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El Holocausto: ¿por qué debería interesarle?¡Despertad! 1989 | 8 de abril
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El Holocausto: ¿por qué debería interesarle?
“¿ES VERDAD que hubo un Holocausto? ¿Importa si lo hubo o no? ¿Por qué razón debería interesarme?”, quizás pregunten algunos.
La humanidad debería interesarse en el Holocausto para evitar que la historia se repita. Un sobreviviente de los campos de concentración llamado Primo Levi expresó sus dudas en cuanto a que la mentalidad que dio a luz los campos de concentración haya desaparecido. Formuló la siguiente pregunta: “¿Cuánto de todo aquello ha vuelto o está volviendo? ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para que de las muchas amenazas que se ciernen sobre este mundo, al menos esta desaparezca?”.
Con estas palabras, Levi expresó la preocupación de muchos que se preguntan si esos horrores podrían volver a suceder. ¿Cómo responde la historia reciente? Los relatos de atrocidades, genocidios, torturas, escuadrones de la muerte y personas “desaparecidas” y “liquidadas” que desde 1945 provienen de diversos países son prueba de que la mentalidad que justificó los campos de concentración todavía sigue viva y activa.
Por otro lado, para los que han sobrevivido —hijos, parientes y amigos de los que fallecieron—, la realidad histórica sí tiene importancia. La historia se basa en sucesos y personas reales. ¿Importa si Jesús fue un mito? ¿O si Napoleón y Mahoma —el profeta del islam— fueron personas reales o no? Por supuesto que importa, pues estos hombres cambiaron el curso de la historia.
De igual manera, puede que el Holocausto haya sido el golpe más devastador de toda la historia para el ego de la humanidad civilizada. Primo Levi lo expresó con las siguientes palabras: “Nunca han sido extinguidas tantas vidas en tan poco tiempo y con una combinación tan lúcida de recursos tecnológicos, fanatismo y crueldad”.
No obstante, hay quienes dudan de que sucediera. Cuestionan que el Holocausto sea un hecho histórico.
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El Holocausto: sí, efectivamente sucedió¡Despertad! 1989 | 8 de abril
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El Holocausto: sí, efectivamente sucedió
POR sorprendente que parezca, existe una pequeña minoría de personas que afirman que el Holocausto no ocurrió tal y como habla de él la historia moderna. En su publicación Did Six Million Really Die? The Truth at Last (¿Es cierto que murieron seis millones? Al fin la verdad), Richard Harwood escribe: “La afirmación de que durante la segunda guerra mundial seis millones de judíos murieron como resultado directo de la política oficial alemana de exterminio está absolutamente infundada”.
De modo que surgen las siguientes preguntas: ¿ordenaron los nazis el exterminio de los judíos durante la segunda guerra mundial? ¿Es verdad que murieron de cuatro a seis millones de judíos en los campos de concentración? ¿Existieron tales cosas como las cámaras de gas? ¿O son todas estas cosas deformaciones de la historia de Alemania?
Ciertos historiadores revisionistas han afirmado que todo esto nunca ocurrió. Sostienen que, como mucho, solo murieron unos cuantos miles de judíos y que la mayoría fueron deportados a otros países.
No hace mucho, un pleito entablado en Canadá puso de relieve esta controversia. Un inmigrante alemán que se había establecido en ese país fue enjuiciado por “publicar deliberadamente información falsa que probablemente perjudicaría la tolerancia social o racial”, al afirmar que jamás se produjo el Holocausto, informó el periódico The Globe and Mail, de Toronto (Canadá). Se le sentenció a quince meses de cárcel y se ordenó la proscripción de la publicación de sus puntos de vista revisionistas sobre el Holocausto.
En 1985, en la República Federal de Alemania se aprobó una enmienda a una ley contra la difamación, para permitir que hasta personas no judías presenten quejas contra “cualquiera que insulte, calumnie, difame o denigre a quienes ‘hayan perdido su vida como víctimas del Nacional Socialismo u otras formas de gobernación tiránica o despótica’”. Como consecuencia de esta ley, “el negar el asesinato de judíos en los campos de concentración durante la dictadura nazi se convierte en un delito punible”, mencionó el periódico Hamburger Abendblatt.
A la negación del Holocausto se la llama comúnmente “mentira de Auschwitz”. Auschwitz (actualmente Oswiecim) fue el infame campo de concentración de Polonia donde los nazis cometieron asesinatos en masa. Según los medios informativos de la República Federal de Alemania, extremistas de derechas han tratado de esconder o negar estos sucesos, y de ahí la expresión “mentira de Auschwitz”.
¿Emigración, o exterminio?
El que hoy día existan millones de judíos de origen europeo prueba que los nazis no consiguieron destruir al pueblo judío de Europa. El historiador William L. Shirer confirma el hecho de que muchos judíos escaparon de los intentos de aniquilación en los campos de concentración, y en su libro 20th Century Journey—The Nightmare Years 1930-1940 (Recorrido por el siglo XX. Los espantosos años 1930-1940) dice: “No todos los judíos austriacos perecieron en los campos y en las prisiones nazis. Muchos pudieron comprar su libertad del cautiverio y marcharse al extranjero, lo que, por lo general, les costaba toda su fortuna. [...] Puede que casi la mitad de los 180.000 judíos de Viena se las arreglara para comprar su libertad antes de que empezase el Holocausto”. Esta fue la política que se siguió especialmente en la década de los treinta.
Sin embargo, Shirer explica que aunque se estableció la Oficina de Emigración Judía —al cargo de Reinhard Heydrich—, “posteriormente se convirtió, no en una agencia de emigración, sino en una agencia de exterminio, y organizó la matanza sistemática de más de cuatro millones de judíos”. Esta “solución final” fue dirigida por Karl Adolf Eichmann, quien, con el tiempo, fue ejecutado en Israel por sus crímenes de guerra.
Los campos de concentración no fueron los únicos métodos utilizados para eliminar lo que los nazis consideraban razas inferiores y subhumanas. También estaban los temidos Einsatzgruppen (Grupos de Acción Especial), escuadrones de exterminio que entraban detrás del ejército invasor “y cuyo único objetivo era la matanza en masa de judíos. [...] Los Einsatzgruppen avanzaban justo detrás del frente, de modo que pocos pudiesen evadir su red, y con suma crueldad fusilaron, dieron bayonetazos, quemaron, torturaron, mataron a palos o enterraron vivos a casi medio millón de judíos en los primeros seis meses de la campaña”. (Hitler’s Samurai—The Waffen-SS in Action [Los samurai de Hitler. Las Waffen-SS en acción], de Bruce Quarrie.)
