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  • Moisés
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • La falta de confianza en sí mismo no descalificó a Moisés. Sin embargo, Moisés demostró falta de confianza en sí mismo, y arguyó que no podía hablar con fluidez. Este era un Moisés cambiado, bastante diferente del que por propia voluntad se había ofrecido como libertador de Israel cuarenta años antes. Persistió en señalar inconvenientes en lo que Jehová le decía, y finalmente le pidió que le excusara de aquella misión. Aunque Jehová se molestó por esta actitud, no lo rechazó, sino que designó a su hermano Aarón para que fuese su portavoz. Como Moisés era el representante de Dios, sería para Aarón como “Dios”, y Aarón hablaría en representación suya. Parece ser que con ocasión del encuentro que tuvieron con los hombres de mayor edad de Israel y los enfrentamientos con Faraón, Dios dio instrucciones y mandatos a Moisés, quien a su vez se los comunicó a Aarón para que hablara ante Faraón (un sucesor del Faraón del que había huido Moisés cuarenta años antes). (Éx 2:23; 4:10-17.) Posteriormente, Jehová llamó a Aarón “profeta” de Moisés, queriendo decir que así como Moisés era el profeta de Dios, dirigido por Él, de manera similar Aarón sería dirigido por Moisés. También le dijo a Moisés que sería hecho “Dios para Faraón”, es decir, que recibiría poder divino y autoridad sobre Faraón, de modo que no tenía por qué temer al rey de Egipto. (Éx 7:1, 2.)

      Debido a que Moisés no estuvo dispuesto a aceptar la inmensa tarea de ser el libertador de Israel, Dios lo censuró, pero no canceló su asignación. Moisés no había vacilado debido a su edad avanzada, aunque ya tenía ochenta años de edad. Cuarenta años más tarde, a la edad de ciento veinte años, aún conservaba todo su vigor y agudeza mental. (Dt 34:7.) Durante los cuarenta años que pasó en Madián, tuvo mucho tiempo para meditar, y se dio cuenta del error que había cometido al intentar liberar a los hebreos por su propia cuenta. Entonces comprendía su insuficiencia, de modo que debió ser para él una gran sorpresa el que de súbito se le ofreciera este cometido después de tanto tiempo desligado de toda actividad pública.

      Más adelante la Biblia nos dice: “El hombre Moisés era con mucho el más manso de todos los hombres que había sobre la superficie del suelo”. (Nú 12:3.) Como persona mansa, reconoció que solo era un ser humano, con sus imperfecciones y debilidades. No se presentó como el caudillo indiscutido de los israelitas. No tuvo temor de Faraón, sino una clara conciencia de sus limitaciones.

  • Moisés
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Se necesitó valor y fe para enfrentarse a Faraón. Moisés y Aarón estuvieron a la altura de las circunstancias gracias a la fuerza que recibieron del espíritu de Jehová. Solo hay que pensar en el esplendor de la corte de Faraón, el rey de la potencia mundial indiscutida de aquel tiempo. Tenían ante sí al altivo Faraón, de quien se decía que era un dios, con su séquito de consejeros, comandantes militares, guardas y esclavos, y también a los líderes religiosos, los sacerdotes magos, sus principales opositores. Estos hombres eran, aparte del mismo Faraón, los más influyentes del imperio. Todo este impresionante despliegue tenía el propósito de respaldar a Faraón en apoyo de los dioses de Egipto. Y Moisés y Aarón se presentaron ante Faraón, no solo una vez, sino varias veces. El corazón de Faraón se endurecía cada vez más, porque estaba resuelto a no perder a sus valiosos esclavos hebreos. Tanto fue así, que después de anunciar la octava plaga, a Moisés y Aarón se les echó de delante de Faraón, y después de la novena plaga, se les ordenó que no intentaran ver de nuevo el rostro de Faraón bajo pena de muerte. (Éx 10:11, 28.)

