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Dones de DiosPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Dones del espíritu. El bautismo con espíritu santo iba acompañado de dones milagrosos. Esto era una señal de que Dios ya no tenía a la congregación judía a su servicio, sino que aprobaba a la congregación cristiana fundada por su Hijo. (Heb 2:2-4.) En el día del Pentecostés los dones milagrosos concurrieron con el derramamiento del espíritu santo. Más tarde, en cada uno de los casos mencionados en las Escrituras alusivos a la transmisión de dones milagrosos del espíritu estuvo presente Pablo o al menos uno de los doce apóstoles que Jesús escogió directamente. (Hch 2:1, 4, 14; 8:9-20; 10:44-46; 19:6.) La transmisión de aquellos dones llegó a su fin con la muerte de los apóstoles, y se fueron extinguiendo a medida que sus portadores abandonaban la escena terrestre.
Así como las obras aparentemente milagrosas por sí mismas no revisten de autorización divina al que las ejecuta, la incapacidad de los siervos de Dios para efectuarlas con la ayuda del poder divino tampoco presupondría que no tuvieran el respaldo de Dios. (Mt 7:21-23.) No todos los cristianos del primer siglo podían realizar obras poderosas, sanar, hablar en lenguas y traducir. A Pablo y a otros cristianos se les habían otorgado varios dones del espíritu por la bondad inmerecida de Dios. Sin embargo, los dones milagrosos serían una señal característica de la infancia de la congregación y, tal como se predijo, cesarían. De hecho, Jesús mismo indicó que sus seguidores se identificarían, no por realizar obras poderosas, sino por amarse unos a otros. (1Co 12:29, 30; 13:2, 8-13; Jn 13:35.)
Pablo enumera nueve diferentes manifestaciones o acciones del espíritu: 1) habla de sabiduría, 2) habla de conocimiento, 3) fe, 4) dones de curaciones, 5) obras poderosas, 6) profetizar, 7) discernimiento de expresiones inspiradas, 8) lenguas diferentes y 9) interpretación de lenguas. Todos estos dones del espíritu servían para un propósito beneficioso, pues no solo contribuían al crecimiento cuantitativo de la congregación, sino que también resultaban en su edificación espiritual. (1Co 12:7-11; 14:24-26.)
“Habla de sabiduría.” Si bien la sabiduría se puede adquirir mediante el estudio, la aplicación y la experiencia, el “habla de sabiduría” que aquí se menciona fue al parecer una aptitud milagrosa para emplear el conocimiento convenientemente con el fin de resolver los problemas que surgían en la congregación. (1Co 12:8.) Fue “según la sabiduría que le fue dada” como Pablo escribió las cartas que llegaron a formar parte de la Palabra inspirada de Dios. (2Pe 3:15, 16.) Parece ser que este don también se manifestó en la destreza que algunos tuvieron para defender la verdad ante los opositores de tal modo que eran incapaces de rebatirles o contestarles. (Hch 6:9, 10.)
“Habla de conocimiento” y “fe.” Todos los miembros de la congregación cristiana primitiva tenían un conocimiento de base sobre Jehová y Jesucristo, así como sobre la voluntad de Dios y sus requisitos para la vida. Por consiguiente, el “habla de conocimiento” debió ser un conocimiento superior que estaba más allá del conocimiento de base que tenían los cristianos en general, era un conocimiento milagroso. De manera semejante, la “fe” aquí mencionada, entendida como un don del espíritu, debió ser una fe milagrosa que ayudó a determinados cristianos a vencer obstáculos gigantescos que de otro modo hubiesen entorpecido su servicio a Dios. (1Co 12:8, 9; 13:2.)
“Curaciones.” El don de curaciones se empleó para sanar por completo a personas enfermas, prescindiendo de la naturaleza de las afecciones. (Hch 5:15, 16; 9:33, 34; 28:8, 9.) Jesucristo y sus discípulos habían efectuado curaciones antes del Pentecostés, y si bien algunas de las personas a las que se sanó manifestaron abiertamente su fe, no se requería que la persona enferma profesara tener fe. (Compárese con Jn 5:5-9, 13.) En una ocasión Jesús atribuyó la incapacidad de sus discípulos para sanar a un epiléptico, no a falta de fe por parte de la persona que quería que sanasen a su hijo, sino a la falta de fe de sus discípulos. (Mt 17:14-16, 18-20.) En las Escrituras no se refiere ni un solo caso en el que Jesús o sus discípulos no hayan podido realizar una curación por falta de fe de la persona enferma. Pablo no empleó el don de curaciones para sanar a Timoteo de su afección estomacal, no porque atribuyese sus frecuentes casos de enfermedad a falta de fe, sino por no hacer uso del don para fines personales. En consecuencia, se limitó a recomendarle que bebiese un poco de vino por causa de su estómago. (1Ti 5:23; véanse FE; SANAR, CURAR.)
