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Naciones de hace mucho tiempo tuvieron que saber quién es Él“Las naciones sabrán que yo soy Jehová”... ¿cómo?
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cuando el rey Faraón de Egipto hace escarnio de la demanda que se le hace en el nombre del Dios vivo y verdadero y da la respuesta desafiante: “¿Quién es Jehová, para que yo obedezca su voz y envíe a Israel?” Para respaldar su desafío a Jehová como si fuese un simple Don Nadie, el idólatra Faraón de Egipto añadió: “Absolutamente no conozco a Jehová y, lo que es más, no voy a enviar a Israel.” Y cuando Faraón, el comandante de las mejores fuerzas militares de aquel mundo antiguo, persiste en su decisión, ¿qué otra cosa se puede hacer salvo obligarlo a conocer a Jehová, hacer por fuerza que sepa que el Dios que le demanda la liberación de Su pueblo es Jehová? ¡Faraón lo pidió!
18. ¿Qué declaración de propósito divino fue provocada por la situación nacional que se desarrolló entonces, y qué, con referencia a ellas mismas, bien pudieran considerar las naciones de hoy día?
18 ¿Adoptan algunos de los gobernantes políticos de este siglo veinte la actitud de aquel Faraón de 1514/1513 a. de la E.C., según se registra en Éxodo 5:1, 2? La situación nacional que se desarrolló en aquel tiempo del pasado remoto provocó por primera vez la declaración divina que dio notificación a las naciones políticas de tiempos bíblicos del propósito de Dios de dar a saber quién es él. Pero es necesario que las naciones de este mundo moderno presten atención a esta declaración antigua del propósito de Dios como a algo que también les aplica a ellas. Bien podrían considerar muy seriamente si están representadas o prefiguradas por el antiguo país de los Faraones, cuando Jehová le dijo a Moisés: “Ciertamente sabrán los egipcios que yo soy Jehová cuando extienda mi mano contra Egipto, y verdaderamente sacaré a los hijos de Israel de en medio de ellos.”—Éxodo 7:1-5.
19. ¿Por qué como la primera de diez plagas se vio obligado Faraón a saber que Dios es Jehová?
19 También, se le ordenó a Moisés que le dijera al desobediente Faraón de Egipto: “Por esto sabrás que yo soy Jehová. Aquí estoy golpeando con la vara que está en mi mano sobre el agua que está en el río Nilo, y ciertamente se tornará en sangre.” Así fue. Esta resultó ser la primera de las diez plagas por medio de las cuales los egipcios testarudos y resistidores llegaron a saber de manera desastrosa para ellos que el Dios verdadero es Jehová.—Éxodo 7:17-25.
20. ¿Cómo le fue al pueblo de Moisés durante las primeras dos plagas, y qué duda, por lo tanto, pudo haber tenido Faraón acerca de Jehová?
20 Esa primera plaga, la de convertir en sangre el río Nilo y sus canales, no tuvo como objetivo directo al pueblo de Moisés, que moraba separado en la parte nordestal de Egipto conocida como Gosén. Pero éstos sintieron los efectos de esta plaga que afligió a todo el país de Egipto durante siete días. Sin embargo, sabían que Jehová no se proponía castigarlos mediante esta plaga, y al sufrir con los egipcios se les hizo posible percibir lo real que fue como golpe para los egipcios opresivos. Lo mismo aplicó a la segunda plaga, la de ranas que invadieron el país de Egipto, pues ni la tierra de Gosén escapó de ella. (Éxodo 7:19 a 8:15) Quizás Faraón haya sacado algún consuelo del hecho de que el propio pueblo de Moisés se viera obligado a sufrir por aquellas plagas lo mismo que los egipcios. Quizás haya dudado de que Jehová pudiera proteger a su propio pueblo, los israelitas, de aquellas plagas que los sacerdotes practicantes de magia de Egipto parecieron imitar. De modo que la situación presentaba un desafío a Jehová. ¿Podía él hacerle frente?
21. ¿A que reconocieran qué obligó la tercera plaga a los sacerdotes de Egipto, y por qué?
21 Las primeras dos plagas no ablandaron suficientemente el corazón de Faraón. De hecho, el que Jehová cediera a los clamores de Faraón por alivio realmente endureció al gobernante desafiante. Se exigía ahora una tercera plaga sobre Egipto. Esta produjo enjambres de jejenes por todo Egipto. Los sacerdotes practicantes de magia no pudieron copiarla. No pudieron atribuir la plaga a ninguno de sus dioses demoníacos. De modo que se vieron obligados a decirle a Faraón: “¡Es el dedo de Dios!” Es notable que ellos no dijeron: ‘¡Es el dedo de Jehová!’ ¿Evitaron deliberadamente decir el nombre verdadero de Dios? Sea como fuere, el que ellos pasaran por alto el nombre del Dios verdadero no ocultó los hechos, ni los salvó.—Éxodo 8:16-19.
