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    ¡Despertad! 2009 | agosto
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      Agosto de 2009

      Prejuicio y discriminación

      Por qué existen y cómo vencerlos

      Todos los días, millones de personas son víctimas de la discriminación. ¿A qué se debe esta terrible injusticia social? ¿Existe alguna solución?

      3 Tratados como si no fueran nadie

      4 Prejuicio y discriminación: la raíz del problema

      7 El amor vence al prejuicio

      14 ¿Un expreso?

      19 Imprudencias que culminaron en una guerra mundial

      22 El punto de vista bíblico

      ¿Debería existir una distinción entre el clero y los laicos?

      24 Padres entregados y cooperadores

      25 ¿Casualidad o diseño? La concha de los moluscos

      26 La protección de datos, una lucha que nos concierne a todos

      29 De nuestros lectores

      30 Observando el mundo

      31 ¿Qué respondería usted?

      32 Un cajón que solo Jehová puede abrir

      ¿Cómo sobrellevar la muerte de uno de mis padres? 10

      Pocas cosas en la vida afectan tanto como la muerte de uno de los padres. ¿Cómo afrontar el aluvión de sentimientos que te inundan tras semejante pérdida?

      Nuestro asombroso universo 16

      Cuanto más se sabe del universo, más interrogantes surgen. Infórmese de los descubrimientos más recientes y asombrosos.

      [Reconocimiento de la página 2]

      Fuente: foto de la NASA

  • Tratados como si no fueran nadie
    ¡Despertad! 2009 | agosto
    • Tratados como si no fueran nadie

      “Durante mi primer año de enseñanza primaria en España, los niños de mi clase se burlaban de mí porque era mucho más bajita que ellos. Casi todos los días llegaba a casa llorando.” (Jennifer, hija de inmigrantes filipinos)

      “Cuando pasé a una nueva escuela, los estudiantes blancos me insultaban. Yo sabía que su intención era que me metiera en una pelea, pero lograba controlarme, aunque por dentro me sentía herido y rechazado.” (Timothy, afroamericano)

      “Cuando tenía siete años, se produjeron enfrentamientos entre los ibo y los hausa, de Nigeria. El odio que había entre esas etnias influyó en mí y empecé a burlarme en la escuela de un compañero hausa, que hasta entonces había sido mi amigo.” (John, nigeriano de la etnia ibo)

      “Mi compañera de servicio misional y yo nos encontrábamos un día hablando de la Biblia a nuestros vecinos cuando unos niños, incitados por el clero, se pusieron a seguirnos y a arrojarnos piedras. El clero quería sacarnos del pueblo.” (Olga)

      ¿HA SUFRIDO alguna vez la humillación de verse discriminado? Tal vez se debió a su color de piel, religión, situación económica, sexo o edad. Quienes son víctimas de la discriminación suelen vivir con miedo al maltrato. Temen pasar junto a un grupo de personas, entrar en una tienda, ir a una nueva escuela o asistir a una reunión social.

      Además, el prejuicio y la discriminación tienen otras repercusiones, como dificultades para conseguir empleo, una atención médica mediocre, una educación inferior, menos privilegios sociales y derechos legales. Y cuando las autoridades aprueban la discriminación, esta puede llevar a terribles limpiezas étnicas y genocidios. El libro bíblico de Ester narra un intento de genocidio. Fíjese en la función que desempeñaron el odio y el prejuicio (Ester 3:5, 6).

      El fanatismo y la intolerancia a veces persisten hasta en lugares donde se han promulgado leyes contra la discriminación. Una ex Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU dice: “Seis décadas después de la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos [...], los principios de la igualdad y la no discriminación siguen lejos de ser una realidad universal”. Eso es muy preocupante, pues la inmigración y la afluencia de refugiados han alterado considerablemente el perfil demográfico de muchos países.

      Entonces, ¿es un sueño pensar en una sociedad equitativa? ¿Podrán vencerse algún día el prejuicio y la discriminación? Los siguientes artículos contestan estas preguntas.