“Obras poderosas.” Estas obras incluyeron milagros como el resucitar a personas muertas, expulsar demonios y hasta cegar a opositores (1Co 12:10), obras poderosas que contribuyeron a aumentar la cantidad de creyentes que se unieron a la congregación cristiana. (Hch 9:40, 42; 13:8-12; 19:11, 12, 20.)
“Profetizar.” El don de profetizar fue más importante que el don de hablar en lenguas, ya que contribuía a fortalecer la congregación, y también hacía posible que la persona incrédula reconociese que Dios verdaderamente estaba con los cristianos. (1Co 14:3-5, 24, 25.) Si bien todos los miembros de la congregación cristiana hablaron acerca del cumplimiento de las profecías registradas en la Palabra de Dios (Hch 2:17, 18), solo los que tuvieron el don milagroso de profetizar pudieron predecir acontecimientos, tal como lo hizo Ágabo. (Hch 11:27, 28; véanse PROFECÍA; PROFETA [Los profetas en las Escrituras Griegas Cristianas].)
“Discernimiento de expresiones inspiradas.” Este don confería la aptitud de discernir si una expresión inspirada procedía de Dios o no (1Co 12:10); ayudaba al que lo poseía a evitar la trampa del engaño, que podía conducirle a apartarse de la verdad, y protegía a la congregación de la influencia de profetas falsos. (1Jn 4:1; compárese con 2Co 11:3, 4.)
“Lenguas.” El don milagroso de hablar en lenguas fue una consecuencia inmediata del derramamiento del espíritu de Dios en el Pentecostés del año 33 E.C. Unos 120 discípulos que se hallaban reunidos en una habitación superior (posiblemente cerca del templo) pudieron hablar entonces acerca de las “cosas magníficas de Dios” en las lenguas nativas de los judíos y prosélitos que habían ido a Jerusalén para observar la fiesta procedentes de lugares distantes. Este cumplimiento de la profecía de Joel demostró que Dios estaba usando a la nueva congregación cristiana y había dejado ya a la congregación judía. A fin de recibir el don gratuito del espíritu santo, los judíos y prosélitos tenían que arrepentirse y ser bautizados en el nombre de Jesús. (Hch 1:13-15; 2:1-47.)
El don de lenguas resultó muy útil para los cristianos del primer siglo, pues gracias a él pudieron predicar a los que hablaban otros idiomas. Sirvió de señal para los incrédulos. Sin embargo, cuando Pablo escribió a la congregación cristiana de Corinto, dio instrucciones de que en sus reuniones no hablasen todos en lenguas, puesto que si entraban extraños e incrédulos y no entendían nada, llegarían a la conclusión de que estaban locos. También recomendó que el hablar en lenguas ‘se limitase a dos o tres a lo más, y por turno’. Sin embargo, en caso de que nadie pudiera traducir, el que hablaba en una lengua tenía que permanecer en silencio en la congregación, hablando consigo mismo y con Dios. (1Co 14:22-33.) Si no se traducía, el hablar en lenguas no serviría para edificar a otros, puesto que tal habla carecería de significado por ser incomprensible y nadie escucharía. (1Co 14:2, 4.)
Si el que hablaba en una lengua no podía traducir, ni él mismo ni los que no estuviesen familiarizados con esa lengua entenderían lo que estaba diciendo. Por lo tanto, Pablo animó a los que tenían el don de lenguas a que orasen para que también pudiesen traducir y así edificar a todos los oyentes. Todo lo susodicho permite ver con facilidad por qué Pablo, bajo inspiración, clasificó el hablar en lenguas como un don menor, y señaló que en una congregación prefería hablar cinco palabras con su mente (entendimiento) que diez mil en una lengua. (1Co 14:11, 13-19.)
“Interpretación de lenguas.” La persona que tenía este don podía traducir una lengua, aunque fuese desconocida para él. (1Co 12:10.) El don de interpretación complementó el de hablar en lenguas, pues hizo posible que toda la congregación se beneficiase de la información traducida a su idioma. (1Co 14:5.)
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Dones de DiosPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Control de los dones del espíritu. Al parecer, los que tenían dones del espíritu solo podían usarlos cuando el espíritu de Jehová los facultaba para ello. Por ejemplo, aunque Felipe “tenía cuatro hijas, vírgenes, que profetizaban”, cuando Pablo permaneció en Cesarea en casa de Felipe, ninguna de ellas predijo que sería detenido, sino un profeta de nombre Ágabo, que había llegado de Judea. (Hch 21:8-11.) En una reunión de congregación, un profeta podía recibir una revelación mientras otro profeta estaba hablando, pero el que la recibía podía controlar el don cuando el espíritu de Dios actuaba en él, es decir, podía abstenerse de hablar hasta que se le diese la oportunidad. Por consiguiente, el profetizar, hablar en lenguas y traducir podía hacerse de una manera ordenada en la congregación para la edificación de todos. (1Co 14:26-33.)
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