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JefaturaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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De manera similar, en el ejercicio de su jefatura, un esposo tiene ciertos derechos en cuanto a las decisiones finales y la supervisión. Pero además tiene el deber de asumir la responsabilidad de su familia, y la obligación primordial de proveer material y espiritualmente para su casa. (1Ti 5:8.)
El cristiano tiene que ejercer su jefatura con sabiduría. Debe, pues, amar a su esposa como se ama a sí mismo. (Ef 5:33.) De este modo ejerce Jesucristo su jefatura sobre la congregación cristiana. (Ef 5:28, 29.) El padre es cabeza de sus hijos y no debe irritarlos, sino que ha de criarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová”. (Ef 6:4.)
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Por ejemplo, si es un padre de familia, por respeto a su propia cabeza, Cristo, debería obedecer el consejo de morar con su esposa de acuerdo con conocimiento y ‘asignarle honra como a un vaso más débil’, y debería esforzarse solícitamente por educar a sus hijos del modo apropiado. (1Pe 3:7; Ef 6:4.) Este consejo bíblico es para todos los miembros de la congregación cristiana, y al seguirlo el hombre demuestra su respeto al principio de la jefatura. (Ef 5:23.)
Como el hombre fue creado antes que la mujer, se le ha concedido una posición de prioridad con respecto a ella. (1Ti 2:12, 13.) La mujer fue hecha de una costilla tomada del hombre, por lo que era hueso de sus huesos y carne de su carne. (Gé 2:22, 23.) La mujer fue creada por causa del hombre, no el hombre por causa de la mujer. (1Co 11:9.) Por lo tanto, según el propósito de Dios para la familia, siempre debería estar en sujeción a su esposo y no tendría que usurpar su autoridad. (Ef 5:22, 23; 1Pe 3:1.) Asimismo, en la congregación cristiana, la mujer no debe enseñar a otros hombres dedicados ni ejercer autoridad sobre ellos. (1Ti 2:12.)
Los hebreos de tiempos antiguos reconocían la posición superior que ocupaba el hombre en la familia y en la tribu. Sara era sumisa; llamaba a Abrahán “señor”, y se hace una mención favorable de ella por este reconocimiento de la jefatura. (Gé 18:12; 1Pe 3:5, 6.) Bajo el pacto de la Ley se destacaba la posición preferente del varón. El mandato de reunirse para las tres fiestas de Jehová en el lugar que Él escogiera solo aplicaba a los varones, aunque las mujeres también asistían. (Dt 16:16.) Las mujeres permanecían “inmundas” ceremonialmente el doble de tiempo si daban a luz una niña que si daban a luz un niño. (Le 12:2, 5.)
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