos es posiblemente dos veces mayor que la de hijos de familias intactas; el divorcio puede que sea la principal causa de depresión infantil.

      ¿Y los hijos de más edad?

      Los hijos de más edad no afrontan el divorcio de sus padres mucho mejor que los pequeños. Cuando los adolescentes viven el divorcio de sus padres, pueden sufrir una desilusión tan profunda que amargue la opinión que se forjan del matrimonio y otras instituciones como pudiera ser la escuela. Algunos llegan a la conclusión de que no se puede confiar en ninguna relación, que todas están condenadas a terminar algún día rotas por la traición y la infidelidad.

      Cuando los padres se divorcian, algunos adolescentes pierden el equilibrio de tal forma que se van a extremos de desenfreno. Algunos se dan a las drogas, otros se sumen en la promiscuidad sexual y aún otros huyen de casa. Hay los que en un principio parece que se toman el divorcio de sus padres con calma, pero luego reaccionan. Quizás no sea coincidencia que, como indicó la revista The Washingtonian, el aumento en la cantidad de divorcios ha ido paralelo al aumento en la cantidad de trastornos del apetito y hasta de suicidios de adolescentes.

      De modo que los padres que esperan la oportunidad para divorciarse hasta que sus hijos tengan ‘la edad apropiada’ antes de iniciar los trámites de divorcio, puede que tengan una larga espera por delante. No parece que haya una ‘edad apropiada’ mágica en la que los hijos puedan pasar por el divorcio de sus padres sin sufrir.b En la revista Psychology Today el sociólogo Norval D. Glenn hasta indicó que los efectos negativos que los hijos pueden sufrir como consecuencia del divorcio “permanecen constantes durante toda su vida”. Llegó a la siguiente conclusión: “Uno debe considerar con seriedad la preocupante hipótesis de que el aumento en la cantidad de hijos de padres divorciados conducirá a una erosión lenta pero constante del nivel general de bienestar que tiene la población”.

      Sin embargo, por terribles que sean estos hallazgos, estudios y datos no significan que todos los hijos de padres divorciados estén destinados a tener una vida llena de problemas. Pero sí demuestran que el divorcio presenta un peligro muy real para los hijos, por lo que la pregunta que se plantea es: ¿Cómo protegerlos de los efectos del divorcio?

      ¿Qué esperanza hay para los hijos?

      La mejor protección es prevenir. Como lo expresó la doctora Diane Medved en su libro The Case Against Divorce (Proceso contra el divorcio), “hemos de impedir que los intereses egoístas sigan siendo los únicos criterios que dicten la conveniencia del divorcio”. Poca duda hay de que la obsesión con el ego y la actitud de yo-primero que han impregnado la sociedad moderna han socavado incontables matrimonios. ¿Cómo pueden las parejas casadas luchar contra esta influencia y lograr que su matrimonio perdure?

      La Biblia dice que su Autor es el Originador del matrimonio. Y esto lo confirma el hecho de que los consejos bíblicos sobre el tema producen buenos resultados. Han ayudado a millones de hombres y mujeres a mejorar la calidad de su vida familiar. La Biblia, que ha rescatado a un sinfín de matrimonios de las fauces del divorcio, también puede ayudarle.c

      Pero lamentablemente el divorcio no siempre se puede evitar o impedir. Es una realidad del mundo moderno. Algunos padres aprenden cuáles son las normas de Dios para el matrimonio cuando ya están divorciados. Mientras, otros viven lealmente según esas normas, solo para ser traicionados por un cónyuge inmoral y egoísta. La propia Biblia reconoce que alguna circunstancia extrema hace permisible el divorcio. (Mateo 19:9.) Pero como enseñó Jesús, es imposible tomar una decisión sensata sin primero ‘calcular los gastos’. (Lucas 14:28.)