¿Le cuesta creer que esa cifra sea cierta? Sale a un promedio de menos de un asesinato por día para cada miembro de los tres mil que componían el grupo. Cuando estos grupos de acción especial llegaron a los territorios soviéticos, cálculos incompletos dan una cifra de muertes de “más de novecientas mil, [lo que] solo corresponde a aproximadamente dos terceras partes de la cantidad total de las víctimas judías producidas en operaciones móviles”. (The Destruction of the European Jews [La destrucción de los judíos europeos], de Raúl Hilberg.)
Un comandante confiesa
¿Qué testimonio hay de los mismos que participaron en las ejecuciones llevadas a cabo en los campos de concentración? Rudolf Höss, anterior comandante del campo de concentración de Auschwitz, se quejó: “Créanme, no siempre resultaba agradable ver aquellas montañas de cadáveres y soportar el olor que producía su ininterrumpida cremación”. También expresó su sorpresa y “desaprobación por el hecho de que los Destacamentos Especiales de Judíos (Sonderkommandos) estuviesen dispuestos a colaborar en el asesinato en las cámaras de gas de miembros de su raza, a cambio de una breve prolongación de su propia vida”. (The Face of the Third Reich [El rostro del Tercer Reich], de Joachim C. Fest, página 285.) El autor alemán Joachim C. Fest añade: “Parte del desequilibrado orgullo perfeccionista del experto se desprende de la declaración de Höss: ‘Por la voluntad del Reichsführer de las SS [Heinrich Himmler], Auschwitz se convirtió en el mayor centro de exterminio humano de todos los tiempos’; también se desprende de cuando él señala, con la satisfacción que siente quien ve triunfar sus planes, que las cámaras de gas de su campo tenían una capacidad diez veces mayor que las de Treblinka”.
En su autobiografía, Höss escribió: “Inconscientemente, fui una pieza del engranaje de la enorme máquina de exterminio del Tercer Reich”. “El Reichsführer de las SS [Himmler] envió a Auschwitz a varios líderes de alto rango del partido y a oficiales de las SS para que vieran por sí mismos el proceso de exterminio de los judíos. Quedaron profundamente impresionados por lo que vieron.”a
Sin embargo, se mostraron ostensiblemente afectados por la diferencia entre la frase “la solución final a la cuestión judía” y su espantosa realidad en las cámaras de gas. Cuando le preguntaron cómo podía soportarlo, Höss contestó: “Mi invariable respuesta fue que la férrea determinación con que debemos llevar a cabo las órdenes de Hitler únicamente podía obtenerse mediante inhibir todas las emociones humanas”.
De modo que Höss, el sádico títere, admitió abiertamente que el Holocausto fue una realidad y que él fue uno de sus perpetradores como comandante del campo de Auschwitz.
En el libro Values and Violence in Auschwitz (Valores y violencia en Auschwitz), publicado en un principio en polaco, la traductora, Catherine Leach, menciona que 3.200.000 judíos polacos perdieron la vida como consecuencia de las ejecuciones en masa, las torturas y los crueles trabajos forzados en los campos de concentración. Ella dice: “El Holocausto de los judíos de Europa tuvo lugar en territorio polaco”.
Muchos murieron ahogados
En los campos de concentración, la muerte podía llegar de muchas maneras: hambre, enfermedad, una bala en la nuca, cámaras de gas, palizas, la horca, la guillotina y ahogamiento. Esta última forma era especialmente sádica.
El escritor Terrence Des Pres explica: “La verdad es que se sometía a los prisioneros sistemáticamente a la porquería. Se llegó a utilizar el excremento como medio para causar la muerte. [...] En los campos nazis, los prisioneros prácticamente se ahogaban en su propia suciedad, e incluso era frecuente morir en excremento. Notemos un ejemplo: en Buchenwald, las letrinas eran unos agujeros abiertos de 8 metros de largo, 4 de hondo y 4 de ancho. [...] Estos hoyos, que siempre estaban a desbordar, eran vaciados de noche por prisioneros que tan solo disponían de pequeños pozales”. Un testigo ocular cuenta lo siguiente: “El lugar estaba resbaladizo y oscuro; por eso, de los treinta trabajadores asignados cada noche, caían al hoyo un promedio de diez hombres. A los demás no se les permitía sacar a las víctimas. Únicamente cuando terminaban el trabajo y el hoyo estaba vacío, y solo entonces, se les permitía retirar los cadáveres”.
Se podría citar mucho más testimonio para probar que el exterminio llegó a ser parte de la política nazi cuando más y más países europeos fueron ocupados. La bibliografía que existe sobre este tema es interminable, y el testimonio de testigos oculares, junto con la evidencia fotográfica, es espantoso. Pero ¿fueron los judíos los únicos que experimentaron el Holocausto? Cuando los nazis invadieron Polonia, ¿era solo a los judíos a quienes querían liquidar?
[Nota a pie de página]
a Por sus crímenes de guerra, Rudolf Höss, organizador sumamente concienzudo del campo y burócrata ciegamente obediente, fue ahorcado en Auschwitz en abril de 1947.
[Comentario en la página 5]
“Los prisioneros [trasladados a campos de trabajos] se habrían librado de mucho sufrimiento si se les hubiese llevado directamente a las cámaras de gas de Auschwitz.”—Rudolf Höss, comandante de Auschwitz
[Comentario en la página 6]
“Créanme, no siempre resultaba agradable ver aquellas montañas de cadáveres y soportar el olor que producía su ininterrumpida cremación.”—Rudolf Höss
[Comentario en la página 8]
“Seguía viniendo más gente, siempre más, y no disponíamos de suficiente equipo para matarla. [...] Las cámaras de gas no daban abasto.”—Franz Suchomel, oficial de las SS
[Recuadro en la página 6]
Pago por prueba
“De acuerdo con los términos establecidos por una decisión del tribunal, a un superviviente de Auschwitz se le debe pagar la gratificación ofrecida de 50.000 dólares por presentar ‘prueba’ de que los nazis dieron muerte a los judíos en las cámaras de gas de los campos de concentración, dijo hoy el abogado del superviviente.
”El juez del Tribunal Supremo [de Los Ángeles] Robert Wenke aprobó la decisión que exige el pago por parte del Instituto para la Revisión Histórica a Mel Mermelstein, el sobreviviente de Auschwitz. [...]
”El instituto, que dice que el Holocausto nunca sucedió, también debe pagar al señor Mermelstein 100.000 dólares por el dolor y el sufrimiento causados por la propuesta de gratificación, dijo el abogado. [...]
”‘La victoria del señor Mermelstein en este caso [dijo la abogada Gloria Allred] enviará ahora a todos aquellos que en el mundo entero traten de deformar la historia y causar aflicción y sufrimiento a los judíos el claro mensaje de que los supervivientes del Holocausto lucharán mediante el sistema legal para protegerse y vindicar la verdad sobre su vida’.”—The New York Times, 25 de julio de 1985.
[Recuadro en la página 7]
Sachsenhausen: ¿un “campo de detención seguro”?
