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El reloj de radiocarbono bajo examen¡Despertad! 1972 | 22 de julio
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El reloj de radiocarbono bajo examen
ENTRE los instrumentos científicos diseñados para ayudar a satisfacer la curiosidad del hombre acerca de su pasado, ninguno es mejor conocido que el reloj de radiocarbono. Este método de fechar material orgánico en artefactos antiguos está basado en la medición del carbón radiactivo que se forma debido a los rayos cósmicos en la atmósfera y que es asimilado por la vida vegetal. Es muy útil para fechar cosas hechas de madera, carbón de leña y fibras de plantas o de procedencia animal. El método tiene un alcance eficaz de más de 10.000 años en el pasado.
Los arqueólogos están profundamente interesados en los resultados de este fechar, porque ellos estudian a los hombres de la antigüedad y sus obras. Los estudiantes de la Biblia también han estado interesados en el fechar con radiocarbono, porque su alcance sobrepasa a los 6.000 años de historia del hombre registrados en la Biblia.
Tal vez usted esté al tanto de que el reloj de radiocarbono fue usado para fechar la envoltura de lienzo del antiguo manuscrito de Isaías descubierto cerca del mar Muerto.1a Se halló que la envoltura tenía de dieciocho a veinte siglos de antigüedad, lo cual confirmó otras pruebas de que el manuscrito es genuino, y no una reciente y diestra falsificación.
Simposio en Upsala
El interés por las fechas de radiocarbono ha sido avivado nuevamente debido a la reciente publicación (en 1971) de las sesiones del Duodécimo Simposio Nobel, celebrado en Upsala, Suecia, en 1969. En ésa, los expertos de radioquímica de muchos países se reunieron con geólogos y arqueólogos. Consideraron sus últimas investigaciones de la teoría y el uso práctico del radiocarbono (carbono 14) para dar fechas. El presidente honorario era W. F. Libby, ganador del premio Nobel, de la Universidad de California en Los Ángeles, quien fue precursor en el fechar con carbono 14 en 1949.
El informe de la conferencia transmite un sentimiento general de satisfacción con los éxitos actuales del método. Los resultados en conflicto, suministrados a veces por diferentes laboratorios, han sido conciliados en su mayoría. Ahora se espera de la fecha una exactitud de entre cincuenta a cien años. Es cierto que se han hallado divergencias mayores que ésta entre la “edad de radiocarbono,” según ha sido calculada valiéndose de la radiactividad, y la edad verdadera de muestras conocidas, pero se puede dar cuenta de esto mediante una curva calibrada medida en laboratorios.
Esta curva está basada principalmente en madera tomada de árboles de larga vida que han sido fechados mediante la cuenta de sus anillos de crecimiento anual. Por ejemplo, un pedazo de madera de 7.000 años de edad de acuerdo con la cuenta de anillos puede dar según el radiocarbono una edad de solamente 6.000 años. Por lo tanto, se aplican los 1.000 años como corrección que debe añadirse a la edad de radiocarbono de cualquier muestra de esa era.
La teoría sobre la que descansa el método de fechar con radiocarbono ha resultado ser mucho más compleja de lo que se esperaba veinte años atrás, y muchas de las correcciones hechas a la teoría han sido estudiadas para ver cómo podrían afectar las edades medidas. Al tomar todo esto en cuenta, parecería posible obtener una edad bastante exacta del material orgánico formado en cualquier tiempo durante los pasados 7.400 años.
Ahora bien, algunas muestras tomadas de las casas y hogares de hombres de la antigüedad, según fechas de radiocarbono, tienen más de 6.000 años de edad. Esos hallazgos están en conflicto con la cronología de la Biblia, según la cual el primer hombre fue creado hace solo 6.000 años. Esto hace surgir preguntas que quizás sean perturbadoras. ¿Habrán hecho anticuada a la cronología de la Biblia el mayor refinamiento y el éxito aparente del reloj de radiocarbono? ¿Podemos todavía cifrar nuestra fe en la cuenta bíblica de los años, o ha demostrado la ciencia que ésta no es confiable?
Antes de llegar a una conclusión precipitada, será prudente considerar un poco más detenidamente algunos de los detalles que se consideraron en la conferencia de Upsala. Al hacerlo, comenzamos a preguntarnos si las detalladas correcciones que se han hecho a la teoría del fechar con radiocarbono, que a primera vista parecen hacerla más exacta, en realidad no sacan a relucir más maneras en que posiblemente esté equivocada.
Suposiciones necesarias
La teoría, relativamente sencilla según se veía hace veinte años, se basaba en las siguientes suposiciones:
(1) Que el carbono 14, el componente radiactivo de carbón natural, se degenera con una vida media de 5.568 años.
(2) Que la proporción entre los átomos de carbono-14 y los átomos estables de carbono-12 en el carbón “vivo” siempre ha sido igual que la de hoy día. Esto depende de otras dos suposiciones (2a y 2b).
(2a) Que la cantidad de átomos de carbono-14 ha sido constante; esto significa que los rayos cósmicos que los forman no deben haber variado en los pasados 15.000 ó 20.000 años.
(2b) Además, que la cantidad total de carbono estable en la “reserva de intercambio” ha permanecido constante durante el mismo período. Esto incluye al dióxido de carbono del aire, así como también el carbono orgánico en todo organismo vivo, pues estos organismos constantemente toman el dióxido de carbono por fotosíntesis y lo expelen mediante la respiración. También, el dióxido de carbono se disuelve en el agua de mar, donde forma ácido carbónico y carbonato, que se mezcla con el carbonato que está disuelto en el océano. Este proceso también es reversible, aunque puede tomar cincuenta años. Por supuesto, el carbonato mineral que se encuentra en las rocas no se considera parte de la reserva de intercambio.
(2c) Relacionada con el número dos está la suposición de que la producción de carbono 14 ha continuado constante durante todo este tiempo, y esto implica que su degeneración, sobre una base mundial, está en equilibrio con su producción.
(3) Que cualquier cosa viviente, planta o animal, incorpora radiocarbono en sus tejidos mientras tiene vida; entonces, después de su muerte, la actividad decrece matemáticamente de acuerdo con la degeneración radiactiva natural; que no absorbe radiocarbono al ponerse en contacto con materiales más nuevos, ni lo pierde por intercambio de átomos con carbono de más edad.
(4) Que para el uso práctico de las fechas de radiocarbono, la muestra tiene que ser contemporánea con el suceso que marca, y no algo que creció mucho tiempo antes.
Tengamos presente que, para que el reloj de radiocarbono provea fechas correctas, todas las susodichas suposiciones deben ser verídicas. Si siquiera una de ellas es falsa, el método fracasa y no suministra la edad correcta.
Las primeras muestras de madera de árboles antiguos y de las tumbas de reyes de Egipto, medidas en el laboratorio de Libby, mostraron una armonía razonablemente buena con las edades reconocidas para esas muestras, remontándose unos 4.000 años en la antigüedad. Por lo tanto se pensó que tal vez las suposiciones eran correctas, o por lo menos casi correctas. ¿Pero qué aspecto presenta ahora el cuadro, después de veinte años de investigar la maquinaria del reloj de radiocarbono? ¿Siguen pareciendo las suposiciones tan válidas como parecían entonces?