  • Prejuicio y discriminación: la raíz del problema
    ¡Despertad! 2009 | agosto
    • Prejuicio y discriminación: la raíz del problema

      “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” (Artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos)

      PESE a estos elevados ideales, el prejuicio y la discriminación continúan plagando a la humanidad, lo que no solo es reflejo de los tiempos en que vivimos sino también de la imperfección del ser humano (Salmo 51:5). Pero la situación no es irremediable. Claro está, no vamos a eliminar la discriminación que vemos a nuestro alrededor, pero sí podemos desarraigar los prejuicios que tal vez alberguemos en nuestro corazón.

      Para ello debemos reconocer que nadie está exento de tener prejuicios. El libro Understanding Prejudice and Discrimination (Una mejor comprensión del prejuicio y la discriminación) dice: “Posiblemente, las principales conclusiones extraídas de la investigación sobre el prejuicio sean estas: 1) ningún ser con capacidad de expresión y raciocinio está libre de albergar prejuicios, 2) hace falta reconocer el prejuicio y hacer un esfuerzo deliberado para combatirlo y, 3) con la debida motivación, se puede lograr”.

      Se dice que la mejor arma contra el prejuicio es la educación. La buena educación nos ayuda, por ejemplo, a poner al descubierto la raíz del prejuicio, a examinar nuestras actitudes de manera más objetiva y a saberlo afrontar cuando somos víctimas de él.

      La raíz del problema

      El prejuicio hace que la gente distorsione, malinterprete o hasta pase por alto hechos que chocan con sus ideas preconcebidas. Pudiera surgir a causa de valores familiares erróneos aparentemente inocentes, sembrarse a propósito mediante ideas retorcidas sobre otras razas o culturas, o verse fomentado por el nacionalismo y doctrinas religiosas falsas. Incluso puede ser producto del orgullo desmedido. Conforme vaya leyendo los siguientes puntos y los principios bíblicos pertinentes, autoexamínese para ver si necesita efectuar algún cambio.

      Las compañías. El hombre es sociable por naturaleza, y eso es bueno. No extraña pues que la propia Biblia diga que “el que se aísla buscará su propio anhelo egoísta” e irá contra toda sabiduría práctica (Proverbios 18:1). Pero hemos de escoger bien nuestras compañías, pues estas ejercen una profunda influencia. De ahí que los padres sensatos vigilen con quiénes se relacionan sus hijos. Hay estudios que demuestran que, con solo tres años de edad, se pueden desarrollar prejuicios raciales por actitudes, palabras y gestos que se observen en otros. Como es lógico, los padres deben esforzarse por ser una buena influencia, ya que, por lo general, su ejemplo es lo que más contribuye a infundir valores en los hijos.

      ◼ ¿Qué dice la Biblia? “Enseña al niño el buen camino, y aun cuando sea viejo no se apartará de él.” (Proverbios 22:6, Martín Nieto.) “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal.” (Proverbios 13:20.) Padres, pregúntense: “¿Estoy llevando a mis hijos por el camino que es bueno y justo a los ojos de Dios? ¿Me relaciono con personas que ejercen una buena influencia en mí? ¿Soy yo una buena influencia?” (Proverbios 2:1-9).

      El nacionalismo. Se define como la “intensa devoción por el país propio, que llega a veces al exclusivismo, que se manifiesta en el afán por su grandeza y, especialmente, por su independencia en todos los órdenes”. En su libro Conflict and Cooperation Among Nations (Conflicto y colaboración entre naciones), Ivo Duchacek, profesor de Ciencias Políticas, indicó: “El nacionalismo divide a la humanidad en unidades mutuamente intolerantes. En consecuencia, el hombre piensa primero como norteamericano, ruso, chino, egipcio o peruano, y en segundo lugar, si acaso, como ser humano”. Un ex secretario de las Naciones Unidas escribió: “Muchísimos de los problemas que arrostramos hoy día son el resultado de actitudes equivocadas, algunas de ellas adoptadas casi inconscientemente. Entre estas se halla el concepto del nacionalismo irracional: ‘Mi patria, tenga razón o no’”.

      ◼ ¿Qué dice la Biblia? “Tanto amó Dios al mundo [a la humanidad entera] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16.) “Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto.” (Hechos 10:34, 35.) Pregúntese: “Si el amor de Dios es imparcial, es decir, abarca a personas de todas las naciones, incluso a mí, ¿no debería esforzarme por imitar a Dios, sobre todo si me considero creyente?”.