      Si el divorcio ya es un hecho consumado, resulta obvio que ahora no es el momento de desanimarse con sentimientos de culpa o pesar. Es el momento de mitigar el sufrimiento de los hijos, y se puede conseguir. La doctora Florence Bienenfeld, reputada consejera y mediadora en temas de divorcio, garantiza a los padres divorciados: “El divorcio no tiene que ser una tragedia griega donde todos mueren. Todos pueden vivir y con el tiempo recuperarse, sanar y vivir bien”. (Helping Your Child Succeed After Divorce [Cómo ayudar a su hijo después del divorcio].)

      ¿Pero cómo? ¿Qué pueden hacer los padres, parientes y amigos para ayudar a los hijos de padres divorciados?

      [Notas a pie de página]

      a Relativo al conductismo, una doctrina basada en la observación del comportamiento humano.

      b De hecho, estudios recientes han mostrado que hasta adultos jóvenes de poco más de veinte años sufren mucho cuando sus padres se divorcian. El cambio manifiesto en la moralidad de sus padres los deja perplejos, comenta The New York Times Magazine. Muchos caen en el hedonismo y la promiscuidad mientras que otros evitan toda relación romántica, llegando algunos incluso a jurar que nunca se casarán.

      c Véase el libro Cómo lograr felicidad en su vida familiar, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.

  • Cómo ayudar a las víctimas del divorcio
    ¡Despertad! 1991 | 22 de abril
    • Cómo ayudar a las víctimas del divorcio

      “Un día, cuando tenía unos tres años, mi padre vino a visitarme. Me llevó de paseo, me compró una muñeca que llevaba un precioso vestido rojo y me acompañó de nuevo a casa. Nos quedamos un ratito sentados dentro del automóvil. Pero tan pronto como mi madre salió para recogerme empezaron a gritarse el uno al otro y a discutir a través de la ventanilla del automóvil. Yo estaba en medio.

      ”De pronto, mi padre abrió la puerta de golpe y me empujó fuera del auto. Oí el chirrido de las ruedas, y le vi marcharse a toda velocidad. No sabía lo que pasaba. Mi madre ni siquiera me dejó desenvolver mi muñeca nueva. Después de aquello, no volví a ver la muñeca nunca más. Tampoco volví a ver a mi padre hasta que tuve diecinueve años.”—Heidi.

      “EL TIEMPO todo lo cura”, reza un dicho antiguo. Pero, ¿es cierto? ¿O sufren los hijos un daño irreparable como consecuencia del divorcio de sus padres?

      Según The Journal of Social Issues, mucho depende de lo que suceda después del divorcio. La revista dice: “Las relaciones familiares que emergen después del divorcio afectan a los hijos tanto como el divorcio en sí, o incluso más”.

      En el caso de Heidi, el divorcio de sus padres solo fue el comienzo de sus problemas. Como sucede tantas veces, las segundas nupcias de su madre no fueron mucho mejor que las primeras, y lo mismo sucedió con las terceras. La infancia de Heidi estuvo llena de bandazos, desde gritos y peleas en las que se rompían los platos hasta solitarios días de verano en un apartamento vacío, preguntándose atemorizada cuándo volvería a casa su madre, si acaso volvía.

      Los padres pueden hacer mucho para evitar que sus hijos sufran una secuela tan turbulenta. Al fin y al cabo, el divorcio pone fin al matrimonio, no a la paternidad ni a la maternidad.

      El importante papel de los padres

      “El que la concepción sea una experiencia que dos personas comparten, otorga a los hijos el derecho de tener un padre y una madre”, escribieron dos psicólogos en la revista Psychology Today. Aunque quizás esa declaración le parezca obvia, en cierto modo, el divorcio priva repentinamente a los hijos de ambos padres.

      Por ejemplo, en Estados Unidos, país que según las estadísticas podría denominarse la capital mundial del divorcio, más del 90% de los hijos de padres divorciados viven con la madre y están con el padre solo de visita. ¡Y más de la mitad de esos niños ven a su padre menos de una vez al año! Además, la cantidad de tiempo que la madre pasa con ellos también se reduce de forma drástica después del divorcio. Un estudio indica que pasa con ellos veintiuna horas menos a la semana.

