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    ¡Despertad! 2009 | marzo
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      Marzo de 2009

      ¿Amos o esclavos del dinero?

      Si el dinero reporta tantos beneficios, ¿por qué es motivo de tantos problemas? Esta serie le ayudará a verlo y utilizarlo con equilibrio.

      3 ¿Amos o esclavos del dinero?

      5 Haga rendir su dinero

      6 Riquezas más valiosas que el dinero

      9 ¿Casualidad o diseño? El pico del calamar

      12 Bendiciones de poner a Dios en primer lugar

      16 Último refugio para especies en peligro

      18 Los jóvenes preguntan

      ¿Necesito cambiar de amigos?

      21 Una profesora cambia de punto de vista

      22 Mi librito de color rosa

      24 Se resuelve un gran misterio científico

      29 Observando el mundo

      30 De nuestros lectores

      31 ¿Qué respondería usted?

      32 Una noche para recordar

      ¿Debe rechazarse la cremación? 10

      ¿Está mal incinerar a los difuntos?

      La obesidad infantil, un problema con solución 27

      ¿A qué se debe la epidemia mundial de obesidad infantil? ¿Cómo ayudar a nuestros hijos?

  • ¿Amos o esclavos del dinero?
    ¡Despertad! 2009 | marzo
    • ¿Amos o esclavos del dinero?

      ¿HA OÍDO hablar del mal del dinero? Según se informa, afecta a buena parte de la población mundial. ¿De qué se trata?

      El doctor Roger Henderson, especialista en salud mental del Reino Unido, acuñó hace poco la expresión “mal del dinero” para designar los síntomas físicos y psicológicos que presentan las personas agobiadas por su situación económica. Entre los síntomas figuran dificultades respiratorias, dolor de cabeza, náuseas, irritación de la piel, falta de apetito, arrebatos de ira injustificados, nerviosismo y pensamientos negativos. De hecho, el doctor Henderson afirma que “las preocupaciones económicas constituyen una importante causa de estrés”.

      No es de extrañar que en los pasados meses una creciente cantidad de personas haya sufrido los efectos de los problemas económicos. La crisis financiera por la que hoy atraviesan muchos países ha ocasionado la pérdida a gran escala de empleos, casas y ahorros personales. Importantes entidades financieras han quebrado y hasta las naciones más ricas han adoptado medidas urgentes para impedir el colapso. Además, el alza de los productos básicos es otro motivo de gran preocupación para los países en desarrollo.

      Sin embargo, aun en tiempos de bonanza, como en años anteriores, mucha gente sufre a causa del dinero. Por ejemplo, el diario sudafricano The Witness informó que en África se había extendido “una plaga social de mercantilismo, consumismo y materialismo desenfrenado”. El periódico señaló que sus víctimas tendían a “despilfarrar, trabajar horas extras, endeudarse, tener sentimientos de privación y envidia, y padecer estrés y depresión”. Con razón se culpó al dinero del deterioro de la calidad de vida en el continente africano.

      Antes de la actual crisis financiera, la India experimentó un período de crecimiento económico. La revista India Today International señaló que en el año 2007 se alcanzaron en el país “cotas de consumo nunca antes vistas”. Las autoridades temían que ese auge provocara disturbios generalizados.

      Por esas mismas fechas, entre los adultos jóvenes de Estados Unidos estaba de moda despilfarrar sus ingresos en artículos de lujo. Con todo, su poder adquisitivo no los hacía felices, pues los expertos indicaron que tal prosperidad constituía una de las principales causas de alcoholismo, depresión y suicidio. Una encuesta reveló que “ni siquiera 1 de cada 3 estadounidenses” se consideraba feliz a pesar de nadar en la abundancia.

      La otra cara de la moneda

      Por otro lado, tanto en épocas de vacas flacas como de vacas gordas ha habido ricos y pobres viviendo relativamente libres de la angustia que generan el dinero y las posesiones. Veamos lo que marca la diferencia.

      Los autores de un informe titulado The Meaning of Money (Lo que el dinero significa) señalan que la vida de algunas personas “gira en torno al dinero, lo cual puede causarles tensión nerviosa y neurosis”. Pero subrayan que “quienes administran con cuidado sus ingresos llevan las riendas de su vida y gozan de autoestima. No son esclavos del dinero, sino sus amos”. Además, “sufren menos presiones y, por lo tanto, disfrutan de mayor tranquilidad”.