      El racismo. Es la “doctrina que exalta la superioridad de la propia raza frente a las demás, basándose en caracteres biológicos”, explica un diccionario. Sin embargo, como indica The World Book Encyclopedia, los investigadores “no han descubierto ninguna base científica para tales afirmaciones de superioridad”. Las flagrantes injusticias que promueve, como la denegación sistemática de derechos, son una lamentable prueba de que el racismo se alimenta de puras falacias.

      ◼ ¿Qué dice la Biblia? “La verdad los libertará.” (Juan 8:32.) “[Dios] hizo de un solo hombre toda nación de hombres.” (Hechos 17:26.) “No de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón.” (1 Samuel 16:7.) Pregúntese: “¿Trato de ver a mis semejantes como los ve Dios? ¿Procuro conocer a otras personas de diferentes razas o culturas?”. Cuando llegamos a conocer a alguien de cerca, logramos ver más allá de los estereotipos.

      La religión. El libro La naturaleza del prejuicio dice: “Cuando los hombres utilizan su religión para justificar [...] el egoísmo étnico [y otras actitudes egoístas], el resultado inevitable son las abominaciones. La religión y el prejuicio se mezclan entonces”. Y como indica el mismo libro, lo más sorprendente es lo fácil que muchas personas religiosas “parecen deslizarse de la piedad [al] prejuicio”. Ejemplos que confirman lo anterior son las iglesias exclusivas para cierta raza, el odio y la violencia entre sectas y el terrorismo religioso.

      ◼ ¿Qué dice la Biblia? “La sabiduría de arriba [la de Dios] es [...] pacífica, razonable” y no hace “distinciones por parcialidad” (Santiago 3:17). “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con verdad”, es decir, la verdad religiosa (Juan 4:23). “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen.” (Mateo 5:44.) Pregúntese: “¿Me anima mi religión a amar sinceramente a todos, incluso a quienes tal vez deseen hacerme daño? ¿Están las puertas de mi iglesia abiertas a personas de toda clase, sin distinción de nacionalidad, color de piel, sexo, ingresos o posición social?”.

      El orgullo. El orgullo, en el sentido de exceso de estimación propia o arrogancia, fomenta el prejuicio. Por ejemplo, puede crear sentimientos de superioridad o de desprecio hacia los que tienen menos educación y dinero. Y también puede hacer que uno crea toda la propaganda que ensalza a su etnia o nación. Algunos propagandistas hábiles, como fue el caso del dictador nazi Adolf Hitler, alimentan deliberadamente el orgullo nacional y de raza para conseguir el apoyo de las masas y difamar a los que, según su criterio, son diferentes o indeseables.

      ◼ ¿Qué dice la Biblia? “Todo el que es orgulloso de corazón es cosa detestable a Jehová.” (Proverbios 16:5.) “No [hagan] nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino consider[en] con humildad mental que los demás son superiores a ustedes.” (Filipenses 2:3.) Pregúntese: “¿Me deleito interiormente cuando oigo comentarios halagadores sobre mi etnia o raza o cuando oigo observaciones despectivas sobre otros pueblos? ¿Tiendo a sentirme celoso de quienes poseen talentos que yo no tengo, o me causa verdadera satisfacción que los posean?”.

      Con razón dice la Biblia: “Más que todo lo demás que ha de guardarse, salvaguarda [el] corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida” (Proverbios 4:23). Por lo tanto, hay que cuidar el corazón, llenarlo de la sabiduría divina y no permitir que nada lo corrompa. Solo entonces, la capacidad de pensar y el discernimiento nos salvaguardarán y nos librarán “del mal camino” y de la persona “que habla cosas perversas” (Proverbios 2:10-12).

      Ahora bien, ¿qué puede hacer usted si es víctima del prejuicio o la discriminación? En el siguiente artículo hallará la respuesta.

      [Comentario de la página 6]

      Cuando llegamos a conocer a alguien de cerca, logramos ver más allá de los estereotipos

  • El amor vence al prejuicio
    ¡Despertad! 2009 | agosto
    • El amor vence al prejuicio

      “Una nueva forma de comunidad religiosa apareció por primera vez en la historia: no era una nación que celebraba su culto patriótico, sino un grupo voluntario, en que las diferencias sociales, raciales y nacionales se veían trascendidas: los hombres y las mujeres se agrupaban en su carácter de meros individuos, frente a su dios.” (La historia del cristianismo, de Paul Johnson)

      AL IRSE propagando el cristianismo por el Imperio romano, la gente observó algo sorprendente: un grupo internacional de personas devotas que habían aprendido a vivir en paz y unidad como una verdadera familia. Su secreto consistía en el amor, un amor que era más que un sentimiento, pues se basaba en los principios divinos.

