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1 ¿Por qué orar?La Atalaya 2010 | 1 de octubre
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1 ¿Por qué orar?
LA ORACIÓN. Pocos temas bíblicos despiertan tanto interés en la gente. En esta serie de portada analizaremos siete preguntas habituales sobre la oración y las respuestas que da la Palabra de Dios. Estos artículos persiguen un doble propósito: a quienes todavía no oran, animarlos a empezar, y a quienes ya lo hacen, ayudarlos a mejorar la calidad de sus oraciones.
ES DIFÍCIL encontrar una cultura o una religión en que la gente no ore. Varían los lugares —iglesias, sinagogas, mezquitas, pagodas o santuarios— y los instrumentos —rosarios, devocionarios, iconos, alfombras, tablillas y cilindros de oraciones—, pero en cualquier caso, solos o acompañados, todos oran.
Y es que la oración diferencia a los seres humanos de cualquier otra forma de vida sobre la Tierra. Al igual que los animales, necesitamos comida, agua y oxígeno. También nacemos, crecemos y morimos (Eclesiastés 3:19). No obstante, solo el hombre ora. ¿Por qué?
Porque lo necesitamos. La oración sirve de puente entre las personas y el mundo espiritual; es un modo de entrar en contacto con lo que consideran sagrado y eterno. Según la Biblia, ese interés por lo espiritual forma parte de nuestra naturaleza (Eclesiastés 3:11). Jesús lo expresó así: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3).
Solo esa necesidad espiritual explica la multitud de templos y objetos religiosos que existen y las incontables horas que se dedican a orar. Claro, algunas personas tratan de llenar ese vacío buscando en su interior o recurriendo a otros seres humanos. Sin embargo, ¿no le parece que siempre se quedan cortos los intentos del hombre de satisfacer por sí mismo esa necesidad? Los seres humanos somos frágiles y fugaces, y nuestra visión del mundo es incompleta. Únicamente alguien eterno, más sabio y poderoso, puede darnos lo que precisamos. Pero ¿cuáles son esas necesidades espirituales que nos motivan a orar?
Por ejemplo, ¿se ha enfrentado a cuestiones para las que nadie ha podido darle la guía, los consejos o las respuestas que necesitaba? En momentos difíciles, como al morir un ser querido, al tomar una decisión crucial o al cometer un grave error, ¿ha sentido que no le bastaba el consuelo, la dirección o el perdón que recibió?
Pues bien, la Biblia —la fuente de información más confiable sobre este tema— indica que la oración puede satisfacer estas necesidades. De hecho, contiene multitud de oraciones de hombres y mujeres fieles que pidieron consuelo, dirección y perdón, así como respuestas a preguntas muy profundas (Salmo 23:3; 71:21; Daniel 9:4, 5, 19; Habacuc 1:3).
Todas estas peticiones tenían algo en común. Quienes las hicieron conocían un elemento clave para que fueran escuchadas, un elemento que —consciente o inconscientemente— se suele pasar por alto hoy día: sabían a quién dirigir sus oraciones.
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2 ¿A quién orar?La Atalaya 2010 | 1 de octubre
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2 ¿A quién orar?
HOY día, muchas personas creen que no importa a quién le dirija uno su oración, pues todas llegan a Dios. Los partidarios de los movimientos interconfesionales y quienes defienden que todas las religiones son buenas suelen apoyar esta idea. Pero ¿es eso cierto?
A decir verdad, la Palabra de Dios muestra que muchas oraciones no se dirigen a quien es debido. Tiempo atrás, cuando se escribió la Biblia, era habitual dirigir plegarias a los ídolos. Sin embargo, Dios advirtió en repetidas ocasiones a su pueblo que no lo hiciera. En Salmo 115:4-6 se dice que los ídolos “oídos tienen, pero no pueden oír”. Es imposible ser más claro: ¿qué sentido tiene orar a un dios que no puede oírnos?
Para enfatizar esta idea, analicemos el impactante relato bíblico en que el fiel profeta Elías propuso una prueba a los sacerdotes de Baal: Elías oraría a su Dios y ellos orarían a Baal, y aquel que respondiera demostraría ser el Dios verdadero. Los profetas de Baal aceptaron el reto y empezaron sus ruegos. Durante horas clamaron intensamente, pero “no hubo quien respondiera, y no se prestó ninguna atención” (1 Reyes 18:29). ¿Le pasó lo mismo a Elías?