¿Fue Sachsenhausen verdaderamente un campo de exterminio? ¿O fue tan solo un “campo de detención seguro”?
La respuesta la da Max Liebster, víctima judía que sobrevivió al Holocausto:
“Mi declaración se basa en mi experiencia personal y en lo que presencié en este campo. No necesito que nadie me diga cómo estaba clasificado Sachsenhausen para saber cómo era en realidad. Cierto, los medios informativos y el gobierno nazi afirmaban que era un Schutzhaftlager (un ‘campo de detención seguro’), pero las siguientes experiencias hablan por sí mismas:
”En enero de 1940, mientras la Gestapo (policía estatal secreta) me llevaba de Pforzheim a la prisión de Karlsruhe, ellos mismos me comentaron que me dirigía a un campo de exterminio. Me insultaron y me dijeron: ‘Du Stinkjude wirst dort verecken, kommst nicht mehr zurück!’ (Asqueroso judío. Morirás como una bestia. ¡No saldrás nunca!).
”El maltrato que recibimos al llegar a Sachsenhausen está más allá de la comprensión humana. A los judíos se les enviaba a un campo separado dentro del campo principal. Las condiciones para ellos eran peores que para los demás. Por ejemplo: los judíos no tenían literas, solo sacos de paja en el suelo. Los barracones estaban tan atestados, que había que echarse como sardinas en lata, con los pies de un hombre junto a la cabeza del siguiente. Por la mañana aparecían hombres muertos acostados al lado de los vivos. No había ningún tipo de atención médica para los judíos.
”Oí que mi padre estaba tres barracones más allá. Le encontré tendido detrás del montón de sacos de paja, con las piernas hinchadas de agua y las manos congeladas. Cuando murió, tuve que transportar su cadáver sobre los hombros hasta el crematorio. Allí vi apilados más muertos de los que podían quemar.
”Miles de personas murieron en Sachsenhausen debido al trato inhumano. Para muchas de las víctimas, morir en Sachsenhausen era peor que ser ejecutados en las cámaras de gas de Auschwitz.”
[Recuadro en la página 8]
‘No debe quedar ningún rastro de ellos’
“Cuando se abrió la última fosa común, reconocí a toda mi familia. Mamá y mis hermanas. Tres hermanas con sus hijos. Todos estaban allí. Llevaban cuatro meses enterrados, y era invierno.” “El jefe de la Gestapo de Vilna nos dijo: ‘Ahí yacen noventa mil personas, y no debe quedar absolutamente ningún rastro de ellas’.” (Testimonio de unos judíos que sobrevivieron: Motke Zaïdl e Itzhak Dugin.)
“En el momento en que pasábamos, estaban abriendo las puertas de las cámaras de gas, y la gente caía fuera como patatas. [...] Todos los días se escogía a cien judíos para arrastrar a los cadáveres hasta las fosas comunes. Por la noche, los ucranios llevaban a esos judíos a las cámaras de gas o los fusilaban. ¡Todos los días! [...] Seguía viniendo más gente, siempre más, y no disponíamos de suficiente equipo para matarla. [...] Las cámaras de gas no daban abasto.” (Franz Suchomel, oficial de las SS [Unterscharführer], sobre sus primeras impresiones del campo de exterminio de Treblinka.)
(Estas citas se han tomado de entrevistas que se hicieron en la película documental Shoah.)
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El Holocausto: las víctimas olvidadas¡Despertad! 1989 | 8 de abril
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El Holocausto: las víctimas olvidadas
“Las medidas genocidas de los nazis resultaron en la muerte de casi tantos gentiles polacos como judíos polacos, de modo que aquellos se convirtieron en víctimas de un ‘Holocausto olvidado’.”—“The Forgotten Holocaust” (El Holocausto olvidado), de Richard C. Lukas
HOLOCAUSTO: ¿qué significa esta palabra? Según algunos diccionarios, fue el genocidio de judíos europeos perpetrado por los nazis durante la segunda guerra mundial. Esto podría fácilmente dar la impresión de que solo los judíos sufrieron y murieron a manos de los nazis. Sin embargo, ¿se hace honor a la justicia y a la verdad cuando se aplica el término “Holocausto” únicamente a las víctimas judías de la era nazi?
El escritor Richard Lukas declara: “A la mayoría de la gente la palabra Holocausto le hace pensar en la tragedia que sufrieron los judíos bajo los alemanes durante la segunda guerra mundial. Desde un punto de vista psicológico, es comprensible que hoy día los judíos prefieran que el término se refiera exclusivamente a lo que ellos sufrieron [...]. No obstante, al excluir a otros del Holocausto, se suelen pasar por alto, si no se olvidan, los horrores que aguantaron los polacos, otros eslavos y los gitanos”.
Lukas también dice: “Para ellos [los historiadores], el Holocausto fue una experiencia singular de los judíos, y, por consiguiente, han tenido poco o nada que decir sobre los nueve millones de gentiles, entre los que se cuentan tres millones de polacos [gentiles], que también perecieron en la mayor tragedia que el mundo jamás ha conocido”.
El ansia de Hitler de disponer de espacio vital
Cuando los ejércitos hitlerianos invadieron Polonia en septiembre de 1939, tenían órdenes de llevar a cabo la política de Hitler de obtener para el pueblo alemán su Lebensraum, su espacio vital. Richard Lukas dice a este respecto: “Para los nazis, los polacos eran Untermenschen (subhumanos) que ocupaban una tierra que formaba parte del Lebensraum (espacio vital) codiciado por una raza superior, la raza alemana”. De modo que Hitler autorizó a sus tropas a que mataran sin piedad ni misericordia a hombre, mujer y niño de ascendencia o lengua polaca. “Solo de esta forma —dijo él— podemos obtener el espacio vital que necesitamos.”
En septiembre de 1939 comenzó una despiadada pesadilla para el pueblo polaco. Hitler había dicho: “La guerra tiene que ser una guerra de aniquilación”, y Heinrich Himmler, su hombre de confianza, declaró: “Todos los polacos desaparecerán del mundo. [...] Es esencial que el gran pueblo alemán considere que la destrucción de todo el pueblo polaco es una tarea de suma importancia”. Por consiguiente, el Holocausto no iba dirigido solo a los judíos polacos, sino a “todos los polacos”.
“En todos los países ocupados se estableció un régimen de terror. [...] Pero en Polonia, todo el mundo era sometido a una cruel brutalidad, y las ejecuciones en masa basadas en el principio de culpabilidad de comunidad eran mucho más frecuentes, pues todo polaco —prescindiendo de su edad, sexo o estado de salud—, era miembro de una nación condenada... condenada por los que delinearon la política del partido y el gobierno nazis”, escribe Catherine Leach, traductora del libro polaco Values and Violence in Auschwitz. Ella dice que Himmler consideraba a los polacos una raza inferior que debía ser mantenida en servidumbre.