Al leer los informes de la conferencia de Upsala, uno llega a la conclusión de que, en realidad, ¡actualmente no se sabe que siquiera una de las suposiciones alistadas anteriormente sea correcta! Algunas de ellas tal vez estén solamente un poco erradas, pero se ha demostrado que otras son completamente erróneas. Consideremos nuevamente cada una de ellas a la luz del conocimiento actual... o, quizás, de la ignorancia que continúa.
Validez de la muestra
Entre las más obvias posibilidades de error en el fechar con radiocarbono está la pérdida de integridad de la muestra. (Suposición 3) Si una muestra es alterada por su contacto con otro material, o contaminada por inclusión de material que contiene radiocarbono más viejo o más nuevo, el análisis no puede dar la respuesta correcta. Pero el arqueólogo práctico ha aprendido qué hacer cuando una muestra ha vuelto del laboratorio con una fecha distinta a la que esperaba. Como dijo en el simposio el Dr. Evzen Neustupný, del Instituto Arqueológico de la Academia de Ciencias Checa: “A menudo se puede discernir claramente si una muestra ha sido contaminada o no por carbono moderno o carbono antiguo si el resultado de una medida es muy diferente del valor esperado.”2
Para parafrasear sus palabras, él no reconoce la contaminación de una muestra antes de enviarla, pero al mirarla de nuevo, de regreso con la respuesta desagradable, entonces puede ver claramente que estaba contaminada.
El mismo experto también señaló la importancia de seleccionar muestras contemporáneas (Suposición 4): “Debería ser claro, aunque muchos arqueólogos parecen pasarlo por alto, que las medidas de radiocarbono dan la fecha de la edad del tejido orgánico de la muestra, es decir, el tiempo en que éste se originó. El tejido de una muestra que fecha algún suceso histórico (o prehistórico) pudiera haber estado biológicamente muerto por varias décadas o aun siglos al ser usado por el hombre de la antigüedad. Esto aplica a la madera para construcción, carbón de leña de los hogares, y a la mayoría de las otras clases de materiales.”2
Este es un punto que el lector haría bien en tener presente al leer una noticia de que la fecha de radiocarbono de un trozo de carbón de leña excavado de alguna cueva prueba que los cavernícolas vivieron allí hace tantos y tantos miles de años. Hoy día hay lugares donde un acampador podría recoger para leña madera que hubiera crecido cientos de años, o tal vez miles de años, antes.
Errores de estas clases han sucedido con tanta frecuencia como para estorbar la aceptación general de las fechas de radiocarbono por los arqueólogos. Pero éstos solamente tienen que ver con la aplicación del método a determinadas muestras, así es que cierta muestra puede ser fechada incorrectamente, pero otra correctamente.
Aparte de éstas, se están haciendo preguntas más difíciles a la gente que tiene que ver con el fechar con radiocarbono, preguntas que atacan el mismo centro de la teoría. A menos que estas preguntas se contesten satisfactoriamente, hacen surgir dudas en cuanto a que la teoría pueda dar la edad correcta de muestra alguna.
La vida media del radiocarbono
La primera de las preguntas concierne a la primera suposición. ¿Cuánta seguridad hay de que la vida media del carbono 14 sea correcta? Note los siguientes comentarios de dos expertos de los laboratorios de radiocarbono de la Universidad de Pensilvania:
“Lo que causa la mayor preocupación acerca de la veracidad de estas determinaciones de la vida media es el hecho de que todas ellas dependen de los mismos métodos básicos... a saber, la calibración absoluta de un contador de gas para determinar la proporción específica de degeneración, y la subsiguiente medición espectrográfica de masa de la cantidad exacta de C-14 que fue contada. En la primera fase se presenta la dificultad de obtener la calibración absoluta de un contador de gas, y en la fase posterior se halla el problema de diluir e introducir con precisión el C-14 ‘caliente’ en el espectrógrafo de masa. Un error producido por la adsorción de C-14 en las paredes de los recipientes puede ser prevaleciente y de más o menos la misma magnitud en todas las determinaciones de la vida media. Es claro que se necesita un enfoque y técnica completamente independiente antes que se pueda decir con certeza cuál es el valor verdadero de la vida media del C-14.”3
El Sr. Libby mismo estaba consciente de esta limitación en la exactitud de la vida media. En 1952, escribiendo acerca de la vital importancia de la medición de proporciones de degeneración absolutas, dijo: “Se espera que en el futuro se volverán a hacer mediciones de la vida media del radiocarbono, preferentemente con técnicas enteramente diferentes.”4 Hasta la fecha esta esperanza no se ha realizado.
Producción del carbono 14
¿Qué hay acerca de la constancia de los rayos cósmicos? (Suposición 2a) Las observaciones han mostrado que éstos de ninguna manera son constantes. Ahora se sabe de varios factores que ocasionan grandes fluctuaciones en los rayos cósmicos.
Uno de éstos es la intensidad del campo magnético de la Tierra. Esto afecta los rayos cósmicos, la mayoría de los cuales son protones (núcleos de átomos de hidrógeno con carga), desviando de la atmósfera las partículas menos enérgicas. Cuando el campo magnético de la Tierra se hace más intenso, llegan menos rayos cósmicos a la Tierra y se produce menos radiocarbono. Cuando el campo magnético de la Tierra se hace más débil, más rayos cósmicos llegan a la Tierra y se produce mayor cantidad de radiocarbono.
Los estudios indican que la intensidad del campo magnético se duplicó desde hace unos 5.500 años hasta hace unos 1.000 años, y ahora está volviendo a debilitarse. Este efecto por sí sólo puede explicar la necesaria corrección de casi 1.000 años para las fechas más antiguas.
Los fenómenos solares también ocasionan grandes cambios. El campo magnético del Sol se extiende a gran distancia en el espacio, aun más allá de la órbita de la Tierra. Su intensidad cambia aunque, con poca regularidad, con el ciclo de aproximadamente once años de las manchas solares, y esto también afecta la cantidad de rayos cósmicos que llega a la Tierra.
Además están las llamaradas solares. Esporádicamente estas grandes corrientes de gas incandescente salen con violencia de la superficie del Sol y emiten una enorme cantidad de protones. Los que llegan a la Tierra producen carbono 14. Esto ocasiona un excedente impronosticable en la cantidad de carbono 14. Una tabla y un gráfico en el informe muestran la producción de carbono 14 de llamaradas típicas. El 23 de febrero de 1956 hubo una llamarada que produjo tanto carbono 14 en unas pocas horas como lo que se produce en todo un año de radiación cósmica promedio. Obviamente es imposible incluir esta clase de efecto en las correcciones al reloj de radiocarbono, porque nadie sabe si las llamaradas en los milenios pasados fueron más activas o menos de lo que son ahora.
La intensidad de los rayos cósmicos que entran en el sistema solar procedentes de la galaxia es otro factor poco conocido. Científicos geoquímicos han intentado obtener una idea de la intensidad promedio en el pasado, por medio de medir las muy tenues radiactividades de diversos elementos producidas en meteoritos por los rayos cósmicos. Sin embargo, los resultados no ayudan mucho a dar la seguridad deseada de que ha habido constancia durante los pasados 10.000 años.