Al contrario: tan pronto como terminó de orar, Dios envió fuego del cielo para consumir la ofrenda del profeta. ¿Cuál fue la diferencia? La respuesta se halla en la propia oración de Elías, registrada en 1 Reyes 18:36, 37. En esta breve oración —de unas treinta palabras en el hebreo original— llamó tres veces a Dios por su nombre: Jehová.
¿Qué tenía esto de especial? Tomemos en cuenta que Baal (literalmente “dueño”, o “amo”) era el nombre del dios de los cananeos y que este tenía muchas variantes locales. Sin embargo, el nombre de Jehová es singular, pues se aplica a un único Ser en todo el universo. Él mismo dijo: “Yo soy Jehová. Ese es mi nombre; y a ningún otro daré yo mi propia gloria” (Isaías 42:8).
Pues bien, ¿sería lógico esperar que la oración que hizo Elías y las que hicieron los profetas de Baal llegaran al mismo dios? Imposible. El culto a Baal incluía sacrificios humanos y ritos de prostitución idolátrica, que denigraban y pervertían a las personas. En cambio, la adoración a Jehová era digna y no obligaba al pueblo a realizar ningún tipo de práctica degradante. Es obvio que las oraciones a Jehová no podían llegar a Baal. Sería como mandar una carta a un amigo muy respetado y que le llegara a alguien con otro nombre y de muy mala reputación.
Como bien demostró Elías, no todas las oraciones llegan a Dios
Quienes oran a Jehová están orando al Creador, el Padre de todos los seres humanos.a “Tú, oh Jehová, eres nuestro Padre”, dijo el profeta Isaías en una oración (Isaías 63:16). A él se refería Jesús cuando dijo a sus seguidores: “Asciendo a mi Padre y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes” (Juan 20:17). De modo que si Jehová es el Padre de Jesús, también es el Dios a quien Jesús oró y a quien tenían que orar sus discípulos (Mateo 6:9).
Pero ¿manda la Biblia orar a Jesús, a María, a los santos o a los ángeles? No, solo se debe orar a Jehová. Veamos dos razones. Primero, porque la oración es una forma de adoración y, según las Escrituras, debemos adorar solamente a Jehová (Éxodo 20:5). Segundo, porque él es el “Oidor de la oración” (Salmo 65:2). En efecto, aunque ha delegado muchas de sus responsabilidades, hay una que no ha cedido a nadie: escuchar nuestras oraciones.
Así pues, para que Jehová oiga nuestras oraciones, hay que dirigírselas a él. La Biblia dice: “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo” (Hechos 2:21). ¿Significa eso que él escucha absolutamente todas las oraciones, con tal de que estén dirigidas a él? ¿O hace falta algo más?
a Algunas tradiciones religiosas prohíben pronunciar el nombre divino, incluso al orar. Pero este nombre aparece unas siete mil veces en los manuscritos bíblicos originales, a menudo en oraciones y salmos de siervos fieles.
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3 ¿Cómo orar?La Atalaya 2010 | 1 de octubre
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3 ¿Cómo orar?
A DIFERENCIA de lo que hacen numerosas religiones, la Biblia no da mucha importancia a la postura, las palabras y los aspectos ceremoniales de la oración. Más bien, se centra en cuestiones más importantes.
En realidad, describe a siervos fieles de Dios orando en diversos lugares y posturas. En función de las circunstancias, unas veces oraron sin pronunciar palabra, y otras, en voz alta. Algunos dirigieron la vista al cielo, y otros inclinaron el rostro a tierra. En ningún caso utilizaron imágenes ni rosarios ni devocionarios. Simplemente expresaron lo que sentían en sus propias palabras. ¿Qué hizo que a Dios le agradaran sus oraciones?
Para empezar, que estaban dirigidas a Jehová, un requisito indispensable, como ya vimos. Pero en 1 Juan 5:14 se señala otra razón: “Esta es la confianza que tenemos para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye”. Así es, nuestras oraciones tienen que estar de acuerdo con la voluntad divina. ¿Qué significa esto?