PROTECCIÓN POR MEDIO DE ADORAR AL DIOS VERDADERO
22. ¿Qué pregunta surge tocante a si el Dios verdadero puede proteger a sus adoradores, y cómo contestó esto el manejo de la cuarta plaga?
22 ¿Hay alguna protección posible por medio de adorar al Dios verdadero, aun a este Dios de nombre no grato para muchos? La manera en que se manejó la imposición de la cuarta plaga sobre Egipto contestó esta pregunta de manera positiva. Escuche el registro histórico, en Éxodo 8:20-24:
23. ¿Qué se le dijo a Moisés que dijera al anunciar la cuarta plaga, y con qué resultado?
23 “Entonces Jehová le dijo a Moisés: ‘Levántate muy de mañana y colócate enfrente de Faraón. ¡Mira! ¡Viene saliendo al agua! Y tienes que decirle: “Esto es lo que ha dicho Jehová: ‘Envía a mi pueblo para que me sirva. Pero si no estás enviando a mi pueblo, aquí estoy enviando sobre ti y tus siervos y tu pueblo y en tus casas el tábano; y simplemente estarán llenas las casas de Egipto del tábano, y también el suelo sobre el cual están. Y ciertamente haré distinta en aquel día a la tierra de Gosén sobre la cual está en pie mi pueblo, para que no exista allí tábano alguno; a fin de que sepas que yo soy Jehová en medio de la tierra. Y verdaderamente fijaré una demarcación entre mi pueblo y tu pueblo. Mañana se efectuará esta señal.’”’ Y procedió Jehová a hacerlo así; y densos enjambres de tábanos empezaron a invadir la casa de Faraón y las casas de sus siervos y toda la tierra de Egipto. Quedó arruinada la tierra como resultado de los tábanos.”
24. De entonces en adelante, ¿de qué dos maneras se le hizo saber a Faraón que Dios es Jehová, y después de qué experiencia dejó ir Faraón al pueblo de Jehová?
24 Así, de dos maneras se le siguió haciendo saber al Faraón empedernido que el Dios verdadero es Jehová: por la plaga misma de tábanos, que también podía decirse que era “el dedo de Dios,” y por la separación milagrosa del pueblo de Jehová, los israelitas, y el que fueran protegidos de la plaga de tábanos. Si Faraón hubiera enviado a alguien a la tierra de Gosén, habría averiguado que esto fue así, tal como lo hizo respecto a la mismísima siguiente plaga, que mató de peste a toda clase de ganado de los egipcios. Acerca del examen que hizo Faraón para ver si Jehová realmente había hecho una distinción entre el ganado de los israelitas y el ganado de los egipcios, leemos: “Entonces envió Faraón, y, ¡mire! no había muerto ni siquiera uno del ganado de Israel.” (Éxodo 9:7) Pero ni esto fue suficiente conocimiento de Jehová para Faraón, que no aceptaba aprender. Solo fue después que la décima y última plaga había matado a su hijo primogénito y a los hijos primogénitos de todos sus súbditos egipcios que se ablandó lo suficiente como para dejar ir al pueblo de Jehová. Fue su propia culpa el que llegara a conocer a Jehová únicamente del modo que resultó penoso para Egipto.
25. Después de eso, ¿cómo le declaró Dios a Moisés que obtendría más gloria para sí por medio de Faraón, y así qué sabrían ciertamente los egipcios?
25 A pesar de todo esto, el Dios de los milagros no había acabado con haber obligado a Faraón y sus súbditos a saber que él es Jehová. Unos días después de haber partido los israelitas llevando consigo todos sus primogénitos de hombre y ganado, acamparon junto al mar Rojo, en su margen occidental, cerca de la cabecera del golfo de Suez, y “a vista de Baal-zefón (“Señor del Norte, o, de la Atalaya”).” Cerca de este sitio geográfico Jehová se propuso darse a conocer todavía más a sus enemigos. Fue tal como Jehová le dijo a Moisés: “Entonces ciertamente dirá Faraón respecto a los hijos de Israel: ‘Andan vagando en confusión en la tierra. El desierto los tiene encerrados.’ De modo que yo realmente dejaré que se ponga terco el corazón de Faraón, y él ciertamente correrá tras ellos y yo me conseguiré gloria por medio de Faraón y todas sus fuerzas militares; y ciertamente sabrán los egipcios que yo soy Jehová.”—Éxodo 14:1-4.