      Ahora bien, ¿cuál es nuestra actitud hacia el dinero? ¿Somos sus amos, o sus esclavos? ¿Cómo nos afecta la inestabilidad financiera del mundo? Aun sin padecer el mal del dinero, todos los bolsillos, ricos o pobres, se resienten por la crisis. A continuación veremos cómo algunos cambios en el manejo del presupuesto pueden reportarnos mayor paz mental y felicidad familiar.

      Cómo saber si uno es esclavo del dinero

      • Evita el tema del presupuesto familiar porque lo estresa

      • Las discusiones familiares a menudo giran en torno al dinero

      • No para de gastar

      • Vive preocupado por las facturas

      • No sabe exactamente cuánto gana

      • No sabe exactamente cuánto gasta

      • No sabe exactamente cuánto debe

      • Sus gastos por lo regular superan sus cálculos

      • Suele atrasarse en el pago de las facturas

      • Solo paga el mínimo de las tarjetas de crédito

      • Paga las facturas con dinero que había destinado a otros fines

      • Hace horas extras para pagar las facturas

      • Pide préstamos a fin de saldar préstamos anteriores

      • Saca de los ahorros para cubrir gastos periódicos

      • Se le hace casi imposible llegar a fin de mes

      • Cree que necesita acumular grandes sumas de dinero

      • Sufre alteraciones físicas o psicológicas

      Fuente: Money Sickness Syndrome (El mal del dinero), escrito por el doctor Roger Henderson

  • Haga rendir su dinero
    ¡Despertad! 2009 | marzo
    • Haga rendir su dinero

      MUCHOS creen que la Biblia dice que el dinero es la raíz de todos los males; sin embargo, lo que en realidad dice es que “el amor al dinero es la raíz de todos los males” (1 Timoteo 6:10, Reina-Valera, 2000). En efecto, hay quienes se han encariñado con las riquezas y se han consagrado a la acumulación de bienes, pero han tenido que pagar las amargas consecuencias de haberse convertido en esclavos del dinero. No obstante, este puede ser una herramienta muy útil si se emplea con prudencia. Las Santas Escrituras incluso reconocen que “el dinero [...] resuelve muchos problemas” (Eclesiastés 10:19, La Palabra de Dios para Todos).

      Si bien es cierto que la Biblia no es un manual de finanzas, nos da consejos prácticos para que nos rinda el dinero. Las recomendaciones que se ofrecen a continuación cuentan con el respaldo de expertos en la materia y de principios bíblicos escritos desde antaño.

      Hay que gastar menos que la suma de los ingresos

      Ahorrar. A los israelitas de la antigüedad se les enseñaba la importancia de ahorrar. Por ejemplo, tenían que apartar un diezmo (o el 10%) cada año para la celebración de las fiestas nacionales (Deuteronomio 14:22-27). El apóstol Pablo también exhortó a los cristianos de su época a que guardaran semanalmente una cantidad para dársela a los hermanos necesitados (1 Corintios 16:1, 2). Hoy día, todos deberíamos ahorrar, y para eso solo hay que proponérselo. En cuanto cobre, deposite una parte de la paga en el banco u otra entidad de confianza, lo cual le ayudará a resistir la tentación de gastársela.

      Diseñar un presupuesto. Esta es la única manera práctica de vigilar y reducir los gastos. Con un buen presupuesto uno puede alcanzar sus metas financieras, pues le permite ver de cuánto dinero dispone y en qué se le va. Hay que gastar menos que la suma de los ingresos. Para ello, deben diferenciarse los caprichos de las necesidades. A tono con lo expuesto, Jesús dijo que antes de emprender un proyecto deben calcularse los gastos (Lucas 14:28). Además, la Biblia aconseja evitar deudas innecesarias (Proverbios 22:7).

      Planificar. Sería bueno pensar en el futuro. Quizá convenga obtener una hipoteca de bajo interés si se desea comprar una casa o un apartamento. Un padre de familia tal vez crea necesario contratar un seguro de vida, de enfermedad, de invalidez o de otra clase para proteger a los suyos. Planificar el futuro también podría incluir un plan de jubilación. Proverbios 21:5 nos recuerda que “los planes del diligente propenden de seguro a ventaja”.