La teoría del radiocarbono estaría en posición más firme (aunque todavía no invulnerable) con respecto a las susodichas objeciones si se pudiera demostrar que al presente el radiocarbono se degenera con la misma rapidez con que se forma. (Suposición 2c) Si se halla que esto no es cierto, entonces la suposición de una cantidad constante de carbono 14 también queda probada falsa, y la supuesta actividad constante del radiocarbono queda puesta sobre una precaria cuerda floja extendida entre dos postes de amarre que quizás se estén moviendo independientemente el uno del otro.
La proporción a que se produce es muy difícil de calcular. El Sr. Libby trató de hacer esto con la mejor información que estaba disponible hasta el año 1952. Halló una producción correspondiente a aproximadamente diecinueve átomos de radiocarbono por segundo por cada gramo de carbono en la reserva. Esto era un poco más elevado que su medida de dieciséis desintegraciones por segundo. Pero debido a la complejidad del problema y al cálculo aproximado que era necesario hacer para tantos factores, él consideró que esta cifra concordaba bastante bien con sus suposiciones.
Diecisiete años después, con mejores datos y un mejor entendimiento del proceso, ¿puede hacerse el cálculo con más precisión? Los expertos en el simposio no pudieron decir nada más definitivo, salvo que es probable que el radiocarbono se esté produciendo a una proporción de entre 75 por ciento y 161 por ciento de la proporción a la cual se está degenerando. La cifra menor significaría que actualmente la cantidad de radiocarbono está decreciendo; la cifra más elevada, que está aumentando. La medición no da garantía de que sea constante, como lo exige la teoría del radiocarbono. Otra vez, se recurre a la opinión de que “la constancia relativa de la actividad del C-14 en el pasado sugiere que [esta proporción] tiene que mantenerse dentro de una escala de valores mucho más estrecha.”5 Así es que se usa una suposición para justificar la otra.
Reserva del carbono 12
No es solamente la cantidad de carbono 14 lo que tiene que ser constante, sino también la cantidad del estable carbono 12 de la reserva de intercambio, para que el reloj de radiocarbono se mantenga sincronizado. (Suposición 2b) ¿Tenemos alguna buena razón para creer que esta suposición sea válida?
Dado que en el océano hay unas sesenta veces más carbono del que hay en la atmósfera, estamos principalmente interesados en esa reserva oceánica. Este punto fue considerado en la reunión de Upsala, donde el consenso general fue que lo que se llama una “edad del hielo” podía causar perturbaciones de gran importancia. Libby había señalado esta posibilidad en 1952:
“La posibilidad de que la cantidad de carbono en la reserva de intercambio haya sido alterada notablemente en los últimos 10.000 ó 20.000 años gira casi completamente alrededor de la cuestión de si la época glacial, la cual, como veremos más tarde, parece llegar a este período, pudo haber afectado notablemente el volumen y las temperaturas medias de los océanos.”6
Efectos del Diluvio
La mención del volumen de los océanos hace que inmediatamente surja en la mente del estudiante de la Biblia la posibilidad de grandes dislocaciones en el reloj de radiocarbono al tiempo del diluvio global del día de Noé, hace 4.340 años. De seguro los océanos tienen que haber sido de extensión y profundidad mucho mayor después del Diluvio. Esto de por sí no aumentaría la cantidad del carbonato en el océano; sencillamente lo diluiría. La cantidad de carbono 14 y carbono 12, así como su proporción, lo cual determina la actividad específica, no habría sido cambiado meramente por la caída del agua. Sin embargo, con el tiempo el aumento de volumen le daría al océano la capacidad de contener una cantidad mucho mayor de carbonato disuelto.
Y podría esperarse que habría ajustes en la corteza terrestre debido al gran aumento en el peso del agua sobre las cuencas de los océanos. Esta presión sería mayor que la que se ejercería sobre los continentes. Empujaría la capa plástica subyacente del lecho de los océanos hacia los continentes, lo cual haría que éstos se elevaran a nuevas alturas. Este proceso expondría las superficies rocosas a una erosión más intensa, incluso a la piedra caliza en el lecho de los mares de poca profundidad que los geólogos muestran en las zonas continentales bajas en sus mapas de la era del plioceno.
Por eso, comenzando inmediatamente después del Diluvio, la reserva oceánica de carbonato habría comenzado a aumentar de manera constante hasta llegar a la concentración actual. Entonces, más bien que suponer que la reserva de carbonato haya sido constante, deberíamos considerar la posibilidad de que haya ido aumentando gradualmente durante los pasados 4.300 años.
¿Cómo afectaría el Diluvio al carbono 14? Dado que la Biblia indica que el agua que cayó en el Diluvio estaba previamente suspendida de alguna manera sobre la atmósfera terrestre, tiene que haber impedido la entrada de los rayos cósmicos y también por ende la producción de radiocarbono. De haber estado el agua distribuida uniformemente en un dosel esférico, pudo haber evitado del todo la formación de radiocarbono. Sin embargo, no es necesario suponer esto; el dosel de agua pudo haber sido más espeso en la zona ecuatorial que sobre las zonas polares, permitiendo así la entrada de los rayos cósmicos a bajas intensidades. En todo caso, la remoción de este escudo al caer a la superficie aumentaría la proporción de la producción de carbono 14.
Por lo tanto, debería esperarse que, después del Diluvio, tanto el carbono radiactivo 14 como el carbono 12 estable de las reservas oceánicas empezarían a aumentar rápidamente. Recuerde que es la proporción o razón del carbono 14 al carbono 12 lo que determina la actividad específica. Así, pues, la actividad pudo haber aumentado o disminuido dependiendo de la rapidez con que la erosión de la tierra agregara carbonato a los mares. Realmente sería posible, aunque no probable, que el crecimiento de una cosa equilibrara exactamente el crecimiento de la otra; en ese caso, el reloj de radiocarbono habría continuado su marcha uniformemente a través del Diluvio. El Sr. Libby señaló la posibilidad de que un equilibrio casual de esa índole produjera la “armonía entre el contenido predicho y observado de radiocarbono en materiales orgánicos cuya edad histórica es conocida.”7 Pero no le dio preferencia a esta explicación.
Dado que las cantidades de carbono 14 y de carbono 12 son independientes una de la otra, es posible postular valores que podrían explicar las edades excesivas que se han informado para muestras antiguas. Por ejemplo, si asumimos que la actividad específica antes del Diluvio era de aproximadamente la mitad de su valor actual, todo espécimen prediluviano parecería ser aproximadamente 6.000 años más antiguo de lo que realmente es. Esto también sería cierto por algún tiempo después, pero, debido a la rápida erosión del carbonato en los siglos posteriores al Diluvio, se reduciría el error. Tal parece que para alrededor de 1500 a. de la E.C. la actividad se había aproximado a su valor actual, dado que las edades de radiocarbono parecen estar casi en lo correcto desde esa época en adelante.