      Con este cuadro presente, se entiende mejor que Moisés pidiera repetidamente a Jehová seguridad y fuerza. Pero debe notarse que nunca dejó de cumplir al pie de la letra las órdenes de Jehová. Nunca quitó ni una sola palabra de todo lo que Jehová le mandó decir a Faraón. El liderazgo de Moisés se aceptó sin discusión, pues dice el registro que al tiempo de la décima plaga, “todos los hijos de Israel hicieron tal como Jehová había mandado a Moisés y Aarón. Hicieron precisamente así”. (Éx 12:50.) Moisés es un ejemplo de fe sobresaliente para los cristianos. El apóstol Pablo dice de él: “Por fe dejó a Egipto, pero sin temer la cólera del rey, porque continuó constante como si viera a Aquel que es invisible”. (Heb 11:27.)

      Antes de la décima plaga, Moisés tuvo el privilegio de instituir la Pascua. (Éx 12:1-16.) En el mar Rojo tuvo que hacer frente a más quejas de los israelitas, quienes se creían atrapados y a punto de ser aniquilados. Pero expresó la fe de un caudillo verdadero bajo la poderosa mano de Jehová, asegurándoles que Jehová destruiría al ejército egipcio que los perseguía. Parece ser que durante esta crisis clamó a Jehová, pues se le dijo: “¿Por qué sigues clamando a mí?”. Luego Dios le mandó que alzara su vara y extendiera su mano sobre el mar para partirlo. (Éx 14:10-18.)

  • Moisés
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Un mediador adecuado. Moisés subió varias veces al monte Horeb, y en dos ocasiones permaneció allí cuarenta días y cuarenta noches. (Éx 24:18; 34:28.) La primera vez volvió con dos tablas de piedra “en las que el dedo de Dios había escrito”, y que contenían las “Diez Palabras” o Diez Mandamientos, las leyes básicas del pacto de la Ley. (Éx 31:18; Dt 4:13.) En esta primera ocasión demostró tener las aptitudes necesarias para ser el mediador entre Jehová e Israel y para ser el caudillo de esa gran nación, compuesta quizás de tres millones de personas o más. Mientras Moisés estaba en la montaña Jehová le informó que el pueblo se había vuelto a la idolatría, y le dijo: “Ahora déjame, para que se encienda mi cólera contra ellos y los extermine, y déjame hacer de ti una nación grande”. La inmediata respuesta de Moisés puso de manifiesto que la santificación del nombre de Jehová era la cosa más importante para él, y que no tenía ningún tipo de egoísmo ni deseaba fama para sí mismo. No pidió nada para él, sino que demostró interés por el nombre de Jehová, nombre que Él mismo había ensalzado recientemente mediante el milagro del mar Rojo, y mostró respeto por la promesa de Dios a Abrahán, Isaac y Jacob. Jehová aprobó la súplica de Moisés y perdonó al pueblo. Aquí se ve que Jehová consideró que Moisés desempeñaba su papel de mediador de modo satisfactorio, y que Él respetaba el cargo para el que había nombrado a Moisés. De manera que entonces Jehová “empezó a sentir pesar respecto al mal de que había hablado que haría a su pueblo”, es decir, por causa del cambio de circunstancias, cambió de actitud con relación a traer el mal sobre ellos. (Éx 32:7-14.)

      Cuando Moisés bajó de la montaña, se demostró su celo por la adoración verdadera como siervo de Dios. Al ver la fiesta estrepitosa que el pueblo idólatra había promovido, arrojó las tablas al suelo y las rompió, y pidió que los que quisieran se pusiesen de su lado. La tribu de Leví se puso de su parte, y les mandó que diesen muerte a todos los que habían participado en la adoración falsa, lo que resultó en la muerte de unos 3.000 hombres. Luego se volvió a Jehová, reconoció el gran pecado del pueblo y suplicó: “Pero ahora si perdonas su pecado..., y si no, bórrame, por favor, de tu libro que has escrito”. A Dios no le desagradó la súplica mediadora de Moisés, pero contestó: “Al que haya pecado contra mí, lo borraré de mi libro”. (Éx 32:19-33.)

      Fueron muchas las veces que Moisés representó el lado de Jehová en el pacto, dio orden de que practicaran la adoración pura y verdadera y ejecutó juicio contra los desobedientes. Más de una vez también intercedió en favor de la nación —o de algunos de sus miembros— para que Jehová no los destruyese. (Nú 12; 14:11-21; 16:20-22, 43-50; 21:7; Dt 9:18-20.)

