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Cómo los ha escogido y guiado DiosLos testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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cómo se cumpliría el propósito de Jehová con relación a la “descendencia”. (Gén. 12:1-3, 7; 15:2-4; compárese con Hebreos 11:8.) Daniel no entendió cómo se cumplirían al fin las profecías que puso por escrito. (Dan. 12:8, 9.) Mientras Jesús estuvo en la Tierra, reconoció que él mismo no sabía ni el día ni la hora en que terminaría el sistema de cosas actual. (Mat. 24:36.) Al principio los apóstoles tampoco entendían que el Reino de Jesús iba a ser celestial, que no se establecería en el siglo primero ni que podían heredarlo incluso gentiles. (Luc. 19:11; Hech. 1:6, 7; 10:9-16, 34, 35; 2 Tim. 4:18; Rev. 5:9, 10.)
No debe sorprendernos, pues, que en tiempos modernos Jehová haya dirigido también a su pueblo para que este sea una organización progresiva, dándole iluminación gradual sobre verdades bíblicas. No son las verdades en sí las que cambian. La verdad sigue siendo la verdad. El propósito y la voluntad de Jehová, como se bosquejan en la Biblia, son inmutables. (Isa. 46:10.) Pero su entendimiento de estas verdades se hace progresivamente más claro “al tiempo apropiado”, al tiempo debido de Jehová. (Mat. 24:45; compárese con Daniel 12:4, 9.) A veces han tenido que modificar su punto de vista a causa de errores humanos o de celo mal dirigido.
Por ejemplo, en varias ocasiones de la historia moderna de los testigos de Jehová, su celo y entusiasmo por la vindicación de la soberanía de Jehová les ha llevado a expectativas prematuras respecto a cuándo vendría el fin del inicuo sistema de Satanás. (Eze. 38:21-23.) Pero Jehová no ha revelado de antemano la fecha exacta. (Hech. 1:7.) Por lo tanto, el pueblo de Jehová ha tenido que rectificar su punto de vista a este respecto.
Estas rectificaciones no significan que el propósito de Dios haya cambiado. Tampoco dan a entender, necesariamente, que el fin de este sistema esté en un futuro lejano. Todo lo contrario, el cumplimiento de las profecías bíblicas con relación a “la conclusión del sistema de cosas” confirma lo cerca que está el fin. (Mat. 24:3.) Pues bien, el que los testigos de Jehová hayan tenido algunas expectativas prematuras, ¿quiere decir que Dios no los está guiando? De ningún modo, así como tampoco el que los discípulos preguntaran sobre cuán cerca estaba el Reino en su día significó que Dios no los había escogido y no los guiaba. (Hech. 1:6; compárese con Hechos 2:47; 6:7.)
¿Por qué están tan seguros los testigos de Jehová de que tienen la religión verdadera? Porque creen y aceptan lo que la Biblia dice sobre lo que identificaría a los adoradores verdaderos. Su historia moderna, como se ha tratado en capítulos anteriores de esta publicación, muestra que, no solo individualmente, sino también como organización, satisfacen los requisitos: defienden con lealtad la Biblia como la Palabra sagrada de verdad de Dios (Juan 17:17); se mantienen absolutamente separados de los asuntos del mundo (Sant. 1:27; 4:4); testifican acerca del nombre divino, Jehová, y proclaman el Reino de Dios como la única esperanza de la humanidad (Mat. 6:9; 24:14; Juan 17:26); y se aman realmente los unos a los otros (Juan 13:34, 35).
¿Por qué sobresale el amor como marca que identifica a los adoradores del Dios verdadero? ¿Qué clase de amor identifica a los cristianos verdaderos?
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“En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos”Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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Capítulo 32
“En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos”
ERA el 14 de Nisán del 33 E.C., la última noche de la vida de Jesús como humano en la Tierra. Sabía que pronto moriría, pero no pensaba en sí mismo. Más bien, aprovechó aquella ocasión para animar a sus discípulos.
Jesús sabía que después de su partida sus discípulos experimentarían dificultades. Serían “objeto de odio de parte de todas las naciones” por causa de Su nombre. (Mat. 24:9.) Satanás trataría de dividirlos y corromperlos. (Luc. 22:31.) A causa de la apostasía, surgirían cristianos de imitación. (Mat. 13:24-30, 36-43.) Además, ‘debido al aumento del desafuero se enfriaría el amor de la mayor parte’. (Mat. 24:12.) En vista de todo esto, ¿qué mantendría unidos a sus verdaderos discípulos? Ante todo, su amor a Jehová les serviría de lazo de unión. (Mat. 22:37, 38.) Pero también tendrían que amarse mutuamente, y hacerlo de tal manera que se les pudiera distinguir del resto del mundo. (Col. 3:14; 1 Juan 4:20.) ¿Qué clase de amor indicó Jesús que identificaría con claridad a sus verdaderos seguidores?
Aquella última noche Jesús les impuso este mandato: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí”. (Juan 13:34, 35.) Esa noche Jesús habló del amor más de veinte veces. Y en tres ocasiones dio el mandato de ‘amarse unos a otros’. (Juan 15:12, 17.) Evidentemente, Jesús no solo pensaba en sus once apóstoles fieles que se hallaban con él, sino también en todos los demás que posteriormente aceptarían el cristianismo verdadero. (Compárese con Juan 17:20, 21.) Los cristianos verdaderos estarían bajo el mandato de amarse unos a otros “todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas”. (Mat. 28:20.)
¿Quiso decir con esto Jesús que a cualquier persona, en cualquier parte del mundo, que mostrara bondad y amor al prójimo se le identificaría como uno de los verdaderos discípulos de Jesús?