“Aun después de la rendición de Polonia [28 de septiembre de 1939], la Wehrmacht [el ejército alemán] continuó tomando en serio la admonición pronunciada por Hitler el 22 de agosto de 1939, cuando autorizó a matar ‘sin piedad ni misericordia a hombre, mujer y niño de ascendencia o lengua polaca’.” ¿Cómo pudieron el ejército alemán y las SS perpetrar asesinatos tan despiadados? Porque fueron saturados por la enseñanza de la supremacía de la raza aria y la inferioridad de todas las demás. Así que, como dice Lukas en The Forgotten Holocaust, “la teoría nazi del imperio colonial en Polonia se basaba en negar a los polacos su condición de humanos, ya que estos, después de los judíos, eran los más odiados por Hitler”.
“Política demográfica negativa”
En el prólogo del libro Commandant of Auschwitz, Lord Russell, de Liverpool, dijo: “Durante la guerra, los alemanes probablemente asesinaron a por lo menos doce millones de hombres, mujeres y niños de los territorios invadidos y ocupados. Según un cálculo conservador, ocho millones de ellos perecieron en los campos de concentración, y de estos, cinco millones, como mínimo, eran judíos. [...] La cantidad real, sin embargo, nunca se sabrá”. Con solo estas cifras como base, llegamos a la conclusión de que hubo por lo menos siete millones de víctimas que no eran judíos.
Otro testimonio es el de Catherine Leach, quien escribe: “Polonia fue el primer país sometido a la ‘política demográfica negativa’ de Hitler, cuyo propósito era preparar los vastos territorios del ‘Este’ para nueva colonización alemana, y sufrió la mayor pérdida de vidas de todos los países ocupados: 220 por cada 1.000 habitantes. Fuentes polacas dicen que más de 6.028.000 ciudadanos polacos [...] perdieron la vida”. De estos, 3.200.000 eran judíos, lo que significa que casi el 50% de los polacos que murieron no eran judíos.
No hay ninguna duda de que ha habido un “Holocausto olvidado”, un Holocausto que afectó a millones de no judíos, principalmente a aquellos de origen eslavo. Entre estos están los millones de rusos masacrados por los nazis. Ninguno de ellos tuvo escapatoria, pues fueron condenados a muerte inexorablemente por causa de la doctrina racial nazi.
Sin embargo, estos datos no toman en cuenta a los miles de alemanes no judíos que también sufrieron como víctimas del Holocausto porque se atrevieron a oponerse a Hitler y a su filosofía racista de supremacía. Entre estos hubo miles de testigos de Jehová que rehusaron colaborar con las pretensiones militaristas de Hitler. Sí, esparcidos por toda Alemania y por los países ocupados por los nazis, había miles de personas cuya selección deliberada los condujo a campos de concentración y, en muchos casos, a morir como mártires.
Por eso, una pregunta oportuna sería: ¿qué diferencia hay entre los que fueron víctimas del Holocausto y los que fueron sus mártires?
[Fotografías/Mapa en la página 10]
Hitler dijo: “La guerra tiene que ser una guerra de aniquilación”. Maten “sin piedad ni misericordia a hombre, mujer y niño de ascendencia o lengua polaca”
[Reconocimiento]
UPI/Bettmann Newsphotos
Himmler declaró: “Todos los polacos desaparecerán del mundo”
[Reconocimiento]
Biblioteca del Congreso
[Mapa]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Algunos de los campos de concentración y de exterminio nazis distribuidos por Europa. Además, había 165 campos de trabajos forzados
MAR DEL NORTE
HOLANDA
Westerbork
Vught
ALEMANIA
Papenburg
Neuengamme
Belsen
Oranienburg
Dora-Nordhausen
Buchenwald
Ohrdruf
Flossenbürg
Dachau
Landsberg
Ravensbrück
Sachsenhausen
Lichtenberg
Torgau
Gross-Rosen
BÉLGICA
LUX.
FRANCIA
Natzweiler-Struthof
SUIZA
ITALIA
AUSTRIA
Mauthausen
Sachsenburg
CHECOSLOVAQUIA
Theresienstadt
PRUSIA
ORIENTAL
POLONIA
Stutthof
Chelmno
Treblinka
Sobibor
Skarżysko-Kamienna
Plaszow
Auschwitz
Lublin
Majdanek
Belzec
LITUANIA
Kaunas
LETONIA
Riga
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El Holocausto: ¿víctimas, o mártires?¡Despertad! 1989 | 8 de abril
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El Holocausto: ¿víctimas, o mártires?
¿POR qué distinguir entre víctimas y mártires? Porque todos los que sufrieron como resultado del Holocausto fueron víctimas, pero solo unos pocos fueron mártires en el sentido estricto de la palabra. ¿Qué diferencia hay?
Se considera una víctima a la “persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita”. Normalmente las víctimas no tienen alternativa.
Se llama mártir a la “persona que padece martirio en defensa de su religión” y, por extensión, a la “que muere o padece mucho en defensa de sus opiniones”. (Diccionario enciclopédico Espasa 1.) Por consiguiente, la diferencia radica en que una persona es una víctima involuntariamente, mientras que el mártir sufre en defensa de algo, y podría evitar ese sufrimiento.
Tres tipos de víctimas
En una conferencia sobre las víctimas no judías de los nazis, el doctor Gordon Zahn, de la universidad de Massachusetts, dividió a las víctimas de los nazis en tres categorías: 1) los que sufrieron por lo que eran: judíos, eslavos, gitanos; 2) los que sufrieron por lo que hicieron: homosexuales, activistas políticos y otros opositores al régimen; 3) los que sufrieron por lo que rehusaron hacer: objetores de conciencia, testigos de Jehová y otros.
Millones de judíos sufrieron y murieron simplemente porque eran de raza judía. Para los partidarios de Hitler, poco importaba que fueran ortodoxos o ateos, todos fueron condenados a la “solución final”, o exterminio, como se llamaba el método que utilizaba Hitler para librar a Europa de los judíos. De igual manera, los eslavos —para la cruzada de Hitler, principalmente los polacos, rusos y ucranios— fueron condenados tan solo por ser eslavos, ‘una raza inferior’ en comparación con la estirpe “suprema” aria.
Sin embargo, el caso de los testigos de Jehová europeos era distinto. Provenían de muchas nacionalidades, pero se les consideró erróneamente una amenaza pacifista al régimen nacionalsocialista alemán debido a que adoptaban la posición cristiana de neutralidad y rehusaban incorporarse al esfuerzo bélico de cualquier nación. Hitler los llamó una ‘cría que debe ser exterminada’. ¿Cuán extendida estaba esta “cría”? Y ¿fue exterminada?