      Deben diferenciarse los caprichos de las necesidades

      Invertir. Quien desarrolla nuevas destrezas y cuida de su salud física y emocional está invirtiendo en sí mismo, lo que le reportará grandes beneficios. Por eso, nunca dejemos de invertir, es decir, de aprender. De ahí que la Biblia destaque la importancia de “la sabiduría práctica y la capacidad de pensar”, y nos inste a seguir desarrollándolas (Proverbios 3:21, 22; Eclesiastés 10:10).

      Guardar el equilibrio. Mantengamos el dinero en su lugar. Los estudios revelan que las personas que se preocupan más por su semejante que por el dinero gozan de mayor felicidad. Pero hay quienes dejan que la avaricia les nuble el juicio, pues, no conformes con satisfacer sus necesidades básicas, se empeñan en hacerse ricos. A fin de cuentas, ¿qué más se requiere aparte de comida, ropa y techo? Con razón el escritor de la frase bíblica citada al principio del artículo también dijo lo siguiente: “Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos” (1 Timoteo 6:8). Si nos conformamos con lo que tenemos, evitaremos el amor al dinero y nos ahorraremos muchos problemas.

      Así es, este amor es la raíz de muchas cosas malas, y hasta puede esclavizarlo a usted si se lo permite. Pero si utiliza prudentemente el dinero y no deja que lo controle, se podrá concentrar en lo más importante: la relación con su familia, sus amigos y Dios mismo. Con todo, en este mundo parece imposible vivir libres de preocupaciones económicas. ¿Acabarán alguna vez? ¿Llegará el día en que nadie pase por estrecheces? El último artículo de esta serie da las respuestas.

      ¿Qué más se requiere aparte de comida, ropa y techo?

      LOS HIJOS Y EL DINERO

      Hoy en día son tantos los adultos con problemas económicos, que los especialistas recomiendan enseñar a los hijos desde pequeños a cuidar el dinero. Si se pregunta a un niño de dónde salen los billetes, seguramente dirá “de mi papá” o “del banco”. Enseñar a los hijos a administrar el dinero (ahorrar, invertir y diferenciar entre caprichos y necesidades) les ayudará a evitar el desasosiego que producen las deudas aplastantes y el mal del dinero. Fíjese en las siguientes sugerencias.

      1. Póngales el ejemplo. Por lo regular, los niños hacen más caso a los ejemplos que a las palabras.

      2. Controle los gastos. Comente con su familia lo que cada uno puede gastar. Aprenda a decir no y cumpla su palabra.

      3. Déjelos administrar su propio dinero. Si les da dinero periódicamente o ya ganan un sueldo, márqueles algunas pautas y luego permita que ellos tomen ciertas decisiones.

      4. Enséñeles a compartir. Explíqueles que deben compartir lo que tienen y acostumbrarse a ofrecer donaciones que honran a Dios.

  • Riquezas más valiosas que el dinero
    ¡Despertad! 2009 | marzo
    • Riquezas más valiosas que el dinero

      JON gozaba de mucho éxito en su vida profesional. Era un joven estadounidense que ganaba muy bien y viajaba por todo el mundo. Muchos pensaban que la estupenda casa y la vida desahogada de que disfrutaba con su esposa eran una bendición.

      Kostas,a por otra parte, fue uno de los 80 elegidos entre 5.000 solicitantes para trabajar como auxiliar en un famoso banco europeo. No tardó en obtener mayores puestos de responsabilidad hasta que un día le propusieron dirigir un departamento importante en otro banco. Aunque ganaba más dinero al año de lo que la mayoría de la gente ganaría en toda su vida, probó fortuna creando su propia empresa. Creía que el cielo lo había bendecido.

      Hoy, sin embargo, ellos dos están seguros de que existen riquezas más valiosas que el dinero. Por ejemplo, Jon, que ahora imparte clases bíblicas gratuitas para ayudar al prójimo a acercarse a Dios, reconoce: “Me consta que las posesiones materiales no conducen a la felicidad. Conseguirlas y protegerlas consume demasiado tiempo. Pero vivir de acuerdo con los principios bíblicos te permite adquirir tesoros de más valor, como tener un matrimonio verdaderamente feliz, paz interior y una conciencia tranquila”.