      Si en algo concuerdan los expertos es en que hay más probabilidad de que los hijos se adapten a la vida después del divorcio de sus padres si continúan teniendo una relación positiva y firme con ambos padres. Si eso no es posible, el por lo menos tener una buena relación con uno de ellos contribuirá a suavizar el trauma del divorcio. Pero, ¿cómo pueden los padres mantener esa intimidad con sus hijos después del divorcio?

      Cómo hacer que el tiempo cuente

      Si usted es una madre divorciada, mantener la intimidad con sus hijos puede ser lo que más le cueste. Muchas veces la mujer que se encuentra en esa situación debe enfrentarse a lo que algunas sociedades consideran un estigma doble: el divorcio y la pobreza. Se ve empujada de improviso hacia el mercado laboral, y en su lucha por compensar una pensión de manutención insuficiente o inconstante por parte de su ex cónyuge, posiblemente descubra que le queda poco tiempo para estar con sus hijos.

      ¿Qué necesita? Determinación y un buen horario. Compre cualquier ratito que pueda y planee con sus hijos lo que van a hacer juntos durante ese tiempo. Es mucho mejor pasar con los hijos aunque solo sea un poquito de tiempo cada día y dedicarles atención indivisa, que no pasar nada de tiempo con ellos. Además, el planear con antelación alguna excursión o salida juntos también contribuirá a que sus hijos tengan algo que esperar.

      Luego también hay que contar con la necesidad apremiante que sus hijos tienen de recibir guía, disciplina e instrucción espiritual. Como muchas veces resulta difícil encontrar períodos específicos para hacerlo, la Biblia aconseja: “Tienes que inculcarlas [las leyes de Dios] en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. (Deuteronomio 6:7.)

      ¿Van ustedes alguna vez “por el camino” juntos, quizás en su propio automóvil o en el transporte público? ¿Qué absorbe su atención? ¿Su hijo, o un periódico y la radio del auto? Cuando comen juntos, ¿ahoga la televisión toda conversación, o es la comida un momento para que su familia hable en paz? ¿Pudiera hacer alguna tarea doméstica en compañía de sus hijos, como preparar una comida o hacer la colada?

      Por supuesto, eso no quiere decir que debe emplear esas ocasiones para sermonear a sus hijos. Al contrario, por el simple hecho de estar juntos y conversar de forma cariñosa y abierta es inevitable que les imparta alguno de sus valores. Momentos como esos también pueden ser una oportunidad ideal para dar a sus hijos la confianza que tanto necesitan ahora. Hay hijos que en su interior se sienten responsables del fracaso matrimonial de sus padres y otros se sienten rechazados por el padre que se ha marchado del hogar. Por eso, si con frecuencia les asegura que les ama, alaba sus buenas cualidades y sus logros y les da la confianza para expresar con franqueza lo que piensan, habrá contribuido mucho a suavizar el trauma del divorcio.

      Algunos padres, después de su divorcio, descuidan la disciplina de sus hijos debido a que, en muchos casos, se sienten culpables. “Mi hijo ya ha sufrido bastante últimamente”, parece que piensen. Pero el dar a los hijos total libertad para hacer lo que gusten no es mostrarles amor. El director de un programa para niños y adolescentes llevado a cabo en un hospital psiquiátrico señaló en la revista The Washingtonian: “Constantemente me dicen: ‘Mis padres me dejan hacer lo que quiera. No se preocupan por mí’”. A este respecto, la Biblia señala: “Quien no corrige a su hijo, no lo quiere; el que lo ama, lo corrige”. (Proverbios 13:24, Versión Popular.)