Una “minúscula secta” representa una amenaza para los nazis
En la conferencia antes mencionada, la doctora Christine King presentó algunos hechos sobre los Testigos de la Alemania nazi. Dijo: “A primera vista, sorprende que esta minúscula secta —20.000 en una población de 65 millones, de los que 20 millones eran católicos romanos y 40 millones eran protestantes— captara la atención de las autoridades. Pero cuando se tiene en cuenta sus fuertes conexiones americanas, sus aspiraciones internacionales y lo que se interpretaba como tendencias comunistas y sionistas, inmediatamente llega a ser obvio que no podían ser tolerados”. Por supuesto, los testigos de Jehová no eran ni comunistas ni sionistas, sino que se mantenían neutrales en cuestiones políticas y raciales. Sin embargo, los nazis no lo entendieron.
La campaña nazi contra los Testigos comenzó en 1933, cuando Hitler subió al poder. En 1934, después de recibir telegramas de protesta de Testigos de todo el mundo, Hitler, en un estallido de cólera, gritó: “¡Esta cría será exterminada de Alemania!”. La persecución de los Testigos aumentó.
En su libro Anatomy of the SS State, Helmut Krausnick y Martin Broszat dicen: “Otra categoría de presos en prisión preventiva que después de 1935 constituyó un grupo sustancial de reclusos en los campos de concentración, salió de entre las filas de los Internationale Vereinigung der Ernsten Bibelforscher [testigos de Jehová]. En 1933, el Tercer Reich disolvió la organización y la ley prohibió que los testigos de Jehová hiciesen cualquier forma de proselitismo o propaganda, pues a la organización se la consideraba principalmente un instrumento de actividad pacifista”.
“En febrero de 1936 se cursó la orden de que todos los anteriores dirigentes de los Internationale Bibelforschervereinigung (I.B.V.) [testigos de Jehová] deberían ser puestos en prisión preventiva ‘por un período de hasta dos meses’. A mediados de mayo de 1937 se adoptaron otras medidas. La Gestapo ordenó lo siguiente: Toda persona que de alguna forma apoye los fines de los ilegales I.B.V. o la unidad de sus seguidores será puesta en prisión preventiva y llevada inmediatamente a los tribunales para que se dicte una orden judicial de detención.” En la mayoría de los casos, esta “prisión preventiva” terminó en el traslado a un campo de concentración.
Además, los autores también comentan que “en 1937-1938 la inmensa mayoría de los reclusos de Dachau eran presos políticos, mientras que en Sachsenhausen, incluso en aquellos días, había una cantidad igualmente grande de elementos llamados antisociales: homosexuales, testigos de Jehová y delincuentes habituales”.
La segunda guerra mundial y la neutralidad
Cuando en 1939 estalló la guerra entre Alemania y los aliados —Gran Bretaña y Francia—, la situación empeoró para los Testigos. ¿Qué sucedió?
August Dickmann, joven de veintitrés años de Dinslaken, fue uno de los aproximadamente seiscientos Testigos que se hallaban presos en Sachsenhausen en 1939.a Cuando estalló la guerra en el mes de septiembre, Baranowsky, comandante del campo, vio una oportunidad para quebrantar la voluntad de los Testigos. August rehusó incorporarse al ejército, y Baranowsky solicitó el permiso de Himmler para ejecutar al joven delante de todos los demás reclusos, pues estaba convencido de que muchos Testigos renunciarían a su fe si presenciaban una ejecución. Tres hombres de las SS fusilaron a Dickmann, que estaba colocado de espaldas, y un oficial de las SS lo remató con un disparo de revólver en la cabeza.
Un testigo ocular, Gustav Auschner, informó más tarde: “Fusilaron a Dickmann y nos dijeron que nos harían lo mismo a todos si no firmábamos la declaración de renuncia a nuestra fe. Nos llevarían a la cantera de arena en grupos de treinta o cuarenta y nos fusilarían a todos. Al día siguiente, las SS nos trajeron a cada uno un papel para que lo firmáramos si no queríamos ser fusilados. Deberían haber visto sus caras cuando salieron sin una sola firma. Habían esperado atemorizarnos con la ejecución pública, pero el temor de desagradar a Jehová era superior al temor que pudiésemos tener a sus balas. Ya no fusilaron en público a nadie más”.
El 6 de septiembre de 1939 se produjo una situación similar en el campo de Buchenwald. Un oficial nazi llamado Rödl dijo a los Testigos: “Si alguno de ustedes rehúsa luchar contra Francia e Inglaterra, ¡todos morirán!”. Fue un momento de prueba. Dos compañías de las SS estaban esperando con todas sus armas en la caseta. Sin embargo, “ni un solo testigo de Jehová respondió al llamamiento del oficial de luchar por Alemania. Hubo un breve silencio, y entonces se oyó una orden repentina: ‘¡Manos arriba! ¡Vacíen sus bolsillos!’”, informa Eugen Kogon en The Theory and Practice of Hell (La teoría y la práctica del infierno). ¿Los fusilaron? No, los hombres de las SS los agredieron y les robaron, y luego recibieron la horrible asignación de trabajar en las canteras. Además, se les negó todo tipo de tratamiento hospitalario.
La doctora King, de la que ya citamos anteriormente, explicó: “Para sorpresa de los nazis, los Testigos no podían ser eliminados. Cuanto más se les oprimía, más se afianzaban en su posición, y su resistencia se endurecía como el diamante. Hitler los condujo a una batalla a vida o muerte, y mantuvieron su fe. Los Testigos, identificados con un triángulo púrpura en la manga, formaron fuertes redes en los campos; su experiencia es una fuente de investigación valiosa para todos los que estudian la supervivencia bajo tensión extrema, pues, efectivamente, sobrevivieron”.
Anna Pawelczyńska, superviviente de Auschwitz, escribió lo siguiente en su libro Values and Violence in Auschwitz: “En comparación con la enorme comunidad de Auschwitz, los testigos de Jehová no constituían más que un grupito minúsculo que no llamaba la atención [...]. No obstante, el color [púrpura] de su distintivo triangular sobresalía tanto en el campo, que el hecho de que fuesen pocos no refleja su verdadera fuerza. Este grupito de prisioneros constituía una sólida fuerza ideológica, y ganó su batalla contra el nazismo. El grupo alemán de esta secta había sido una pequeña isla de resistencia infatigable en el seno de una nación aterrorizada, y fue con ese mismo espíritu impávido que funcionaron en el campo de Auschwitz”. Después añade: “Todos sabían que ningún testigo de Jehová llevaría a cabo un mandato que fuese en contra de sus creencias y convicciones religiosas”.