Antes de nada, debemos saber cuál es la voluntad de Dios. Así pues, es preciso estudiar su Palabra. Por supuesto, Jehová no espera que nos convirtamos en grandes eruditos bíblicos. Pero sí quiere que nos esforcemos por entender sus propósitos y actuar en consecuencia (Mateo 7:21-23). Lo que aprendemos en la Biblia debe reflejarse en nuestras oraciones.
Para que Dios nos escuche, debemos orar en armonía con su voluntad, tener fe y ofrecer nuestras oraciones en el nombre de Jesús
Además, cuanto más aprendemos de Jehová y su voluntad, más crece nuestra fe. Esta es otra condición imprescindible para que Dios nos escuche, pues Jesús dijo: “Todas las cosas que pidan en oración, teniendo fe, las recibirán” (Mateo 21:22). Aunque tener fe implica creer en algo que no se ve, no equivale a ser crédulos: la fe de la que hablaba Jesús está bien fundamentada en pruebas (Hebreos 11:1). Es cierto que no podemos ver a Jehová, pero en la Biblia hay una multitud de pruebas de que existe, es confiable y responde a quienes tienen fe. A él no le molesta que le pidamos fe; al contrario, siempre está deseoso de darnos cuanto necesitamos (Lucas 17:5; Santiago 1:17).
Así y todo, queda por ver un aspecto crucial para que Dios nos escuche. “Nadie viene al Padre sino por mí”, dijo Jesús (Juan 14:6). Dicho de otro modo, el Hijo de Dios es el único medio a través del cual podemos acercarnos al Padre. ¡Con razón Jesús enseñó a sus discípulos a orar en su nombre! (Juan 14:13; 15:16.) Ahora bien, orar en el nombre de Jesús no significa orarle a él. Más bien, implica reconocer que es gracias a él que podemos dirigirnos a nuestro Padre celestial, un Dios perfecto y santo.
En cierta ocasión, uno de sus discípulos le pidió a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1). ¿A qué se refería? Está claro que ellos ya sabían cómo orar. Todo indica, pues, que estaban preguntando sobre el contenido de las oraciones, esto es, sobre qué orar.
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4 ¿Sobre qué orar?La Atalaya 2010 | 1 de octubre
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4 ¿Sobre qué orar?
DE TODAS las oraciones cristianas, muchos consideran que la más repetida es la que Jesús enseñó: el padrenuestro. Y, sin embargo, es también de las menos comprendidas. Millones de personas la repiten de corrido día tras día —con frecuencia varias veces al día— sin pensar en lo que implica, pero Jesús nunca quiso que lo hicieran así. ¿Por qué estamos tan seguros de eso?
Porque, justo antes de enseñarla, él mismo dijo: “Al orar, no digas las mismas cosas repetidas veces” (Mateo 6:7). Jesús no iba a contradecirse enseñando después una oración que tuviera que memorizarse y repetirse palabra por palabra. Lo que Jesús quería enseñar era cuáles debían ser los temas prioritarios al orar. Así pues, analicemos en detalle ese modelo de oración, que aparece en Mateo 6:9-13.
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.”
Para empezar, Jesús les recuerda a sus discípulos que las oraciones deben dirigirse únicamente a su Padre, Jehová. Pero ¿por qué dice después que su nombre ha de ser santificado?
Porque, ya desde el principio de la historia, el nombre de Dios ha sido objeto de calumnias. Su mayor enemigo, Satanás, sostiene que Jehová es un mentiroso y un egoísta y que no tiene derecho a gobernar a sus criaturas (Génesis 3:1-6). Quienes se han puesto de su lado enseñan que Dios es insensible, cruel y vengativo o, peor aún, niegan que haya creado todas las cosas. Algunos hasta han quitado el nombre divino de la Biblia y han prohibido usarlo.
Sin embargo, las Escrituras prometen que Dios acabará con todo esto (Ezequiel 39:7). Y cuando lo haga, también se encargará de resolver los problemas del ser humano. ¿Cómo lo hará? Jesús lo explica justo a continuación.
“Venga tu reino.”