El principio de la simultaneidad
Estos son algunos de los problemas reconocidos que asedian la cronología del radiocarbono. Hay otros que apenas se han considerado, y posiblemente existan otros en los que todavía no se haya pensado. Estas son las razones que hacen que la teoría expuesta hace veinte años no pueda ya ser sostenida. Sencillamente no es posible, mediante meramente medir el radiocarbono de una muestra y comparar eso con la actividad del día actual, determinar con seguridad alguna la edad de esa muestra. Sin embargo, un rasgo de la teoría del radiocarbono parece haber subsistido hasta ahora, el principio de la simultaneidad.
Este principio declara que en cualquier época pasada el nivel del radiocarbono era el mismo por todas partes del mundo, por lo cual toda muestra que se hubiese originado en el mismo tiempo tendría la misma actividad. Por eso, excepto por alteraciones y contaminaciones, éstas se habrían degenerado a la misma actividad medida hoy día. Por lo tanto, aun si es necesario abandonar las otras suposiciones, siempre que se puedan medir suficientes muestras de fechas absolutamente conocidas para construir una curva de corrección, pueden efectuarse mediciones de radiocarbono para encontrar la posición de una muestra en esta curva, y así se puede deducir su edad.
Un laboratorio ha reunido una serie de muestras de madera tomada de árboles longevos, y les ha asignado edades por medio de contar sus anillos de crecimiento. Proporcionaron estas muestras a los laboratorios de radiocarbono, y estas fechas ahora son extensamente aceptadas como sólido fundamento para la cronología del radiocarbono. Por cierto, de no existir este apoyo de emergencia, el reloj de radiocarbono estaría ahora tan estropeado que difícilmente podría confiarse en que diera algo más que una idea vaga de la verdadera edad de las cosas.
Ahora bien, si hemos de creer las fechas corregidas del radiocarbono, debemos estar listos para hacer una transferencia de nuestra fe al fechar según los anillos de los árboles como la norma fundamental. ¿Cuán confiable es este nuevo método? Examinémoslo en el artículo que sigue.
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Fechas de radiocarbono enlazadas con anillos de árboles¡Despertad! 1972 | 22 de julio
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Fechas de radiocarbono enlazadas con anillos de árboles
EL TÍTULO del Duodécimo Simposio Nobel fue “Las variaciones del radiocarbono y la cronología absoluta.” El título implica que ya no se ve el fechar con radiocarbono como algo absoluto. El simposio dio énfasis a las variaciones de las fechas de radiocarbono y a los intentos, de éxito solo parcial, de explicarlas. Lo que surgió como la cronología absoluta fue el cálculo basado en contar anillos de árboles.
¿Son éstas malas noticias? Después de todo, el método de fechar con radiocarbono es un campo técnico especializado para unos pocos expertos altamente entrenados, y la teoría ha sido corregida un poco aquí y ajustada otro poco allá de tal manera que hasta otros científicos tienen dificultad en entenderla. Por otra parte, todo el mundo sabe —¿no es verdad?— que un árbol en crecimiento añade un anillo alrededor de su tronco cada año. Y después de cortar un árbol uno puede determinar la edad del mismo por medio de sencillamente contar los anillos, ¿no es cierto? ¿Qué podría ser más sencillo que eso? Sin duda alguna muchas personas suspirarán de alivio al saber que ahora el reloj de radiocarbono, que siempre tuvo un poco de sabor a magia científica, ha sido puesto en hora por algo tan fácil y comprensible como lo es el contar los anillos de los árboles.
En el informe publicado por el simposio (también publicado en Scientific American en octubre de 1971) se incluyó la curva de calibración. Esta señala, para cada año, remontándose hasta cerca de 5200 a. de la E.C., cuántos años deben añadirse o quitarse de la fecha de radiocarbono para hacerla corresponder con la fecha de los anillos de los árboles.
A primera vista uno podría confundirla con un cuadro de los precios del mercado de valores. Su total falta de regularidad, sus cortas y desbaratadas curvas, y sus impronosticables desviaciones largas aumentan el parecido. Por medio del uso de esta curva de corrección, los laboratorios de fechar con radiocarbono han llegado a confiar a cabalidad en la exactitud de la cronología de los anillos de los árboles, también llamada dendrocronología.
Así es que ahora los que han cifrado su fe en las fechas de radiocarbono tienen que preguntarse si este nuevo enlace con los anillos de los árboles fortalece o debilita su fe. La respuesta, por supuesto, depende de cuán segura sea la cronología basada en los anillos de los árboles. ¿Es ésta un ancla firme que impida que las fechas de radiocarbono se pierdan flotando a la deriva en las desconocidas profundidades de la antigüedad?
La cronología del pino aristado
Pocos árboles viven miles de años. Las magníficas secoyas gigantescas que crecen en las laderas montañosas de California son famosas por su gran longevidad. Sin embargo, hace pocos años se halló que el pino aristado, un árbol sencillo de apariencia achaparrada, que crece en laderas altas y rocosas del sudoeste de los Estados Unidos, a veces vive hasta más tiempo. Se informa que un árbol de Nevada tiene 4.900 años de edad.
El primero en señalar allá en 1953 la utilidad de este árbol de larga vida fue Edmund Schulman, de la Universidad de Arizona. En las montañas Blancas del este de California él encontró varios árboles muy viejos, algunos de ellos todavía vivos, otros ya tocones muertos o leños. Él reunió centros cortados de árboles vivos, así como restos de árboles caídos en el pinar. Los examinó en su laboratorio y los usó para establecer una cronología de anillos de árboles. Después de su muerte en 1958, este trabajo fue reanudado por el profesor C. W. Ferguson en el mismo laboratorio. En el Simposio Nobel, Ferguson presentó un informe del estado actual del trabajo. Afirma que ha establecido una cronología basada en los anillos de los pinos aristados que se remonta hasta 5522 a. de la E.C. Este es un lapso de casi 7.500 años, un logro verdaderamente impresionante ¿Puede haber alguna razón para dudar de que esté en lo cierto?
Puesta en duda por algunos investigadores
Pues, pudiéramos notar que el profesor P. E. Damon, del departamento de geología de la misma universidad de Ferguson, dijo: “La exactitud del fechar mediante la cuenta de los anillos de los árboles quizás sea puesta en duda por algunos investigadores.”8a Investiguemos entonces el procedimiento que se utilizó para construir una cronología de anillos de árboles a fin de saber por qué se puede poner en duda.
De lo primero que debemos preguntar es de la suposición fundamental de la cuenta de anillos de árboles, la suposición de que cada anillo representa un año. Quizás le sorprenda saber que esto no siempre es cierto. Ferguson dice sobre este punto: “En algunos casos, puede que falte el 5 por ciento o más de los anillos anuales a lo largo de un radio determinado que abarca muchos siglos. La ubicación de esos anillos ‘perdidos’ en un espécimen se verifica comparando su patrón de anillos indicadores de fechas con el patrón de anillos de otros árboles en los cuales el anillo ‘perdido’ está presente.”9 Dado que el investigador añade estos “anillos perdidos” a su cronología, ésta es mayor que el número efectivo de anillos contados, por cinco o más años por cada siglo.