Un sobresaliente ejemplo a este respecto lo suministra la familia Kusserow, de Bad Lippspringe (Alemania). Franz e Hilda tenían once hijos: seis varones y cinco mujeres. Bajo el régimen nazi, doce de los trece miembros de esta familia fueron sentenciados a un total de sesenta y cinco años en prisiones y campos de concentración. En 1940, a la edad de veinticinco años, Wilhelm fue fusilado por ser objetor de conciencia. Dos años más tarde, su hermano Wolfgang, quien para entonces solo tenía veinte años, fue decapitado en la penitenciaría de Brandeburgo por la misma razón. En 1946, a los veintiocho años, el hermano Karl-Heinz murió de tuberculosis después de regresar, ya enfermo, de Dachau. Los padres y las hijas cumplieron diferentes períodos de reclusión en prisiones y campos de concentración. (Si se desea leer un relato detallado sobre esta sobresaliente familia de mártires, véase La Atalaya del 1 de septiembre de 1985, páginas 10-15.)
Eugen Kogon comenta lo siguiente en su libro The Theory and Practice of Hell: “No se puede evitar tener la impresión de que, desde un punto de vista psicológico, las SS nunca pudieron hacer frente al desafío que representaban los testigos de Jehová”.
Si este minúsculo grupito de Testigos cristianos, basándose en sus creencias bíblicas, pudo resistir a Hitler, es obligado preguntarse: ¿por qué fracasaron en este respecto los millones de protestantes y católicos? ¿Dónde estaba la inequívoca dirección religiosa y la guía basada en los principios bíblicos que hubiese evitado que unos sesenta millones de alemanes apoyasen el nazismo? (Véase el recuadro de la página 13.)
¿Qué los sostuvo?
En su libro The Drowned and the Saved (Los ahogados y los salvados), Primo Levi declara: “En la rutina penosa de la vida cotidiana [en los campos de concentración], los creyentes [religiosos y políticos] vivían mejor [...], todos tenían en común la fuerza salvadora de su fe”.
Añade: “Su universo era más vasto que el nuestro, más extendido en el espacio y el tiempo y, sobre todo, más comprensible: tenían un [...] mañana milenario [...], un lugar en el cielo, donde la justicia y la compasión ya habían ganado, o en la Tierra, donde ganarían en un futuro, quizás remoto, pero seguro”.
La inconmovible fe de los testigos de Jehová en un futuro milenio se resume mejor en las siguientes cartas de Testigos alemanes sentenciados a muerte:
“Mis queridos hermano, cuñada, padres y todos los demás hermanos:
”Debo escribirles las dolorosas noticias de que cuando reciban esta carta ya no estaré vivo. Por favor, no se apesadumbren demasiado. Recuerden que para el Dios Todopoderoso es una tarea sencilla resucitarme de entre los muertos. [...] Sepan que intenté servirle en mi debilidad, y estoy completamente convencido de que ha estado conmigo hasta el fin. Me pongo en Sus manos. [...] Y ahora, mis queridos padres, quiero darles las gracias por todas las cosas buenas que han hecho por mí. [...] Que Jehová los recompense por todo lo que han hecho.
”(Firmado) Ludwig Cyranek”
Ludwig Cyranek fue ejecutado en Dresde por ser testigo de Jehová.
Después de ser sentenciado a morir en la guillotina, Johannes Harms tuvo siete oportunidades de retractarse de ser Testigo. Poco antes de su ejecución, acaecida en 1940, envió la siguiente carta a su padre, Martin, quien también estaba en prisión por ser Testigo.
“Mi querido padre:
”Todavía faltan tres semanas para el día 3 de diciembre, cuando hará dos años que nos vimos por última vez. Aún puedo ver tu amada sonrisa cuando trabajabas en el sótano de la prisión y yo caminaba fuera, en el patio.
”Me he sentido orgulloso de ti durante todo este tiempo, y también me ha asombrado tu manera de llevar la carga con fidelidad al Señor. Ahora yo también he recibido la oportunidad de probar mi fidelidad al Señor hasta la muerte, sí, fidelidad no solo hasta la muerte, sino incluso en la muerte.
”Mi sentencia de muerte ya ha sido anunciada y estoy encadenado día y noche —las señales (en el papel) son de las esposas—, pero todavía no he vencido plenamente. [...] Aún tengo una oportunidad de salvar mi vida terrestre, pero solo si con ello pierdo la vida verdadera.
”Querido padre, cuando estés de nuevo en casa, no dejes de cuidar de manera especial a mi querida Lieschen [su esposa], pues para ella será particularmente penoso saber que su amado no regresará. Sé que lo harás, y te doy las gracias de antemano. Mi querido padre, en espíritu te suplico que permanezcas fiel, como yo he tratado de permanecer fiel, y así nos veremos de nuevo. Pensaré en ti hasta el último momento.
”Tu hijo Johannes.”
Estos son solo dos de los cientos de mártires, testigos de Jehová, que murieron porque se atrevieron a ser objetores de conciencia en un régimen perverso. La historia completa de este martirio colectivo llenaría libros enteros.b
[Notas a pie de página]
a Si se desea leer un relato detallado del martirio de August Dickmann, véase el Anuario de los Testigos de Jehová para 1974, publicado por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., páginas 165-169.
b Si se desea leer un informe más detallado sobre la vida de los testigos de Jehová en los campos de concentración, véase el Anuario de los testigos de Jehová para 1974, páginas 107-212 y el Anuario de los testigos de Jehová para 1989, páginas 111-134.
[Fotografía en la página 15]
La familia Kusserow: (de derecha a izquierda) Wilhelm (el segundo) fue fusilado; Wolfgang (el séptimo) fue decapitado; Karl-Heinz (el octavo) murió de tuberculosis después de salir de Dachau
[Fotografía en la página 16]
Martin Poetzinger (murió en 1988) y su esposa Gertrud pasaron unos nueve años cada uno en campos de concentración nazis
[Recuadro en la página 13]
De “The New York Times”, 14 de mayo de 1985
Los testigos de Jehová fueron víctimas de Hitler
Al editor:
Mi esposa y yo, ambos alemanes, pasamos entre los dos un total de diecisiete años en campos de concentración nazis. Yo estuve en Dachau y Mauthausen, y Gertrud, mi esposa, en Ravensbrück. Estuvimos entre los miles de alemanes no judíos que sufrieron por hacer lo que los criminales nazis no hicieron: éramos objetores de conciencia a la idolatría y el militarismo obligatorios de Hitler. Aunque miles de nosotros sobrevivimos a los campos, muchos perdieron la vida.
Las cartas recientemente publicadas en las que se hacía mención de los alemanes comunes que sufrieron bajo el régimen nazi de Hitler (la de Sabina Lietzmann, publicada el 25 de abril, y la de Anna E. Reisgies, publicada el 30 de abril) me han impulsado a mencionar a un grupo minoritario al que por lo general se pasa por alto, pero que fue ferozmente perseguido por la Gestapo. Se les conocía como Ernste Bibelforscher (Estudiantes sinceros de la Biblia) o Jehovas Zeugen (testigos de Jehová).