Hoy día, los maestros religiosos no se ponen de acuerdo sobre qué es el Reino de Dios. No pasaba lo mismo en tiempos de Jesús. El pueblo judío conocía bien las antiguas profecías que hablaban de un Mesías —el Salvador elegido por Dios— que dirigiría un gobierno que cambiaría el mundo (Isaías 9:6, 7; Daniel 2:44). Será este gobierno divino el que, para santificar el nombre de Jehová, saque a la luz las mentiras satánicas, derroque al Diablo y ponga fin a todas sus obras. Entre otras cosas, acabará con la guerra, la enfermedad, el hambre y la misma muerte (Salmo 46:9; 72:12-16; Isaías 25:8; 33:24). De modo que cada vez que pedimos a Dios que venga su Reino, estamos pidiendo que se cumplan estas promesas.
“Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”
Estas palabras garantizan que la voluntad de Dios se cumplirá en la Tierra, tal como ya se cumplió en los cielos —la morada de Dios— cuando su Hijo derrotó a Satanás y su ejército y los echó a la Tierra (Revelación [Apocalipsis] 12:9-12). Esta petición, al igual que las dos anteriores, nos recuerda la importancia de concentrarnos en la voluntad de Dios, y no la nuestra. Al fin y al cabo, nada beneficia tanto a toda la creación como que se haga la voluntad divina. Hasta el propio Jesús, aunque era perfecto, dijo: “No se efectúe mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).
“Danos hoy nuestro pan.”
Jesús también indicó que algunas de nuestras peticiones pueden ser más personales. Como vemos, no hay nada de malo en orar para que Dios nos ayude a satisfacer nuestras necesidades diarias. De hecho, al hacerlo, estamos reconociendo que Jehová es quien “da a toda persona vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:25). La Biblia lo compara a un padre cariñoso que disfruta concediéndoles a sus hijos lo que necesitan. Claro está, por mucho que lo pidan, nunca les dará algo que ponga en peligro su bienestar.
“Perdónanos nuestras deudas.”
¿Qué deuda tenemos con Jehová? ¿Y por qué necesitamos que nos la perdone? Aunque muchos nieguen su existencia o minimicen su gravedad, el pecado es —como explica la Biblia— el origen de nuestros peores problemas, entre ellos la muerte. Y como nacemos pecadores, cometemos errores que ofenden a Dios. Así pues, si queremos vivir eternamente, es imprescindible que Dios nos perdone esta deuda (Romanos 3:23; 5:12; 6:23). Pero la Biblia también nos recuerda que Jehová es bueno y está dispuesto a perdonarnos (Salmo 86:5).
“Líbranos del inicuo.”
Los seres humanos necesitamos urgente y desesperadamente la protección divina. Quizás muchos se nieguen a creer en la existencia del “inicuo”, es decir, Satanás. No obstante, para Jesús era muy real; de hecho, lo llamó “el gobernante de este mundo” (Juan 12:31; 16:11). No contento con corromper y manejar a su antojo este mundo, el Diablo también quiere corrompernos a nosotros y así impedir que cultivemos una estrecha relación con nuestro Padre, Jehová (1 Pedro 5:8). Pero no tenemos razones para temerlo, pues Dios es muchísimo más fuerte y desea proteger a quienes lo aman.
Por supuesto, hay muchos otros temas sobre los que podemos orarle a Dios. En 1 Juan 5:14 se amplía la lista al decir: “No importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye”. En otras palabras, podemos contarle a Dios todas nuestras preocupaciones, sabiendo que nunca las considerará simples tonterías (1 Pedro 5:7).
¿Y qué se puede decir del momento y el lugar para orar? ¿Dice la Palabra de Dios algo al respecto? Responderemos esta pregunta en el siguiente artículo.
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5 ¿Cuándo y dónde orar?La Atalaya 2010 | 1 de octubre
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5 ¿Cuándo y dónde orar?
LA MAYORÍA de las grandes religiones del mundo establecen lugares y horarios específicos para orar. Ahora bien, ¿hace la Biblia lo mismo?
Lo cierto es que sí indica momentos en los que resulta adecuado orar. Así, Jesús dio gracias a Dios antes de comer (Lucas 22:17). Sus discípulos también oraban cada vez que se reunían para adorar a Dios. Pero esta no era una costumbre nueva. Ya se hacía en las sinagogas judías y en el templo de Jerusalén, el cual Dios quería que fuera una “casa de oración para todas las naciones” (Marcos 11:17).