26. ¿Cómo había determinado Jehová ajustar cuentas ahora con los egipcios, y qué le dijo a Moisés que era el propósito de esto?
26 Realmente, pues, no fueron los israelitas los atrapados en el mar Rojo con las fuerzas militares egipcias lanzándose impetuosa y velozmente sobre ellos, sino que fueron los egipcios mismos los que cayeron en una trampa que significaba su destrucción. Mediante esto los egipcios recibirían una lección final en cuanto a conocer a Jehová. Esto ajustaría sus cuentas con ellos. Cuando Jehová le dijo a Moisés ahora que abriría un corredor a través del lecho del mar Rojo para que los israelitas avanzaran a la margen oriental y a la liberación, le reveló a Moisés el propósito de esto, diciendo: “En cuanto a mí, aquí estoy dejando que se ponga terco el corazón de los egipcios, para que entren tras ellos y para que yo me consiga gloria por medio de Faraón y todas sus fuerzas militares, sus carros de guerra y sus soldados de caballería. Y los egipcios ciertamente sabrán que yo soy Jehová cuando yo me consiga gloria por medio de Faraón, sus carros de guerra y sus soldados de caballería.”—Éxodo 14:15-18.
27. ¿Ante qué situación de ellas finalmente reconocieron las fuerzas egipcias a Dios por nombre, pero cuán oportunamente?
27 Aquella noche, bajo la luz de la Luna pascual, los centenares de miles de israelitas atravesaron el lecho del mar Rojo con las aguas separadas milagrosamente a ambos lados de ellos. Hacia la mañana Jehová permitió que las fuerzas militares egipcias entraran en el lecho seco del mar en perseguimiento de los israelitas. Cuando el Dios de Israel empezó a estorbar el progreso de sus perseguidores, las fuerzas militares egipcias percibieron que estaban en peligro y empezaron a creer que estaban luchando contra Jehová. Reconociéndolo al fin por nombre, se dijeron unos a otros: “Huyamos de contacto alguno con Israel, porque Jehová ciertamente pelea por ellos contra los egipcios.” Pero era demasiado tarde para huir, pues Jehová les soltó la trampa. Leemos:
28. Aquel día, ¿cómo salvó Jehová a Israel de mano de los egipcios?
28 “Mientras tanto los egipcios estaban huyendo para no encontrarse con éste [el mar], pero Jehová sacudió a los egipcios al medio del mar. Y las aguas siguieron volviéndose. Finalmente cubrieron los carros de guerra y a los soldados de caballería que pertenecían a todas las fuerzas militares de Faraón y que habían entrado en el mar tras ellos. No se dejó que quedara ni siquiera uno solo de entre ellos. En cuanto a los hijos de Israel, anduvieron en tierra seca en medio del lecho del mar, y las aguas fueron para ellos un muro a su derecha y a su izquierda. Así salvó Jehová en aquel día a Israel de mano de los egipcios, e Israel alcanzó a ver a los egipcios muertos en la orilla del mar.”—Éxodo 14:21-30.
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Su propio pueblo tuvo que saber quién es Él“Las naciones sabrán que yo soy Jehová”... ¿cómo?
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Capítulo 2
Su propio pueblo tuvo que saber quién es Él
1. Ante el desastre para los egipcios y el triunfo para los que habían sido sus esclavos, ¿qué llegó a saber cada nación respectivamente?
VERDADERAMENTE Egipto como la potencia militar preponderante de aquel día antiguo debe haber experimentado un bajón. Cuando a los egipcios que se quedaron atrás en su país les llegó la noticia de este desastre deberían haber sabido al fin que el Dios de los que habían sido sus esclavos era Jehová, el único Dios vivo y verdadero. En cuanto a los israelitas libertados, en esta hora de triunfo pudieron apreciar lo que su Dios le había dicho a Moisés acerca de ellos: “Ciertamente los tomaré a ustedes como pueblo para mí, y verdaderamente resultaré ser Dios para ustedes; y ustedes ciertamente sabrán que yo soy Jehová su Dios que los está sacando de debajo de las cargas de Egipto.” (Éxodo 6:7) Ahora podían apreciar o comprender el nombre de Dios como aun sus antepasados jamás habían podido apreciarlo, tal como él le había dicho también a Moisés: “Yo soy el SEÑOR. Me aparecí a Abrahán, Isaac y Jacob como Dios Todopoderoso. Pero no me di a conocer a ellos por mi nombre JEHOVÁ.”—Éxodo 6:2, 3, New English Bible de 1970.
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