Tan pronto como Hitler subió al poder, en el año 1933, comenzó a perseguir sistemáticamente a los testigos de Jehová debido a su posición de neutralidad en la política y en la guerra. Como resultado, miles de Testigos alemanes, muchos de los cuales eran amigos míos, no solo se convirtieron en víctimas del Holocausto, sino también en mártires. ¿A qué se debe esta sutil diferencia? A que podíamos haber salido de los campos de concentración en cualquier momento si hubiésemos estado dispuestos a firmar la renuncia a nuestras creencias religiosas.
Dos breves ejemplos mostrarán la clase de espíritu que ardía en el pecho de algunos alemanes que resistieron a la política de Hitler. Wilhelm Kusserow, joven de veinticinco años de edad procedente de Bad Lippspringe, fue fusilado el 27 de abril de 1940 porque rehusó servir en los ejércitos hitlerianos.
Dos años más tarde, Wolfgang, hermano de Wilhelm, fue decapitado en la prisión de Brandeburgo por la misma razón. Para entonces, Hitler consideraba que el fusilamiento era una muerte demasiado digna para los objetores de conciencia. Wolfgang tenía veinte años de edad.
Podría mencionar a cientos de hombres y mujeres alemanes que sufrieron una suerte similar debido a que, en el nombre de Dios, se atrevieron a mantenerse firmes contra la tiranía. La razón por la que no hubo millones de alemanes con principios que hiciesen lo mismo, en lugar de solo unos miles, quizás sea una pregunta que otros deban responder.
Martin Poetzinger
Brooklyn, 1 de mayo de 1985
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El Holocausto: ¿Por qué permitió Dios que ocurriese?¡Despertad! 1989 | 8 de abril
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El Holocausto: ¿Por qué permitió Dios que ocurriese?
EL HOLOCAUSTO ha tenido un efecto destructor en la fe de mucha gente. Tanto judíos como no judíos se preguntan: Si existe un Dios, ¿por qué permitió que ocurriese? ¿Es suficiente con atribuirlo a la ‘inhumanidad del hombre para con el hombre’? ¿O existen otros factores que explican cómo fue posible que hombres y mujeres de antecedentes “civilizados” permitiesen, enseñasen, tolerasen o participasen activamente en asesinato y genocidio aprobado por el Estado?
La comunidad conservadora judía de Estados Unidos publicó recientemente una “Declaración de Principios del Judaísmo Conservador”, en la que manifestaron: “La existencia del mal siempre ha supuesto el más grave impedimento para la fe. En vista del enorme horror representado por Auschwitz e Hiroshima, este problema ha asumido una nueva y aterradora realidad en nuestra generación. La pregunta de por qué un Dios justo y poderoso ha permitido la aniquilación de tantas vidas inocentes, atormenta la conciencia religiosa y desconcierta la imaginación”.
Los testigos de Jehová, al igual que millones de otras personas, se han interesado en esta pregunta, y con razón, pues muchos de sus compañeros creyentes perecieron en los campos de concentración nazis. De modo que, ¿por qué ha tolerado Dios el mal?
El libre albedrío y la cuestión
La publicación judía mencionada anteriormente responde en parte a esta pregunta, pues dice: “Cuando Dios creó a seres humanos dotados de libre albedrío, necesariamente limitó Su propio radio de acción futuro. Si no existe la verdadera posibilidad de que las personas escojan mal al presentárseles la opción de decidir entre el bien y el mal, todo el concepto de libre elección carece de sentido. El dotar a la humanidad de libre albedrío puede verse como un acto de amor divino que deja lugar para nuestra propia integridad y desarrollo, aunque nuestras decisiones también puedan resultar en gran pesar”.
Esta opinión concuerda con el registro de las Escrituras Hebreas. Desde el mismo principio la humanidad ha gozado de libertad para escoger: sea la selección de Adán y Eva de desobedecer a Dios (Génesis 3:1-7) o la selección de Caín de matar a su hermano Abel. (Génesis 4:2-10.) Jehová también colocó ante los israelitas de la antigüedad la opción de elegir: “Ve que de veras pongo delante de ti hoy la vida y lo bueno, y la muerte y lo malo [...]; y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole”. (Deuteronomio 30:15, 19.)
No obstante, en esa declaración judía se pasa por alto un factor vital: el mismísimo que se rebeló contra Dios y después causó los sufrimientos del fiel Job todavía sigue activo, y está pervirtiendo la mente del hombre con alternativas diabólicas que en algunos casos han conducido a campos de concentración, tortura y asesinato en masa. A ese individuo se le identifica claramente en el libro de Job como un hijo angelical de Dios que se rebeló contra Él: Satanás, el Adversario. (Job 1:6; 2:1, 2.)
La influencia satánica y las opciones que él ofrece impregnan toda estructura del mundo de hoy, y lo conducen a actuar con violencia y desprecio por la vida y los valores morales. Cualquier cosa que desvíe la atención de la humanidad de la esperanza de la gobernación del Reino de Dios —filosofías políticas, divisiones raciales y religiosas, consumo de drogas, placeres excesivos o ídolos humanos— cumple el propósito de Satanás. No es de extrañar que la Biblia profetizase que el que este inicuo fuese echado a la vecindad de la Tierra supondría “¡ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. Desde 1914 hemos estado viviendo en este período de cólera violenta. (Revelación 12:12.)
La humanidad ha tenido, y todavía tiene, la posibilidad de escoger someterse a la gobernación de Dios o a la de su Adversario, Satanás. El trasfondo de esta elección es una cuestión muy antigua entre Dios y Satanás que se remonta a unos seis mil años atrás. Ahora bien, la Biblia indica que Jehová Dios ha establecido un límite de tiempo para zanjar dicha cuestión, y desde 1914 la humanidad ha estado viviendo en el tiempo del fin de este sistema dominado por Satanás. (2 Timoteo 3:1-5, 13.)
La gobernación del Reino de Dios pronto destruirá toda la maldad y a los que la escojan, mientras que a los que opten por hacer el bien se les concederá vida eterna en sumisión a Dios en una Tierra perfecta y libre de contaminación. (Revelación 11:18; 21:3, 4.)
“¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas”
El futuro que Dios se ha propuesto para esta Tierra y sus habitantes obedientes quitará de nuestro recuerdo el peso del pasado: “Las cosas pasadas no serán más recordadas ni traídas a la mente”. (Isaías 65:17, La Biblia, versión castellana de Moisés Katznelson. Editorial El árbol de la vida.)
Por consiguiente, cuando la gobernación divina domine toda la Tierra, cualquier sufrimiento que las personas hayan padecido se desvanecerá finalmente de su recuerdo. En ese tiempo, los gozos dejarán fuera todos los recuerdos de terribles experiencias del pasado, pues como la Biblia promete, Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores [habrán] pasado”. (Revelación 21:4, 5.)
