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  • Santísimo
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • El sumo sacerdote solamente entraba en el Santísimo el Día de Expiación anual; nadie más podía pasar en ningún momento de la cortina que separaba este cuarto del Santo. (Le 16:2.) Dentro del Santísimo, el sumo sacerdote se veía rodeado por los querubines bordados en colores en la parte interior del tabernáculo y en la cortina. (Éx 26:1, 31, 33.) En el templo de Salomón, las paredes y el techo eran de madera de cedro recubierta de oro, y en las paredes había grabados querubines, figuras de palmeras, adornos en forma de calabazas y flores. (1Re 6:16-18, 29; 2Cr 3:7, 8.)

      En las Escrituras se dice que el sumo sacerdote entraba tres veces en el Santísimo durante el Día de Expiación: primero, con el incensario de oro de incienso perfumado encendido con brasas del altar; una segunda vez, con la sangre del toro, la ofrenda por el pecado para la tribu sacerdotal, y, finalmente, con la sangre del macho cabrío, la ofrenda por el pecado para el pueblo. (Le 16:11-15; Heb 9:6, 7, 25.) Salpicaba la sangre de los animales al suelo ante el arca del pacto, sobre cuya cubierta había querubines de oro y una nube representaba la presencia de Jehová. (Éx 25:17-22; Le 16:2, 14, 15.) Esa nube debía resplandecer como una luz brillante, siendo la única luz que había en este compartimiento del tabernáculo, pues en él no había ningún candelabro.

  • Santísimo
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Uso simbólico. El compartimiento Santísimo de la tienda de reunión o tabernáculo contenía el arca del pacto; la cubierta del Arca, sobre la que había dos querubines de oro, representaba el trono de Jehová. De modo que el Santísimo se empleó en sentido figurado para representar el lugar donde mora Jehová Dios, el cielo mismo. La carta inspirada a los Hebreos enseña esto cuando compara la entrada del sumo sacerdote de Israel en el Santísimo un día al año —el Día de Expiación—, con la entrada del gran Sumo Sacerdote, Jesucristo, en el lugar representado por el Santísimo, un vez para siempre con su sacrificio por los pecados. Explica: “En el segundo compartimiento [el Santísimo] el sumo sacerdote entra solo, una vez al año, no sin sangre, que él ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo. [...] Esta misma tienda es una ilustración para el tiempo señalado que está aquí ahora [...]. Sin embargo, cuando Cristo vino como sumo sacerdote de las cosas buenas que han llegado a realizarse, mediante la tienda más grande y más perfecta no hecha de manos, es decir, no de esta creación, él entró —no, no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre— una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna para nosotros. Por lo tanto, fue necesario que las representaciones típicas de las cosas en los cielos fueran limpiadas por estos medios [es decir, salpicadas con sangre de sacrificios animales], pero las mismas cosas celestiales con sacrificios que son mejores que dichos sacrificios. Porque Cristo entró, no en un lugar santo hecho de manos, el cual es copia de la realidad, sino en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros”. (Heb 9:7-12, 23, 24.)

      De modo que Jesucristo, en calidad de gran Sumo Sacerdote a la manera de Melquisedec, cumplió lo que el sumo sacerdote de Israel de la línea de Aarón solo podía hacer de manera típica cuando entraba en el Santísimo terrestre. (Heb 9:24.)

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