Más interesante todavía es el comentario de Ferguson acerca de la posibilidad de que un árbol produzca dos o tres anillos en un solo año: “En ciertas especies de coníferas, especialmente las que están en bajas elevaciones o en latitudes australes, el incremento de crecimiento de una temporada pudiera constar de dos o más arrancadas de crecimiento abundante, cada una de las cuales puede asemejarse a un anillo anual. Sin embargo, esos anillos de crecimiento múltiple son extremadamente raros en el pino aristado, y son especialmente raros en la altura y latitud de los lugares bajo estudio.”9
Por eso, bajo las condiciones climáticas actuales, los anillos múltiples son raros. Desde el punto de vista del que cree en la uniformidad de los procesos naturales, esa declaración es bastante reanimadora. Pero este punto de vista pasa por alto la abundante evidencia de que el clima era mucho más templado antes del Diluvio de 2370 a. de la E.C. Además, la ubicación actual de los pinares del pino aristado puede haber estado en ese entonces a una altura muy inferior. En armonía con la opinión citada, ambas diferencias podrían haber producido más anillos múltiples en los árboles que vivían en ese entonces. Esto sería cierto, no solo en el período de antes del Diluvio, sino hasta por algún tiempo después de éste, mientras la corteza terrestre se ajustaba a nuevas presiones. ¿Quién puede decir cuán a menudo se formaron anillos múltiples en medio de aquellas condiciones, o cuántos siglos se añadieron a la cronología debido a esto?
Poniendo juntos los distintos patrones
Lo siguiente que se debe observar es que ningún árbol tiene 7.500 anillos. Aunque se informa que algunos árboles en pie tienen más de 3.000, o aun 4.000 años de edad, el árbol vivo de más edad incluido en la cronología se remonta solo hasta el año 800 E.C. Sin embargo, se encontró un árbol muerto que tenía unos 2.200 anillos, y se hallaron similaridades en el patrón de anillos espesos y delgados entre las capas exteriores del árbol muerto y las capas interiores del árbol vivo. Por eso se consideró que las edades coincidían desde 800 hasta 1285 E.C., y el árbol más viejo fue fechado como de 957 a. de la E.C. Este procedimiento fue repetido con otros diecisiete restos de árboles caídos, el número de los anillos de los cuales fluctuaba de 439 a 3.250, y la cuenta de anillos se remontó a 7.484 años en el pasado.
Ahora usted quizás pregunte: ¿Cuán seguro es el pareo de patrones coincidentes o paralelos? El Sr. Ferguson nos asegura que solo hay un medio posible de hacer cada uno de los diecisiete ajustes; como dice: “La cronología maestra para todos los especímenes envueltos en esto es singular en su patrón de año por año; en ninguna parte, a través del tiempo, se repite con precisión la misma secuencia de largo plazo de anillos anchos y angostos, porque las variaciones climáticas de año tras año nunca son exactamente iguales.”9 Algunas personas estarían dispuestas a aceptar esta opinión sin profundizar en ella; otros investigadores, según dice Damon, estarían entre los que la pondrían en duda.
Otra pregunta: Si fuera posible ajustar un segmento de árbol muerto en más de un lugar, ¿qué criterio guiaría la selección del ajuste “correcto”? La siguiente declaración de Ferguson puede darnos un indicio: “De vez en cuando, una muestra de un espécimen que aún no se ha fechado se envía para ser analizado por radiocarbono. La fecha obtenida indica la edad general de la muestra, esto nos suministra un indicio en cuanto a la porción de la cronología maestra que debe ser investigada, y de esta manera la fecha de anillos de árboles puede ser identificada más rápidamente.”10 Y, de nuevo: “El análisis de radiocarbono de un solo y pequeño espécimen que contiene una serie de 400 años de anillos de muy buena calidad indica que el espécimen tiene aproximadamente 9.000 años de edad. Esto encierra buena promesa de extender más en el pasado la cronología por la cuenta de anillos de árboles.”11
De esta manera se hace evidente que el fechar con carbono 14 a veces sirve como guía para ajustar las piezas del rompecabezas de los anillos de los árboles. ¿Dan razones estas admisiones para sospechar que tal vez la cronología por la cuenta de anillos de árboles no esté tan bien anclada como parece estarlo, sino que sus proponentes buscan el apoyo del fechar con radiocarbono? Esa sospecha no es infundada, pues el profesor Damon, después de asegurarnos su confianza personal en las fechas dadas por los anillos de los árboles, añade: “De todos modos, es alentador tener alguna comparación objetiva, por ejemplo, con otro método de fechar. Esto, de hecho, lo suministra el fechar con carbono 14 muestras fechadas históricamente.”8
Si las fechas de anillos de árboles necesitan apoyo por medio de comparación con fechas de radiocarbono en el espacio de tiempo en que éstas son apoyadas por fechas históricas, lo cual se remonta por solo 4.000 años, ¿qué puede decirse de esa necesidad 4.000 ó 5.000 años antes de eso?
Problemas al fechar madera
Los esfuerzos que se hacen para fortalecer el mutuo apoyo entre las dos cronologías están plagados por otro problema más que ocasionó gran discusión entre los expertos. Aun en el análisis de radiocarbono del pino aristado que ahora sirve como la base para todas las otras fechas de radiocarbono, es necesario tener en cuenta la posibilidad de que la muestra haya sido alterada. Es sabido que las sustancias inorgánicas, tales como la piedra caliza formada por mariscos y el carbonato de los huesos, son muy susceptibles a tener intercambios con los carbonatos disueltos, sean éstos más viejos o más recientes. Por esta razón son casi inútiles para fechar. Se considera que sustancias orgánicas, tales como la celulosa, no son propensas al intercambio. La savia viva de un árbol puede lavarse de la madera muerta, pero si ha estado circulando por la madera por centurias o milenios, ¿podemos estar seguros de que no haya reemplazado parcialmente al carbono 14 en degeneración?
A diferencia de la savia, la resina es difícil de remover. Ferguson se ha referido a la “naturaleza muy resinosa” de la madera del pino aristado.12 Los expertos concordaron en que la resina de la madera más joven se transporta a la madera de más edad, donde puede causar errores. “Ciertamente el que la resina se difunda hacia el interior es un resultado razonable.”13 También: “Este problema de la resina es importante, particularmente puesto que la corrección aumenta mientras más se penetra en el árbol.”13 En un experimento, la resina extraída era, aparentemente, 400 años más joven que la madera.
Sin embargo, los expertos no estaban de acuerdo en cuanto a la eficacia de sus tratamientos químicos. Uno dijo que hervir la madera sucesivamente en ácidos y álcalis “remueve toda la resina.”14 Otro dijo: “En mi opinión, las resinas del pino aristado no pueden removerse completamente por medio del tratamiento con sustancias químicas inorgánicas.”14 Pero cuando usan solventes químicos orgánicos, tienen que asegurarse de que el solvente sea completamente removido después, pues aparentemente tan solo un poco de carbono moderno procedente del solvente podría rejuvenecer una muestra de madera antigua. Por supuesto, ellos se esfuerzan concienzudamente por excluir todos estos errores, ¿pero tienen buen éxito? ¿Cuán seguros podemos estar de eso?