La Biblia muestra claramente que se aproxima el tiempo en el que Dios utilizará su poder supremo para eliminar a los que causan sufrimiento, sean humanos o demonios. En este sentido, Proverbios 2:21, 22 dice: “Porque los rectos morarán en la tierra, y los de corazón puro permanecerán en ella. Pero el malvado será cortado de la tierra, y el impío será extirpado de ella”. (Versión de Moisés Katznelson.) Sí, Dios causará “la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Finalmente, esto también incluirá a Satanás el Diablo.
Dios no permitirá que los inicuos echen a perder la Tierra por mucho más tiempo, y tampoco permitirá que gente mala atormente, torture y ponga en prisión a su prójimo. Los que no escojan someterse a Sus justas leyes no serán tolerados. Únicamente seguirán viviendo los que respeten la voluntad y la ley de Dios.
Hace más de cuatro mil años, “vio el Eterno que era grande la maldad del hombre en la tierra y que todo pensamiento de su corazón constantemente alentaba designios malignos”. Él intervino y envió el gran Diluvio. (Génesis 6:5, Versión de Moisés Katznelson.) Ahora todavía hay más razón para que Dios actúe de nuevo. No obstante, si en este tiempo concedemos a Dios su debida alabanza, recibiremos vida eterna. (Isaías 65:17-25; Juan 17:3; 1 Timoteo 6:19.)
Ahora bien, ¿qué hay de los millones de muertos que están en las sepulturas, entre los que se cuentan las víctimas del Holocausto? ¿Qué esperanza hay para ellos? ¿Serán olvidados?
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¿Volverán los que murieron en el Holocausto?¡Despertad! 1989 | 8 de abril
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¿Volverán los que murieron en el Holocausto?
¿EXISTE alguna esperanza para los millones de personas que murieron en el Holocausto? ¿Puede esperarse que Dios efectúe algún acto supremo de justicia en favor de estas víctimas del nazismo?
Las Escrituras Hebreas ofrecen una esperanza que sostuvo a los fieles profetas y siervos de Dios que vivieron hace miles de años. ¿Se basaba en el antiguo concepto griego de un alma inmortal que sobrevive a la persona en el momento de la muerte? Difícilmente, pues los escritos y las enseñanzas hebreas son cientos de años anteriores a la filosofía griega.
El alma humana es mortal
El relato hebreo del libro de Génesis nos habla de la creación del primer hombre: “Entonces Dios, el Eterno, formó al Hombre (Adam) del polvo de la tierra (adamá) e insufló en sus fosas nasales aliento de vida, y tornóse el Hombre un ser viviente [hebreo: lené·fesch]”. (Génesis 2:7, Versión Moisés Katznelson.) La traducción de 1917 de la Jewish Publication Society vierte la palabra hebrea lené·fesch por “alma”. Por consiguiente, un alma, o né·fesch, es un ser, una criatura, sea animal o humana.
En ninguna parte de las Escrituras Hebreas se atribuye inmortalidad a né·fesch, pues, en realidad, ni siquiera aparece la palabra “inmortal”. Al contrario, la Biblia hebrea indica que né·fesch es la persona, el alma viviente. (Ezequiel 18:4, 20.) Por consiguiente, la muerte es el fin, por lo menos temporal, de la persona como alma viviente. Es un estado de total inactividad; es, como lo expresó el salmista David, una especie de sueño profundo. Él dijo: “Mira Tú y respóndeme, oh Eterno, Dios mío. Ilumina mis ojos, para que no duerma el sueño de la muerte”. (Salmo 13:4, Versión Moisés Katznelson.)
Siguiendo este sencillo argumento, las Escrituras Hebreas nos dicen: “Los muertos no saben nada, ni tienen más galardón, porque (hasta) la memoria de ellos ya se ha olvidado. Haz todo lo que puedas hacer con tu fuerza, porque no hay obra, ni empresa, ni conocimiento, ni sabiduría en la tumba a la que te diriges”. (Eclesiastés 9:5, 10, Versión Moisés Katznelson.) Esto concuerda con lo que Job pensaba durante sus sufrimientos: “¿Por qué no morí desde el seno? ¿Por qué no morí al nacer? Pues ahora yacería tranquilo. Estaría durmiendo y descansando”. (Job 3:11, 13, Versión Moisés Katznelson.) Es indudable que Job no pensaba en términos de encontrarse “tangiblemente vivo” como un alma inmortal después de la muerte, como afirma la “Declaración de Principios del Judaísmo Conservador”.
¿Significa esto, entonces, que la muerte supone un olvido total? Hoy día muy pocas personas pueden recordar los nombres de sus antepasados de hace cinco o diez generaciones; ¿le sucede lo mismo a Dios? ¿Recuerda Él a esas personas? ¿Las recordará? ¿Recordará Él a los millones de víctimas de la persecución nazi y a los millones que han muerto en tantas guerras sin sentido? El profeta Daniel creía que Dios puede recordar a los muertos. Su profecía indicó que habría una resurrección, pues dijo: “Muchos de ellos que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, algunos para la vida eterna, y otros para el oprobio eterno”. (Daniel 12:2, Versión Moisés Katznelson.)
La verdadera esperanza que abrigaban los fieles profetas y reyes del antiguo Israel era una resurrección futura a vida terrenal. No tenían el concepto de estar revoloteando como un alma inmortal e inmaterial en el más allá. Hoy día sigue en vigor esta misma esperanza de resucitar a vida perfecta en la Tierra. ¿Cómo lo sabemos?
Esperanza para las víctimas del Holocausto
Hace más de mil novecientos años, un maestro judío ofreció tal esperanza cuando dijo: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio”. (Juan 5:28, 29.) La expresión “tumbas conmemorativas” indica que a los que estén en ellas, Dios los retiene en su memoria hasta el día de su resurrección y restauración a la vida en la Tierra.
De modo que en este sentido es cierto lo que dice la “Declaración de Principios” emitida por el Judaísmo Conservador de Estados Unidos: “La imagen de olam ha-ba (un más allá) puede ofrecer esperanza de que no seremos abandonados en la sepultura, de que no se nos olvidará para siempre”. La bondad amorosa y la justicia de Dios nos aseguran que los resucitados tendrán la oportunidad, si obedecen a Dios, de escoger la vida eterna bajo la gobernación del Reino de Jesucristo, el Mesías.
¿Cómo afecta todo esto a los millones de judíos, eslavos y otras víctimas del Holocausto? Están en la memoria de Dios, a la espera de la resurrección, cuando podrán escoger entre obedecer a Dios, con la perspectiva de vivir, o desobedecerle, con la perspectiva de recibir juicio adverso. Esperamos que millones de esas personas hagan la elección correcta.
Sea usted judío o no, si desea saber más sobre esta esperanza para los muertos, póngase en contacto con la congregación local de los testigos de Jehová o escriba a los publicadores de esta revista para que le envíen (por 1,50 dólares o 3 dólares, según sea la edición: de tamaño pequeño o grande) el libro ilustrado de 256 páginas Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra.
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