      Jesucristo, el mejor ejemplo de tales principios, fue objeto de odio y de prejuicio malicioso (1 Pedro 2:21-23). Por una parte, procedía de Galilea, y los galileos —la mayoría agricultores, ganaderos y pescadores— eran menospreciados por los guías religiosos judíos de Jerusalén (Juan 7:45-52). Y por otra, Jesús era un magnífico maestro que se ganó el cariño y el respeto del pueblo, razón por la cual los líderes religiosos lo envidiaron y esparcieron mentiras sobre él y hasta conspiraron para matarlo (Marcos 15:9, 10; Juan 9:16, 22; 11:45-53).

      Con todo, Jesús “no dev[olvió] mal por mal” (Romanos 12:17). Por ejemplo, cuando algún fariseo —miembro de una secta judía enemiga de Jesús— lo abordaba para plantearle preguntas sinceras, él amablemente se las respondía (Juan 3:1-21). Además, comía con fariseos, incluido uno que le demostró cierto grado de prejuicio. ¿Cómo lo trató? En aquella época era costumbre lavar los pies del invitado, pero el fariseo no recibió a Jesús con ese acto de cortesía. Por su parte, Jesús no se ofendió, sino que aprovechó la velada para enseñar una hermosa lección de compasión y perdón (Lucas 7:36-50; 11:37).

      Jesús amó a los despreciados

      Una de las parábolas más conocidas de Jesús es la del buen samaritano, el hombre que acudió en socorro de un judío al que habían golpeado y atracado y que incluso corrió con los gastos de su recuperación (Lucas 10:30-37). ¿Por qué se consideraba tan noble aquella acción? Porque en la vida real, los judíos y los samaritanos se despreciaban. Tanto es así, que para los judíos la palabra samaritano era un agravio, un insulto que profirieron contra el propio Jesús (Juan 8:48). No pudo haberse escogido una mejor manera de ilustrar en aquella cultura lo que es el amor imparcial al prójimo.

      Jesús respaldó sus palabras con obras al sanar a un leproso de Samaria (Lucas 17:11-19). Además, enseñó a otros samaritanos sinceros e incluso conversó con una mujer de esa misma nación. Este último hecho es digno de nota, pues los rabinos judíos estrictos no hablaban con ninguna mujer en público —ni siquiera con una parienta cercana—, y mucho menos con una no judía (Juan 4:7-30, 39-42).

      Ahora bien, ¿cómo ve Dios a una persona con prejuicios que está luchando por erradicarlos de su corazón? La Biblia de nuevo ofrece la respuesta.

      Dios es paciente con nosotros

      En el siglo primero, numerosos cristianos de raza judía se dejaron influir por prejuicios ancestrales contra los no judíos, muchos de los cuales también se estaban convirtiendo al cristianismo. Aquello creaba un ambiente divisivo. ¿Cómo solucionó Jehová Dios el problema? Educó con paciencia a la congregación (Hechos 15:1-5). Su paciencia dio buen fruto, pues como se mencionó al principio de este artículo, “las diferencias sociales, raciales y nacionales se [vieron] trascendidas”. Como resultado, “las congregaciones continuaron haciéndose firmes en la fe y aumentando en número de día en día” (Hechos 16:5).

      ¿Qué aprendemos de esto? Que no tenemos que darnos por vencidos, sino continuar pidiendo la ayuda de Dios. Él da generosamente sabiduría y fuerza moral a quienes le siguen “pidiendo con fe” (Santiago 1:5, 6). ¿Recuerda a Jennifer, Timothy, John y Olga, mencionados en el primer artículo de esta serie? Para cuando Jennifer empezó la educación secundaria, ya había madurado espiritualmente y había aprendido a no tomar en cuenta los insultos racistas y comentarios denigrantes sobre su estatura. Poco después, cuando otra muchacha fue el blanco de las burlas de sus compañeros de clase, Jennifer la defendió y la consoló.