Y es que a Dios le agrada que sus siervos se reúnan y le oren en unidad de pensamiento y en conformidad con los principios bíblicos. De hecho, esas oraciones pueden motivarlo a hacer lo que de otro modo no haría (Hebreos 13:18, 19). Por eso, los testigos de Jehová oran en todas sus reuniones. Si usted desea escuchar sus oraciones, puede acudir libremente al Salón del Reino más cercano, donde se reúnen los Testigos.
Sin embargo, la Biblia no indica que solo deba orarse a ciertas horas o en un lugar específico. En sus páginas se revela que los siervos de Dios oraban a cualquier hora y en cualquier lugar. Jesús dijo: “Cuando ores, entra en tu cuarto privado y, después de cerrar tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará” (Mateo 6:6).
Podemos orar a Dios a cualquier hora y en cualquier lugar
¿No le parece maravilloso saber que podemos dirigirnos al Soberano del universo y que él nos escuchará sin importar cuándo o desde dónde lo hagamos? Eso explica por qué Jesús buscaba oportunidades de estar a solas para orar. En una ocasión, antes de tomar una importante decisión, pasó orando una noche entera (Lucas 6:12, 13).
Pero también hubo otros hombres y mujeres fieles que se dirigieron a Dios antes de tomar importantes decisiones o al enfrentarse a graves desafíos. Más allá de si le pidieron guía en voz alta o en silencio, en grupo o en privado, lo importante fue que lo hicieron. Jehová mismo nos exhorta: “Oren incesantemente” (1 Tesalonicenses 5:17). ¿No le parece una amorosa invitación? Dios se ofrece a escuchar a sus siervos cuantas veces lo necesiten.
Así y todo, muchos escépticos se preguntan hoy día si la oración de veras sirve para algo. Es posible incluso que usted también se lo pregunte.
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6 ¿Sirve de algo?La Atalaya 2010 | 1 de octubre
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6 ¿Sirve de algo?
MUCHAS personas dudan de que orar reporte algún beneficio. Pero la Biblia indica todo lo contrario (Lucas 22:40; Santiago 5:13). Las oraciones no solo nos ayudan espiritualmente, sino también en sentido emocional y físico. ¿Cómo es esto posible?
Pongamos un ejemplo: cuando los niños reciben un regalo, ¿qué les dicen sus padres que deben hacer? Normalmente, les enseñan que no basta con estar agradecidos: además tienen que dar las gracias por el regalo. Y es que al expresar nuestro agradecimiento en palabras, ese sentimiento se hace más fuerte. Pues bien, pasa exactamente lo mismo cuando nos dirigimos a Dios. Veamos lo que consiguen los diferentes tipos de oraciones.
Oraciones de agradecimiento. Cuando le damos gracias a Dios por todo lo bueno que nos ocurre, nos concentramos en las bendiciones que recibimos. Por eso, nos volvemos personas más agradecidas, felices y optimistas (Filipenses 4:6).
Ejemplo: La oración de Jesús para agradecerle a su Padre que lo escuchara (Juan 11:41).
Oraciones para pedir perdón. Pedir a Dios que nos perdone alivia el sentimiento de culpa. Además, educa nuestra conciencia, pues nos hace más conscientes de la gravedad del pecado y profundiza nuestro arrepentimiento.
Ejemplo: La oración del arrepentido David (Salmo 51).
Oraciones para pedir guía y sabiduría. Nos hacen más humildes, ya que nos recuerdan nuestras limitaciones y nos ayudan a confiar en nuestro Padre celestial, y no en nosotros mismos (Proverbios 3:5, 6).
Ejemplo: La oración en que Salomón le pidió a Dios que lo guiara y le diera sabiduría para reinar sobre Israel (1 Reyes 3:5-12).
Oraciones en momentos de angustia. Cuando algo nos preocupa intensamente, nada nos alivia más que abrirle nuestro corazón a Dios. Al mismo tiempo, aprendemos a depender de Jehová (Salmo 62:8).
Ejemplo: La oración que hizo el rey Asá frente a un poderoso enemigo (2 Crónicas 14:11).
Oraciones a favor de quienes necesitan ayuda. Así combatimos el egoísmo y cultivamos virtudes como la compasión y la empatía.
Ejemplo: La oración de Jesús a favor de sus discípulos (Juan 17:9-17).