      Altruismo, humildad, mansedumbre. Moisés estaba interesado principalmente en el nombre de Jehová y en Su pueblo. Por consiguiente, no buscaba gloria o posición. Cuando Jehová puso su espíritu sobre algunos hombres del campamento y estos empezaron a comportarse como profetas, el ayudante de Moisés, Josué, quiso impedírselo, al parecer porque pensó que estaban quitando gloria y autoridad a Moisés. Pero él contestó: “¿Sientes celos por mí? No, ¡quisiera yo que todo el pueblo de Jehová fueran profetas, porque Jehová pondría su espíritu sobre ellos!”. (Nú 11:24-29.)

      Aunque Moisés era el caudillo de la gran nación de Israel nombrado por Jehová, estaba dispuesto a aceptar consejo de otros, en particular cuando eso repercutía de forma positiva en la nación. Poco tiempo después de que los israelitas salieron de Egipto, Jetró fue a su encuentro acompañado de la esposa y los hijos de Moisés. Jetró observó cuánto trabajaba Moisés y cómo se gastaba al tratar los problemas de cada uno que acudía a él. Con sabiduría le sugirió que, de acuerdo con un criterio ordenado, delegara grados de responsabilidad en otras personas a fin de aligerar su carga. Moisés escuchó el consejo de Jetró y lo aceptó, de modo que organizó al pueblo en millares, centenas, cincuentenas y decenas, con un jefe como juez sobre cada grupo. Solo los casos difíciles se llevaban a Moisés. Es digno de mención también que al explicar a Jetró lo que estaba haciendo, Moisés dijo: “En caso de que se les suscite una causa, esta tiene que venir a mí y yo tengo que juzgar entre una parte y la otra, y tengo que dar a conocer las decisiones del Dios verdadero y sus leyes”. De este modo indicó que reconocía que no tenía que juzgar según sus propias ideas, sino según las decisiones de Jehová, y que además tenía la responsabilidad de ayudar al pueblo a conocer y aceptar las leyes de Dios. (Éx 18:5-7, 13-27.)

      Moisés mostró repetidas veces que el verdadero Caudillo no era él, sino Jehová. Cuando el pueblo empezó a quejarse de la comida, Moisés dijo: “Sus murmuraciones no son contra nosotros [Moisés y Aarón], sino contra Jehová”. (Éx 16:3, 6-8.) Posiblemente debido a que Míriam pensó que la presencia de la esposa de Moisés podía eclipsar su prominencia, tanto ella como Aarón, con celos y falta de respeto, empezaron a hablar contra Moisés y su autoridad. El que en este punto del relato se diga: “El hombre Moisés era con mucho el más manso de todos los hombres que había sobre la superficie del suelo”, hace aún más censurable su comportamiento. Parece ser que Moisés aguantaba con mansedumbre el abuso verbal sin imponerse. Pero Jehová se encolerizó por este desafío, ya que en realidad era una afrenta contra Él mismo. Se encargó de la cuestión y castigó con severidad a Míriam. El amor de Moisés por su hermana le impulsó a interceder a su favor y clamar: “¡Oh Dios, por favor! ¡Sánala, por favor!”. (Nú 12:1-15.)

      Obedeció y esperó en Jehová. Moisés esperó en Jehová. Aunque se le llama legislador de Israel, reconoció que no era el originador de las leyes. Tampoco actuó de manera arbitraria, decidiendo los asuntos según su propio conocimiento. Cuando no existía un precedente para un caso legal o no se podía discernir exactamente cómo aplicar la Ley, Moisés presentaba el caso a Jehová para que Él estableciera una decisión judicial. (Le 24:10-16, 23; Nú 15:32-36; 27:1-11.) Moisés siguió cuidadosamente las instrucciones divinas. Supervisó de cerca el complicado trabajo de construir el tabernáculo y de hacer los utensilios y las vestiduras sacerdotales. El registro dice: “Y Moisés procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Jehová. Hizo precisamente así”. (Éx 40:16; compárese con Nú 17:11.) Varias veces se dice que las cosas se hicieron “tal como Jehová había mandado a Moisés”. (Éx 39:1, 5, 21, 29, 31, 42; 40:19, 21, 23, 25, 27, 29.) Esto es provechoso para los cristianos, pues el escritor del libro de los Hebreos dice que estas cosas constituyen una “sombra” y una ilustración de cosas celestiales. (Heb 8:5.)

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