      ¿Qué ayudó a Timothy a mantener la serenidad cuando otros estudiantes lo insultaban con expresiones racistas? “No quería manchar el nombre de Jehová —explica—. Además, siempre recordaba que tenemos que seguir ‘venciendo el mal con el bien’ y no permitir que el mal nos venza.” (Romanos 12:21.)

      John superó el prejuicio contra su compañero de clase hausa. “Años después —recuerda— entablé amistad con algunos estudiantes hausa. Hice un trabajo en equipo con uno de ellos y nos llevamos muy bien. Ahora trato de ver a las personas como lo que son: seres humanos, y no como miembros de cierta raza o tribu.”

      Olga y su compañera de servicio misional no se acobardaron cuando sufrieron persecución a manos de los que se oponían con odio a su labor. Permanecieron firmes, confiando en que habría quienes llegarían a apreciar el mensaje de la Biblia. Y muchos lo hicieron. “Unos cincuenta años después —explica Olga— se me acercó un hombre y me entregó una hermosa cartera. Al abrirla, vi unas piedrecitas que llevaban grabados los nombres de cualidades cristianas como bondad, amabilidad, amor y paz. Entonces me confesó que él era uno de aquellos niños que me habían arrojado piedras y me dijo que ahora era mi hermano cristiano. A continuación, él y su esposa me obsequiaron una docena de rosas blancas además de la cartera.”

      Cuando por fin desaparezcan el prejuicio y la discriminación

      Pronto dejarán de existir el prejuicio y la discriminación. ¿Cómo se conseguirá? Por una parte, la Tierra tendrá como único Gobernante a Jesucristo, quien demostró que “no juzgará por la mera apariencia de las cosas” (Isaías 11:1-5). Además, los súbditos terrestres reflejarán a la perfección la manera de ser de Jesús, pues todos habrán sido educados por él y por su Padre, Jehová Dios (Isaías 11:9).

      Esa educación espiritual ya está en progreso, y con ella se está preparando al pueblo de Dios para vivir en un mundo completamente nuevo. ¿Por qué no aprovecha ese programa de educación gratuito y acepta un curso bíblico?a Como hemos visto, Dios no es parcial; de hecho, su voluntad es que personas de toda clase “se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo 2:3, 4).

      [Nota]

      a Si desea un curso bíblico gratuito a la hora y en el lugar que más le convengan, comuníquese con los testigos de Jehová de su localidad o escriba a la sucursal que corresponda de las que aparecen en la página 5 de esta revista. También puede ponerse en contacto con los testigos de Jehová en www.watchtower.org.

      [Comentario de la página 8]

      El prejuicio y la discriminación pronto dejarán de plagar a la humanidad

      [Ilustración y recuadro de las páginas 8 y 9]

      PRINCIPIOS DIVINOS POR LOS QUE REGIRSE

      ◼ “No devuelvan mal por mal a nadie. [...] Sig[an] venciendo el mal con el bien.” (Romanos 12:17-21.) En otras palabras, trate bien a los que lo tratan mal. “Me odiaron sin causa”, dijo Jesucristo. Y, sin embargo, él no les pagó con la misma moneda (Juan 15:25).

      ◼ “No nos hagamos egotistas [...], envidiándonos unos a otros.” (Gálatas 5:26.) La envidia y el orgullo desmedido dañan la espiritualidad y suelen llevar al odio y al prejuicio (Marcos 7:20-23).

      ◼ “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.” (Mateo 7:12.) Pregúntese: “¿Cómo me gusta que me traten?”. Pues trate a los demás de la misma manera, prescindiendo de su edad, color de piel, lengua o cultura.

      ◼ “Acéptense y tolérense los unos a los otros, así como también el Cristo los aceptó.” (Romanos 15:7, Biblia Peshitta en Español.) ¿Se esfuerza por conocer a personas de diferentes orígenes y culturas, especialmente si también son siervos de Dios? (2 Corintios 6:11.)

      ◼ “En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, aun Jehová mismo me acogería.” (Salmo 27:10.) Por mal que lo traten los demás, recuerde que Dios nunca lo abandonará mientras le sea leal.

      [Ilustración de la página 7]

      El buen samaritano socorre a un judío que ha sido atracado

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