Oraciones de alabanza. Nuestro respeto y amor por Jehová aumenta cuando alabamos sus cualidades y sus maravillosas obras. Estas oraciones también nos acercan más a nuestro Dios y Padre celestial.
Ejemplo: La oración en que David alabó con aprecio las creaciones de Dios (Salmo 8).
Pero la lista de beneficios no acaba ahí: gracias a la oración, obtenemos “la paz de Dios que supera a todo pensamiento” (Filipenses 4:7). Sin duda alguna, gozar de tranquilidad en el mundo actual es un tesoro de inestimable valor. ¡Hasta es beneficioso para la salud! (Proverbios 14:30.) Pero ¿cómo obtenemos esa paz? ¿Únicamente gracias a nuestros esfuerzos, o se necesita algo más importante?
La oración produce beneficios físicos, emocionales y, sobre todo, espirituales
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7 ¿Escuchará Dios nuestras oraciones?La Atalaya 2010 | 1 de octubre
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7 ¿Escuchará Dios nuestras oraciones?
SIN duda, esta es una de las preguntas que más curiosidad despiertan entre la gente. Ya hemos visto que Dios escucha algunas oraciones, pero no todas. Pues bien, ¿escuchará las nuestras? Mucho dependerá de nosotros.
Jesús condenó la hipocresía que demostraban al orar los líderes religiosos de su tiempo: solo les preocupaba dar la impresión de ser muy devotos. De hecho, dijo que ellos ya tenían “su galardón completo”. Esos religiosos en realidad no querían que Dios los escuchara, sino llamar la atención de la gente, así que eso sería lo único que obtendrían (Mateo 6:5). Algo parecido pasa en la actualidad. Muchas personas no oran pensando en Dios, sino en sí mismas. Y claro, como no siguen los principios bíblicos que analizamos en los artículos anteriores, no reciben respuesta.
¿Y qué hay de cada uno de nosotros? Para que Jehová conteste nuestras oraciones, no tenemos que pertenecer a una raza, una nación o una clase social en particular. “Dios no es parcial”, dice la Biblia. Al contrario, “en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hechos 10:34, 35). Pues bien, la persona que ‘teme a Dios’ lo tiene en tan alta estima que no quiere hacer nada que le desagrade. Y quien “obra justicia” se esfuerza por hacer la voluntad divina, y no la suya propia o la de otros seres humanos. Por lo tanto, si queremos que Jehová escuche nuestras oraciones, tenemos que seguir la guía de su Palabra.a
Por supuesto, muchas personas esperan que Dios conteste sus oraciones con un milagro. Sin embargo, aun en la antigüedad, pocas veces respondía él así. En el relato bíblico, a veces transcurren siglos entre un milagro y el siguiente. Además, las Escrituras señalan que la época de los milagros acabaría tras la muerte de los apóstoles (1 Corintios 13:8-10). Con todo, esto no significa que Dios no responda las oraciones. Analicemos algunos ejemplos de cómo Jehová las contesta hoy día.
Da sabiduría. Dios, que es la fuente suprema de la verdadera sabiduría, la comparte generosamente con quienes buscan su guía y se esfuerzan por obedecerle (Santiago 1:5).
Da espíritu santo. Nada puede compararse al espíritu santo, esto es, la fuerza activa de Dios, su poder en acción. Entre otras cosas, nos ayuda a superar las pruebas, nos da paz cuando estamos preocupados y nos permite cultivar valiosas virtudes (Gálatas 5:22, 23). Lo que es más, Jesús prometió que Dios nos dará cuanto espíritu santo necesitemos (Lucas 11:13).
Da conocimiento a quienes buscan la verdad. Como bien se indica en Hechos 17:26, 27, multitud de personas sinceras de todo el mundo buscan a Dios. Quieren conocer su nombre, su propósito para la Tierra y para los seres humanos y averiguar cómo acercarse a él (Santiago 4:8). Los testigos de Jehová se encuentran muy a menudo con personas así y con gusto les enseñan la respuesta bíblica a sus preguntas.
¿Es esa la razón por la que usted aceptó esta revista? ¿Está buscando a Dios? En tal caso, puede que esta sea la respuesta a sus oraciones.
a Hallará más información en el capítulo 17 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová.
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