      De igual modo, Kostas admite: “Dios no quiere que llevemos una vida de lujos. Por eso estoy convencido de que si nos da más de lo indispensable, tenemos la obligación de utilizar esos recursos de acuerdo con su voluntad”. Hace poco comenzó, junto con su familia, a aprender un idioma para llevar el mensaje bíblico a un mayor número de personas. Dice: “Hemos visto que somos más felices dando que recibiendo” (Hechos 20:35).

      Jon y Kostas incluso se han dado cuenta de que las riquezas espirituales valen más que las materiales. Daniel Gilbert, profesor de Psicología en la Universidad de Harvard, indica que los expertos en salud mental “llevan décadas estudiando la relación entre la riqueza y la felicidad, y, en términos generales, han llegado a la conclusión de que la riqueza aumenta la felicidad humana cuando eleva a las personas de la pobreza más abyecta a la clase media, pero no contribuye mucho al aumento de la felicidad a partir del aumento de calidad de vida”.

      La triste realidad

      Un observador perspicaz señaló: “Es sorprendente que, una vez superado el nivel de pobreza, el aumento de los ingresos guarda muy poca relación con la felicidad personal”. Una declaración similar hizo mella en cierto periodista cuando, a principios del siglo pasado, entrevistó a Andrew Carnegie, magnate del acero considerado entonces uno de los hombres más ricos del mundo. “Nadie tiene por qué envidiarme —le confesó—. ¿De qué me sirve mi fortuna si a los 60 años ya no puedo digerir la comida? Daría todo por recuperar la salud y la juventud.”

      El periodista comentó: “De pronto, el señor Carnegie se volvió y, en voz baja, declaró con amargura y un indescriptible sentimiento: ‘Si pudiera venderle mi alma al diablo, como Fausto, lo haría. Daría cualquier cosa con tal de volver a vivir la vida’”. Su sentir concuerda con el del multimillonario Jean Paul Getty, empresario del petróleo que afirmó: “El dinero no está relacionado necesariamente con la felicidad; si acaso con la infelicidad”.

      Tal vez usted concuerde con el escritor bíblico que hizo esta petición: “No me des ni pobreza ni riqueza. Déjame devorar el alimento prescrito para mí, para que no vaya a quedar satisfecho y realmente te niegue y diga: ‘¿Quién es Jehová?’, y para que no venga a parar en pobreza y realmente hurte y acometa el nombre de mi Dios” (Proverbios 30:8, 9).

      Salomón, rey del antiguo Israel, dijo: “Llegué a ser mayor y aumenté más que cualquiera que, según sucedió, me antecedió en Jerusalén”. Y agregó: “Todo era vanidad y un esforzarse tras viento”. Pero también escribió: “La bendición de Jehová... eso es lo que enriquece, y él no añade dolor con ella” (Eclesiastés 2:9-11; 5:12, 13; Proverbios 10:22).

      Riquezas que durarán para siempre

      Es evidente, pues, que para alcanzar la felicidad real y duradera tenemos que satisfacer por completo nuestras necesidades espirituales. Si ponemos a Dios en primer lugar, descubriremos que todo ámbito de nuestra vida se enriquecerá.

      Afortunadamente, llegará el día en que el dinero ya no causará más preocupaciones. La Biblia promete que el abusivo y ambicioso mundo del comercio será eliminado para siempre (1 Juan 2:15-17). En el nuevo sistema de cosas de Dios reinarán los principios divinos. Jehová convertirá la Tierra entera en un paraíso, como se había propuesto al crear a la primera pareja humana. ¡Qué enriquecedor será ver el planeta lleno de amor, paz y felicidad! (Isaías 2:2-4; 2 Pedro 3:13; 1 Juan 4:8-11.)

      Si ponemos a Dios en primer lugar, nuestra vida se enriquecerá

      Nadie jamás pasará por estrecheces en el Paraíso. La humanidad vivirá eternamente y gozará tanto de prosperidad espiritual como material. Todos tendrán alimento, vivienda y trabajo remunerador a manos llenas. La pobreza será erradicada por completo (Salmo 72:16; Isaías 65:21-23; Miqueas 4:4).

      Quienes sinceramente ejerzan fe en Jehová, el Dios del que habla la Biblia, no quedarán defraudados (Romanos 10:11-13). Sin duda, merece la pena luchar por las riquezas que valen más que el dinero (1 Timoteo 6:6-10).

      a Se ha cambiado el nombre.

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