‘Tengan amor entre sí’
La misma noche Jesús también habló mucho en cuanto a la unidad. Dijo a sus discípulos: “Permanezcan en unión conmigo”. (Juan 15:4.) Oró para que todos sus seguidores fueran “uno”, y añadió: “Así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros”. (Juan 17:21.) En este contexto les mandó que ‘tuvieran amor entre sí’. (Juan 13:35.) De modo que el amor de ellos no se expresaría únicamente a algunos amigos íntimos ni dentro de una sola congregación. El apóstol Pedro repitió el mandato de Jesús al escribir más tarde: “Tengan amor a toda la asociación de hermanos [o ‘la hermandad’]”. (1 Ped. 2:17, Kingdom Interlinear; compárese con 1 Pedro 5:9.) Por lo tanto, serían una hermandad mundial estrechamente unida. Todos los miembros de la familia mundial de creyentes se mostrarían un amor especial porque se verían como hermanos y hermanas.
¿Cómo se manifestaría tal amor? ¿Qué haría tan característico, tan diferente, su amor mutuo de modo que otros pudieran ver en ello prueba clara del verdadero cristianismo?
“Así como yo los he amado”
La Ley que Dios dio a Israel más de mil quinientos años antes de que Jesús viviera en la Tierra contenía el siguiente mandato: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Lev. 19:18.) Sin embargo, esa clase de amor al prójimo no era la clase de amor que distinguiría a los seguidores de Jesús. Él se refería a un amor que iría más allá de amar a otros como a uno mismo.
El mandato de amarse unos a otros era, como Jesús dijo, “un nuevo mandamiento”. No era nuevo porque fuera más reciente que la Ley mosaica, sino debido al grado al que tenía que expresarse el amor. Jesús explicó que tenían que amarse unos a otros ‘así como él los había amado’. (Juan 13:34.) El amor de él a sus discípulos era fuerte, constante. Era un amor abnegado. Lo demostró haciendo más que simplemente unas cuantas obras buenas por ellos. Los alimentó espiritualmente y, cuando fue necesario, atendió sus necesidades físicas. (Mat. 15:32-38; Mar. 6:30-34.) Además, como prueba suprema de su amor, entregó la vida por ellos. (Juan 15:13.)
Esa es la clase de amor sobresaliente que el “nuevo mandamiento” exige, el amor que los verdaderos discípulos se tendrían mutuamente. (1 Juan 3:16.) ¿Quiénes dan hoy prueba clara de que obedecen el “nuevo mandamiento”? La evidencia ya presentada en esta publicación señala inequívocamente a una sola asociación mundial de cristianos.
No se les reconoce porque vistan de una manera peculiar o porque tengan costumbres extrañas, sino por el apego fuerte y afectuoso que se tienen entre sí. Tienen fama de mostrarse un amor que sobrepasa las diferencias raciales y las fronteras nacionales. Se les conoce por negarse a luchar unos contra otros, incluso cuando las naciones en las que viven entran en guerra. Lo que ha impresionado a otros es la manera como se ayudan mutuamente en momentos difíciles, como cuando ocurren desastres naturales o se persigue a algunos miembros de su hermandad por mantenerse íntegros a Dios. Están dispuestos a aguantar dificultades o encararse al peligro a fin de ayudar a sus hermanos y hermanas por quienes Cristo dio la vida. Están incluso dispuestos a morir unos por otros. En un mundo cada vez más egoísta, el amor que manifiestan es singular. Se trata de los testigos de Jehová.a
Una muestra de tal amor en acción se vio cuando el huracán Andrés azotó las costas de la Florida (E.U.A.), en las primeras horas del lunes 24 de agosto de 1992. Unas 250.000 personas quedaron sin hogar. Entre los afectados hubo miles de testigos de Jehová. El Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová actuó casi de inmediato nombrando un comité de socorro y dando pasos para hacer disponibles fondos de emergencia. Los superintendentes cristianos de la zona afectada se comunicaron enseguida con los Testigos para determinar sus necesidades y prestarles ayuda. Aquel mismo lunes por la mañana los Testigos de Carolina del Sur, a centenares de kilómetros de distancia, les enviaron un camión cargado de generadores eléctricos, sierras de cadena y agua potable. El martes llegaron más suministros donados, así como centenares de voluntarios procedentes de otros lugares para ayudar a los hermanos de la zona afectada a reparar Salones del Reino y casas particulares. Una señora que no es Testigo y que vivía cerca de un Salón del Reino dijo respecto a las operaciones de socorro: “Este tiene que ser el amor cristiano del que habla la Biblia”.
¿Disminuye ese amor después de uno o dos actos de bondad? ¿Se muestra únicamente a personas de la misma raza o nacionalidad? ¡Por supuesto que no! Debido a la inestable situación política y económica de Zaire, en 1992 más de mil doscientos Testigos perdieron sus hogares y todas sus pertenencias. Otros Testigos del país acudieron en su ayuda inmediatamente. Aunque ellos mismos se hallaban en una situación difícil, también compartieron lo que tenían con refugiados provenientes del Sudán. Poco después llegaron suministros de Sudáfrica y Francia; en estos se incluía harina de maíz, pescado salado y medicamentos: artículos que realmente serían útiles. Vez tras vez se proveyó ayuda según lo requerían las circunstancias. Mientras tanto, en muchos otros países se prestaba una ayuda similar.
Sin embargo, el que los testigos de Jehová muestren esa clase de amor no hace que se den por satisfechos. Se dan cuenta de que, como seguidores de Jesucristo, nunca deben bajar la guardia.
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