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RaquelPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Antes de marchar, Raquel robó los “terafim” de su padre, que al parecer eran un tipo de imágenes idolátricas. Cuando Labán los alcanzó y les hizo saber del robo (al parecer su mayor preocupación), Jacob, que ignoraba que había sido Raquel, mostró que desaprobaba aquel acto al decretar la muerte del ladrón en caso de que se hallara entre su séquito. La búsqueda llevó a Labán hasta la tienda de Raquel, pero ella evitó que la descubrieran al alegar que estaba indispuesta debido a su período menstrual y quedarse sentada sobre las alforjas que contenían los terafim. (Gé 30:25-30; 31:4-35, 38.)
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RaquelPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Los pocos detalles que se registran no pueden proporcionar más que un cuadro incompleto de la personalidad de Raquel. Se sabe que era adoradora de Jehová (Gé 30:22-24), pero tuvo fallos humanos. El que robase los terafim y su astucia para evitar que la descubrieran posiblemente puede atribuirse, al menos en parte, a sus antecedentes familiares.
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RaquelPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Los descubrimientos arqueológicos arrojan luz sobre la razón por la que Raquel se apropió de los terafim de su padre. (Gé 31:19.) Las tablillas cuneiformes halladas en Nuzi (Nuzu), al N. de Mesopotamia, que datan, según se cree, de mediados del II milenio a. E.C., muestran que algunos pueblos antiguos consideraban que la posesión de los dioses domésticos (el “título legal”) convertía a una persona en heredera legítima de los bienes de la familia. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, págs. 196, 197.) Se cree que Raquel pudo pensar que Jacob tenía derecho a participar de la herencia de Labán como hijo adoptivo, y, por lo tanto, se quedó con los terafim para asegurar la herencia o anticiparse a los demás hijos de Labán. O puede ser que pensase que la posesión de estos era un medio de impedir que su padre reclamara legalmente parte de la riqueza que Jacob había adquirido trabajando para él. (Compárese con Gé 30:43; 31:1, 2, 14-16.) Estas posibilidades, por supuesto, dependen de que existiera tal costumbre entre el pueblo de Labán y de que los terafim fueran en realidad tales dioses domésticos.
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