      El hijo desgarrado

      Cuando en un consultorio especializado en el tema del divorcio se le pidió a un niñito que dibujara algo, este se dibujó a sí mismo como si fuera una cuerda de la que tiraban sus padres por ambos lados cuando regañaban; se le veía desgarrado y goteando sangre. Así es como se sienten algunos hijos de padres divorciados. El hijo ama a ambos padres, pero ninguno de los padres quiere que el hijo ame a su ex cónyuge.

      En la amargura y la acritud que tan a menudo acompañan al divorcio, a los padres les es muy difícil no involucrar a sus hijos en la batalla. Las investigadoras Wallerstein y Kelly informaron que dos terceras partes de los padres entrevistados en su estudio competían abiertamente por el amor y la lealtad de sus hijos. La doctora Bienenfeld advierte a los padres que si el hijo se siente desgarrado entre ambos esto puede hacer que se aborrezca y se sienta culpable, además de que “reducirá sus posibilidades de alcanzar felicidad, satisfacción y éxito”.

      La Biblia aconseja con sabiduría: “Padres, ustedes no exasperen a sus hijos; críenlos educándolos y corrigiéndolos como el Señor quiere”. (Efesios 6:4, Nueva Biblia Española, edición latinoamericana.) Está claro que incitar a un hijo a que guarde rencor a su otro progenitor no tiene cabida en la crianza cristiana.

      Todo niño tiene un padre y una madre. La muerte puede cambiar esa situación, pero el divorcio no. Y a menos que los tribunales limiten el contacto del otro progenitor con los hijos (o este eluda voluntariamente su responsabilidad), debería cooperar con su ex cónyuge en la crianza de sus hijos.

      Hay que reconocer que una persona puede tener una causa justificada para estar resentida con su ex cónyuge. Pero si utiliza a sus hijos para castigarlo, quienes en realidad sufren son los hijos. La doctora Bienenfeld dice que el reconocer con franqueza que uno también ha contribuido a que surgieran los problemas en su matrimonio puede disipar un poco su resentimiento. La revista Parents relata el caso de una mujer que procuraba orar a favor de su ex marido cada vez que le venían pensamientos negativos acerca de él. Ella descubrió que esta táctica le daba una sensación de bienestar y de control, algo nuevo para ella, y la libraba de estar ‘siempre en pie de guerra’. (Compárese con Mateo 5:43-45.)

      ¿Pueden ayudar otras personas?

      Los psicólogos Julius y Zelda Segal comentan en la revista Parents que “los hijos de familias rotas logran afianzarse si por lo menos quedan intactas algunas hebras de continuidad” tras la tempestad del divorcio. Lamentablemente, según estos psicólogos, “los vecinos y los amigos tienden a mantener las distancias y lo mismo hacen algunos abuelos por estar demasiado ocupados defendiendo un lado u otro del conflicto entre los padres”.

      En efecto, cuando otros parientes también desaparecen de su vida, el divorcio se convierte en algo particularmente cruel para los hijos, pues agrava su sensación de abandono. De modo que si usted es tía, tío, abuela o abuelo de algún niño de padres divorciados, céntrese en darles la confianza que justo ahora tanto necesitan en lugar de tomar parte en la riña marital de sus padres. A veces no hay nadie que pueda levantar mejor el ánimo decaído de un niño que un abuelo o abuela amoroso.

      Heidi, mencionada al principio de este artículo, no recibió esa clase de apoyo. Sin embargo, su historia tuvo un final feliz. Ahora, con veintiséis años, es una joven felizmente casada, cordial e industriosa. ¿Qué lo hizo posible?

      En muy pocas palabras: las amistades. Cuando aún era adolescente Heidi empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. En el Salón del Reino al que acudía para las reuniones, encontró amigos verdaderos. “Solía pensar que mi situación era bastante desesperada —recuerda—. Pero tener alguien con quien hablar ayuda. Tenía una amiga a la que le podía contar todo. Ella siempre sabía cuándo algo andaba mal y yo siempre terminaba contándoselo. Era como una madre para mí. Pero también había otros con los que podía hacer cosas.” Heidi experimentó la veracidad de la promesa de Jesús de que la congregación cristiana podía proveer una amplia familia para los que hubiesen perdido la suya propia. (Marcos 10:29, 30.)