La cuenta de los mantos glaciares
Un método algo parecido de contar años hacia el pasado fue considerado en la reunión, un método basado en los mantos glaciares. Estos mantos son capas alternadas de arena y fango que se supone que el glaciar forma cada año a medida que se derrite. Se dice que éstos suministran un registro continuo; hay uno en Suecia que se remonta a 12.000 años atrás. Esto también se propuso como una cronología absoluta con la cual podrían enlazarse las fechas de radiocarbono. Pero, en realidad, ¿cuán firme es esta base?
La cronología de los mantos escandinavos se compone considerando secciones observadas en distintos lugares a través de toda Suecia. Por varias razones, este registro parece mucho menos útil que la cronología de los anillos de los árboles.
Para empezar, no hay algo que establezca un enlace con el día actual, correspondiendo con el anillo de la corteza de un árbol. Los cálculos en cuanto a la fecha en que el último manto se formó varían ampliamente. Además, el problema de identificar los depósitos anuales contribuye a la incertidumbre. Así, un geólogo dio al comienzo de la serie de Skåne la fecha de 12950 a. de la E.C., otro la de solo 10550 a. de la E.C. El doctor E. Fromm, del Estudio Geológico de Suecia, dijo: “En estos casos el marco geológico no limitó de antemano el posible alcance de las fechas, y es obvio que las ‘teleconexiones’ han producido resultados muy poco confiables. Lo que es más, en estas partes de Skåne quedan dudas en cuanto a si todos los depósitos en manto con sedimentación de los laguitos formados por deshielo realmente son mantos anuales.”15
Note esta admisión de que los mantos no siempre corresponden con depósitos anuales. En realidad, representan condiciones alternadas de flujo rápido y flujo lento, lo cual, bajo ciertas condiciones climáticas, puede ocurrir varias veces durante un año. “El doctor Hörnsten del Estudio Geológico de Suecia señaló que era necesario examinar con mucho cuidado cada manto para evitar contar el manto de un año como dos años. Un solo manto depositado durante un año puede tener una o dos capas pseudoinvernales, debido a las variaciones en la descarga del deshielo (compare con anillos dobles en los árboles).”16 El profesor R. F. Flint, bien conocido geólogo de la Universidad de Yale, pidió una declaración precisa de los criterios por los cuales se reconoce un manto, pero hasta donde lo muestra el registro del simposio, ésta no fue suministrada.17
Estas, pues, son las “cronologías absolutas” que fueron ofrecidas en el Simposio Nobel. De los artículos de revistas de divulgación científica sería fácil recibir la impresión de que el fechar con radiocarbono está más firmemente establecido que nunca. Pero una lectura cuidadosa de la consideración entre bastidores en la conferencia de Upsala revela que las incertidumbres se han multiplicado. La teoría del radiocarbono ya no provee una base firme para la aceptación de sus fechas. Los resultados de veinte años de estudio han debilitado la mayoría de sus suposiciones fundamentales.
Ahora la confianza está depositada en el trabajo de solo un grupo de investigadores que trabajan en un nuevo método... el fechar por los anillos de los árboles. ¿Qué debilidades adicionales podrían hallarse en esta técnica después de veinte años de estudios intensos en distintos laboratorios? En su condición actual, ¿estaría usted dispuesto a confiar en ella, más bien que en la Biblia, al tomar las decisiones vitales que tiene que tomar en el futuro cercano?
[Nota]
a Las referencias se encuentran en la página 20.
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La cronología científica o la bíblica... ¿cuál merece su fe?¡Despertad! 1972 | 22 de julio
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La cronología científica o la bíblica... ¿cuál merece su fe?
LA MAYORÍA de las personas que leen la Biblia, aunque sea de manera casual, saben que la raza humana tiene aproximadamente unos seis mil años de edad. Pero lo que quizás no sepan es cuáles son los textos bíblicos que indican esa edad. Tal vez usted haya visto en algunas Biblias la fecha de 4004 a. de la E.C., en la columna marginal del primer capítulo 1 de Génesis.
¿Sabe usted si esa fecha es correcta, o en qué razonamiento está basada? Entonces, ¿qué sucede si usted lee un artículo noticiero sobre una nueva medición de radiocarbono que muestra que cierta ubicación arqueológica fue ocupada por hombres primitivos hace ocho o nueve mil años? ¿Se pregunta si en verdad la fecha bíblica es correcta? ¿O cruza tal vez por su mente la idea de que después de todo quizás los evolucionistas estén en lo cierto?
Estudiantes concienzudos de la Biblia saben que su Autor es un exacto y cuidadoso marcador del tiempo. Ellos han seguido los textos que dan el número exacto de los años y que llevan de un suceso sobresaliente a otro. Saben que la cronología antigua de la humanidad, llevada solamente en la Biblia, enlaza con cronología histórica confiable, de modo que se pueden asignar fechas exactas a los acontecimientos registrados desde la creación de Adán en 4026 a. de la E.C. en adelante.
Más que eso, saben que la Biblia, como libro profético, a menudo ha enlazado datos de tiempo con acontecimientos futuros que llegaron a suceder exactamente en el año predicho. Muchos que viven hoy día han llegado a presenciar personalmente el cumplimiento de la profecía de largo alcance acerca de los “tiempos señalados de las naciones,” que se extendían hasta este siglo veinte. Vieron al estallido de la I Guerra Mundial en el año predicho de 1914, con la entrada del período de aflicción del cual este mundo jamás se recobrará. Actualmente esperan en esta década ver completado el año seis mil de la existencia del hombre. Tienen confiada esperanza en que el séptimo día de 1.000 años traerá el reino de mil años del Príncipe de Paz.
Los cristianos maduros están familiarizados, por medio de su estudio y experiencia, con la cronología exacta de la Biblia. Para ellos es increíble la idea de que Dios pudiera haber estado equivocado en cuanto al tiempo de la creación del hombre, o de que hubiera sido tan descuidado al suministrar y conservar ese registro que nosotros hoy día careciéramos de esta información vital. Cuando se presentan cronologías científicas que contradicen la cronología de la Biblia, dicen con serena confianza que los científicos deben estar equivocados, porque ‘Dios no puede mentir.’—Tito 1:2.
Ahora, quizás usted sea uno de los que no comparten esta confianza. Usted quizás se pregunte: ¿Podemos en realidad poner fe en el relato de la Biblia acerca de la creación del hombre, cuando parece estar tan fuera de armonía con lo que los científicos están aprendiendo? Si las fechas de radiocarbono para las primeras colonias del hombre son correctas, entonces las fechas de la Biblia de alguna manera están equivocadas, ¿y cómo sabemos dónde nos encontramos en la corriente del tiempo? Peor todavía, si el horario de la Biblia no es confiable, tal vez otras cosas en ella tampoco sean confiables. Así que, ¿podemos en realidad depender de ella?