      Sin embargo, Heidi no tomó la iniciativa para cultivar estas amistades. “Ellos me escogieron”, explica. Y eso es lo que vez tras vez les sucede a los hijos de padres divorciados en la congregación cristiana. Por ejemplo, una joven llamada Meg recuerda con cariño a un matrimonio que le ofreció su amistad cuando sus padres se separaron: “Ellos sabían que yo los necesitaba, y ahí estaban. No es grato tener que decir: ‘Los necesito. Quiero que me amen’”.

      ¿Y usted? ¿Podría ser como un hermano, una hermana, una madre, un padre, un abuelo o una abuela para algunos hijos de padres divorciados? Es muy probable que no se lo pidan, pero eso no significa que no le necesiten.

      Por supuesto, nadie puede jamás desempeñar todas las funciones de una familia intacta, pero sí podemos ser amigos comprensivos y buenos oyentes. También podemos ayudar al joven o la joven para que tenga una mejor relación con nuestro Creador: el verdadero “padre de huérfanos de padre” y el mejor Amigo que se pudiera pedir. (Salmo 68:5.)

      Pero, ¿no hay esperanza de que algún día los índices de divorcio disminuyan en lugar de aumentar, el día en que los hijos tengan la certeza de que crecerán en el seno de una familia completa y feliz?

      El día que la familia sane

      Si tuviésemos que depender del ser humano para encontrar una solución, entonces la respuesta sería negativa: no hay una esperanza verdadera para los hijos. Si el hombre no puede ni empezar a unir a la familia humana mundial que se encuentra irremediablemente dividida, mucho menos podrá unir a las incontables familias divididas que componen la humanidad. Linda Bird Francke escribió en Growing Up Divorced (Creciendo divorciados): “Han sucedido demasiadas cosas y demasiado deprisa. Los tribunales están desorientados; las escuelas están desorientadas; las familias están desorientadas. Nadie sabe qué puede esperar de los demás en estos días de tantos divorcios, pues no existen reglas, ningún precedente a seguir”.

      Sin embargo, el Creador de la humanidad no está desorientado. Él comprende lo que le sucede a este mundo dividido y ve que no necesita que “expertos” humanos lo ajusten. Lo que necesita es ser reemplazado. Y eso es lo que Dios promete hacer. Él promete que quienes hagan Su voluntad sobrevivirán a la destrucción de este sistema corrupto y vivirán para ver la Tierra convertida en un paraíso mundial. (Lucas 23:43; 1 Juan 2:17.) Al vivir entonces bajo la gobernación de Dios, el hombre será curado del pecado que infecta su naturaleza. El egoísmo y la imperfección con sus consiguientes divisiones, odio y desunión serán por fin eliminados. La familia humana sanará. (Revelación 21:3, 4.)

      Entonces el divorcio será un vago recuerdo de un pasado que se desvanece.

      [Fotografía en la página 7]

      ¿Hay actividades que podría realizar en compañía de sus hijos? El divorcio pone fin al matrimonio, no a la paternidad ni a la maternidad

      [Fotografía en la página 10]

      ¿Conoce algún hijo de padres divorciados que necesite un amigo?

      [Recuadro en la página 9]

      Consejos para padres divorciados

      No discuta con su ex cónyuge —por teléfono o en persona— delante de sus hijos.

      No critique a su ex cónyuge delante de sus hijos. Cuando sus hijos critiquen al padre o madre ausente, no los anime ni participe.

      No obligue a sus hijos a escoger uno de los padres ni los ponga en contra de su ex cónyuge.

      No permita que sus hijos le intimiden con la amenaza de irse a vivir con el otro padre. Si tolera ese tipo de chantaje los animará a recurrir a la manipulación y hasta puede obstaculizar su desarrollo moral.

      No utilice a sus hijos para espiar a su ex cónyuge, sacándoles a la fuerza información cada vez que regresen de visitarlo.

      No convierta a sus hijos en recaderos de mensajes airados a su ex cónyuge o humillantes solicitudes de dinero.

      No desaire a su hijo con comentarios como: “Eres igual que tu padre”. Esto no solo le suena al hijo como una crítica del padre sino que también puede hacer que se sienta condenado a repetir los errores de su progenitor.

      Sea un buen oyente y deje que sus hijos expresen sus sentimientos, incluso con los que usted no concuerda.

      Comuníquese con sus hijos de forma clara, libre y abierta, pero protéjalos de detalles que no necesitan saber. Sus hijos pueden parecer confidentes ideales, pero recuerde que un niño no es un adulto en miniatura ni tampoco un cónyuge sustituto, por maduro que parezca.

      Consuele a sus hijos y asegúreles que ellos no fueron la causa del divorcio y que tampoco pueden ahora intervenir y salvar su matrimonio.

      Muestre a sus hijos verdadero afecto y sea muy cariñoso con ellos. Los hijos pueden suponer que los padres que dejan de amarse fácilmente pueden dejar de amar a sus hijos.

      Coopere con su ex cónyuge en proteger a los hijos de sus disputas.

      Equilibre la alabanza con la disciplina, por establecer límites justos y metas realistas.

      Ponga usted mismo el ejemplo al rechazar la conducta inmoral que enseña a sus hijos que eviten.

      Pase con sus hijos todo el tiempo libre que pueda.

      [Recuadro en la página 11]

      ¿Vive usted lejos de sus hijos?

      SI ESE es su caso, quizás encuentre que lo más fácil sería retirarse de la escena. Quizás le resulte embarazoso planear el horario de visitas por parecerle que pide permiso a su ex cónyuge para ver a sus propios hijos. O puede que sus hijos ya tengan un padrastro o una madrastra y usted opine que ya no lo necesitan.

      Pero sí lo necesitan. La Biblia recomienda: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos”. (Efesios 6:4, Biblia de Jerusalén.) Si desaparece de la vida de sus hijos, no solo los exasperará sino que es fácil que socave su autoestima y les haga sentir que no se les ama ni inspiran cariño. Por limitada que sea la relación que tenga con sus hijos, siempre será mejor que no verlos nunca.

      Al parecer la duración de sus visitas es todavía más importante que la frecuencia. Cuanto más larga sea la visita, mayor es la probabilidad de que su hijo pase momentos memorables con usted. Miriam Galper Cohen ha escrito un libro sobre este tema —ella también es madre y vive lejos de sus hijos—, y comenta que las visitas no tienen por qué ser excursiones espectaculares. A veces lo que se recuerda con más cariño es un paseo que dieron juntos tranquilamente o una comida que compartieron.

      Las llamadas telefónicas frecuentes, programadas con regularidad, también contribuyen a que usted y su hijo estén en contacto estrecho. También pudiera grabar su propia voz leyendo una historia a su hijo o hablándole de cuando usted era niño. Y además de casetes y cartas, les puede enviar fotografías, dibujos, tiras cómicas o artículos de revistas que captaron su atención por ser graciosos e interesantes. La señora Cohen también sugiere que se averigüe cuáles son los libros o programas de televisión que a su hijo le gustan, los lea o los vea usted mismo y luego comente sobre ellos cuando le escriba o le llame por teléfono.

      Como dice la señora Cohen, “vivir lejos de los hijos es la opción menos deseable de todas las relacionadas con la custodia de los hijos, a excepción de no verlos nunca”. Aun así, sin duda hay maneras de hacer saber a sus hijos con regularidad que usted sigue amándolos e interesándose por ellos. Hasta el más mínimo acto de consideración puede evitarles mucho sufrimiento.

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