Si el fechar con el reloj de radiocarbono hace que usted vacile en cuanto a aceptar de todo corazón las promesas bíblicas de un nuevo orden, lo invitamos a considerar cuidadosamente la información que se ha presentado en los dos artículos precedentes. No acepte crédulamente opiniones de científicos como la verdad final en asuntos que de manera tan vital afectan su futuro. Recuerde con cuánta frecuencia los “hechos” científicos de una generación han sido descartados por los científicos de la generación siguiente. Considere la misma teoría del radiocarbono, cuántas de sus suposiciones básicas han tenido que ser modificadas para ponerla al día con los estudios recientes. Sin el apoyo (a veces bastante dudoso) de muestras fechadas por otros medios, el fechar con radiocarbono ahora sería un asunto bastante incierto. ¿Consideraría usted prudente abandonar su fe en la Biblia para solo reemplazarla con fe en una teoría científica tan inestable como ésta?
Fechas de carbono-14 son estructura desvencijada
Los científicos que participaron en el simposio de 1969 en Upsala se retiraron con el sentimiento de que se estaba logrando progreso en el entendimiento y superación de sus muchos problemas. Se complacieron particularmente en comparar el fechar con radiocarbono con la cuenta de anillos de árboles. Aunque la cronología de los anillos de árboles dejó muy mal paradas las fechas de radiocarbono, sus proponentes sí llegaron a un acuerdo. Les fue posible construir una curva de corrección mutuamente consistente, y dar explicaciones plausibles a las principales tendencias de las desviaciones.
Sin embargo, bien podría ser que ninguna de estas cronologías científicas sea tan independiente como quisieran creer sus apoyadores. Tal vez dependan de un razonar que se basa en un círculo vicioso. ¿Creen los que trabajan con el radiocarbono que su fechar es correcto porque está verificado por los laboratorios que cuentan anillos de árboles? ¿Y están convencidos los investigadores de la cuenta de anillos de árboles de que su cronología maestra es correcta porque las fechas de radiocarbono coinciden con ella? Mientras se mantengan dentro del canal marcado por las boyas de la historia, ambas tienen un derrotero razonable, pero en las nebulosas profundidades de más allá, se alejan navegando con el único factor limitativo de no perderse de vista una a la otra.
Para que usted no vaya a creer que éste es un juicio injusto, eche una ojeada a los contravientos y a las contracorrientes a que tiene que enfrentarse el timonel del radiocarbono:
(1) La vida media del radiocarbono no se conoce con la exactitud con que quisieran conocerla los científicos.
(2) En los pasados 10.000 años los rayos cósmicos, nunca constantes, pueden haber sido mucho más fuertes o débiles de lo que en general se cree.
(3) Las llamaradas solares cambian el nivel del radiocarbono... cuánto lo han hecho en el pasado, nadie lo sabe.
(4) El campo magnético de la Tierra cambia caprichosamente en breve escala de tiempo, y de manera tan radical a través de milenios que hasta el polo norte y el sur se invierten. Los científicos no saben por qué.
(5) Los científicos que trabajan con el radiocarbono admiten que una “edad del hielo” pudo haber afectado el contenido de radiocarbono del aire, por medio de cambiar el volumen y la temperatura de los océanos, pero no están seguros de la magnitud de estos cambios.
(6) Pasan por alto toda la evidencia, tanto científica como bíblica, acerca de un diluvio global que aconteció hace cuarenta y tres siglos, y por eso no reconocen los efectos drásticos que un cataclismo de esta índole tiene que haber tenido en las muestras de ese período que ellos miden.
(7) La mezcla de radiocarbono entre atmósfera y océano puede ser afectada por cambios en el clima o tiempo, pero nadie sabe cuánto.
(8) La mezcla de radiocarbono entre las capas superficiales y el océano profundo tiene cierto efecto, muy imperfectamente conocido.
(9) La cuenta de anillos de árboles, que se ha usado para calibrar el reloj de radiocarbono, queda puesta en dudas debido a la posibilidad de grandes cambios climáticos en épocas pasadas.
(10) El contenido de radiocarbono de árboles viejos puede haber sido alterado por la difusión de savia y resina en la madera interna.
(11) Muestras enterradas pueden o ganar o perder radiocarbono por la filtración de aguas del terreno o por contaminación.
(12) Nunca se puede estar seguro de que la muestra elegida para fechar un acontecimiento realmente corresponda con éste. Solo es más o menos probable, dependiendo de la evidencia arqueológica que haya en el lugar.
Esta de ninguna manera es una lista completa de los obstáculos que acosan el fechar con radiocarbono, pero debería ser suficiente para hacer que el individuo pausara antes de deshacerse de su Biblia. Muchos de estos puntos no afectarían seriamente las fechas del pasado reciente, pero la influencia de ellos aumenta con el tiempo. Así, pues, el método funciona razonablemente bien hasta 2.500 ó 3.500 años, pero a medida que seguimos remontándonos en el pasado los resultados se hacen más y más dudosos. No podríamos esperar que el reloj de radiocarbono marchara antes del Diluvio como lo hace hoy día. Y sería verdaderamente sorprendente el que se haya podido normalizar por completo dentro de los mil años posteriores a semejante golpe.
Observe en particular el último punto de la lista anterior. Aun si todo lo demás del fechar con radiocarbono estuviera correcto, si se halla que restos de carbón de leña excavados en la ubicación de Jarmo, en Irak, son de 6.700 años de edad, ¿prueba eso que la Biblia esté equivocada? ¿No depende eso de la interpretación del arqueólogo que haya recogido la muestra? ¿Es acaso infalible él? Aunque él le asegurara que su muestra es inequívoca, indiscutible e irrefutablemente genuina, ¿es la creencia de él base firme para la fe de usted?
Al examinar la evidencia, no pase por alto el resultado más significativo del fechar con radiocarbono, a saber: Que de todas las edades encontradas para las muestras asociadas con la presencia del hombre, la vasta mayoría, tal vez más del 90 por ciento, han resultado tener menos de 6.000 años.
Si fueran correctas las ideas de los evolucionistas de que el hombre ha estado en la Tierra desde hace un millón de años, de seguro se esperaría encontrar un número más grande de artículos fechados en 10.000 ó 20.000 años, dentro del alcance del carbono 14. ¿Por qué es que casi todos los especímenes están dentro de solo los pasados 6.000 años? No esperamos que una medición científica hable con la autoridad de un confiable testigo presencial. Solo puede ofrecer evidencia circunstancial. Pero hablando estadísticamente, el reloj de radiocarbono arroja ampliamente el peso de su testimonio a favor del relato de la creación, y en contra de la hipótesis de la evolución, en lo que concierne al origen del hombre.
Eslabones débiles en la cronología de anillos de árboles
A juzgar por las apariencias, el método de contar los anillos de árboles parece mucho más íntegro que la medición con el carbono 14. Sin embargo, al inspeccionarlo más detenidamente, encontramos que hay debilidades en la cadena de los patrones que, al ser comparados, corren paralelos. No hay dos árboles que tengan exactamente el mismo patrón de anillos densos y delgados. Es necesario añadir los anillos perdidos a todos los patrones, para que se les pueda ajustar unos a otros. ¿Hemos de creer que el juicio del analista es siempre correcto al decidir dónde colocar los anillos perdidos? Si fueran insertados en lugares diferentes, ¿sería posible que la coincidencia de patrones pudiera ajustar mejor en otra parte del registro? Se nos dice que algunas veces una fecha de carbono-14 previamente calculada para la madera ayuda a colocarla en el lugar apropiado. Sin que esta información lo predispusiera, o tal vez estando predispuesto en cuanto a tratar de hacer que el registro total ajuste dentro de un tiempo más corto, ¿sería posible que otro analista lograra un pareo tan bueno como el anterior? Estas son preguntas cruciales, si es que hemos de decidir a favor de cifrar más fe en la cuenta de anillos de árboles que en la cuenta de años registrada por los escritores de la Biblia.
Como en todas las conclusiones científicas, hay límites en cuanto a lo confiable del fechar por la cuenta de anillos de árboles. Parece que algunos árboles pueden contar los años, teniéndose en cuenta posibles tropiezos por anillos perdidos y anillos dobles, y mantienen su cuenta mucho tiempo después de haber muerto. Pero los árboles muertos, de por sí, no dicen cuándo comenzaron a contar o dejaron de hacerlo. El hombre que combina los patrones es el que tiene que decidir eso, y sus opiniones y prejuicios no pueden excluirse de esta decisión subjetiva. ¿Estaría usted dispuesto a arriesgar su vida teniendo como base la proposición de que él no ha cometido un error?
¿Estaría usted dispuesto a aceptar la palabra de algún científico, sin importar su prestigio, en el sentido de que el fechar con radiocarbono con el apoyo de la cuenta de anillos de árboles ha establecido como cierto ahora que no hubo un diluvio en los días de Noé, como el que describe la Biblia? Jesucristo dijo que ese diluvio aconteció. (Mat. 24:37-39; Luc. 17:26, 27) Dios mismo ha hecho que este relato se registrara en su Palabra inspirada. ¿La autoridad de quién preferiría usted aceptar al tener que tomar una decisión de vida o muerte?
Superioridad de la cronología bíblica
Compare estos sistemas científicos de cronología con el de la Biblia: “Sem tenía cien años de edad cuando llegó a ser padre de Arpaksad, dos años después del diluvio. . . . Y Arpaksad vivió treinta y cinco años. Entonces llegó a ser padre de Selah. . . . Y Selah vivió treinta años. Entonces llegó a ser padre de Eber.” (Gén. 11:10-26) Esta es una cronología llevada por hombres que sabían contar, sin perder ningún año ni contar alguno dos veces, y que podían llevar registros escritos de su cuenta. Y nosotros también podemos contar, y podemos sumar los años de ese registro desde el Diluvio hasta ahora, un total de 4.340 años. ¿No es más creíble esto que contar y correlacionar anillos de árboles muertos hace mucho, o contar capas de arena, o tratar de equilibrar todos los factores de incertidumbre de un reloj radiactivo?
La cronología bíblica tiene una superioridad singular sobre las cronologías científicas. Se extiende al futuro. El reloj de radiocarbono va marcha abajo, cada vez más y más lento, pero sin punto final. La cronología de la cuenta de anillos de árboles termina con el crecimiento del último año. Pero la cronología bíblica dirige nuestra atención a un punto definido, todavía futuro... el fin de seis días de 1.000 años cada uno de la historia del hombre, según han sido contados por su Creador.
El registro pasado de la Biblia de pronosticar fechas futuras es impresionante. Los testigos cristianos de Jehová publicaron cronología bíblica que predijo a 1914 como la fecha de los tremendos cambios en los asuntos de la Tierra que entonces acontecieron. Dijo el World de Nueva York del 30 de agosto de 1914: “El tremendo estallido de guerra en Europa ha cumplido una profecía extraordinaria. Durante la cuarta parte del siglo pasado, por medio de predicadores y por medio de la prensa, los ‘Estudiantes Internacionales de la Biblia’ . . . han estado proclamando al mundo que el Día de la Ira profetizado en la Biblia amanecería en 1914. ‘¡Tengan cuidado con 1914!’ ha sido el lema de los . . . evangelizadores.”
Ese año de 1914 fue fecha marcada de manera tan clara que los historiadores de hoy día no pueden pasarla por alto. Y no es mera coincidencia el que esta década haya sido marcada por muchos científicos que escudriñan el futuro como aquella en que el mundo se encarará a caos y desastre final por una docena de fuerzas inexorables que ya están convergiendo fatalmente sobre él. ¿Cuál éxito del reloj de radiocarbono puede compararse con esta marca de la Biblia en cuanto a señalar con exactitud fechas?
El doctor Säve-Söderbergh, del Instituto de Egiptología de la Universidad de Upsala, relató la siguiente anécdota en el simposio:
“Se estaba considerando el fechar con carbono 14 en un simposio sobre la prehistoria del valle del Nilo. Un famoso colega norteamericano, el profesor Brew, resumió brevemente una actitud común entre los arqueólogos en cuanto a ello, diciendo lo siguiente:
“‘Si una fecha de carbono-14 apoya nuestras teorías, la ponemos en el texto principal. Si no las contradice del todo, la ponemos en una nota al pie de la página. Y si está completamente “fuera de fecha”, sencillamente la descartamos.’
“Pocos son los arqueólogos que se han ocupado con cronología absoluta que son inocentes de haber aplicado este método de vez en cuando, y muchos todavía vacilan en cuanto a aceptar las fechas de carbono-14 sin reservas.”18
Científicos mundanos todavía vacilan en cuanto a aceptar los resultados del fechar con radiocarbono, cuando todo el daño que se haría es trastornar sus preciadas teorías. ¿No deberían entonces los cristianos, por razones mucho más poderosas, vacilar en cuanto a aceptar como verdad una cronología científica que constantemente está siendo revisada en su teoría fundamental, apoyándose primero en una muleta y después en otra? ¿Por qué deberían aceptarla cuando sus resultados contradicen redondamente una cronología bíblica que ha sido llevada por escrupulosos cronólogos y protegida por la supervisión divina, que por miles de años ha soportado con buen éxito las pruebas de su exactitud tanto histórica como profética? Por cierto es la Biblia, que muestra que vivimos en los “últimos días” de este inicuo sistema y que el justo nuevo orden de Dios está cerca... es la cronología que se encuentra en este libro, lo que merece nuestra fe.
REFERENCIAS
1. Radiocarbon Dating, por W. F. Libby, 1952, pág. 72.
2. Nobel Symposium 12: Radiocarbon Variations and Absolute Chronology 1970, pág. 25.
3. E. K. Ralph and H. N. Michael, Archaeometry, Vol. 10 1967, pág. 7.
4. Radiocarbon Dating, pág. 41.
5. Nobel Symposium 12, pág. 522.
6. Radiocarbon Dating, pág. 29.
7. Ib., pág. 32.
8. Nobel Symposium 12, pág. 576.
9. C. W. Ferguson, Science, Vol. 159, 23 de feb., 1968, pág. 840.
10. Ib., pág. 845.
11. Ib., pág. 842.
12. Ib., pág. 839.
13. Nobel Symposium 12, pág. 272.
14. Ib., pág. 273.
15. Ib., pág. 167.
16. Ib., pág. 216.
17. Ib., pág. 219.
18. Ib., pág. 35.
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